7 de septiembre de 2023

Entremeses literarios (CCXIII)

LA VERDAD SOBRE SANCHO PANZA
Franz Kafka
Checoslovaquia (1883-1924)
 
Sancho Panza -quien, por otra parte, jamás se jactó de ello-, en las horas del crepúsculo y de la noche, en el curso de los años y con la ayuda de una cantidad de novelas caballerescas y picarescas, logró a tal punto apartar de sí a su demonio –al que más tarde dio el nombre de Don Quijote- que éste, desamparado, cometió luego las hazañas más descabelladas. Estas hazañas, sin embargo, por faltarles un objeto predestinado, el cual justamente hubiese debido ser Sancho Panza, no perjudicaron a nadie.
Sancho Panza, un hombre libre, impulsado quizás por un sentimiento dc responsabilidad, acompañó a Don Quijote en sus andanzas, y esto le proporcionó un entretenimiento grande y útil hasta el fin de sus días.


OPCIONES
Gabriela Aguilera
Chile (1975)
 
Se dijo que tal vez hubiese sido mejor el divorcio. Pensó en eso un minuto nada más, porque tenía poco tiempo para deshacerse del cuerpo.

 
EL DOMINIO
Fernando Iwasaki
Perú (1961)
 
Cuando descubrí que el dominio www.infierno.com no estaba registrado, pensé que había cometido algún error. Sin embargo, al teclear de nuevo la dirección comprobé que era verdad: no le pertenecía a nadie. Y así, por una suma insignificante me hice con el dominio del infierno. No había terminado de crear los contenidos del infierno cuando ya la página tenía cientos de miles de visitas y un número semejante de solicitudes de correos electrónicos con el nombre del usuario más @infierno.com. En menos de una semana las multinacionales más poderosas me ofrecieron su publicidad y miles de portales de todo el mundo crearon enlaces directos con mi web, que según los mejores buscadores ya era uno de los diez sitios más visitados del ciberespacio. En medio de aquella orgía de éxitos recibí una oferta millonaria por mi página y la vendí sin pestañear, porque el dinero me interesaba mucho más que el dominio del infierno.
Desde que hice aquel negocio no he dejado de viajar y de gozar por todos mis orificios, pero he entrado al cibercafé de un hotel caribeño para visitar el infierno y el programa me dice que esa dirección no existe. Tecleo de nuevo www.infierno.com y la respuesta es la misma. Muerto de risa vuelvo a solicitar el dominio del infierno, preguntándome si la página me la habrían comprado los jesuitas o los del opus. No obstante, al día siguiente recibí un correo que me dejó perplejo: “Estimado cliente, de acuerdo con nuestros archivos su alma ya forma parte de nuestra base de datos. Reciba un cordial saludo”. El nombre del remitente era inverosímil.

 
PRINCIPIO DE LA ESPECIE
Luisa Valenzuela
Argentina (1938)
 
Me acerqué a la planta perenne de tronco leñoso y elevado que se ramifica a mayor o menor altura del suelo y estiré la parte de mi cuerpo de bípeda implume que va de la muñeca a la extremidad de los dedos para recoger el órgano comestible de la planta que contiene las semillas y nace del ovario de la flor.
El reptil generalmente de gran tamaño me alentó en mi acción dificultosa que se acomete con resolución. Luego insté al macho de la especie de los mamíferos bimanos del orden de los primates dotado de razón y de lenguaje articulado a que comiera del órgano de la planta. El aceptó mi propuesta con cierto sentimiento experimentado a causa de algo que agrada.
Pocas cosas tienen nombre, por ahora. A esto que hicimos creo que lo van a denominar pecado. Si nos dejaran elegir, sabríamos llamarlo de mil maneras más encantadoras.


EFECTOS SECUNDARIOS
Miguel Ángel Hernández Navarro
España (1977)
 
Con el lógico nerviosismo de la primera noche, el hijo del sepulturero ayudó a su padre a colocar la lápida de una tumba. Mientras sostenía el mármol, escuchó golpes y gritos en el interior del panteón. Miró a su padre con el rostro desencajado por el terror. Pero la voz de la experiencia logró tranquilizarlo. “No te preocupes. Es normal. Enseguida se les pasa”.


EL HOMBRE INVISIBLE
Manuel Mejía Vallejo
Colombia (1923-1998)
 
- ¿Has visto a El Hombre Invisible?
- No entiendo esa pregunta.
- Que si has visto a El Hombre Invisible.
- Estás loco.
- ¿Lo has visto?
- ¡El Hombre Invisible no existe!
- Pero, ¿lo has visto?
- Claro que no.
- Si lo vieras probarías que no existe; pero si nunca lo has visto, y nadie lo ha visto ni podrá verlo, es prueba suficiente de que existe El Hombre Invisible.

 
ENCIERRO
César Antonio Alurralde
Argentina (1930-2019)
 
Con un lápiz trazó una equis para marcar un centro. Allí apoyó la puntada aguda y acelerada del compás que lastimó el papel, luego hizo girar para formar una circunferencia. Cuando la concluyó se dio cuenta que había quedado encerrado adentro sin posibilidad de salir. Para su desgracia la goma de borrar estaba afuera.


SUEÑO EN EL TREN
Tomás Borrás
España (1891-1976)
 
Los dos viajeros estaban solos, en el departamento de primera, frente a frente. Dormían balanceados por el tracatrá del vagón y el ruido de las ruedas, que procuran, en su brutalidad, correr con ritmo y melodía de fácil música. De pronto, se despertó uno de los viajeros.
- ¡Oiga! -sacudió de un brazo al otro-. ¿Y a usted qué le importa que yo viaje sin billete?
El despertado le respondió, cortés:
- Dispense. Yo no tengo la culpa; estaba soñando que era el revisor.
- Y yo soñaba que viajaba sin billete y que venía usted a pedírmelo.
- Muy satisfactorio -explicó el segundo viajero-. Soñábamos cada uno la acción complementaria de la del otro. Quizás sea la primera vez que eso ocurre.
- Sí, la comunicación de los sueños; o puede que el mismo sueño, repartidos los papeles entre usted y yo. Bien. Pues voy a soñar que usted me debe dinero.
- Excelente asunto. ¿Cuánto quiere que le devuelva?
- ¡Hum!… Trescientas mil… -Cerró los ojos y recostó la cabeza.
- Perfecto. Voy a entregárselas. -Reclinó la cabeza y cerró los ojos.


ACANTILADO
Heimito von Doderer
Austria (1896-1966)
 
Hoy por la mañana desayuné en el baño, algo distraído. Serví el té en el vaso que utilizo para enjuagarme cuando me limpio los dientes y eché dos terrones de azúcar en la bañera, que, por desgracia, no bastaron para endulzar una cantidad tan grande de agua.


LA CONFESION
Manuel Peyrou
Argentina (1902-1974)
 
En la primavera de 1232, cerca de Avignon, el caballero Gontran D'Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente, confesó que había vengado una ofensa; pues su mujer lo engañaba con el conde.
Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer, en la celda.
- ¿Por qué mentiste? -preguntó Giselle D'Orville-. ¿Por qué me llenas de vergüenza?
- Porque soy débil -repuso-. De este modo me cortarán la cabeza, simplemente. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían.