Opiniones
y veredictos
Jorge Luis Borges
(1899-1986) y Julio Cortázar (1914-1984) son -no hace falta decirlo- dos de los
más grandes escritores argentinos de todas las épocas. Contemporáneos, ambos
compartieron el gusto por la literatura fantástica -si es que el término es suficiente
para abarcar la amplitud de este género- abordando la realidad desde otra
realidad: la creada por ellos mismos. Dentro del archivo literario hispanoparlante,
ambos fueron importantes escritores que sobresalieron por sus notables
cualidades en el arte de escribir ficciones. Fueron dos autores considerados clásicos
de las letras argentinas que aportaron considerables innovaciones a la
literatura del siglo XX, transgrediendo los límites formales de la narrativa
haciendo uso de una gran imaginación. Borges lo hizo, por ejemplo, en cuentos
como “El Aleph”, “Funes el memorioso” o “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Y
Cortázar lo hizo, por ejemplo, en cuentos como “Carta a una señorita en París”,
“La noche boca arriba” o “Casa tomada”. La mejor definición del género
fantástico es atribuida al crítico y teórico literario búlgaro nacionalizado francés Tzvetan Todorov (1939-2017),
quien en “Introduction à la littérature fantastique” (Introducción a la
literatura fantástica) afirmó que “lo fantástico se encuentra en una latente
incertidumbre entre lo maravilloso y lo extraño”, y que ese género se basa en
“la vacilación del lector en torno a los fenómenos narrados” y en “una forma de
leer dichos fenómenos que no sea ni poética ni alegórica”, algo que ocurre al
leer los cuentos de estos escritores.
Para el autor de “Historia
universal de la infamia”, según expresó en una conferencia dada en 1967 en la
escuela bonaerense Camilo y Adriano Olivetti, “el encanto de los cuentos
fantásticos reside en el hecho de que no son invenciones arbitrarias; reside en
el hecho de que, siendo fantásticos, son símbolos de nosotros, de nuestra vida,
del universo, de lo inestable y misterioso de nuestra vida y todo esto nos
lleva de la literatura a la filosofía. Pensemos en las hipótesis de la
filosofía, harto más extrañas que la literatura fantástica; llegaremos así a la
terrible pregunta, a la pregunta que no es meramente literaria, pero que todos
alguna vez hemos sentido o sentiremos. ¿El universo, nuestra vida, pertenece al
género real o al género fantástico?”. Por su parte, el autor de “Todos los
fuegos el fuego” manifestó en una conferencia dictada en 1982 en la Universidad
Católica Andrés Bello de Caracas, Venezuela, que “lo fantástico y lo misterioso
no son solamente las grandes imaginaciones del cine, de la literatura, los
cuentos y las novelas. Está presente en nosotros mismos, en eso que es nuestra
psiquis y que ni la ciencia, ni la filosofía consiguen explicar más que de una
manera primaria y rudimentaria. Ahora bien, si de ahí, ya en una forma un poco
más concreta, nos pasamos a la literatura, el cuento, como género literario, es
un poco la casa, la habitación de lo fantástico. Hay novelas con elementos
fantásticos, pero son siempre un tanto subsidiarios, el cuento en cambio, como
un fenómeno bastante inexplicable le ofrece una casa a lo fantástico; lo
fantástico encuentra la posibilidad de instalarse en un cuento”.
Sabido es que, dadas sus
respectivas historias familiares, Borges y Cortázar tenían vínculos estrechos
con Europa. La abuela paterna de Borges era inglesa y el futuro escritor pasó
siete años, entre los quince a los veintidós, en el Viejo Continente antes de
regresar a Argentina en 1921. Luego, entre 1923 y 1924 pasó un año en España y,
en los años siguientes, dio conferencias y charlas en Estados Unidos, Italia,
Marruecos, México, Perú y Uruguay hasta que, en 1986, fijó su residencia en Ginebra,
Suiza, ciudad en la que fallecería. Por su parte Cortázar nació en Bruselas,
Bélgica, donde su padre era agregado comercial en la embajada argentina de ese país, y a consecuencia
de la Primera Guerra Mundial, permaneció en Suiza y España hasta los cuatro
años. Luego pasó el resto de su infancia en Banfield, al sur del Gran Buenos
Aires, donde se formó como maestro normal en 1932 y profesor en Letras en 1935.
Entre 1939 y 1944 dictó
clases como maestro en las ciudades bonaerenses de Bolívar, Saladillo y
Chivilcoy, y luego, en 1944, se mudó a la ciudad de Mendoza, en cuya
Universidad Nacional de Cuyo impartió cursos de literatura francesa. En 1951 se
trasladó a París, ciudad donde, salvo esporádicos viajes a Austria, Italia,
India, Estados Unidos, Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba y Nicaragua, consolidó
gran parte de su obra y residió el resto de su vida.
Sabido es, también, que
existieron no sólo coincidencias sino asimismo diferencias entre los autores,
sobre todo en lo referente a sus opiniones políticas. Hacia fines del siglo
pasado, la editorial argentina “Era Naciente” lanzó la colección “Para
Principiantes”. En 1999 publicó “Borges para principiantes”, con textos del periodista
y escritor Carlos Polimeni (1958) y de la periodista cultural y autora Verónica
Abdala (1973), y en 2008 hizo lo propio con “Cortázar para principiantes”, con
textos de Polimeni. Ambos libros incluyeron ilustraciones del dibujante Miguel
Rep (1961). En marzo de 2012, en el nº 310 de la revista online “Imaginaria”,
el escritor y editor Raúl Tamargo (1958) reseñó estas obras diciendo: “Varias
razones justifican la lectura en paralelo de estos dos libros. La más evidente,
sin duda, es que abordan la obra de los dos referentes más importantes de la
literatura argentina del siglo XX. A la importancia de sus obras, se le suman
los malentendidos que pusieron a sus autores en veredas opuestas y que fueron
temas de polémica, no solamente en los ambientes de discusión literaria, sino
también en las mesas de café, especialmente en las décadas de los ‘60 y ‘70,
lapso en el cual la literatura era capaz de ingresar en las discusiones
familiares de la clase media o en las reuniones de amigos. (…) Es interesante
observar que el ‘Cortázar para principiantes’ incluye varias menciones del
propio autor sobre la obra de Borges y algunas de Borges sobre Cortázar, algo
que no incluye ‘Borges para principiantes’, tal vez como una señal de que las
influencias y admiraciones no fueron simétricas. De la mano de ‘Borges…’, el
lector podrá aproximarse a las ideas de vanguardia de los primeros años del
siglo XX, a la polémica entre los grupos de ‘Martín Fierro’ y de ‘Boedo’, al
pensamiento de Schopenhauer, a la tensa relación entre el primer peronismo y
buena parte de la intelectualidad de la época. Con ‘Cortázar…’, en cambio, será
más intenso el paseo por las corrientes revolucionarias de los años ‘60. El
texto destina muchas páginas a la actividad política y militante de Cortázar y
establece relaciones entre estas actividades, su producción literaria y su
relación con el público lector”.
La ensayista y periodista
argentina Beatriz Sarlo (1942-2024) escribió varios artículos dedicados tanto a
Cortázar como a Borges. Con respecto al autor de “Bestiario” y “Todos los
fuegos el fuego” publicó en la revista “Espacios” nº 14 de agosto de 1994 un
artículo titulado “Una literatura de pasajes”. En él escribió: “Muchas veces
juzgamos a Cortázar no por lo que escribió sino por lo que produjeron sus
escritos: el cortazarismo, esa onda sesentista tan bien sintonizada con la moda
hippie, las polleras hindúes, la deriva por la noche, la ginebra, el rock,
Woodstock, el anticonvencionalismo, la izquierda florida antes de convertirse
en izquierda armada. Seriamente: Cortázar no puede ser responsabilizado de las
conversaciones en el bar ‘La Paz’ a mediados de los años ‘60; fuimos nosotros
los que conversamos allí, después de ir a comprar ‘Todos los fuegos el fuego’.
Tampoco puede ser responsabilizado por los talleres literarios que lo
enseñaban; sin duda, Cortázar parece fácil de enseñar y habría que ver por qué.
Hipótesis: la claridad formal y constructiva de Cortázar, como la de Poe o
Maupassant, despierta la ilusión de que puede ser repetida. Hipótesis: Cortázar
inventa una lengua coloquial perfecta; los imitadores de la oralidad
cortazariana confiaron demasiado en hacer un estilo previsible de lo que para Cortázar
fue un programa. Hipótesis: el humor de Cortázar se ejerce con todos los
objetos, menos con la propia literatura, porque Cortázar tiene una visión seria
de la literatura y una visión humorística del mundo. También le reprochamos a
Cortázar su asombrosa facilidad, como si se acusara a Ella Fitzgerald de cantar
haciendo que todo parezca tan sencillo. Este sentido común anti-Cortázar se
acerca a su obra basándose en recuerdos de lectura y no en una lectura nueva.
Los recuerdos de lectura pueden ser imprecisos e injustos. Se trata entonces de
leer a Cortázar de nuevo”.
Suele
presentarse a Borges y a Cortázar como dos polos opuestos de la literatura
argentina; sin embargo, como creadores de mundos en los que lo imposible
irrumpe en lo cotidiano, atrapando al lector entre lo natural y lo artificioso
con proverbial naturalidad, no existe tal oposición. Borges y Cortázar fueron,
cada uno a su manera, dos talentosos escritores.



