Borges sobre Cortázar (y
viceversa)
Para muchos críticos literarios, en gran parte de la obra de Borges -ya sean cuentos, poemas o ensayos- se hace patente su fascinación por los laberintos y, entre otros, ponen como ejemplos más representativos los cuentos “Las ruinas circulares”, “La biblioteca de Babel”, “La casa de Asterión” y “El Aleph”, y los poemas “Juan, I, 14”, “Laberinto” y “Otro poema de los dones”. Para él, el laberinto representaba la complejidad del universo, un reflejo de la mente humana, una manifestación de lo infinito, la prisión esencial de los hombres. Alguna vez manifestó: “El peor laberinto no es esa forma intrincada que puede atraparnos para siempre, sino una línea recta única y precisa”. En el cuento “El jardín de los senderos que se bifurcan”, que formó parte de su libro “Ficciones”, escribió: “Medité en ese laberinto perdido: lo imaginé inviolado y perfecto en la cumbre secreta de una montaña, lo imaginé borrado por arrozales o debajo del agua, lo imaginé infinito, no ya de quioscos ochavados y de sendas que vuelven, sino de ríos y provincias y reinos... Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarca el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo a los astros... Ts’ui Pên (uno de los personajes del cuento) diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”. Para otros estudiosos de este tema, la idea del laberinto también está presente en los cuentos “El perseguidor” y “Casa tomada”, y en la novela “Rayuela” de Cortázar. Y atribuyen esa conclusión a que, para Cortázar, no existía una sola realidad, las había múltiples y todas ellas coexistían, y a que las ideas y la realidad misma eran laberínticas.
El Profesor de Estudios Literarios Generales en la Universitetet i Bergen de Noruega, Gisle Selnes (1965), dice en “Borges og Cortázar. En labyrint av pavirkelser eller un uendelig samtale?” (Borges y Cortázar. ¿Un laberinto de influencias o una conversación interminable?) que el fin de artículo era “volver sobre los principales puntos de contacto entre Borges y Cortázar para captar mejor una relación que algo tiene tanto de ‘conversación infinita’ como de ‘laberinto de influencias’. A tal empresa se le impone el tema del laberinto; la verdad es que resulta imposible escribir sin acercarse a él. El laberinto se sitúa, casi literalmente, en el origen de las correspondencias borgesianas/cortazarianas y, además, entra como figura trazada en el tapiz de las relaciones posteriores entre los dos escritores. (…) Diría que uno de los logros importantes de Cortázar es haber sometido el mito del laberinto a una revisión profunda, más allá del abstracto universo laberíntico de Borges, casi sin que se noten ni su procedencia ni las etapas de su transformación”. Por su parte, el docente universitario, escritor y periodista argentino Oscar Sbarra Mitre (1942-2014) afirmó en “Las fronteras científicas del universo borgeano”, ensayo que formó parte del libro “Borges científico. Cuatro estudios” que Ediciones Biblioteca Nacional publicó en 1999, que “las fronteras del mundo borgeano son el tiempo y el azar. En Borges se sistematizaron en su literatura y su pensamiento. Tal vez la ficción y la realidad se unieron en él a través de ‘La biblioteca de Babel’ que imaginó como el universo, donde el azar pasaba por el ordenamiento de los libros. (…) En el maravilloso mundo de Borges se podría decir que en realidad la verdad no existe, y en verdad, la realidad tampoco”.
El 12 de febrero de 2024, al cumplirse veinte años del fallecimiento de Cortázar, el escritor argentino Patricio Zunini (1974) publicó un artículo en el diario “Infobae”. En él, entre otras cosas, señaló: “En 1985, la editorial Hyspamérica lanzó la ‘Biblioteca Personal Jorge Luis Borges’. En total, salieron unos setenta volúmenes. Ahí están ‘Bartleby el escribiente’ de Melville, ‘América’ de Franz Kafka, una recopilación de relatos de Ariwara no Narihira, ‘El desierto de los tártaros’ de Dino Buzzati, ‘La piedra lunar’ de Wilkie Collins. Cada uno venía con un pequeño prólogo de Borges. El primer ejemplar de la ‘Biblioteca’ fue una selección de cuentos de Julio Cortázar: dieciséis cuentos que componían una suerte de ‘grandes éxitos cortazarianos’ y que, en poco más de doscientas páginas, echaban por tierra muchos mitos y habladurías sobre la rivalidad de estos dos grandes escritores. (…) En 1946, Borges era secretario de redacción de ‘Los anales de Buenos Aires’, una revista casi secreta -en sus palabras- que duró menos de veinte números y replicaba a escala la línea editorial de la revista ‘Sur’. Borges publicó en ‘Los anales…’ varios de sus cuentos más famosos: ‘Los inmortales’, ‘Los teólogos’, ‘La casa de Asterión’ -que, según parece, lo escribió en una tarde cuando vio que le quedaba una hoja en blanco para mandar la revista a imprenta-. También escribió ensayos sobre Wells, Whitman, Chesterton, etc. ‘Casa tomada’ salió en el número de diciembre -el n° 11- de ‘Los anales…’, entre un cuento de Petit de Murat y un soneto de Molinari. En el prólogo, Borges evitaba hacer cualquier análisis por fuera del argumento. (…) Hay por lo menos dos cuentos en los que Cortázar hace un homenaje explícito a Borges. ‘La noche boca arriba’ es la versión fantástica de ‘El sur’. ‘Bestiario’ es aún más evidente: la trama pasa en la estancia de los Funes, hay un personaje que se llama Luis -que come en la cabecera de la mesa y lee todo tiempo- y un tigre que ronda la biblioteca. Por el contrario, Borges nunca consideró los cuentos de Cortázar como punto de los suyos. Durante algún tiempo, incluso, dijo que sólo había leído ‘Casa tomada’. Debieron pasar muchos años hasta que afirmó que lo leía y le gustaba. El mundo, para Borges, pasaba a través de los libros. No tenía televisión, no escuchaba la radio: Cortázar era un fanático del jazz, trabajaba en la UNESCO, participaba en reuniones políticas; Borges entendía el mundo a través de los libros. En él, la disyuntiva entre literatura y vida no tenía sentido. La vida estaba dentro de la literatura”.
En el prólogo de “Casa tomada”, aparecido en el volumen que se publicó en esa “Biblioteca personal” bajo el título “Cuentos”, Borges escribió: “Hacia mil novecientos cuarenta y tantos, yo era secretario de redacción de una revista literaria, más o menos secreta. Una tarde, una tarde como las otras, un muchacho muy alto, cuyos rasgos no puedo recobrar, me trajo un cuento manuscrito. Le dije que volviera a los diez días y que le dada mi parecer. Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido entregado a la imprenta. Poco después, Julio Cortázar leyó en letras de molde ‘Casa tomada’ con dos ilustraciones a lápiz de Norah Borges. Pasaron los años y me confió una noche, en París, que ésa había sido su primera publicación. Me honra haber sido su instrumento. El tema de aquel cuento es la ocupación gradual de una casa por una invisible presencia. En ulteriores piezas Julio Cortázar lo retomaría de un modo más indirecto y por ende más eficaz. Cuando Dante Gabriel Rossetti leyó la novela ‘Cumbres borrascosas’ le escribió a un amigo: ‘La acción transcurre en el infierno, pero los lugares, no sé por qué, tienen nombres ingleses’. Algo análogo pasa con la obra de Cortázar. Los personajes de la fábula son deliberadamente triviales. Los rige una rutina de casuales amores y de casuales discordias. Se mueven entre cosas triviales: marcas de cigarrillo, vidrieras, mostradores, whisky, farmacias, aeropuertos y andenes. Se resignan a los periódicos y a la radio. La topografía corresponde a Buenos Aires o a París y podemos creer al principio que se trata de meras crónicas. Poco a poco sentimos que no es así. Muy sutilmente el narrador nos ha atraído a su terrible mundo, en que la dicha es imposible. Es un mundo poroso, en el que se entretejen los seres; la conciencia de un hombre puede entrar en la de un animal o la de un animal en un hombre. También se juega con la materia de la que estamos hechos, el tiempo. En algunos relatos fluyen y se confunden dos series temporales. El estilo no parece cuidado, pero cada palabra ha sido elegida. Nadie puede contar el argumento de un texto de Cortázar; cada texto consta de determinadas palabras en un determinado orden. Si tratamos de resumirlo verificamos que algo precioso se ha perdido”.
Con respecto al cuento “Casa tomada”, en el libro “Siete conversaciones con Jorge Luis Borges” del escritor argentino Fernando Sorrentino (1942), autor del ensayo “El forajido sentimental. Incursiones por los escritos de Jorge Luis Borges”, el autor de “El libro de arena” relató: “Yo me encontré con Cortázar en París, en casa de Néstor Ibarra. Él me dijo: ‘¿Usted se acuerda de lo que nos pasó aquella tarde en la diagonal Norte?’. No, le dije yo. Entonces él me dijo: ‘Yo le llevé a usted un manuscrito. Usted me dijo que volviera al cabo de una semana, y que usted me diría lo que pensaba del manuscrito’. Yo dirigía entonces una revista, ‘Los Anales de Buenos Aires’ (una revista ahora indebidamente olvidada), que pertenecía a la señora Sara de Ortiz Basualdo, y él me llevó un cuento, ‘Casa tomada’; al cabo de una semana, volvió. Me pidió mi opinión, y yo le dije: en lugar de darle mi opinión voy a decirle dos cosas: una, que el cuento está en la imprenta y dentro de unos días tendremos las pruebas; y otra, que ya le he encargado las ilustraciones a mi hermana Norah. Pero, en esa ocasión, en París, Cortázar me dijo: ‘Lo que yo quería recordarle también es que ése fue el primer texto que yo publiqué en mi patria cuando nadie me conocía’. Y yo me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un texto de Julio Cortázar. Y luego nos vimos un par de veces en la UNESCO, donde él trabaja. Él está casado -o estaba casado- con la hermana de un querido amigo mío, Francisco Luis Bernárdez. Bueno, como le decía, nos vimos creo que dos o tres veces en la vida y, desde entonces, él está en París, yo estoy en Buenos Aires; creo que profesamos credos políticos bastante distintos: pero pienso que, al fin y al cabo, las opiniones son lo más superficial que hay en alguien; y además a mí los cuentos fantásticos de Cortázar me gustan”.
Puede afirmarse que, públicamente, Borges siempre habló de Cortázar con respeto y cordialidad, pero muy distintas fueron sus opiniones en privado. Varias de ellas pueden leerse los diarios del escritor Adolfo Bioy Casares (1914-1999), el compañero literario más asiduo de Borges y coautor de los cuentos reunidos en “Seis problemas para don Isidro Parodi”, “Dos fantasías memorables”, “Crónicas de Bustos Domecq” y “Un modelo para la muerte”, bajo el seudónimo H. Bustos Domecq en los tres primeros y B. Suárez Lynch en el último. Bioy Casares publicó los diarios “Unos días en el Brasil”, “Descanso de caminantes” y “Borges”. En este último pueden leerse dictámenes como “Parece que ahora Cortázar divide a la gente en buena o mala, comunista o reaccionaria”, “Fuera de Rusia es muy fácil ser escritor comunista. Basta decir que uno es comunista”, “¿Cómo no se da cuenta de que Fidel Castro es el Perón de Cuba?”, “A diferencia de ‘Otra vuelta de tuerca’, de Henry James, ‘Casa tomada’ no da miedo”, “Si lees a Cortázar, ¿notas algo especial?”, “Desgraciadamente nunca podré tener una relación amistosa con él porque es comunista”. Y en una entrada fechada el 17 de junio de 1972, el desprecio es terminante. Escribió Bioy: “Por la noche, voy a buscar a Borges; mientras esperamos a Peyrou frente a ‘La Prensa’, con mucha rabia Borges me comenta: ‘Qué porquería Cortázar’. ‘¿Por lo de la bandera?’, le pregunté’. ‘Sí, por lo de la bandera’, me contestó. ‘A mí también me dio rabia’, le dije. Y Borges agregó: ‘Pensar que te hablé bien de él. Dije que las ideas políticas no importan -lo que es una pedantería, y una falsedad, porque importan- y hablé bien de él. Si Cortázar hubiera dicho que usa la bandera para limpiarse el culo, también estaría mal, pero por lo menos correspondería a un momento de rabia. En cambio, al poner los mocos, se ve al literato ensayando fríamente un eufemismo. Qué porquería”. Se referían al hecho de que Cortázar, tras la persecución y arresto del poeta Heberto Padilla (1932-2000) por sus críticas al rumbo que había tomado el proceso cubano, había dicho que se limpiaba los mocos con la bandera argentina tras recibir desde Buenos Aires críticas a su poema “Policrítica en la hora de los chacales” publicado en 1971. En el mismo, Cortázar reivindicaba el derecho a la crítica por parte de los intelectuales -que habían apoyado la revolución cubana- a la creciente burocratización de la cultura y el progresivo clima de hostilidad institucional y anti intelectual que se estaba produciendo en Cuba a principios de la década de los ’70.
En noviembre de 1983 la editorial Proa publicó el cuento de Cortázar “Cartas de mamá”. Borges se encargó del prólogo, en el cual, además de contar las vicisitudes vividas en 1946 con la publicación de “Casa tomada” en la revista “Los Anales de Buenos Aires”, expresó: “Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer aconsejaba que, para no exponernos al azar, sólo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años. No siempre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado ‘Las armas secretas’ de Julio Cortázar, y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido magníficos. ‘Cartas de mamá’, el primero del volumen, me ha impresionado hondamente. Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo XIX, no al tiempo que soñó las cosmogonías o el 'Libro de las mil y una noches'. En 'Cartas de mamá' lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o de estaciones del subterráneo. El prodigio requiere esos pormenores. Otro rasgo quiero indicar. Lo sobrenatural, en este admirable relato, no se declara, se insinúa, lo cual le da más fuerza, como en el 'Yzur' de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente. Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras”.



