11 de octubre de 2025

Atilio Borón: “En América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista” (2/3)

Atilio Borón ha sido distinguido con doctorados honoris causa por las universidades nacionales de Córdoba, Cuyo, Misiones y Salta de la Argentina; por la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt de Venezuela, y por la Universidad Nacional de Pilar de Paraguay. Es autor de una fecunda obra ensayística orientada a las ciencias sociales y la filosofía que ha sido publicada, en algunos casos, en España y numerosos países de Latinoamérica y el Caribe. Entre sus obras pueden mencionarse “Memorias del capitalismo salvaje”, “Tras el búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo”, “Imperio e imperialismo. Una lectura crítica de M. Hardt y Antonio Negri”, “Estado, capitalismo y democracia en América Latina”, “Filosofía política marxista”, “Reflexiones sobre el poder, el Estado y la revolución”, “Consolidando la explotación. La academia y el Banco Mundial contra el pensamiento crítico”, “Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?”, “Aristóteles en Macondo. Notas sobre el fetichismo democrático en América Latina”, “América Latina en la geopolítica del imperialismo”, “El hechicero de la tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina” y “El sueño del Marqués. Vargas Llosa, una pluma al servicio del imperio”. También ha publicado ensayos en coautoría con otras sociólogas e investigadoras, entre ellos “Segundo turno” (con Paula Klachko), 
“Clases medias argentinas: modelo para armar” y “Clases medias argentinas: la política del odio y el temor” (con Mónika Arredondo), y “A contramano: una biografía dialogada” (con Alexia Massholder).


En el año 2020 el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) publicó una antología titulada “Bitácora de un navegante. Teoría política y dialéctica de la historia latinoamericana”, libro en el que se compiló la obra que Borón desarrolló en los últimos cincuenta años. A continuación, la segunda parte de los extractos seleccionados de las entrevistas que el sociólogo concedió a Gonzalo Armua y Juan Manuel Erazo del Instituto de Formación e Investigación Social (IFIS), y a la fundadora de la revista venezolana “Correo del Alba” Cris González.
 
Queremos empezar con el eje de crisis del orden internacional, la reconfiguración global. Hay como distintas lecturas, distintas perspectivas para caracterizar si es un momento distinto, si es una etapa, si es la continuación o la degradación de una etapa previa. ¿Cómo describiría esta situación mundial actual?
 
Estamos asistiendo al inicio de una nueva época en la historia de las relaciones internacionales y del sistema internacional. Esto era algo que se veía venir. Aunque era muy negado, porque el mundo académico en general está muy controlado por los intereses dominantes del imperio. Pensar a contracorriente del imperio resulta muy difícil en el mundo académico. El mundo académico se estructura internacionalmente. Incluso en nuestras universidades se enseña lo que se enseña fundamentalmente en Estados Unidos. Y lo mismo pasa con Europa y Extremo Oriente, Corea del Sur, Japón, etc. Y entonces la problemática de la declinación que era visible en el predominio de los Estados Unidos en el sistema internacional, había sido permanentemente negada por los autores más importantes en la disciplina. Yo quiero marcar mucho este punto, aunque es una cosa lateral, y es que el fenómeno del colonialismo cultural adquiere una enorme gravedad en las universidades latinoamericanas. Y las universidades argentinas no son la excepción. Cualquier estudiante de ciencia política en la Argentina conoce, una vez que ha aprobado alguna materia, la obra de Alexis de Tocqueville, que era un gran pensador, no cabe ninguna duda. Pero hay otro personaje histórico, anterior a Tocqueville, Simón Bolívar, que ha escrito algunos pasajes absolutamente extraordinarios de descripción de la realidad de los países de Nuestra América en inicio de la lucha por su independencia, y nadie los ha leído. O sea, nuestra condición colonial es escandalosa. E incluso yo diría más, un personaje como Sarmiento, que despierta profundo odio y profundo amor, no se lo lee. ¿Quién ha leído, no digo el “Facundo”, sino “La condición del extranjero en América” o “Conflicto y armonía de las razas en América”? Sarmiento era un pensador de alcance universal, y que cometió horrores en todo lo que tenía que ver con la dicotomía aquella de civilización o barbarie. Pero hay que decirle que eso no solamente lo cometió Sarmiento, porque yo podía encontrar citas que son igual o peor en personajes como Kant. Él hablando de la paz perpetua, la hermandad de la paz. Kant ha dicho cosas escandalosas, por ejemplo, que la historia universal no registra un sólo negro que haya hecho una contribución significativa en las ciencias. ¿Por qué digo esto? Algunos de nosotros, los que “no pensábamos bien”, ya en el año 1994 veníamos viendo que se venía el fin de la era hegemónica y el fin de la paz americana. Era evidente. Además, a diferencia de muchos analistas, yo he vivido mucho tiempo en Estados Unidos, o sea, conozco muy bien Estados Unidos, conozco la costa este, conozco los puntos, conozco California. Y cuando digo conozco no es que pasé, sino que viví un tiempo en cada una de esas partes, y yo veía claramente que el sistema se estaba viniendo abajo, lentamente. No era un pronóstico de derrumbe catastrófico inmediato del sistema imperialista, pero lo que veía era (la metáfora que yo uso) un avión que iba perdiendo altura, lentamente, pero perdía altura, no había dudas. Ese proceso ya concluyó, ahora estamos instalados en una situación completamente diferente en donde el sistema se ha convertido irreversiblemente en un sistema multipolar en el cual no hay ninguna posibilidad de que Estados Unidos vuelva a ejercer el dominio que ejerció históricamente desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y esto por un conjunto de factores, entre los cuales está por supuesto la emergencia de China como gran potencia económica mundial, que según se la mida ha superado ya claramente a los Estados Unidos, por ejemplo, en volumen del producto bruto. Entonces ahí vine la gente más ortodoxa que dice “no, bueno, pero en términos de dólares todavía Estados Unidos es un poco más grande”. Medido por paridad de poder adquisitivo, China es bastante más grande ya que Estados Unidos, pero la tendencia es que cualquiera que sea la medición que se utilice, la de los dólares, que es la que favorece a Estados Unidos, o la paridad de poder adquisitivo, China en los próximos tres o cuatro años va a ser indudablemente la principal economía del mundo, y además hoy ya es la locomotora de la economía mundial, independientemente de si todavía queda un poquito más pequeña que en su producto bruto que Estados Unidos o no. Hoy la economía mundial gira fundamentalmente en torno a la dinámica de la economía china, y China es el gran taller industrial del mundo como lo fue Inglaterra en gran parte del siglo XIX y principio del XX, como lo fue Estados Unidos por un breve periodo en la salida de la Segunda Guerra Mundial. Ese papel ahora lo cumple China, y China además es un país que tiene relaciones privilegiadas desde el punto de vista comercial o financiero o de grandes inversiones con más de ciento cuarenta países del planeta, situación absolutamente inédita en la historia mundial. Entonces esto habla de un cambio en la economía mundial muy significativo, ese famoso desplazamiento del centro de gravedad del Atlántico Norte al Asia-Pacífico. Habla del renacimiento de un país al cual habían dado por muerto, que era Rusia. Yo recuerdo en la década de los ‘90 leer mucha literatura en Estados Unidos y en Europa diciendo, “bueno, Rusia con la desintegración de la Unión Soviética ha dejado de ser un protagonista en la escena internacional”, lo cual era una muestra de una soberana ignorancia, porque un país que durante dos siglos y medio había sido, en cierto sentido, el árbitro de los grandes conflictos internacionales, por la desaparición de un régimen político y social, no podía convertirse, poco menos que en un espectador de segunda o tercera fila en los grandes acontecimientos mundiales. A mí me sorprendía y todavía me sorprende hoy la ligereza con la cual hablan de un país enorme. Solamente pensemos en el territorio de Rusia, es tan grande como toda Sudamérica sacando Paraguay, eso es Rusia, ¿Cómo un país de esa naturaleza puede llegar a convertirse en un espectador irrelevante de la situación internacional? Bueno, la prueba la tenemos, lo que está pasando en Ucrania y el rol creciente que Rusia está jugando en los asuntos mundiales. Hay una imagen muy gráfica, que apareció cuando Milei hizo la primera conferencia sobre las democracias. En el año 2021 creo, todavía en plena pandemia la hizo, pero a través de una teleconferencia, en donde dijo una cosa que revela el atraso del reloj del análisis de la situación internacional. Dijo, “acá vamos a sentar en esta larga mesa a todos los amigos y a los demócratas del mundo, y Estados Unidos desde la cabecera va a establecer cuáles van a ser las reglas de este nuevo mundo que está naciendo”. Yo cuando vi eso, y leí eso, dije “esta gente ha perdido totalmente la brújula, viven en otro planeta”. Pensamos que es sólo Milei quien vive en otro planeta, y su banda. No, no, yo creo que buena parte del liderazgo en occidente todavía no se ha dado cuenta de las cosas que han pasado en el mundo. Entonces, y esta es la realidad hoy, hay impotencia en Estados Unidos para resolver los grandes temas de la red internacional. Esta es una realidad absolutamente indiscutible. Estamos viendo un orden multipolar. Claro que, digo esto para que no quede demasiado optimista la cosa, hay un rezago entre la nueva realidad del sistema internacional y las grandes corporaciones, las grandes empresas del mundo que son protagonistas internacionales. Black Rock es un actor internacional. Yo diría que, quitando Brasil o México, pesa más que cualquiera de los demás países de América Latina. No sólo Black Rock, también Amazon, Facebook, todas las grandes informáticas, Google, Microsoft, empresas gigantescas que tienen un poderío, una capacidad de gestionar las relaciones internacionales, impresionante. Entonces estamos en un sistema que ya no tiene la hegemonía indiscutible de Estados Unidos, Occidente ha perdido ya o ha declinado después de más de cinco siglos. Ahora estamos en esta nueva situación, con esta emergencia de nuevos focos de poder, las grandes corporaciones.
 
Me parece interesante retomar, como para discutir, criticar y observar, este concepto que por lo menos se conoce acuñado por el politólogo norteamericano Graham Allison, el de Trampa de Tucídides. El historiador, pensador helénico, que había hecho la historia de la guerra del Peloponeso, dijo: si tomamos la historia de la guerra del Peloponeso, donde una potencia empieza a emerger y otra empieza a decaer, eso lleva a un conflicto bélico. Si lo llevamos o lo trasladamos a los últimos dos mil años de historia, se puede observar que cuando se dio, paradigmáticamente, una situación similar, el resultado de esa tensión, de ese conflicto de polaridades, decantó en una guerra. Entonces el concepto Trampa de Tucídides se suele utilizar para este tipo de contextos, de un orden donde había una hegemonía clara, un determinado actor político estatal o político, y aparecía otro que le competía ¿Cree que estamos en un escenario que podría ser considerado dentro del concepto de Trampa de Tucídides? ¿O hay elementos en esta etapa histórica, elementos tecnológicos, nucleares, económicos, que hacen que, en este caso, los elementos se desarrollen de manera distinta a como se analizó previamente en la historia?
 
Sí, yo creo que en el caso actual no se puede aplicar mecánicamente la teoría un poco adjudicada a Tucídides, porque la guerra actual, si llega a producirse, tiene un efecto y puede tener un alcance de tal magnitud que simplemente sea la última guerra de la especie humana. Hoy en día la guerra ya no es una cosa que decida un grupo de militares, o sea, para el Estado Mayor de cualquiera de las grandes potencias, ya sean China, Rusia, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, los que sean, ya no es un conjunto de hombres y mujeres uniformados que de repente se reúnen a ver que hacen. Ahora los expertos militares dicen que va a ser un sistema de computadoras, altamente interrelacionadas, las que van a resolver cómo se responde ante lo que aparece como un ataque nuclear lanzado por cualquier país, y que la represalia que van a decidir esos robots va a ser de tal magnitud que prácticamente van a provocar un tendal de decenas de millones de muertos en apenas las primeras tres o cuatro horas de enfrentamiento. Hoy no es tirar una bomba como en Hiroshima y Nagasaki, ahora se está hablando de que, si alguien aprieta por error, aunque sea, el botón nuclear, el resultado son centenas de ojivas nucleares que explotan en gran parte del planeta, y el invierno nuclear nos cubriría a todos, llegaría inclusive a un país tan lejano como la Argentina. O sea que la trampa de Tucídides en este caso puede dar lugar a guerras focalizadas, localizadas, en donde cierto tipo de armamento esté excluido, porque aún los más fanáticos en Estados Unidos saben que ya nadie gana una guerra nuclear. Esta es la gran innovación del momento, es que la guerra nuclear no tiene ganadores porque a diferencia de la tecnología de los años ‘80, la tecnología de respuesta automática, cibernética, que tienen todos los dispositivos militares de los países desarrollados, hace que cuando uno es agredido, aún el más agredido tiene una capacidad devastadora de respuesta. En la década de los ‘80 había muchos que le aconsejaban a Reagan tirar unas cuantas bombas atómicas a la Unión Soviética y acabar con el problema. Por suerte hubo gente que dijo no porque no estaba garantizado que no haya capacidad de respuesta. Hoy, cuarenta años más tarde, sólo un tipo absolutamente ignorante de lo que es la tecnología militar puede decirle a un presidente “dispare su arsenal atómico que nadie le hará daño a usted”, porque aquel que dispara va a sufrir tantas pérdidas o más que la primera víctima del ataque. Entonces puede darse la proliferación de guerras que pueden darse localizadamente con características muy especiales, una guerra de larga factura como la de Ucrania, por ejemplo. ¿Por qué la guerra de Ucrania no termina antes? Putin podría haber terminado esa guerra a las dos semanas de haberla iniciado, bastaba que hubiese tirado una parte mínima del arsenal nuclear ruso para haber devastado totalmente a Ucrania. Pero el tipo piensa, primero que va a haber una respuesta de la OTAN, y segundo, hace otro cálculo de procurar ganar la guerra con un mínimo de víctimas civiles y mínimo de destrucción. Una vez que termine la guerra, Ucrania va a seguir estando ahí, o sea, no es como Estados Unidos que devastó Vietnam con Napalm, arrasó con ese país que estaba a doce mil kilómetros de distancia, y que no había ningún efecto sobre ello. Ucrania está al lado de Rusia. Entonces, la lentitud con la cual Rusia maneja sus proyectos militares de acabar con el régimen de Zelensky tiene que ver con pensar qué pasa después de ganar la guerra. Esto no descarta lo que Tucídides decía de la guerra, pero sí hace que las guerras sean localizadas.