10 de octubre de 2025

Atilio Borón: “En América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista” (1/3)

Atilio Borón (1943) es un sociólogo, politólogo, catedrático y ensayista argentino. Nacido en Buenos Aires, en 1965 se graduó como Licenciado en Sociología con diploma de honor en la Universidad Católica Argentina (UCA) de la capital argentina, y en 1968 obtuvo un magíster en Ciencia Política en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de Santiago de Chile. Años después, en 1976, obtuvo su doctorado en Ciencia Política en la Harvard University de Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, con la aprobación de su tesis doctoral “La formación y crisis del Estado oligárquico argentino (1880-1930)”. Es director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda, Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, e Investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), la unidad académica de la misma facultad. Entre 1990 y 1994 fue Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires, y entre 1997 y 2006 fue Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), la institución internacional no-gubernamental creada en 1967 que reúne casi mil centros de investigación y posgrado en el campo de las ciencias sociales y las humanidades en más de cincuenta países de América Latina y el Caribe, como también en Estados Unidos, África y Europa. También es Director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia (PLED) en el área de Ciencias Sociales del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, el espacio comunitario argentino con sede en Buenos Aires, fundado en 1998, que actúa como un espacio para facilitar el desarrollo de una intelectualidad crítica, afirmada en los principios y valores de la cooperación. Recientemente se retiró en calidad de Investigador Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el principal organismo público de Argentina dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología creado en 1958 por iniciativa del médico y catedrático argentino Bernardo Houssay (1887-1971), ganador del Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947. Una institución que atraviesa en la actualidad una situación análoga a la de las universidades públicas, organismos que están siendo desfinanciados por el gobierno libertario.


Lo que sigue a continuación es la primera parte de la compilación de fragmentos de las entrevistas que concediera en julio de 2024 a Gonzalo Armua y Juan Manuel Erazo del Instituto de Formación e Investigación Social (IFIS), una institución con sede en Buenos Aires que se dedica a la elaboración teórica y formación política enfocándose en la creación de herramientas para la transformación social, y en mayo de 2025 a Cris González, fundadora de “Correo del Alba”, una revista venezolana de política, economía, cultura, arte y actualidad de América Latina, el Caribe y el mundo.
 
¿Puede América Latina resistir las presiones de alineamiento impuestas por los Estados Unidos sin caer en nuevas dependencias con China o Rusia?
 
Creo que habrá presiones muy fuertes por parte de los Estados Unidos. He señalado en varias ocasiones que su política exterior, bajo la administración Trump, especialmente para esta región puede resumirse en estas palabras: “mantengan a China lejos”. Esta consigna guía tanto a los encargados del área económica, como el Secretario del Tesoro -que visitó Argentina hace poco-, como al jefe del Comando Sur, el almirante Holsey, cuyo objetivo es impedir que China establezca relaciones sólidas con los países latinoamericanos. Esta situación parece ya un hecho consumado o, al menos, extremadamente difícil y costoso de revertir para los países de la región. China es el principal socio comercial de países como Brasil y Chile, y el segundo en economías como Argentina y México, lo que muestra un relacionamiento muy fuerte. Además, la presencia de Rusia está en aumento en la región. Por lo tanto, la respuesta de los Estados Unidos será contundente y diversificada, incluyendo amenazas y posturas extremas. Ya hemos visto ejemplos de estas tensiones, como cuando Trump amenazó a Panamá con recuperar el canal argumentando que lo construyeron y lo quieren de vuelta. Sin embargo, más allá de estas amenazas verbales, poco logró concretar. Por eso es fundamental prepararse para una embestida fuerte, ya que los Estados Unidos podrían perder muchas regiones del mundo, pero no están dispuestos a perder América Latina y el Caribe.
 
¿Cuáles son los riesgos de seguir insertos en un modelo extractivista-exportador dentro del reordenamiento global? ¿Es posible pensar en una estrategia económica soberana y regionalizada?
 
El extractivismo es un tema complejo que no debe abordarse de manera superficial. Por ejemplo, países como India -donde más de ochocientos mil niños mueren anualmente por enfermedades gastrointestinales debido a la falta de alcantarillado y saneamiento- necesitan desarrollar infraestructuras adecuadas para reducir la mortalidad infantil, lo que implica explotar recursos minerales. No se trata de rechazar el extractivismo, sino de equilibrarlo para atender necesidades de salud pública. En América Latina muchas comunidades dependen de los recursos naturales y una postura anti-extractivista puede favorecer al imperialismo. Prefiero hablar de “aprovechar” los recursos cuidadosamente en lugar de “explotarlos”. No significa depender de China, Rusia o India, aunque hay asimetrías económicas con estos países, pero no son comparables con el imperialismo estadounidense. El verdadero riesgo es consolidar una asimetría comercial, por lo que América Latina debe negociar conjuntamente para obtener mejores condiciones.
 
¿Está América Latina preparada financiera y tecnológicamente para enfrentar una mayor desdolarización global? ¿Qué alternativas monetarias viables podrían adoptarse?
 
América Latina no está preparada para enfrentar una mayor desdolarización global. Sin embargo, si los Brics+ se consolidan y avanzan en estrategias como la propuesta de las cinco R -monedas de los países fundadores que comienzan con R: Brasil real, Rusia rublo, India rupia, China renminbi y el rand de Sudáfrica- podrían lograrse avances. Hay que avanzar cautelosamente hacia la desdolarización. En Asia ya existen acuerdos de intercambio de monedas locales y América Latina podría incorporarse gradualmente, aunque debe prepararse para una posible contraofensiva de los Estados Unidos ya que la desdolarización está disminuyendo el peso del dólar en la economía global.
 
¿Qué oportunidades reales se abren para la región con la emergencia del bloque Brics+? ¿Es una vía para la autonomía o un nuevo tipo de subordinación periférica?
 
El desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial tiene un fuerte impacto en América Latina, lo cual era previsible. Este fenómeno puede interpretarse como parte de un proceso más amplio de desoccidentalización, lo que permite a las economías más importantes de la región Asia-Pacífico establecer relaciones con América Latina distintas a las que históricamente mantuvo con sus antiguas potencias coloniales. América Latina nunca fue colonizada por países asiáticos ni menos africanos, sino por potencias europeas. Posteriormente, el imperialismo también se asentó en Occidente consolidándose durante el siglo XX, como lo analizaron Lenin y Rosa Luxemburgo, entre otros. Que Occidente pierda el predominio económico que tuvo durante cinco siglos puede ser beneficioso para América Latina, dependiendo de cómo reaccionen los gobiernos, su capacidad estratégica y su habilidad para articularse a nivel continental. Aunque el centro de gravedad económico se aleje geográficamente, el surgimiento de un sistema multipolar abre posibilidades inéditas de desarrollo, crecimiento y prosperidad para la región.
 
¿Cómo puede América Latina blindarse frente a las guerras económicas, tecnológicas y financieras que las grandes potencias están intensificando a escala planetaria?
 
Es clave recibir este proceso con entusiasmo y aprovechar las oportunidades que presenta. No obstante, el éxito dependerá de la sagacidad de los gobiernos y de la capacidad de articulación regional. Negociar con China de manera conjunta, como bloque de naciones -idealmente a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o al menos de algunos países coordinados-, es mucho más ventajoso que hacerlo de forma individual. Creo que los Brics+ tienen un enorme futuro. Los cinco países originarios -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- ya tienen una gravitación económica mundial superior al G7. Y con la incorporación de otros cinco países, entre los cuales iba a estar Argentina pero que finalmente no se incorporó por decisión de Javier Milei -gobernante al servicio de los grandes capitales, Estados Unidos e Israel-, el bloque sigue consolidándose. Pensemos que los Brics+ tienen un banco que permite realizar inversiones significativas en infraestructura sin pasar por el Fondo Monetario Internacional (FMI) ni sus condicionalidades, lo que significa una gran oportunidad. Es cierto que la posibilidad de una dependencia existe siempre, pero en cualquier esquema. No es una fatalidad, sino un producto de cómo se juegan en el tablero de la geopolítica y economía mundial los distintos gobiernos: si juegan con racionalidad, con responsabilidad y con apoyo popular pueden hacer algo muy valioso.
 
¿Está la izquierda latinoamericana articulando un proyecto económico alternativo al neoliberalismo que contemple el nuevo orden multipolar o sigue anclada a esquemas del siglo XX?
 
En mi opinión -y subrayo que es sólo una opinión-, estamos muy demorados en esa tarea. Sin embargo, para hacer justicia a las izquierdas de la región, hay que reconocer que tampoco las izquierdas de otras partes del mundo han sobresalido por su capacidad de repensar un nuevo orden económico y político internacional. La experiencia de China es peculiar y no sé hasta qué punto sea universalizable. Aunque tiene elementos valiosos, no creo que para salir de la globalización neoliberal -que está desinflándose- debamos adoptar el modelo chino. Estoy en contra de eso, porque ningún proceso histórico genuino es copia de otro; los procesos históricos son únicos y replicarlos no garantiza buenos resultados. China puede ser una fuente de inspiración para algunas políticas, especialmente en lo referente a la inversión en infraestructura tecnológica y científica, que ha sido clave en su desarrollo. En América Latina, en cambio, eso se ha hecho muy poco, y ningún país -ni siquiera Cuba- está en condiciones de reproducir el modelo chino. En resumen, creo que aún estamos pensando en un post-neoliberalismo sin contar con una propuesta clara que pueda ser adoptada por la mayoría de los países. En su momento el desarrollismo latinoamericano intentó aplicar una fórmula común con resultados variados, pero siempre dentro de los límites del orden burgués. Ahora enfrentamos un contexto multipolar, con gigantes económicos como China, India, Malasia e Indonesia, que han conseguido grandes avances gracias a la fuerte presencia del Estado en el desarrollo. En América Latina incluso los sectores de izquierda mencionan el papel del Estado con cierta cautela, temiendo ser acusados de “estatistas”. El contexto actual está marcado por el surgimiento de nuevas ultraderechas que dificultan visualizar y debatir públicamente un modelo de desarrollo que no sea depredador del medio ambiente, que fomente sociedades igualitarias y fortalezca la democracia. No hay un modelo único a seguir, pero sí fuentes de inspiración. Debemos considerar las condiciones particulares de América Latina, donde cualquier intento de seguir caminos alternativos puede enfrentar una respuesta agresiva de los Estados Unidos, como ocurrió con Cuba, que ha pagado el precio de sesenta y cinco años de bloqueo y agresiones. Por eso al pensar en modelos alternativos es clave tener presente esta especificidad regional.
 
¿Está de acuerdo en que atravesamos por una etapa de desglobalización a nivel mundial? ¿Y por qué?
 
Es cierto, la globalización está en crisis. No estoy muy seguro de lo que está pasando porque, por una parte, vemos que hay un proceso de interconexión y articulación internacional cada vez más fuerte entre los países que participan en la economía mundial. Por ejemplo, para hacer un iPhone se necesitan partes, procesos, diseños o patentes de veintitrés países, esto es un dato fenomenal y está absolutamente comprobado. ¿Qué quiere decir eso cuando decimos que se desglobaliza el mundo? ¿Quiere decir que volvemos a la era de los Estados nacionales autárquicos y que ya no hay más una economía mundial? Personalmente no veo ese proceso ni siquiera en ciernes, de ninguna manera. Creo que estamos avanzando hacia una globalización de otro tipo, y por eso a mí no me gustó mucho el término y siempre preferí usar lo que proponía Samir Amin, que hablaba de “mundialización”. Evidentemente ha habido una mundialización de los procesos productivos y de los conflictos sociales. Hay una creciente articulación entre las fuerzas sociales que pugnan por salir de este orden caduco del capitalismo financiero, el capitalismo parasitario, como decía Lenin. De manera tal que yo creo que lo que estamos viendo más bien es el agotamiento de un modelo de mundialización capitalista basado en el predominio absoluto de los Estados Unidos y del capital financiero. Cuando uno observa la expansión de la Franja y la Ruta de China, que ha incorporado a ciento cuarentainueve países en este esquema económico, pensar que hay una desglobalización resulta contradictorio con este hecho que demuestra que tenemos una economía cada vez más globalizada o mundializada. Solo que no es la mundialización neoliberal, sino una mundialización alternativa e irreversible. La división internacional del trabajo -sobre la cual trabajó tanto David Ricardo y que, por supuesto, entendió y criticó Karl Marx- es una realidad. El ejemplo del iPhone se puede reproducir en infinidad de productos.
 
¿Cómo percibe la realidad de la región en términos políticos-ideológicos? ¿Cuáles serían los peligros y las oportunidades en esta nueva contingencia mundial?
 
Creo que en América Latina hay condiciones para pensar en una alternativa no capitalista, moderadamente post-capitalista, considerando, por ejemplo, la desmercantilización de la salud, la industria farmacéutica, la seguridad social y la educación. Me parece importantísimo que pudiera hacerse. En algunos países se ha avanzado en esa dirección (estoy pensando en el caso de México), un gran programa de expansión educacional, la defensa del carácter público del sistema de seguridad social y acabar con el robo y la estafa gigantesca que son, por ejemplo, las Administradoras de Fondos de Pensiones en Chile. Creo que es posible avanzar en esa dirección, pero siempre teniendo en cuenta la omnipresencia del imperialismo norteamericano, que hará lo imposible para fomentar una reacción de derecha y de extrema derecha. La derecha siempre ha sido así: autoritaria y elitista. Ahora, cuando los Estados Unidos se sienten amenazados, hay más necesidad que nunca de controlar esta parte del mundo donde se están fomentando formaciones políticas de derecha, y han tenido bastante éxito. Termino diciendo que hay signos de cambio en la región, que es un continente en disputa, la región más importante para los Estados Unidos. Sin embargo, la incorporación de México en los últimos años al ciclo progresista con Andrés Manuel López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum, Gustavo Petro en Colombia, Xiomara Castro en Honduras y el retorno del Frente Amplio al poder en Uruguay muestran avances. En Brasil, Lula se sostiene a pesar de una coalición derechista que forma parte de su gestión gubernamental. A pesar de la voracidad del imperio norteamericano para acabar con nuestros intentos de independencia, creo que América Latina saldrá airosa de este desafío. El nuevo contexto internacional, la era del multipolarismo que llegó para quedarse, nos ofrece cierta protección. Garantiza que algunas acciones escandalosas del pasado, como la invasión a República Dominicana en 1965, no serían permitidas en el nuevo contexto internacional. Eso me da un poco del optimismo de la voluntad del que hablaba Gramsci, aunque siempre moderado por el pesimismo de la razón.