31 de julio de 2008
Conversaciones (I). H.G. Wells - Iósif Stalin. Sobre la economía planificada y la revolución
H.G.W.: Estuve en los Estados Unidos recientemente. La vida económica del país se está reorganizando sobre nuevas líneas. Me parece que lo que está ocurriendo en los Estados Unidos es una profunda reorganización de la economía. Tuve una larga conversación con el presidente Roosevelt y traté de averiguar cuáles son sus principales ideas. Usted y Roosevelt tienen diferentes puntos de partida, pero ¿no existe acaso cierta relación en lo que se refiere a las concepciones, cierta proximidad en las ideas y necesidades, entre Washington y Moscú?
I.S.: Estados Unidos persigue un objetivo diferente al de la Unión Soviética. El que persiguen los norteamericanos deriva de sus problemas económicos, de la crisis económica. Los americanos pretenden superarla por medio de la iniciativa capitalista privada, sin cambiar para nada sus bases económicas. Intentan reducir al mínimo la ruina y las pérdidas causadas por el actual sistema. Aquí, por el contrario, para sustituir a la vieja y destruida economía se ha creado, como ya sabe, una base económica completamente diferente, totalmente nueva. Incluso aunque, como usted mencionaba, los norteamericanos alcanzaran parcialmente su objetivo, es decir, aunque consiguieran reducir sus pérdidas al mínimo, no destruirían con ello las raíces de la anarquía inherente al actual sistema capitalista. Están preservando un sistema económico que les llevará inevitablemente, como no puede ser de otro modo, a la anarquía productiva. En el mejor de los casos será, pues, un problema, no de reorganizar la sociedad ni de abolir el viejo sistema social que da lugar a la anarquía y las crisis, sino de restringir la manifestación de algunos de sus peores rasgos, de sus excesos. Quizá, a nivel subjetivo, los norteamericanos piensen que están reorganizando su sociedad; objetivamente, no obstante, lo que están haciendo es preservar la base actual de su sociedad. Por ese motivo, desde el punto de vista objetivo, no se producirá tal reorganización. Tampoco introducirán la planificación económica.
H.G.W.: ¿Qué es una economía planificada? ¿Cuáles son algunos de sus atributos?
I.S.: La economía planificada lucha por eliminar el desempleo. Supongamos que fuera posible preservar el sistema capitalista reduciendo al mismo tiempo el desempleo hasta un nivel mínimo determinado. Ningún capitalista aceptaría jamás una erradicación completa del desempleo, una total abolición del ejército de reserva de los desempleados, cuyo fin es ejercer presión sobre el mercado de trabajo para garantizar la disponibilidad de mano de obra barata. Ahí tiene usted una de las contradicciones de la economía en las sociedades burguesas. Además, la planificación de la economía presupone un incremento en la producción de aquellas ramas de la industria que generan bienes que las masas necesitan. Pero, como usted bien sabe, el incremento de la producción bajo el capitalismo obedece a motivos muy distintos. El capital fluye hacia aquellos sectores de la economía en los que las tasas de beneficios son mayores. Nunca conseguirá que un capitalista acepte incurrir en una pérdida de beneficios para sí mismo en aras de satisfacer las necesidades del pueblo. Sin librarnos antes de los capitalistas, sin abolir el principio de la propiedad privada de los medios de producción, es imposible crear una economía planificada.
H.G.W.: Estoy de acuerdo con mucho de lo que usted ha dicho, pero quisiera destacar que si un país en su conjunto adopta el principio de economía planificada, si el gobierno, poco a poco, paso a paso, comienza a aplicar este principio, la oligarquía financiera se suprimirá y el socialismo, en el sentido anglosajón de la palabra, será instaurado. El efecto de las ideas de Roosevelt -el "New Deal"- es muy poderoso y, en mi opinión, son ideas socialistas. Me parece que en lugar de hacer hincapié en el antagonismo entre los dos mundos, deberíamos, en las circunstancias actuales, esforzarnos por establecer una lengua común para todas las fuerzas constructivas.
I.S.: Al hablar de la imposibilidad de hacer realidad los principios de la economía planificada preservando al mismo tiempo la base económica del capitalismo no estoy en lo más mínimo restando importancia a las excelentes cualidades personales de Roosevelt, su iniciativa, valor y determinación. Roosevelt, sin duda, se destaca como una de las figuras más fuertes entre todos los dirigentes del mundo capitalista contemporáneo. Es por ello que quisiera, una vez más, poner de relieve que mi convicción de que la economía planificada es imposible bajo las condiciones del capitalismo, no significa que tengo dudas sobre la capacidad personal, talento y valentía del presidente Roosevelt. Pero si las circunstancias son desfavorables, los más talentosos dirigentes no pueden alcanzar el objetivo al que usted hace referencia. Teóricamente, por supuesto, la posibilidad de marchar poco a poco, paso a paso, con arreglo a las condiciones del capitalismo, hacia el objetivo que usted llama "socialismo a la anglosajona" no queda excluida. Pero ¿que es este "socialismo"? En el mejor de los casos, controlar en cierta medida el desenfrenado beneficio de los capitalistas y lograr cierto aumento en la aplicación del principio de la regulación en la economía nacional. Todo esto está muy bien. Pero tan pronto como Roosevelt, o cualquier otro dirigente en el mundo contemporáneo burgués, proceda a realizar algo serio contra la base del capitalismo, inevitablemente sufrirá una absoluta derrota. Los bancos, las industrias, las grandes empresas, las grandes explotaciones agrícolas no están en las manos de Roosevelt. Todos son propiedad privada. Los ferrocarriles, la flota mercantil, todos pertenecen a propietarios privados. Y, por último, el ejército de trabajadores cualificados, los ingenieros, los técnicos, no están bajo el mando de Roosevelt, sino que están bajo el mando de empresarios privados, trabajando para empresarios privados. No debemos olvidar las funciones del Estado burgués en el mundo. El Estado es una institución que organiza la defensa del país, organiza el mantenimiento del orden, es un aparato para la recaudación de impuestos. El Estado capitalista no trata mucho con la economía en el sentido estricto de la palabra, ya que ésta no está en manos del Estado. Por el contrario, el Estado está en manos de la economía capitalista. Es por eso que me temo que, a pesar de toda su energía y habilidad, Roosevelt no va a alcanzar el objetivo que usted menciona, si es verdad que ese es su objetivo. Tal vez, en el curso de varias generaciones, será posible acercarse un poco a este objetivo, pero yo personalmente creo que incluso ésto no es muy probable.
H.G.W.: Tal vez crea más firmemente en la interpretación económica de la política que usted. Enormes fuerzas que impulsan hacia una mejor organización, para el mejor funcionamiento de la comunidad, es decir, por el socialismo, se han puesto en acción por la invención y la ciencia modernas. La organización y regulación de la acción individual se han convertido en necesidades mecánicas, con independencia de las teorías sociales. Si comenzamos con el control estatal de los bancos y luego seguimos, por ejemplo, con el control del transporte, de las industrias pesadas, de la industria en general y del comercio, un control global sería equivalente a la propiedad estatal de todas las ramas de la economía nacional. Este sería el proceso de socialización. El socialismo y el individualismo no son contrarios como el blanco y el negro. Hay muchas etapas intermedias entre ellos. No el individualismo que linda con el bandidaje; debe haber disciplina y organización, que son valores del socialismo. La introducción de la economía planificada depende, en gran medida, de los organizadores de la economía, de los técnicos calificados, de los intelectuales que, paso a paso, se pueden convertir a los principios socialistas de organización. Y esto es lo más importante, ya que la organización precede al socialismo. Es el hecho más importante. Sin organización socialista, la idea es una mera idea.
I.S.: No hay o no debería haber, un enfrentamiento irreconciliable entre lo individual y lo colectivo, entre el interés personal y el social. No debería existir confrontación alguna, digo, porque el colectivismo, el socialismo, no niega, sino que combina, los intereses del individuo con los de la colectividad. El socialismo no puede hacer abstracción de los intereses individuales. Solo la sociedad socialista puede satisfacer por completo esos intereses personales. Lo que es más, únicamente la sociedad socialista puede llegar a satisfacer los intereses del individuo. En este sentido no hay diferencias irreconciliables entre individualismo y socialismo. Y, no obstante, ¿podemos acaso negar las diferencias existentes entre las clases, entre la clase de los propietarios, la capitalista, y la clase trabajadora, la proletaria? Por un lado tenemos a una clase que posee bancos, fábricas, minas, transportes, plantaciones en las colonias. Para esas gentes no existe otra cosa que su propio interés, su lucha por obtener beneficios. No se someten a la voluntad del colectivo, sino que luchan por subordinar a sus deseos a todas las colectividades. Por otro lado, tenemos la clase de los desposeídos, los explotados, que no poseen ni fábricas ni máquinas, ni bancos, los que se ven empujados a sobrevivir vendiendo su fuerza de trabajo a los capitalistas y no tienen medios para satisfacer sus necesidades más elementales. ¿Cómo es posible conciliar intereses tan encontrados? Por lo que yo sé, Roosevelt no parece haber tenido éxito en su búsqueda de un camino para lograrlo. Como la experiencia demuestra, es sencillamente imposible. Incidentalmente, usted conoce la situación en Estados Unidos mejor que yo, ya que nunca he estado allí. Mi perspectiva sobre los asuntos norteamericanos procede fundamentalmente de la literatura. Sin embargo, tengo cierta experiencia en la lucha por el socialismo y esa experiencia me dice que si Roosevelt hace un intento real de satisfacer los intereses del proletariado a expensas de la clase capitalista, ésta le sustituirá por otro presidente. Los capitalistas dirán: los presidentes van y vienen, pero nosotros permanecemos. Si este presidente no protege nuestros intereses, busquemos otro que le sustituya. ¿Qué puede hacer el presidente para oponerse a la voluntad de la clase capitalista?
H.G.W.: No estoy de acuerdo con esa clasificación simplista de la humanidad entre pobres y ricos. Por supuesto, hay una categoría de gente que se esfuerza únicamente con fines de lucro. Pero, ¿no existe acaso un gran número de artífices y constructores de la economía, capaces y entregados, que tienen como estímulo para sus actividades algo muy distinto al beneficio? En mi opinión, hay una numerosa cantidad de gente capaz que admitir que el actual sistema no es satisfactorio y están destinados a jugar un gran papel en la futura sociedad socialista. Durante los últimos años me he dedicado en gran parte a realizar propaganda a favor del socialismo y el cosmopolitismo entre amplios círculos de ingenieros, aviadores, militares, técnicos, etc. Es inútil intentar aproximarse a estos círculos empleando la típica propaganda maniquea sobre la lucha de clases...
I.S.: Veamos, rechaza usted como simplista la división de la humanidad en pobres y ricos. Por supuesto, existe un estrato intermedio; está esa intelectualidad que mencionaba usted, y en su seno hay gente buena y honrada. Pero también hay personas malvadas y deshonestas. Hay gente de todas clases. Ante todo, los hombres se dividen en ricos y pobres, en propietarios y explotados. Ignorar esta división fundamental y el antagonismo existente entre ricos y pobres, es pasar por alto el hecho determinante. No niego la existencia de capas intermedias, que participan en el conflicto de clases tomando partido por uno u otro de los contendientes, o bien mantienen una posición neutral o semineutral en la lucha. Pero, repito, pasar por alto esta división fundamental en la sociedad y la lucha entre las dos clases principales significa negar lo evidente. La batalla ha comenzado y seguirá adelante. Su resultado vendrá determinado por la clase trabajadora, por el proletariado.
H.G.W.: Pero ¿no existe mucha gente, que no es pobre, y sin embargo trabaja, trabaja productivamente?
I.S.: Por supuesto, hay pequeños propietarios, artesanos, pequeños comerciantes; pero no son estas personas las que deciden el destino de un país, sino los que trabajan en masa, los que producen todas las cosas que la sociedad requiere.
H.G.W.: Pero hay muy diferentes tipos de capitalistas. Hay capitalistas que sólo piensan en los beneficios, en cómo hacerse ricos; pero también están aquellos que están dispuestos a hacer sacrificios. Piense en Morgan, por ejemplo. El sólo pensaba en los beneficios, era un parásito en la sociedad; simplemente se limitaba a acumular riqueza. Pero piense en Rockefeller. El es un brillante organizador que ha dado un ejemplo de cómo organizar la entrega de petróleo que es digno de emulación. O piense en Ford. Por supuesto, Ford es egoísta, pero ¿él no es un organizador apasionado de la racionalización de la producción de la cual usted toma lecciones? Me gustaría hacer hincapié en el hecho de que, recientemente, un importante cambio de opinión hacia la Unión Soviética ha tenido lugar en países de habla inglesa. La razón de ello, en primer lugar, es la posición de Japón y los acontecimientos en Alemania. Pero hay otras razones además de las derivadas de la política internacional. Hay una razón más profunda, a saber, el reconocimiento por parte de muchas personas del hecho de que el sistema basado en el beneficio privado se está desmoronando. En estas circunstancias, me parece, no debemos poner en primer plano el antagonismo entre los dos mundos, sino que debemos tratar de combinar todos los movimientos constructivos, todas las fuerzas constructivas aunadas lo más posible. Me parece que estoy más a la izquierda que usted, señor Stalin; creo que el antiguo sistema está más cerca de su fin de lo que usted piensa.
I.S.: Cuando digo que los capitalistas persiguen exclusivamente su provecho, que aspiran sólo a hacerse ricos, no quiero decir con ello que se trate de gente sin valor alguno, despreciable e incapaz de nada más. Indudablemente, algunos poseen un gran talento como organizadores que no les niego ni por un momento. Los ciudadanos soviéticos hemos aprendido mucho de los capitalistas. Morgan, al que tan desfavorablemente ha retratado usted, fue sin duda un organizador magnífico, muy competente. Pero si de lo que estamos hablando es de gente dispuesta a reconstruir el mundo, por supuesto no podrá encontrarla usted entre las filas de quienes sirven a la causa del propio enriquecimiento. Nosotros y ellos constituimos polos opuestos. Ha mencionado usted a Ford. Es, claro está, un competente organizador de la producción, pero ¿está usted informado de cual es su actitud hacia los trabajadores? ¿Sabe a cuantos obreros ha echado a la calle? El capitalista está indudablemente unido a sus beneficios y no hay poder en la tierra capaz de arrancárselos. El capitalismo no será abolido por los organizadores de la producción ni por los técnicos e intelectuales, sino por la clase obrera, porque los mencionados estratos no juegan un papel independiente. Los ingenieros, o los responsables de la organización productiva, trabajan, no como les gustaría hacerlo, sino con arreglo a las órdenes que reciben que, a su vez, están al servicio de los intereses de sus empleadores. Por supuesto, existen excepciones. Hay gente que ha reaccionado ante la intoxicación capitalista. La intelectualidad puede, bajo determinadas condiciones, conseguir milagros y beneficiar enormemente a la humanidad, pero también puede ocasionar grandes daños. Nosotros, los soviéticos, tenemos una experiencia nada despreciable en ese terreno. Tras la Revolución de Octubre, un determinado sector de la intelectualidad técnica se negó a participar en la tarea de construcción de la nueva sociedad. Y no sólo se opusieron; también sabotearon el trabajo de los demás. Hicimos todo lo posible para atraerlos hacia la gran tarea común. Lo intentamos de todas las maneras posibles. Hubo que esperar bastante tiempo para que la intelectualidad aceptara trabajar activamente a favor del nuevo sistema. Hoy en día los mejores intelectuales y técnicos están en las primeras filas de los constructores del socialismo. Después de la experiencia vivida, no somos propensos a subestimar las ventajas e inconvenientes de la intelectualidad. Por un lado, sabemos que puede hacer mucho daño y, por otro, es capaz de realizar "milagros". Por supuesto las cosas serían distintas si, de golpe, fuese posible separar espiritualmente del mundo capitalista al conjunto de sus intelectuales y técnicos. Pero eso no es mas que una utopía. ¿Existen muchos miembros de ese grupo que sean capaces de romper con el mundo burgués para ponerse a trabajar en la reconstrucción de la sociedad? ¿Cree usted que hay mucha gente así en, digamos, Inglaterra o Francia? No, muy pocos estarían dispuestos a librarse de sus patrones para comenzar una reconstrucción del mundo. ¿Podemos, además, perder de vista el hecho de que para transformar el mundo es necesario disponer de poder político? Me parece, señor Wells, que subestima gravemente la cuestión del poder político, que ni siquiera la tiene en cuenta. ¿Qué pueden hacer, incluso con las mejores intenciones del mundo, quienes ni siquiera pueden plantearse la toma del poder ni disponen de él? Como mucho, ayudar a la clase que toma el poder, pero no cambiar el mundo por ellos mismos. Esto sólo puede hacerlo una gran clase que ocupe el lugar de la clase capitalista y se convierta en dueña y soberana como lo fue aquella. Esa clase es la clase trabajadora. La colaboración de la intelectualidad debe ser aceptada, por supuesto, y ésta, a su vez, ha de ser respaldada. Pero no debemos dar crédito a la impresión de que los intelectuales y los técnicos puedan desempeñar un papel histórico independiente. La transformación del mundo es un proceso enorme, complicado y doloroso. Para tan grande tarea se precisa una clase. Sólo los grandes barcos realizan los largos viajes.
H.G.W.: Si, pero para un largo viaje se requieren un capitán y un navegante.
I.S.: Muy cierto, pero ante todo hay que disponer de un gran barco. ¿Qué es un navegante sin un barco? Un hombre inútil.
H.G.W.: El barco es la humanidad, no una clase.
I.S.: Evidentemente, señor Wells, usted parte del supuesto de que todos los hombres son buenos. Yo, por el contrario, no olvido que existen muchos hombres malvados. No creo en la bondad de la burguesía.
H.G.W.: Si hay alguien que sabe algo sobre revoluciones desde el punto de vista práctico, ese es usted, señor Stalin. ¿Se alzan realmente las masas? ¿No es una verdad universalmente aceptada que todas las revoluciones son obra de una minoría?
I.S.: Para llevar adelante una revolución se requiere una minoría revolucionaria que la lidere, pero incluso la minoría más entregada, enérgica y capaz no conseguiría nada sin contar con el apoyo, al menos pasivo, de millones de personas.
H.G.W.: ¿Al menos pasivo? ¿Subconsciente, quizá?
I.S.: En parte también semi-instintivo y semi-inconsciente, pero sin el apoyo de millones, incluso la mejor minoría se vería impotente.
H.G.W.: Cuando veo la propaganda comunista en Occidente me da la impresión de que, en las presentes circunstancias, resulta muy anticuada, al tratarse de propaganda a favor de la insurrección. Derribar por la violencia el sistema social estaba muy bien cuando éste se trataba de una tiranía, pero en las actuales circunstancias, ahora que el sistema se hunde de todos modos, deberíamos poner el énfasis en la eficacia, en la competencia, en la productividad y no en la insurrección. La propaganda comunista en Occidente es una molestia para las personas de mentalidad constructiva.
I.S.: El viejo mundo se viene abajo, pero se equivoca al pensar que lo hace espontáneamente. No, la sustitución de un sistema social por otro es un proceso revolucionario complicado y largo. No es un simple proceso espontáneo, sino una lucha, un proceso vinculado al choque entre las clases. El capitalismo degenera, pero no puede comparársele con un árbol podrido que cae al suelo por sí mismo. No, la revolución, la sustitución de un sistema por otro, siempre ha sido una lucha, una cruel y dolorosa batalla a vida o muerte. Cada vez que la gente con nuevas ideas llegó al poder, tuvo que defenderse contra los intentos del viejo mundo para restaurar el viejo orden por la fuerza; estas personas del nuevo mundo siempre tenían que estar en alerta, siempre tenían que estar dispuestos a repeler los ataques del viejo mundo al nuevo sistema. Sí, tiene usted razón al decir que el antiguo sistema social se rompe, pero no es una ruptura por su propia voluntad. Tome por ejemplo al fascismo. El fascismo es una fuerza reaccionaria que está tratando de preservar el viejo mundo por medio de la violencia. ¿Qué haría con los fascistas? ¿Discutir con ellos? ¿Tratar de convencerlos? No conseguiría ningún efecto sobre ellos en absoluto. El comunismo no idealiza en absoluto la violencia, pero tampoco quiere que lo tomen por sorpresa, no puede contar con que el viejo mundo renuncie y abandone voluntariamente la escena. Por el contrario, ve cómo se defiende con uñas y dientes, y por ese motivo le dice a la clase trabajadora que responda a la violencia con violencia, que haga todo lo que esté en su mano para impedir que el viejo orden agonizante la aplaste, que no permita que le esposen las manos con las que ha de derribar ese sistema.
H.G.W.: Viendo lo que pasa ahora en el mundo capitalista, el colapso no es sencillo. Es un estallido de violencia reaccionaria que está degenerando en gangsterismo. Y me parece que, cuando se trata de un conflicto de esta naturaleza, los socialistas deben apelar a la ley. Creo que es inútil que operen con los métodos del viejo socialismo rígido insurreccional.
I.S.: Los comunistas se basan en una rica experiencia histórica, que nos enseña que las clases obsoletas no abandonan de buen grado el escenario de la historia. Recuerde la Inglaterra del siglo XVII. ¿No fueron muchos los que proclamaron que el viejo sistema había muerto? ¿No fue necesario, aun así, un Cromwell para aplastarlo por la fuerza?
H.G.W.: Cromwell se basaba en la Constitución y actuaba en nombre del orden constitucional.
I.S.: ¡En nombre de la Constitución recurrió a la violencia, decapitó al rey, disolvió al Parlamento, arrestó a unos y ejecutó a otros! ¿Y la Revolución de Octubre? ¿Acaso no eran muchos los que creían que sólo nosotros, los bolcheviques, mostrábamos el camino correcto? ¿No estaba claro que el capitalismo ruso se había descompuesto? A pesar de todo, usted sabe perfectamente lo enconada que fue la resistencia, cuánta sangre costó defender la Revolución de Octubre de todos sus enemigos, tanto de dentro como de fuera del país. O piense en la Francia de finales del siglo XVIII. Ya antes de 1789 mucha gente era consciente de que el poder de la realeza, el sistema feudal, estaba corrompido. Aun así no pudo evitarse, no había modo de hacerlo, una insurrección popular, un enfrentamiento entre las clases. ¿Por qué? Porque las clases a las que les toca retirarse de la escena histórica son las últimas en convencerse de que su intervención ha terminado. Piensan que es posible reparar las grietas, que aún se puede salvar el tambaleante edificio del viejo orden. Por eso, las clases que se extinguen toman las armas y recurren a cualquier medio con tal de conservar su posición como clase dominante.
H.G.W.: ¿No hubo unos cuantos hombres de leyes al frente de la Revolución Francesa?
I.S.: No pretendo negar el papel de los intelectuales en los movimientos revolucionarios. ¿Fue la Revolución Francesa una revolución de abogados o una revolución popular? ¿No se alcanzó la victoria movilizando grandes masas contra el feudalismo y a favor de los intereses del Tercer Estado? ¿Actuaron de acuerdo con las leyes del viejo orden esos abogados que se encontraron entre los líderes de la gran Revolución Francesa? ¿Acaso no introdujeron otras nuevas de signo revolucionario-burgués? La experiencia histórica nos enseña que hasta nuestros días, ni una sola clase ha cedido voluntariamente su sitio a otro. No hay precedente alguno de tal fenómeno. Los comunistas han aprendido esa lección de la historia. Por supuesto, les encantaría que la burguesía se marchara por su propia voluntad, pero la experiencia enseña que es imposible un giro semejante en los acontecimientos. Por eso los comunistas tienen que estar preparados para lo peor y piden a la clase trabajadora que se mantenga vigilante y lista para la batalla. ¿A quién le interesa un capitán que no mantiene alerta a su ejército, que no comprende que el enemigo no cejará, que será necesario aplastarlo? Un capitán semejante decepcionaría y traicionaría a la clase trabajadora. Por ese motivo opino que lo que a usted le resulta anticuado es, de hecho, una medida de importancia revolucionaria para la clase trabajadora.
H.G.W.: No niego que la fuerza tiene que ser usada, pero creo que las formas de lucha deben encajar lo mejor posible en las oportunidades que presentan las leyes vigentes, las que deben ser defendidas contra los ataques reaccionarios. No es necesario desorganizar el sistema antiguo porque suficientemente desorganizado está. Es por eso que me parece que la insurrección contra el viejo orden, contra la ley, es obsoleto, anticuado. Por cierto, exagero deliberadamente con el fin de llevar la verdad de la forma más clara. Puedo formular mi punto de vista de la siguiente manera: primero, estoy a favor del orden; segundo, ataco al sistema existente en tanto que no puede garantizar el orden; tercero, temo que la propaganda a favor de la guerra de clases vaya a alejar del socialismo justamente a aquellas personas cultas, que el socialismo necesita.
I.S.: Con el fin de lograr un gran objetivo, un importante objetivo social, debe haber una fuerza principal, un baluarte, una clase revolucionaria. A continuación, es necesario organizar la asistencia de una fuerza auxiliar de esta fuerza principal: en este caso la fuerza auxiliar es el Partido, al que pertenezcan las mejores fuerzas de la intelectualidad. Usted acaba de hablar de personas cultas. Pero ¿en qué personas cultas pensaba? En Inglaterra durante el siglo XVII, en Francia a fines del siglo XVIII, y en Rusia durante la época de la Revolución de Octubre, ¿no estaban muchas personas del lado del viejo orden? El viejo orden tenía a su servicio a muchas personas sumamente cultas, que defendían el viejo orden, que combatían el nuevo orden. La cultura es un arma, cuyo efecto depende de qué mano la haya forjado, qué mano la dirija. Por supuesto, el proletariado necesita personas sumamente cultas. Ciertamente; los ingenuos no pueden ser de ninguna ayuda para el proletariado en su lucha por el socialismo, en la edificación de una nueva sociedad. No subestimo el rol de los intelectuales; al contrario, lo subrayo. Pero la pregunta es la siguiente: ¿de qué inteligencia estamos hablando? Porque hay diferentes tipos de inteligencia.
H.G.W.: No puede haber revolución sin cambios radicales en la instrucción pública. Basta citar dos ejemplos: el ejemplo de la República alemana, que no tocó el viejo sistema educacional, y que por eso nunca se convirtió en República; y el ejemplo del Partido Laborista inglés, que no tiene la intención de insistir en una transformación radical de la instrucción pública.
I.S.: Es cierto. Permítame ahora responder a sus tres puntos. Primero: lo más importante para la revolución es la existencia de un baluarte social. Tal baluarte social es la clase obrera. Segundo: se precisa de una fuerza auxiliar, aquello, que los comunistas llaman Partido. Al Partido está afiliada la inteligencia obrera, y aquellos elementos de la inteligencia técnica que están estrechamente ligados a la clase obrera. La inteligencia es fuerte solamente, si se une con la clase obrera. Si se contrapone a la clase obrera, se convierte en una simple cifra. El nuevo poder político crea las nuevas leyes, el nuevo orden, el cual es un orden revolucionario. Yo no estoy a favor del orden sin más ni más. Yo estoy a favor de un orden que corresponda a los intereses de la clase obrera. Por supuesto, si algunas leyes del viejo orden pueden ser utilizadas en interés de la lucha por un orden nuevo, esto debería de hacerse. No tengo objeciones contra su postulación de que el sistema actual debería ser atacado, en tanto que no puede garantizar el orden necesario para el pueblo. Por último, está en un error si cree que los comunistas adoran la violencia. Estarían encantados de olvidar tales métodos si la clase dirigente accediese a ceder su puesto a la clase trabajadora. Pero la experiencia histórica presta poca verosimilitud a semejante supuesto.
H.G.W.: Sin embargo la historia de Inglaterra conoce un caso en que una clase le dejó el poder a otra clase voluntariamente. En el periodo entre 1830 a 1870, la aristocracia, que en las postrimerías del siglo XVIII tuvo aún una influencia considerable, voluntariamente, sin lucha seria, le cedió el poder a la burguesía, lo cual fue una de las causas para el sentimental mantenimiento de la monarquía. En lo sucesivo, esta transferencia del poder condujo a que erigiera su dominio la oligarquía financiera.
I.S.: Pero usted ha pasado imperceptiblemente de cuestiones de la revolución a cuestiones de la reforma. Eso no es lo mismo.
H.G.W.: ¿No es una reforma una pequeña revolución?
I.S.: Debido a la presión ejercida desde abajo, a la presión de las masas, la burguesía puede en ocasiones conceder reformas parciales siempre y cuando no rebasen los límites del sistema socioeconómico en vigor. Al proceder de ese modo lo hace porque estima que dichas concesiones son necesarias para preservar el predominio de su clase. Esa es la esencia de la reforma. Sin embargo, la revolución implica la transferencia del poder de una clase a otra. Por eso es imposible considerar revolucionaria ninguna reforma. Por eso no podemos considerar con que el cambio de sistema social adopte la forma de una transición imperceptible de un sistema a otro mediante reformas y concesiones otorgadas por la clase dirigente.
30 de julio de 2008
A.54, el espía que surgió del frío
Nadie había tenido noticias del caso más singular dentro del espionaje internacional. Durante treinta años, desde 1936 (fecha de sus comienzos) hasta 1966, todo se había ignorado de él; hasta su verdadero nombre. Gracias a las investigaciones pacientes y empeñosas de tres checos (Cestnür Amort, I.M. Jedlicka y Rudolf Stroebinger) pudo conocerse toda la verdad sobre la actividad del espía más asombroso del siglo XX: el alemán Paul Thümmel, miembro de la "Vieja Guardia" de Adolf Hitler (1889-1945), amigo íntimo del jefe de las S.S. Heinrich Himmler (1900-1945), a quien tuteaba y jefe de una central de la Abwehr (Servicio de Informaciones del ejército alemán) bajo las órdenes directas del almirante Wilhelm Canaris (1887-1945).
En la mañana del lunes 10 de febrero de 1936, el mayor Josef Bartik, del servicio de informaciones checo en Praga, recibió una carta dirigida a la Oficina de Informaciones del Ministerio de la Defensa Nacional. Instantes más tarde, el coronel Beck, jefe de la sección operaciones del contraespionaje, y el teniente coronel Moravec, jefe del grupo de investigaciones, se reunieron con el mayor Bartik, dando comienzo a la más fabulosa historia de espionaje de la Segunda Guerra Mundial. El autor de la carta ofrecía sus servicios al contraespionaje checoslovaco. No era el primero, desde que el nazismo estaba en el poder en Alemania. El remitente decía: "Si supieran ustedes de qué se trata, sacrificarían una suma enorme para obtener todo eso". Subrayaba que disponía, no solamente de las informaciones ofrecidas en su carta, sino de muchos elementos más. Solicitaba la compra de una máquina fotográfica (a comprar en Alemania por motivos de seguridad) y planteaba sus condiciones: "Jamás conocerán mi nombre; nunca me encontraré con ustedes sobre territorio checo; solicito la suma de 15.000 marcos alemanes en billetes usados (de esta suma, 4.000 marcos me deben llegar antes de las tres semanas)".
La carta continuaba textualmente: "Espero que me contesten a poste restante, cada vez a una aldea diferente de Sajonia o Baviera. De vuestra respuesta depende que les dé estas informaciones o que las ofrezca al servicio de investigaciones francés. Igualmente espero recibir, con su primera respuesta, el adelanto solicitado para comprar el aparato fotográfico y para disponer los gastos necesarios. Mi ofrecimiento es real, y no deben ustedes temer el gastar inútilmente este dinero. Les ruego que envíen su primera respuesta a la dirección siguiente, el 14 de febrero a más tardar. Suyo: F.M.". Y en la posdata decía: "F.M. 137, Poste Restante, Annaberg (Erzgebirge). Envíen la carta desde una oficina de correos en Alemania".
Ese mismo día, el mayor Bartik contestó a esa carta. Se intercambiaron tres cartas; luego, el 28 de marzo de 1936, el corresponsal alemán fijó un encuentro para el 6 de abril en la ruta de Karlovy Vary. La respuesta del Servicio de Informaciones checoslovaco fue positiva; la contraseña: "Altvater". Y el lunes 6 de abril de 1936, a las 20,30 horas, los oficiales Fryc y Rybar, del S.I. checoslovaco, llegaron al cruce indicado por F.M. Tras el encuentro, el mayor Bartik -que esperaba en el auto- vio al hombre que, hasta ese momento y para él, no vivía más que en su imaginación: "Era un hombre de 32 a 35 años, estatura mediana y aspecto completamente común. Tenía el cráneo afeitado a la prusiana; tenía ojos grandes, penetrantes. Un hombre tranquilo, sereno, que hablaba poco. Conversamos en alemán. Entre otras cosas, le pregunté por qué motivos nos ofrecía su colaboración, prefiriéndonos al Servicio de Informaciones francés. Me respondió que no le habría gustado ofrecer sus servicios a los franceses, pues éstos eran aturdidos por naturaleza y tomaban las cosas a la ligera. Con ellos, el peligro de ser desenmascarado amenazaba constantemente".
Los primeros documentos suministrados por F.M., sin ser sensacionales, eran muy importantes. En efecto, entre otras cosas, entregó la nómina detallada de los agentes que proporcionaban a la Abwehrstelle (oficina de inteligencia) de Dresden, informaciones militares sobre Checoslovaquia. En la conversación con el mayor Bartik, F.M. declaró que la Alemania nazi preparaba "una guerra de agresión, no solamente contra Checoslovaquia, que será el primer objetivo, sino también contra Polonia y, probablemente, la Unión Soviética". Lo notable de la información era que anticipaba los hechos tres años antes de que estallara la guerra. Cuando se le pagó su remuneración, F.M. firmó un recibo con el que decía ser su nombre verdadero: Jochen Breitner, pero el Servicio de Informaciones checoslovaco ya lo había bautizado con otro: A.54.
En el transcurso del año 1937, A.54 -que ahora firmaba sus informes con un nuevo nombre: Voral-, no cesó de suministrar valiosas informaciones al S.I. checoslovaco. En la noche del 12 al 13 de mayo de 1938, Voral fijó una cita con los oficiales del 2º Bureau Checoslovaco, para revelarles que Alemania preparaba una intensa agitación en los Sudetes, y que el 22 de mayo las tropas alemanas invadirían el territorio checoslovaco en el espacio situado entre las aldeas de Decin y Bilina. Se desencadenó la agitación, pero, adecuadamente prevenido, el gobierno de Praga había dado la orden de cerrar las fronteras y llamado a las armas a sus reservistas, así como a sus tropas regulares. El 20 de mayo, por la noche, se decretó el estado de alerta y al día siguiente, la infantería y la artillería ocupaban sus posiciones en las líneas fortificadas de defensa. Esta movilización por parte de Checoslovaquia, sorprendió a la opinión pública y el 22 de mayo no pasó nasa: Hitler tuvo una rabieta memorable. La república checoslovaca había ganado esa batalla en el frente secreto gracias a A.54.
En setiembre de 1938, A.54 fijó una nueva entrevista, a la cual acudieron el mayor Frank y el capitán Fryc. Entre otras cosas, A.54 entregó informaciones detalladas sobre las nuevas armas fabricadas en Alemania, de las cuales llevó incluso algunas (entre ellas, un prototipo de granada con un nuevo explosivo, de gran eficacia y origen desconocido). El siguiente encuentro ocurrió en la estación de trenes de Turnov el 11 de marzo de 1939, a las 7 de la mañana, entre el capitán Fryc y quien nuevamente había cambiado de nombre: ahora se llamaba Paul Hans Steinberg. A.54 informó que Bohemia y Moravia serían invadidas el 15 de marzo y que, en la misma fecha, Eslovaquia sería proclamada Estado independiente. El programa de los preparativos alemanes para las jornadas del 12 al 14 de marzo fue expuesto en detalle y sus informaciones, muy precisas, coincidían con ciertos datos comunicados por el contraespionaje francés. Cuando los datos llegaron al Estado Mayor checo, su superior, el coronel Frantisek Moravec (1895-1966) dio aviso a su gobierno; el presidente Emil Hácha (1872-1945) no tomó en serio la información y se negó a alertar a la opinión mundial e impartir al ejército alguna consigna especial. Por su parte, el coronel Moravec estaba convencido de que el agente A.54 había dicho la verdad. Durante la noche del 13 al 14 de marzo de 1939, montones de documentos importantes ardieron en el patio del Estado Mayor General de Praga. Los oficiales embalaron los legajos de mayor valor, entre ellos, claro está, el del agente A.54, y prepararon el traslado a Gran Bretaña del valioso material.
El representante del Sevicio de Inteligencia inglés en Praga era el agregado del cónsul británico en la sección pasaportes, el comandante Harold Gibson (1892-1960), quien prometió a Moravec conseguirle ayuda. El 14 de marzo, por la tarde, un avión Douglas de la K.L.M. se posó en el aeropuerto de Ruzyne, cerca de Praga, y embarcó a doce hombres, entre ellos el coronel Moravec, con los cajones que éstos llevaban a Londres. El 15 de marzo, al alba, un comando especial (Einsatzkommando) de la Abwehr de Dresden, penetró en las oficinas del estado mayor checoslovaco y las encontró vacías. Poco después llegó el jefe supremo de la Abwehr, el enigmático almirante Canaris, acompañado por uno de los jefes más importantes del S.I. alemán: era Paul Thümmel, alias F.M., alias Jochen Breitner, alias Voral, alias Paul Hans Steinberg, el agente secreto checo A.54, al que treinta años más tarde se llamaría "el espía de tres caras".
Paul Thümmel pertenecía a una familia de origen modesto. Nació el 15 de enero de 1902 en Neuhausen (Erzgebirge), hijo de un panadero. Nazi de la primera hora -poseía la matrícula nº 61.574 del N.S.D.A.P. (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei -Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), apenas un poco menos antigua que la Martin Bormann (1900-1945), el jefe de la Cancillería del Reich que tenía el carnet nº 60.508- fundó en 1927 una filial del partido en su ciudad natal. En 1928, ingresó de manera honoraria en el Servicio de Informaciones del ejército alemán. En ocasión del primer acto organizado por él, fue a dirigir la palabra Heinrich Himmler, jefe de los S.S. Los dos nazis, que tenían dos años de diferencia (Himmler 28 y Thümmel 26) simpatizaron, y Himmler pasó la noche en la casa de la familia Thümmel. Después de ese primer encuentro, entablaron una gran amistad. Cuando el 6 de enero de 1929, Hitler nombró a Himmler Reichsführer (Comandante en Jefe) de las S.S. en reemplazo del comandante Erhard Heiden (1901-1933), el viejo amigo le propuso ingresar en el Schwarze Korps, un grupo de elite de las S.S. En abril de 1934, Himmler quedó al frente de la Gestapo y citó a Thümmel para explicarle que era necesaria una depuración del partido ya que Hitler estaba decidido a pasar rápidamente a la acción y eliminar físicamente a todos los S.A. que complotaban contra él. Dos meses después (el 30 de junio), ocurrió la "noche de los cuchillos largos", la purga sangrienta que desembarazó a Hitler del jefe de las S.A. Ernst Röhm (1887-1934), en la que no existe certeza de que haya participado el futuro A.54. Según el testimonio -durante el proceso de Nuremberg- de Friedrich Eberstein (1894-1979), jefe supremo de las S.S. y de la policía en Baviera, Paul Thümmel estaba en Dresden en compañía del coronel de las S.S. Lothar Beutel (1902-1986), quien hizo ejecutar por la Kriminalpolizei (Departamento de Investigación del Crimen) a ocho miembros de las S.A. y del N.S.D.A.P.
Cuando el 1º de enero de 1935 el coronel Canaris fue nombrado jefe de la Abwehr, Himmler le recomendó calurosamente a su amigo Paul Thümmel. Este no tardó en llegar a ser uno de los hombres de confianza del misterioso almirante que convirtió a Dresden en el cuartel general de los servicios de espionaje en el centro de Europa. Por consiguiente, desde fines de 1935, Thümmel ocupó un puesto clave y sus relaciones privadas con Himmler y Canaris le permitieron estar al corriente de ciertos secretos clasificados. Bajo la autoridad del coronel Hans Günter von Kornatzki (1906-1944), Thümmel tuvo la misión de centralizar en Praga el espionaje en los Balcanes, Europa central, Turquía y Medio Oriente.
La noche del 3 de agosto de 1939 en La Haya, el mayor Aloïs Frank del S.I. checoslovaco, recibió de manos de A.54 un informe explosivo: Alemania, con más de 450 divisiones, atacaría a Polonia antes de un mes. Hitler no esperaba una intervención activa de Francia e Inglaterra. Si, contra toda previsión, éstas entraran en guerra, no serían atacadas por Alemania. Hitler contaba, no sólo con la neutralidad benevolente de la Unión Soviética, sino incluso con una probable colaboración. También entregó informes sobre el accionar nazi en Checoslovaquia, sobre los preparativos militares en las fronteras polacas y sobre la actividad de las redes de la Abwehr en el extranjero.
Invadida Polonia, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, A.54 no disminuyó su actividad. En noviembre de 1939 hizo llegar a Londres la primera información sobre las armas secretas que preparaba Alemania: los cohetes V-1. La información, clasificada con el número 26 en los archivos del S.I. checoslovaco en Londres, especificaba: "Se trata de un torpedo que después de ser arrojado al aire se convierte en avión. La precisión del tiro al objetivo no es grande por el momento". El 28 de enero de 1940, A.54 comunicó a Londres: "Será franqueada la frontera entre Francia y Bélgica (Ardennes) en dirección a la Mancha, con invasión de los territorios belga y holandés". El 9 de marzo de 1940 informó: "Ribbentrop irá pronto a entrevistarse con Mussolini... Se fabrican intensamente bombas de unos 5.000 kg... No habrá ataque en el Oeste antes del 17 de marzo... Cuidado en Suecia y Holanda, el Sicherheitsdienst (S.D., Servicio de Seguridad) despliega gran actividad... Importantes centrales del S.D. se instalan en Zagreb, Atenas, Bucarest y Dubrovnik". Una semana más tarde, A.54 informó a Londres que Hitler había decidido atacar a Holanda, Bélgica y Francia. El 29 de abril de 1940 avisó: "Febriles preparativos para el ataque en el Oeste". Al día siguiente: "Alemania atacará el 10 de mayo".
En sus "Memorias", el presidente Edvard Benes (1884-1948), jefe del gobierno checo exiliado en Londres, hizo alusión varias veces al misterioso A.54, escribiendo: "Son las informaciones proporcionadas por A.54 las que me han permitido confiar al presidente Roosevelt todos los proyectos de Hitler relativos a la guerra relámpago contra Polonia, seguida de una invasión a Francia a través de Bélgica y Holanda". El Primer Ministro británico Churchill le dijo al coronel Moravec, jefe del S.I. checoslovaco que permanecía en Londres: "¡Es el agente más fantástico de todos los tiempos! ¿Se conoce su nombre? ¿Se sabe por qué trabaja para nosotros?". Moravec no tenía la respuesta. Fue también A.54 quien anunció a Londres que Alemania preparaba la invasión de Islandia. Hitler quedó trastornado al enterarse de que los ingleses se le habían adelantado al tomar posesión militar de la isla, pero jamás sospechó cómo se podían haber divulgado sus preparativos tan secretos.
El 4 de octubre de 1940, tuvo lugar en Brenner una entrevista entre Hitler, el Primer Ministro italiano Benito Mussolini (1883-1945), su Ministro de Asuntos Exteriores Galeazzo Ciano (1903-1944) y su colega alemán Joachim von Ribbentrop (1893-1946). Una semana más tarde, A.54 comunicó a Londres que Hitler hacía preparar al alto mando de la Wehrmacht (Fuerzas Armadas) un nuevo proyecto: el de la operación "Barbarossa". El 27 de octubre indicó que se trataba del plan de agresión contra la Unión Soviética. El 18 de diciembre, Hitler firmaba el plan Barbarossa, del cual existían solamente nueve ejemplares, uno de los cuales fue para el almirante Canaris. Seis días más tarde, A.54 anunció lacónicamente a Londres: "La operación Barbarossa debe comenzar el 15 de mayo de 1941". Más tarde, y poco a poco, logró transmitir una multitud de detalles relativos a ese plan ultrasecreto.
El presidente checo dice en el libro citado que transmitió sin demora esta información a Churchill. Como se sabe, Churchill le escribió personalmente al líder soviético Iósif Stalin (1878-1953) para prevenirle del peligro. En su informe secreto del 25 de febrero de 1956 ante el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, el nuevo secretario Nikita Jruschov (1894-1971) declaró: "Churchill insistió varias veces sobre este punto (el ataque a la URSS por parte del III Reich). Sin embargo, Stalin no prestó atención a estos avisos. Más aún; dio orden de no prestar fe a indicaciones de esta clase, a fin de no provocar el desencadenamiento de operaciones militares".
El valor e importancia de la información de A.54 no quedaron disminuidos por el hecho de que Hitler no atacó a la Unión Soviética hasta el 22 de junio de 1941 a las tres de la madrugada, una demora que se produjo porque invadió primero Yugoslavia y Grecia. El 20 de mayo de 1941, otro de los célebres espías, Richard Sorge, advirtió al Kremlin que el ataque se desencadenaría el 20 de junio, acercándose más a la fecha definitiva.
El agente A.54 habría podido seguir hasta el fin de la guerra, informando tan impune y perfectamente a los aliados, si no hubiera sido perseguido por el brazo derecho de Himmler y uno de los responsables de la "Solución final", el plan para la aniquilación de judíos, gitanos y prisioneros de guerra soviéticos, el temible Reinhard Heydrich (1904-1942). Durante el día, bajo otro de sus múltiples nombres -esta vez Paul Holm- coordinaba la actividad de la Abwehr, no sólo en Checoslovaquia, sino en todo el centro de Europa, los Balcanes y Turquía, haciendo el viaje Praga-Berlín-Praga dos o tres veces por semana. Permanecía en estrecho contacto con el almirante Canaris y con su amigo Himmler cuando éste se hallaba en Berlín. También visitaba a menudo a la amante del ministro de propaganda nazi, el doctor Joseph Goebbels (1897-1945), la actriz checa Lida Baarova (1914-2000), de quien, según parece, estaba profundamente enamorado. Por la noche volvía a ser A.54, actuando -con el nombre de Rene- muy estrechamente con los jefes de la resistencia checa: el teniente coronel Josef Masín (1896-1942), el teniente coronel Josef Balabán (1894-1941) y el capitán Václav Moravek (1904-1942).
El 22 de abril de 1941, la Gestapo logró apoderarse del teniente coronel Balabán en uno de los departamentos donde se ocultaba Moravek, pero éste, advertido por A.54, ya no estaba allí. El 13 de mayo de 1941, la Gestapo descubrió al teniente coronel Masín y al capitán Moravek. Masín fue herido y apresado, mientras Moravek logró escapar. Ni Balabán ni Masín, torturados, hablaron antes de morir, pero el círculo de la Gestapo se cerraba alrededor de Moravek, que escapó por poco de los policías alemanes el 22 de junio y nuevamente el 20 de diciembre de 1941. Entre ambas fechas se había producido un suceso importante: el 27 de setiembre, Heydrich fue nombrado Viceprotector de Bohemia y Moravia con la intención de intensificar la lucha contra la resistencia checa.
La Gestapo conocía desde mucho tiempo atrás la existencia de A.54. Ya desde 1939, procuraba identificar al misterioso personaje que traicionaba los secretos más importantes del Tercer Reich. La hipótesis admitida era que el traidor debía contarse entre los personajes que ocupaban funciones importantes en el seno del sistema nazi, pero ninguna prueba sustentaba esta suposición de Heydrich, quien había formado un grupo especial al mando del S.S. Willi Abendschön (1905-1959) para descubrir la identidad del traidor. Pese a su experiencia y audacia, A. 54 no podía escapar indefinidamente. Ya en el transcurso del verano de 1941, unos agentes del S.D. expulsados de Turquía e interrogados por la Gestapo pronunciaron el nombre de Thümmel. Este nombre recordó un hecho reciente al grupo especial de investigaciones de la Gestapo: en el mes de abril de 1941, cuando Yugoslavia fue vencida y ocupada, los investigadores de la S.D. encontraron, en la oficina del agregado militar inglés en Belgrado, la copia de un despacho reciente que ponía de relieve informaciones militares muy importantes, provenientes de Praga. Ahora bien, en esa ciudad, solamente tres personas podían estar en conocimiento de dichas informaciones militares: el comandante de la Abwehr, su agregado y Paul Thümmel. Como en esa época, los dos oficiales superiores se hallaban ausentes de Praga, las sospechas cayeron sobre Thümmel. Abendschön dirigió un informe a Berlín. La respuesta fue categórica: "Paul Thümmel, antiguo miembro del N.S.D.A.P., poseedor de la insignia de oro del partido, asignado a los servicios de espionaje desde 1928, cuenta con la confianza plena y entera del partido y del alto mando de la Wehrmacht".
El 4 de octubre de 1941, Abendschön condujo una acción exitosa contra una estación transmisora clandestina instalada en los suburbios de Praga. Fueron capturados una cantidad de despachos listos para ser transmitidos. En todos ellos figuraba el nombre Rene. Las informaciones emanadas de Rene eran de un carácter tan particularmente secreto que la cantidad de personas que podían conocerlas en Praga era limitada. Estaba el general S.S. Karl Hermann Frank (1898-1946), secretario de Estado para el protectorado de Bohemia y Moravia; el Standartenführer S.S. (oficial de segundo rango) Otto Geschke (1907-1959), jefe de la Gestapo en Praga, y el jefe de la red de la Abwehr, Paul Thümmel. Abendschön confió su informe a Geschke, quien lo transmitió a Heydrich. El 13 de octubre de 1941, Paul Thümmel fue arrestado en su oficina por la Gestapo. Thümmel, por supuesto, negó ser Rene.
Días más tarde, se desencadenó una tempestad en Berlín. Los más altos dignatarios del partido protestaron con Himmler a la cabeza, pero también Goebbels y Bormann. El almirante Canaris tuvo una violenta entrevista sobre este tema con Heydrich. Abendschön tuvo que volver a poner en libertad a Thümmel el 25 de noviembre de 1941 pidiéndole disculpas. El juego de Thümmel como A.54 se había vuelto particularmente peligroso. Abendschön -que no estaba convencido de la inocencia de Thümmel- condujo una minuciosa investigación sobre su pasado y obtuvo algunos indicios en Berlín y Dresden. El 22 de febrero de 1942, Thümmel fue arrestado nuevamente por la Gestapo. Abendschön había descubierto sus entrevistas en secreto con los jefes de la resistencia checa.
Paul Thümmel se justificó diciendo que era el modo de atraerlos para poder detenerlos a todos juntos, y esa firme declaración -subrayada por los éxitos indiscutibles obtenidos hasta entonces por la Abwehr de Praga- hizo vacilar a la Gestapo. Por su lado, Canaris, desde Berlín, protestó enérgicamente ante Heydrich por el arresto de Thümmel y amenazó con informar al mismo Hitler. Heydrich capituló e hizo poner en libertad a Thümmel por segunda vez, pero subordinó esta actitud a la condición de obtener su ayuda para atrapar al capitán Moravek. El 2 de marzo de 1942, Thümmel fue puesto en libertad, pero no por mucho tiempo: el día en que debía tener lugar el arresto del capitán Moravek, Thümmel lo previno, de modo que la Gestapo no encontró a nadie en la residencia indicada.
Abendschön se puso insistente: era necesario atrapar al líder de la resistencia inmediatamente, para lo que ordenó a Thümmel fijar una entrevista con Moravek para el 21 de marzo a las 19 horas en un pequeño parque de Praga, cercano al castillo y al antiguo Puente de las Polvaredas. Thümmel contaba con poder dar la contraorden a Moravek, pero Abendschön, que desconfiaba, arrestó por tercera vez a Thümmel; esta vez definitivamente. Moravek acudió a la cita y antes de entregarse vivo a los agentes de la Gestapo se suicidó con un disparo en la cabeza.
Paul Thümmel esperaba ser liquidado sin juicio, después de algunas sesiones de tortura, pero no las hubo. Thümmel habría debido ser entregado al tribunal del Pueblo; Himmler y Bormann se negaron. En su calidad de agente de la Abwehr, Thümmel podía ser juzgado por el tribunal de la Wehrmacht. Canaris intercedió ante el mariscal Wilhelm Keitel (1882-1946), que se negó a hacer comparecer a Thümmel ante un consejo de guerra. Abendschön retuvo entonces el legajo en su poder y Thümmel fue enviado sin comparecer ante ninguna jurisdicción a Theresienstadt, donde fue registrado bajo una identidad falsa: "Petr Tooman, subdito holandés, ex agregado militar".
El almirante Canaris, arrestado luego del atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944, fue ahorcado el 9 de abril de 1945 en un patio del campo de concentración de Flossenburg. Su protegido, Paul Thümmel, finalmente fue fusilado por los nazis el 27 de abril de 1945, en el patio de la prisión de Theresienstadt, apenas tres días antes de la caída del Führer.
Indiscutiblemente, Paul Thümmel poseía una personalidad compleja. Según las informaciones de origen alemán, Thümmel, al principio nazi convencido y muy activo, parece haber tenido muchas dificultades con los jefes de la S.S. luego de la purga de los S.A. en 1934. Sólo la amistad de Himmler lo protegió con eficacia. En cuanto a los motivos inmediatos de su poderosa ayuda a la resistencia interna checoslovaca, son desconocidos. Lo que sí es seguro es que Thümmel era un doble agente. Por un lado prestó inmensos servicios a los checoslovacos y dio informaciones de importancia considerable a Londres; por otro, su actividad a la cabeza de su servicio de espionaje de la Abwehr en Praga fue muy positiva. Algunos historiadores opinan que el origen de su traición al nazismo hay que buscarlo en el plano político-filosófico, en la elección entre el partido o la patria. Una cuestión que A.54 pudo haber vivido como un auténtico drama, inclinándose, en definitiva, por su patria.
29 de julio de 2008
Bernardo Bertolucci: "No he hecho un film erótico sino un film sobre el erotismo"
(Ultimo tango en París). La entrevista apareció en el ejemplar de primavera de 1973.
Sigue hablando de su último film como si hubiera descubierto ahora su significado, después del estreno, discutiéndolo con amigos...
Comprendí. . . que la pareja del film no está aislada del mundo, como yo lo quise. No se puede escapar a una isla; hasta el intento de hacerlo es parte de nuestra realidad social. Resulta que mis personajes son profundamente sintomáticos. Uno no puede ocultarse en un cuarto; la realidad entra por la ventana.
Pareciera que el descubrimiento de lo que estaba haciendo realmente con "Ultimo tango en París" le llegó después de haber comenzado el rodaje...
Originalmente, quise hacer un film sobre una pareja, sobre la relación entre dos personas. Cuando empecé a trabajar y sentí que el film tomaba su forma, comprendí que estaba haciendo una obra sobre la soledad. Creo que éste es su contenido más profundo: soledad. Es lo opuesto a lo que me había propuesto describir.
¿Cómo fue el proceso de filmación?
Dejé que la realidad se hiciera cargo, durante la mayor parte del tiempo. Construí una situación y después hice una suerte de "cinema-verité" sobre los personajes, los verdaderos personajes que encontré frente a la cámara. En el caso de "Tango", sentí como si estuviera entrevistando a Brando y a María, vistos en el contexto narrativo del film. Así lo que aparece en la pantalla siempre representa el fruto de la relación que desarrollé con los personajes, y de la relación que desarrollo con los objetos y los espacios que me encuentro filmando. Es a través de la cámara que comienzo a entender a las cosas y a la gente. Es por eso que estoy continuamente abierto a la enseñanza, y absorbiendo dentro del film lo que el rodaje mismo revela, incluso si eso está en contradicción con lo que he escrito en el libreto.
¿Cómo fue su relación con los actores?
Con Brando y María mi relación subconciente era extremadamente intensa, pero creo que me las he arreglado no sólo para dejar de lado mis defensas, sino para ayudar a que ellos abandonaran las suyas. Sentí, finalmente, que este primer film que yo rodaba sobre el presente era hecho sin ninguna clase de defensas, sin excusas, sean ellas históricas, narrativas o políticas. Me parece ahora que en ese sentido se trata de un film muy liberado.
¿En qué sentido, entonces, considera que los dos personajes son profundamente sintomáticos?
El encuentro de ambos termina por ser un choque de fuerzas que tiran en direcciones distintas; la clase de choque de fuerzas que existe en todos los enfrentamientos políticos. Brando, que inicialmente es bastante misterioso, se las arregla para alterar el estilo de vida burgués de la muchacha, por lo menos al principio, mediante la fuerza de su misterio y su obvia búsqueda de autenticidad. Su forma de hacerle el amor es prácticamente didáctica. Didáctica en el sentido de que busca las raíces de la conducta humana en ese momento, después del suicidio de su esposa, cuando ha llegado simultáneamente a una cumbre y a un punto muerto. Cree que debe procurar la absoluta autenticidad en una relación, y esto, creo, da al encuentro su sentido político.
¿Un sentido político, por tanto, que usted no había planeado?
Absolutamente no. De hecho, había estado algo preocupado por lo que me parecía una carencia de términos políticos en el libreto. Estaba comenzando a preocuparme ser infiel conmigo mismo y cometer quizás un error. Porque también en mí existía una cierta estructura mental convencional, que exigía el uso de un dictamen político directo y claro en cada obra. Me estaba diciendo a mí mismo: ¡Cuidado! Vas a terminar por hacer otra "Love Story". Pero pronto comprendí, filmando, que cuando uno muestra las profundidades, cuando uno se sumerge en esa sensación de soledad y de muerte que se adhiere a toda relación en nuestra sociedad occidental y burguesa, y cuando uno comienza a identificar las razones para esta sensación de muerte, uno formula inevitablemente un dictamen político.
¿Considera que la búsqueda de este sexo "didáctico" y anónimo puede ser un antídoto para esa sensación de muerte en nuestra sociedad?
En el film, el sexo es simplemente una nueva clase de idioma que estos dos personajes tratan de inventar para comunicarse. Utilizan el idioma sexual porque éste significa la liberación del inconciente, significa una apertura. De ninguna manera, por otro lado, procuro identificar el sexo con la sensación de la muerte. No estoy formulando ninguna teoría sobre Eros-Thanatos. Simplemente estoy diciendo que cuando se describe una relación sedienta de autenticidad, se descubre todo lo que la rodea, todo lo que retacea su expresión.
En todo caso, usted enlaza los conceptos de expresión sexual y de liberación personal. ¿Cree que la auto-liberación debe ser un proceso conciente?
La auto-liberación, en el sentido en que empleo el término, es un primer paso hacia vivir mejor, hacia el encuentro de un equilibrio con el inconciente, hacia, el hallazgo de una relación pacífica con el inconciente. Estos primeros pasos pueden a menudo ser muy dramáticos, desde el momento en que tendemos a suprimir nuestros propios intentos de darlos. Suprimimos nuestras agresiones y frustramos nuestras almas. Como lo que ocurre entre Marlon y María es una especie de amor loco que continuamente se devora a sí mismo, temí que pudiera parecer aislado. En lugar de eso, se convirtió en un asunto sintomático de nuestra época.
¿No cree, entonces, que el individuo deba necesariamente estar al tanto de su búsqueda para encontrar ese equilibrio?
No. Uno puede ser conciente del significado de las acciones propias, en una forma completamente irracional. De hecho, "ser conciente" me parece una definición demasiado limitada sobre lo que estamos hablando. Esto no supone que yo rechace el psicoanálisis u otros sistemas de llegar a la conciencia, pero creo que el sistema debe ser diferente para cada uno de nosotros. Yo, por ejemplo, recorro este camino hacia la auto-liberación en una forma muy poco ortodoxa. Me siento más conciente, pero de una manera extremadamente emocional e instintiva.
¿Le conduce su intuición hacia una comprensión de esa sensación de soledad y de muerte en nuestra sociedad, más allá de nuestras convencionales respuestas encontradas en Marx y Freud?
Ambos me son muy importantes para mi obra. Pero me niego a limitar la lectura de sus significados a interpretaciones convencionales. Ciertas referencias en esa dirección me han sido útiles para comprender a los personajes de mi film. Por ejemplo, cómo un encuentro se convierte en un choque. O, para citar a María, cómo lo casual se convierte en un destino. No puedo negar cierta estructura educativa y cierta formación, de lo cual Marx y Freud forman parte, pero procuro y consigo verlas en una forma política, existencial. Al filmar "Tango", descubrí que lo que yo había considerado puntos de destino eran en realidad puntos de partida, quiero decir que comprender a mis personajes con la ayuda de psicología y política convencionales me daba sólo un vistazo inicial sobre sus complicadas estructuras personales, pero me ayudaba a aceptarlos como seres vivos frente a la cámara, y a aceptar sus contribuciones al film. Creo que debo vivir a través de las relaciones que un film crea en forma directa, sin referencias lógicas o racionales. Se podría decir, desde luego, que el film es una forma del sueño, que todo el asunto es una proyección edípica de parte de la muchacha; después de todo, ella tiene 19 años y Brando 48. Y que la historia de él podría ser otra proyección edípica (cree, en cierto sentido, que él es tanto el hijo de su esposa como el padre de la muchacha), pero prefiero no definir las cosas de esa manera. Después de todo, el film está hecho para significar cosas distintas a personas distintas; el significado final y personal de una obra depende siempre del espectador.
¿El espectador, entonces, se convierte para usted en un componente esencial de la obra?
Absolutamente; tan esencial como las luces, como los escenarios, como el hombre que empuja el carro de la cámara. Incluso cuando un público no queda absorbido por una obra, esa distancia de la obra sigue siendo un componente esencial. Pero no puedo pensar en eso cuando estoy rodando. Después de todo, cada conversación que uno emprende -y un film es un díalogo- presupone la presencia de un compañero. En el caso de la poesía, mi interlocutor es el lector; en el caso del cine es el público. No me gusta hablar solo, y no hablo solo. No hablo para mí mismo, quiero decir. Esta es, de paso, la forma en que el cine se convierte en una manera de pesar la realidad, o sea en un instrumento para comprender el mundo. Creo que esto es cierto tanto para el creador como para el espectador.
¿En cierto sentido, por lo tanto, usted explota al público?
Lo exploto dándome a mí mismo, pero también soy explotado. Es una relación a dos puntas. De paso, descubro más y más que no existe en lo humano cosa tal como la inocencia o como la culpa. Existen sólo la oferta y la demanda, algo ofrecido y algo pedido, que se mezclan en forma indistinguible. Y ni siquiera puede decirse que quien ofrece es inocente y quien pide es culpable, o viceversa. Y esto se aplica también a relaciones personales y sentimentales; nunca hay culpas. Y en lo que al público se refiere, la única cosa segura es saber que estoy buscando un público más amplio.
¿Ha cambiado sus demandas, entonces, desde cuando escribía poesía?
No, quizás ha cambiado la oferta. Creo de paso que mis films, en lo profundo, son muy generosos y que no formulo demandas excesivas. Quizás parte de mi proceso de liberación fue la aceptación de que siempre había querido crear un espectáculo. Me llevó mucho tiempo aceptar esta idea, aunque incluso mis primeros films en 8 mm., hechos con mis primos cuando éramos niños, contaban historias, en lugar de documentar la muerte de un cerdo o la inútil búsqueda de un cable abandonado en el bosque. Creo que recién con "El conformista" acepté el papel de autor de films de argumento.
¿Su dificultad en aceptar esa idea derivaba de creer que sus convicciones políticas no podían ser expresadas en la forma espectacular, o porque encontraba difícil abandonar la idea expresada diez años atrás, de que la cámara fuera el tema más importante de su obra?
Realmente no he abandonado. Llegué a un punto de ruptura cuando realicé "El doble", el film en el cual contrarié más violentamente mi propia naturaleza. Aparte del hecho de que este film me provocó un tremendo trauma psicológico, porque nadie, o casi nadie lo aceptó. Paradójicamente, ahora descubro -ahora, después de haberlo terminado y discutido- que "Tango" es, de todos mis films, el más cercano a "El doble". Ahora que he aceptado completamente mi papel de hombre del espectáculo, veo que puedo volver libremente a toda una serie de preguntas, obsesiones y discusiones sobre el sentido de la cámara, y sobre búsquedas y experimentaciones que en "La estratagia de la araña" y en "El conformista" había evitado como si fueran el demonio. Esto supone que ahora, con la seguridad que derivo del elemento espectáculo, puedo comenzar de nuevo. Esa es la razón de que encuentre a "Tango" tan cercana a "El doble", porque en "Tango" hay una búsqueda continua en términos cinematográficos, una investigación sobre el uso de la cámara, un intento de cuestionar las estructuras del cine.
En su libreto, encontré las palabras de la escena en que diserta a la muchacha sobre las estructuras restrictivas de la familia burguesa, pero no menciona que allí tenga un contacto anal con ella mientras está hablando. ¿Por qué agregó eso en el rodaje?
Me pareció que sería más claro que él acompañara la charla con un sufrimiento directo sobre ella, interpretándole, al usarla, la violencia de doble faz que le describe. Es una violencia que procura enseñar, la violencia del maestro, el afán destructor contra la idea de la familia. El impulso de ella por ser libre, cuando grita y repite "¡libertad, libertad!" es muy real y también doble: ella quiere verse libre de lo que él dice pero también libre de él. Lo que él hace sobre ella es, por tanto, una especie de salvajada didáctica.
¿Quiere decirme que usa la perversión con el disfraz de una enseñanza anti-burguesa?
Es un momento de catarsis. El es conciente, pero está asimismo dividido, en ese momento, entre su conciencia y su placer por la perversión. Se sumerge en la perversión como catarsis personal, pero también, en parte, porque la perversión le sirve como una fuga.
¿Quiere decir una fuga de la impotencia? Porque él, obviamente, no puede vivir nunca de acuerdo a los principios de los que habla. A través del film lo muestra como un hombre que defiende un principio y vive por otro, o por ninguno.
Parcialmente sí, pero asimismo como una fuga del dolor causado por el suicidio de su mujer. Hay muchas formas de superar esa clase de dolor, siendo la perversión y el sexo las obvias. El sexo es muy cercano a la muerte, como sensación.
Ciertamente la metáfora que está sugiriendo parece ubicar el personaje de Brando en una dualidad de motivación. Su film, especialmente en Estados Unidos, donde tenemos tendencia a igualar la sexualidad con la liberación como usted parece hacerlo, ha sido aclamado como una obra maestra del erotismo. A mí me parece lo opuesto, y la secuencia que estábamos discutiendo, en su tristeza y su desesperación, prueba, más bien, que utiliza el sexo como un símbolo de la imposibilidad de las relaciones.
No he hecho un film erótico, sólo un film sobre el erotismo. En todo caso, no se puede separar la conducta erótica del resto de la acción humana. Es casi siempre así: que las cosas son eróticas sólo antes que se desarrollen las relaciones. Los momentos eróticos más fuertes en una relación están siempre al principio, ya que las relaciones nacen de instintos animales. Pero toda relación sexual está condenada. Está condenada a perder su pureza, su naturaleza animal, el sexo se convierte en un instrumento para decir otras cosas. En el film, Marlon y María tratan de mantener esa pureza evitando la relación psicológica y romántica, no diciéndose recíprocamente quiénes son; pero resulta imposible, porque se desarrollan dependencias de varias clases. Brando trata en vano de defenderse de esa sentimentalidad innata, razón por la cual llega a extremos como rebajarse a sí mismo y a ella, precisamente en el momento en que descubre que el hombre que ella ama es él. Ya sabe, en lo profundo, que abandonará su ficción de hombre fuerte, que se pondrá sus zapatos puntiagudos y su corbata roja y que, tomando champagne, le dirá quién es y accederá a sus ideales burgueses, temiendo que sean, en realidad, más suyos que de ella. Es el último baile de su caótica soledad, su última defensa. Pedirle a ella que se corte las uñas e inserte los dedos en su ano es como pedirle que destruya su virilidad.
¿Por qué cree que toda relación está condenada?
Toda relación está condenada a cambiar, en todo caso. Quizás pueda mejorar, pero generalmente se deteriora. No puede permanecer igual a sí misma. Por lo tanto hay siempre una sensación de pérdida. Es este sentido de pérdida el que me hace usar la palabra "condenada" en lugar de decir "destinada".
¿Así que no cree en la posibilidad de una relación romántica?
Bien, yo mismo soy un romántico cuando digo que las primeras emociones no pueden ser repetidas. Pero no creo que las relaciones puedan desarrollarse en un nivel romántico porque no hay una razón de que deban hacerlo así; la historia y la realidad no son románticas. Y una relación debe alimentarse de la realidad para poder continuar.
¿Entonces qué puede desarrollarse entre un hombre y una mujer en un nivel conciente?
No es una pregunta muy cinematográfica... Lo que se puede desarrollar es sólo la posesión,
que apareja la destrucción del objeto amado. Ese es el sadomasoquismo en el centro de la relación y una presencia constante en todas las relaciones. Es un elemento que rara vez puede ser dominado y regulado y que puede encontrar un canal que, en lugar de dañar a la relación, encuentre a sus víctimas afuera: una suerte de masoquismo centrífugo y no centrípeto. Cuando nos arreglamos para canalizar y expresar nuestra agresión fuera de la relación, ésta puede ser salvada. Pero casi siempre trabaja contra nosotros.
¿Y qué pasa con las otras relaciones humanas menos personales? Usted ha cambiado su énfasis, alejándose de los temas políticos y sociales, y al mismo tiempo convirtiéndose en más contemporáneo. Y sin embargo defiende a un solo partido político.
En cierto sentido, siento ahora una obligación política más fuerte. Pero pienso más claramente. Creo que mi compromiso político es más maduro, menos ligado a la neurosis personal. Siento que mi presencia es una continuidad histórica, un compromiso cultural. Una presencia modesta, desde luego, pero la percibo en una forma más liberada, probablemente porque estoy también menos frustrado. En un momento yo no podía distinguir entre lo que era racional y profundamente necesario y, por otro lado, en lo que era una coartada, es decir, algo ligado a estructuras neuróticas y a la búsqueda de una conciencia limpia. En cierto sentido, creo, todos los intelectuales europeos hemos vivido durante los últimos años en esa distorsionada dimensión política.
¿Cree que ha existido una falta de claridad política? Parece que no hemos podido dar a las generaciones recientes una base para juzgar su actual momento político. Parecen más desarraigados de lo que nosotros fuimos.
El problema me interesa enormemente. El film que ahora quiero hacer está vinculado, de hecho, con el redescubrimiento de las raíces. Se llamará "Novecento" y cuenta la historia de dos niños, nacidos en ese año, a poca distancia uno de otro; uno en la casa campesina, otro en la casa del terrateniente, en Emilia. El film sigue sus vidas a través del siglo, atravesando momentos de la historia italiana. Primero amigos, luego enemigos, con el rico financiando los primeros golpes fascistas y el pobre en el Partido Comunista, navegando a través de todo el período fascista en Italia. Quiero que sea un film sobre la agonía de la cultura de la tierra, la cultura campesina, de una civilización que ha durado miles de años y que prácticamente ha muerto en 50 ó 70 años de "progreso" industrial. Es un film que quiero dedicar a las nuevas generaciones; quiero conducirlas al redescubrimiento de sus raíces reales, que son las del mundo campesino. Quiero llevar la cámara a los maizales, a los pliegues de la tierra durante la irrigación, a la tierra misma. Y en un sentido menos físico, quiero llevarlas a redescubrir ciertos valores populares que nosotros, por razones imperialistas, hemos asfixiado completamente. Es para aquellos que hoy tienen veinticinco años o menos, o sea para aquellos que sólo conocen ese mundo por la literatura (y ése también es un privilegio, después de todo), para aquellos de las grandes masas que desconocen todo sobre tales valores, que están perfectamente ignorantes sobre sus propias raíces, las que deben estar en algún lado. No creo que unas pocas décadas puedan cancelar generaciones de memoria genética; en nuestro ácido nucleico debe haber un recuerdo de los valores de la tierra. ¡Por lo menos un sedimento! Nadie ha planteado este problema.
¿Siente ahora una mayor claridad, por lo menos por ser capaz de aportar alguna guía a esta generación que está describiendo?
No, no. No tengo lecciones claras que impartir. Personalmente no veo claro: ni el problema ni la perspectiva. Pero creo que dentro del partido uno obtiene espacio para desarrollar, quizás, una visión más clara.
28 de julio de 2008
Antonio Tabucchi: "Nuestro mundo interior es otro mundo"
La que elegí para la edición italiana muestra un dibujo preparatorio -e inédito- de Picasso para Guernica. La foto de la edición francesa nos hace entrar de lleno en cierto universo portugués. Se la debo a Gérard Castello Lopes, un amigo de hace años. Fotografió los años sesenta en Lisboa, un Portugal que ya no existe. Esta imagen, muy bella, muy plástica, que muestra chicos de la calle jugando al fútbol, es a la vez inquietante: no parece ser un juego. Ese chico que tiende los brazos al cielo podría estar perfectamente muriendo por un balazo.
Ignoro aún quién era exactamente Carlos Rosa. Tenía veinticinco años, era un pequeño bandido, un ladrón de estéreos. Fue detenido por ese tipo de delitos. Aunque se descubrió todo sobre su asesinato, sí se sabe que después de una noche de detención en una comisaría de los suburbios de Lisboa, en Sacavem, su cuerpo fue encontrado decapitado en una plaza, con marcas de crueldad. Fue en mayo de 1996. Estaba entonces en Lisboa. La prensa de Portugal hizo explotar el escándalo llamando la atención de Amnesty Internacional. Me acuerdo de esta emisión de televisión: "Licencia para matar". El responsable y sus cómplices están actualmente en prisión, a la espera del juicio. De hecho, este caso reveló abusos policiales hasta entonces encubiertos. Los diarios españoles e italianos hablaron mucho sobre el tema. Para mí fue una descarga eléctrica, el punto de partida de una reflexión sobre la violencia contemporánea y la tortura.
En el momento de la aparición de "Sostiene Pereira", en 1994, Italia estaba en plena campaña electoral. "Sostiene Pereira" fue bienvenida por la prensa de izquierda, desde "La República" hasta "L'Unitá", como un mensaje, adoptado como un signo de alianza renovada por los opositores a Silvio Berlusconi. Usted dijo: "Pienso que la lectura política de mi novela es la responsable de su éxito". ¿Podemos ver en usted, si no a un militante, al menos a un escritor comprometido?
Sería una definición demasiado limitada. Me sentiría como esos insectos pinchados en una caja. La pertenencia a un partido o el compromiso no serán jamás para mí un instrumento suficiente para medir la realidad. La vida es vasta. Y la literatura y el arte, también. Y, sin duda, su función más noble es la de captar todos sus aspectos. El hombre es un universo. Todos los telescopios del mundo no lograrán captar todas las estrellas, los planetas, los satélites. Uno de mis planetas se llama, digamos, las flores de mi jardín. Otro, la frustración de Madame Bovary. Otro más, la tontería de Bouvard y Pécuchet. O la inepcia de la policía. O la belleza del cielo florentino. Todo eso para decir que no privilegio el compromiso, ni ninguna faceta de la vida, ni ninguna de mi vida de escritor. Si se pudiera clasificar a los escritores por familias, siempre me imaginé flaubertiano. Amo infinitamente a Flaubert. Y con esta novela me descubro post-stendhaliano: un caso policial, ese caso tan apreciado por Stendhal, me llevó a escribir una novela.
El cuarto descubrimiento explica que se trata de una novela "con apariencia de thriller". Es conocido su gusto incondicional por Chandler, Hammet, Simenon. ¿Qué proporción de policial quiso ponerle a "La cabeza perdida..."?
Soy todo lo contrario a un escritor "proyectual". Desde hace tiempo, me di cuenta de que la obra literaria es una criatura cabal y posee vida propia. Sería aventurado pretender dominar perfectamente su historia. De modo que "con apariencia de thriller" va perfectamente bien. De todos modos, es cierto que soy un apasionado de esa literatura "policial" (insisto en las comillas). Usted citó a Simenon: si le digo que lo considero uno de los grandes escritores del siglo, no hago más que unirme a una opinión que Gide ya expresó, y muchos otros antes de mí. Pero tomemos a Dürrenmatt: ¡lo adoro! O a Sciascia, en Italia. O a Patricia Highsmith. Es la élite de la literatura policial. Pero a veces, incluso la más popular revela mecanismos perfectos. Dejando de lado la consideración del estilo, la principal cualidad del policial es la de ser una novela "activa", que implica la complicidad del lector: a toda costa hay que descubrir algo. Es un esfuerzo, así como una sinergia. La literatura policial investiga la realidad. Plantea cuestionamientos, tanto sobre el mundo tangible como sobre la cara oculta del ser humano. Interroga. No es la menor de sus cualidades.
Ya que estamos hablando de investigación, uno se sus personajes, el joven Firmino, es periodista para una página sensacionalista. El doctor Pereira también era periodista. ¿Existe un parentesco entre ambos?
Se emparientan por su profesión, pero el nivel cultural de Pereira es infinitamente superior. Se alimenta de literatura francesa: de Balzac, de Daudet y de esos escritores católicos de los años treinta, Maritain, Bernanos, Mauriac. Firmino es alguien anclado en la praxis. Se pega a la realidad más miserable: los hospitales, las cárceles, la morgue. Siento una gran admiración por Firmino. Este tipo de periodista que toca cotidianamente lo más sórdido nos enseña más de la vida que una página de "La crítica de la razón pura".
Otro personaje fuerte de la novela -desde todo punto de vista: en lo físico es una especie de Orson Welles- es Don Juan Fernando, amante de la buena carne, de los cigarros, bibliófilo y abogado. ¿Quién es realmente?
Como un novelista puede decir de sus personajes, es alguien que me gustaría conocer en la vida real. En un mundo chato, homogeneizado, se atreve a afirmar ciertas realidades, incluidas las de la tortura, los abusos policiales. A veces eso vira hacia la metafísica. Pero siempre con una cuota de autoironia. Es el opuesto a un dogmático. Es un abogado de provincia, pero que cita a Hölderin. ¿Un esteta? Sí, pero no estetizante. Espía la vida desde su ventana. Es ante todo un marginal.
Damasceno Monteiro: ese nombre está tomado de una calle de Lisboa...
Una calle de la Graca, ese barrio popular, muy vivo, arriba del castillo Sao Gorge. Mi mujer y yo vivimos ahí. Era muy modesto, pero dos ventanas nos ofrecían una vista magnífica de la ciudad y del Tajo. Conservo una profunda nostalgia por ese departamentito. No habíamos colgado nada de las paredes: las ventanas servían de cuadros.
Contrariamente a la realidad de los hechos y a sus costumbres, Oporto es el marco de la novela y no Lisboa . ¿Por qué?
Es una elección intencional. Una novela también es una puesta en escena. Además, en una historia como ésta, de carácter policial, el decorado no es "decorativo" sino que se convierte en algo al menos tan importante como los personajes. Cuando empecé mi novela, en Lisboa, pensé: una historia tan sombría, con una violencia tal, no podría tener como marco una ciudad tan sonriente. Ya sabe: las palmeras, el sol, todo eso... Entonces, me dije, tomemos Oporto, ciudad austera, con sus edificios de piedra gris, su calor sofocante y brumoso. Estuve allí quince días. Sentí una extraña fascinación. La elección que había tomado de una manera, digamos... cínica, se convirtió en una evidencia.
Para usted, una novela también es una puesta en escena. En entrevistas anteriores usted subrayó la importancia en su vida y en su vocación de escritor de películas como "La dolce vita" o "Blow up", que le provocaron el deseo definitivo de escribir. Algunos de sus libros fueron adaptados a la pantalla, entre los que figuran "Sostiene Pereira", con Marcello Mastroianni y "Nocturno hindú", de Alain Corneau, que, según usted, supo cumplir con el desafío de partir de la historia de otro para convertirla en su historia.
La película de Alain Corneau, que para mí es una excepción, me gustó mucho. El error de la mayoría de los directores de cine cuando adaptan una obra literaria es querer completar a todo precio los vacíos de la narración, procedimiento del que desconfío. Mis historias están llenas de agujeros. Si quisiera colmarlos, estaría en problemas; dejo esta tarea al lector. La mayoría de las veces, cuando uno las ve colmadas en la pantalla no quieren decir nada. El gran mérito de Corneau es que tuvo el coraje, el talento, de hacer una película que es una no-historia: no tapó los agujeros.
La obra de Fernando Pessoa lo incitó a escribir al menos tanto como la película de Antonioni. Usted vivió durante mucho tiempo en Portugal y su "Réquiem" fue escrito en portugués. Cioran decía: "El que niega su lengua para adoptar otra cambia de identidad, incluso de decepciones". ¿Qué piensa usted de esto?
A decir verdad, escribí "Réquiem" sin plantearme preguntas, sin saber exactamente por qué. Soy incapaz de dar una razón de eso. Era un conjunto de mil cosas: la lengua, el alma, los sentimientos, el sonido de la voz, es decir, "lo vivido". Apenas ayer di una conferencia, que sin duda algún día publicaré, y que por primera vez era un esbozo de respuesta. Fue la oportunidad para dar algunas indicaciones, a los demás y a mí mismo. No faltan antecedentes: Beckett es el ejemplo más claro. Escribió en francés, en la "otra" lengua. Luego se tradujo él mismo al inglés, su lengua materna. Yo no me atreví o no tuve ganas de hacer el recorrido inverso, ese camino de regreso. Todavía no me explico la experiencia de "Réquiem". Sin duda va a ser única. ¿Pero uno puede jurar algo? Agregaría al resto, exponiéndome a parecer sibilino: uno puede olvidar en una lengua y recordar en otra.
Si el médico de Pereira le prescribe dejar de "frecuentar el pasado", su otro problema verdadero es su apetito, su obesidad, su régimen de omelettes y de limonadas. En "La cabeza perdida...", Don Fernando está planteado como un glotón, como un gourmet. Firmino, por su lado, siente náuseas con solo pensar en un plato de mondongo, esa especialidad de Oporto que también es una especie de motivo conductor de la novela. ¿Existiría un dietética de Tabucchi? ¿Es usted del tipo asceta o glotón?
Personalmente, no tengo una inclinación especial por el mondongo. Si usted sigue un poco más adelante por la calle donde vivo, Borgo Pinti, el barrio se hace muy popular. Todavía se encuentran algunos vendedores ambulantes de sandwiches de mondongo. Es muy sabroso, es una tradición florentina. ¿Si soy glotón? Sí y no... Si le atribuí a Fernando el gusto del buen comer, tal vez sea porque es un hombre que vivió penas de amor. Es un frustrado sentimentalmente hablando. Tal vez sea una compensación. Pero, ¿no nace el deseo de escribir a partir de una insatisfacción? A propósito de esto, recuerdo una frase de Pessoa, que cuando le preguntaron qué era para él la literatura dijo: "Es la demostración de que la vida no es suficiente".
En muchos aspectos, e incluso en el físico, silueta, bigotes, anteojos, usted se parece al autor del "Libro del desasosiego". Como usted cuenta en "Los tres últimos días de Fernando Pessoa", lo último que hizo antes de morir fue pedir sus anteojos. Usted ¿partiría al cielo con sus anteojos?
Lo ignoro. Pessoa estaba muy inclinado hacia el ocultismo, la teosofía. Era más o menos rosacruz. La fe en otro mundo lo acompañó durante toda su vida. Para mí no es tan evidente. Mis anteojos corrigen mi miopía, me ayudan a mirar el mundo, a mirar a los demás. Es un juego de espejos: uno mira la realidad, que luego lo penetra y le pertenece. Uno mira en uno mismo. Nuestro mundo interior ya es el otro mundo. ¿Soy agnóstico, ateo? Supongamos que soy agnóstico... No llego a hacerme a la idea de que el hombre es solamente un conjunto de partículas. Hay algo más. Un aire. Un plus, como se dice. Pero prefiero buscarlo dentro del ser humano más que en la bóveda celeste.