Los textos del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994), ganador del Premio Nacional de Literatura de su país en 1962, están impregnados de cierto clima de opresión y angustia. Un estilo sobrio y lacónico caracterizó su obra de ficción, pero también se patentizó en sus trabajos periodísticos y, como no podía ser de otro modo, en las respuestas que dio en múltiples entrevistas que se le realizaron, las que se convirtieron en verdaderas reflexiones para el recuerdo:
"Siempre dije que los críticos son la muerte; a veces demoran, pero siempre llegan".
"A mis personajes se les podría calificar de existencialistas antes de Sartre. Mucha gente piensa, o lo dice, que yo soy una buena persona, un buen tipo. Y en realidad, lo que soy es un indiferente. Yo no puedo, por ejemplo, hacerle daño a alguien, porque no me interesa. No puedo tratar de trepar con los codos, porque no me interesa".
"Hubo sí, una época en que intentamos, con impía insistencia, escribir cuentos y novelas. En la primera etapa de aquel tiempo adoptamos una posición, un estado de espíritu que se resumía en la frase o lema: aquel que no entiende es un idiota. Años después, una forma de serenidad -que tal vez pueda llamarse decadencia- nos obligó a modificar la fe, el lema que sintetiza: aquel que no logre hacerse entender es un idiota".
"El 'móvil primo' de Santa María es eso que se llamó el gobierno del general Juan Domingo Perón Primero, que en realidad fue una dictadura. A tal punto que llegó un momento en que Perón decidió prohibir algo que se llamaba 'Montevideo-Uruguay'. Yo tenía el deseo de no estar en Buenos Aires, de venirme a Montevideo. Y al mismo tiempo sabía que no podía hacerlo, por razones económicas. Pero también era consciente de que me era imposible situar mi novela en Montevideo, por falta de información. Entonces busqué un 'intermezzo', el recuerdo de un viaje que hice a la provincia de Entre Ríos. Allí estuve dos o tres días en Paraná, que tiene una rambla, como Santa María".
"En cuanto a la saga de Santa María, me gusta y persisto. ¿Autocrítica? He quemado los originales de dos novelas y media. Cualquiera se propone hacer algo y nunca, o casi, el resultado equivale al propósito. Muy lamentable para todos. Hermano: yendo a la grosería por exageración, le juro por la vida de cualquier agente literario que el mismísimo Joyce murió sin alcanzar un lenguaje literario definitivo. Compare sus tres novelas, suponga la cuarta. Por el resto, no juego a las comparanzas y no llegué a mi madurez artística. Espere y lea, si Dios quiere".
"Hace medio siglo que Joyce inventó la invención de palabras o la fusión de por lo menos un par a fin de lograr un término más poderoso y expresivo. Releyendo el 'Ulises' -tarea recomendable para despojarse de iniciales deslumbramientos- parece que JJ lo hizo sinceramente, forzado por una necesidad de decir con mayor exactitud. Años después, y no es broma, conocí a un grupo de adolescentes que empleaba con naturalidad la palabra tarúpido, telescopeada de tarado y estúpido, juro que no habían leído a Joyce -ni lo harán, probablemente- pero el término no procedía para ellos de necesidad literaria alguna sino de un respetable afán de velocidad y síntesis. A cincuenta años del 'Ulises' uno se encuentra, casi diariamente, con escritores que persisten en la novedad sin otro motivo que el de proclamar en la sobremesa hogareña o en la rueda de café, el orgullo de haber traído al mundillo una nueva palabra o un entrevero de palabras".
"Lo más importante que tengo sobre mis libros es una sensación de sinceridad. De haber sido siempre Onetti. De no haber usado nunca ningún truco, como hacen los porteños, o hacían cuando había plata y se lustraban los zapatos dos veces al día. O esa manía de grandeza de los porteños, que siempre hablan de millones ¿no? Tengo la sensación de no haberme estafado a mí mismo ni a nadie, nunca. Todas las debilidades que podés encontrar en mis libros son debilidades mías y son auténticas debilidades".
Siempre tajante, siempre provocativo, siempre polémico. Siempre Onetti.