(Ultimo tango en París). La entrevista apareció en el ejemplar de primavera de 1973.
Sigue hablando de su último film como si hubiera descubierto ahora su significado, después del estreno, discutiéndolo con amigos...
Comprendí. . . que la pareja del film no está aislada del mundo, como yo lo quise. No se puede escapar a una isla; hasta el intento de hacerlo es parte de nuestra realidad social. Resulta que mis personajes son profundamente sintomáticos. Uno no puede ocultarse en un cuarto; la realidad entra por la ventana.
Pareciera que el descubrimiento de lo que estaba haciendo realmente con "Ultimo tango en París" le llegó después de haber comenzado el rodaje...
Originalmente, quise hacer un film sobre una pareja, sobre la relación entre dos personas. Cuando empecé a trabajar y sentí que el film tomaba su forma, comprendí que estaba haciendo una obra sobre la soledad. Creo que éste es su contenido más profundo: soledad. Es lo opuesto a lo que me había propuesto describir.
¿Cómo fue el proceso de filmación?
Dejé que la realidad se hiciera cargo, durante la mayor parte del tiempo. Construí una situación y después hice una suerte de "cinema-verité" sobre los personajes, los verdaderos personajes que encontré frente a la cámara. En el caso de "Tango", sentí como si estuviera entrevistando a Brando y a María, vistos en el contexto narrativo del film. Así lo que aparece en la pantalla siempre representa el fruto de la relación que desarrollé con los personajes, y de la relación que desarrollo con los objetos y los espacios que me encuentro filmando. Es a través de la cámara que comienzo a entender a las cosas y a la gente. Es por eso que estoy continuamente abierto a la enseñanza, y absorbiendo dentro del film lo que el rodaje mismo revela, incluso si eso está en contradicción con lo que he escrito en el libreto.
¿Cómo fue su relación con los actores?
Con Brando y María mi relación subconciente era extremadamente intensa, pero creo que me las he arreglado no sólo para dejar de lado mis defensas, sino para ayudar a que ellos abandonaran las suyas. Sentí, finalmente, que este primer film que yo rodaba sobre el presente era hecho sin ninguna clase de defensas, sin excusas, sean ellas históricas, narrativas o políticas. Me parece ahora que en ese sentido se trata de un film muy liberado.
¿En qué sentido, entonces, considera que los dos personajes son profundamente sintomáticos?
El encuentro de ambos termina por ser un choque de fuerzas que tiran en direcciones distintas; la clase de choque de fuerzas que existe en todos los enfrentamientos políticos. Brando, que inicialmente es bastante misterioso, se las arregla para alterar el estilo de vida burgués de la muchacha, por lo menos al principio, mediante la fuerza de su misterio y su obvia búsqueda de autenticidad. Su forma de hacerle el amor es prácticamente didáctica. Didáctica en el sentido de que busca las raíces de la conducta humana en ese momento, después del suicidio de su esposa, cuando ha llegado simultáneamente a una cumbre y a un punto muerto. Cree que debe procurar la absoluta autenticidad en una relación, y esto, creo, da al encuentro su sentido político.
¿Un sentido político, por tanto, que usted no había planeado?
Absolutamente no. De hecho, había estado algo preocupado por lo que me parecía una carencia de términos políticos en el libreto. Estaba comenzando a preocuparme ser infiel conmigo mismo y cometer quizás un error. Porque también en mí existía una cierta estructura mental convencional, que exigía el uso de un dictamen político directo y claro en cada obra. Me estaba diciendo a mí mismo: ¡Cuidado! Vas a terminar por hacer otra "Love Story". Pero pronto comprendí, filmando, que cuando uno muestra las profundidades, cuando uno se sumerge en esa sensación de soledad y de muerte que se adhiere a toda relación en nuestra sociedad occidental y burguesa, y cuando uno comienza a identificar las razones para esta sensación de muerte, uno formula inevitablemente un dictamen político.
¿Considera que la búsqueda de este sexo "didáctico" y anónimo puede ser un antídoto para esa sensación de muerte en nuestra sociedad?
En el film, el sexo es simplemente una nueva clase de idioma que estos dos personajes tratan de inventar para comunicarse. Utilizan el idioma sexual porque éste significa la liberación del inconciente, significa una apertura. De ninguna manera, por otro lado, procuro identificar el sexo con la sensación de la muerte. No estoy formulando ninguna teoría sobre Eros-Thanatos. Simplemente estoy diciendo que cuando se describe una relación sedienta de autenticidad, se descubre todo lo que la rodea, todo lo que retacea su expresión.
En todo caso, usted enlaza los conceptos de expresión sexual y de liberación personal. ¿Cree que la auto-liberación debe ser un proceso conciente?
La auto-liberación, en el sentido en que empleo el término, es un primer paso hacia vivir mejor, hacia el encuentro de un equilibrio con el inconciente, hacia, el hallazgo de una relación pacífica con el inconciente. Estos primeros pasos pueden a menudo ser muy dramáticos, desde el momento en que tendemos a suprimir nuestros propios intentos de darlos. Suprimimos nuestras agresiones y frustramos nuestras almas. Como lo que ocurre entre Marlon y María es una especie de amor loco que continuamente se devora a sí mismo, temí que pudiera parecer aislado. En lugar de eso, se convirtió en un asunto sintomático de nuestra época.
¿No cree, entonces, que el individuo deba necesariamente estar al tanto de su búsqueda para encontrar ese equilibrio?
No. Uno puede ser conciente del significado de las acciones propias, en una forma completamente irracional. De hecho, "ser conciente" me parece una definición demasiado limitada sobre lo que estamos hablando. Esto no supone que yo rechace el psicoanálisis u otros sistemas de llegar a la conciencia, pero creo que el sistema debe ser diferente para cada uno de nosotros. Yo, por ejemplo, recorro este camino hacia la auto-liberación en una forma muy poco ortodoxa. Me siento más conciente, pero de una manera extremadamente emocional e instintiva.
¿Le conduce su intuición hacia una comprensión de esa sensación de soledad y de muerte en nuestra sociedad, más allá de nuestras convencionales respuestas encontradas en Marx y Freud?
Ambos me son muy importantes para mi obra. Pero me niego a limitar la lectura de sus significados a interpretaciones convencionales. Ciertas referencias en esa dirección me han sido útiles para comprender a los personajes de mi film. Por ejemplo, cómo un encuentro se convierte en un choque. O, para citar a María, cómo lo casual se convierte en un destino. No puedo negar cierta estructura educativa y cierta formación, de lo cual Marx y Freud forman parte, pero procuro y consigo verlas en una forma política, existencial. Al filmar "Tango", descubrí que lo que yo había considerado puntos de destino eran en realidad puntos de partida, quiero decir que comprender a mis personajes con la ayuda de psicología y política convencionales me daba sólo un vistazo inicial sobre sus complicadas estructuras personales, pero me ayudaba a aceptarlos como seres vivos frente a la cámara, y a aceptar sus contribuciones al film. Creo que debo vivir a través de las relaciones que un film crea en forma directa, sin referencias lógicas o racionales. Se podría decir, desde luego, que el film es una forma del sueño, que todo el asunto es una proyección edípica de parte de la muchacha; después de todo, ella tiene 19 años y Brando 48. Y que la historia de él podría ser otra proyección edípica (cree, en cierto sentido, que él es tanto el hijo de su esposa como el padre de la muchacha), pero prefiero no definir las cosas de esa manera. Después de todo, el film está hecho para significar cosas distintas a personas distintas; el significado final y personal de una obra depende siempre del espectador.
¿El espectador, entonces, se convierte para usted en un componente esencial de la obra?
Absolutamente; tan esencial como las luces, como los escenarios, como el hombre que empuja el carro de la cámara. Incluso cuando un público no queda absorbido por una obra, esa distancia de la obra sigue siendo un componente esencial. Pero no puedo pensar en eso cuando estoy rodando. Después de todo, cada conversación que uno emprende -y un film es un díalogo- presupone la presencia de un compañero. En el caso de la poesía, mi interlocutor es el lector; en el caso del cine es el público. No me gusta hablar solo, y no hablo solo. No hablo para mí mismo, quiero decir. Esta es, de paso, la forma en que el cine se convierte en una manera de pesar la realidad, o sea en un instrumento para comprender el mundo. Creo que esto es cierto tanto para el creador como para el espectador.
¿En cierto sentido, por lo tanto, usted explota al público?
Lo exploto dándome a mí mismo, pero también soy explotado. Es una relación a dos puntas. De paso, descubro más y más que no existe en lo humano cosa tal como la inocencia o como la culpa. Existen sólo la oferta y la demanda, algo ofrecido y algo pedido, que se mezclan en forma indistinguible. Y ni siquiera puede decirse que quien ofrece es inocente y quien pide es culpable, o viceversa. Y esto se aplica también a relaciones personales y sentimentales; nunca hay culpas. Y en lo que al público se refiere, la única cosa segura es saber que estoy buscando un público más amplio.
¿Ha cambiado sus demandas, entonces, desde cuando escribía poesía?
No, quizás ha cambiado la oferta. Creo de paso que mis films, en lo profundo, son muy generosos y que no formulo demandas excesivas. Quizás parte de mi proceso de liberación fue la aceptación de que siempre había querido crear un espectáculo. Me llevó mucho tiempo aceptar esta idea, aunque incluso mis primeros films en 8 mm., hechos con mis primos cuando éramos niños, contaban historias, en lugar de documentar la muerte de un cerdo o la inútil búsqueda de un cable abandonado en el bosque. Creo que recién con "El conformista" acepté el papel de autor de films de argumento.
¿Su dificultad en aceptar esa idea derivaba de creer que sus convicciones políticas no podían ser expresadas en la forma espectacular, o porque encontraba difícil abandonar la idea expresada diez años atrás, de que la cámara fuera el tema más importante de su obra?
Realmente no he abandonado. Llegué a un punto de ruptura cuando realicé "El doble", el film en el cual contrarié más violentamente mi propia naturaleza. Aparte del hecho de que este film me provocó un tremendo trauma psicológico, porque nadie, o casi nadie lo aceptó. Paradójicamente, ahora descubro -ahora, después de haberlo terminado y discutido- que "Tango" es, de todos mis films, el más cercano a "El doble". Ahora que he aceptado completamente mi papel de hombre del espectáculo, veo que puedo volver libremente a toda una serie de preguntas, obsesiones y discusiones sobre el sentido de la cámara, y sobre búsquedas y experimentaciones que en "La estratagia de la araña" y en "El conformista" había evitado como si fueran el demonio. Esto supone que ahora, con la seguridad que derivo del elemento espectáculo, puedo comenzar de nuevo. Esa es la razón de que encuentre a "Tango" tan cercana a "El doble", porque en "Tango" hay una búsqueda continua en términos cinematográficos, una investigación sobre el uso de la cámara, un intento de cuestionar las estructuras del cine.
En su libreto, encontré las palabras de la escena en que diserta a la muchacha sobre las estructuras restrictivas de la familia burguesa, pero no menciona que allí tenga un contacto anal con ella mientras está hablando. ¿Por qué agregó eso en el rodaje?
Me pareció que sería más claro que él acompañara la charla con un sufrimiento directo sobre ella, interpretándole, al usarla, la violencia de doble faz que le describe. Es una violencia que procura enseñar, la violencia del maestro, el afán destructor contra la idea de la familia. El impulso de ella por ser libre, cuando grita y repite "¡libertad, libertad!" es muy real y también doble: ella quiere verse libre de lo que él dice pero también libre de él. Lo que él hace sobre ella es, por tanto, una especie de salvajada didáctica.
¿Quiere decirme que usa la perversión con el disfraz de una enseñanza anti-burguesa?
Es un momento de catarsis. El es conciente, pero está asimismo dividido, en ese momento, entre su conciencia y su placer por la perversión. Se sumerge en la perversión como catarsis personal, pero también, en parte, porque la perversión le sirve como una fuga.
¿Quiere decir una fuga de la impotencia? Porque él, obviamente, no puede vivir nunca de acuerdo a los principios de los que habla. A través del film lo muestra como un hombre que defiende un principio y vive por otro, o por ninguno.
Parcialmente sí, pero asimismo como una fuga del dolor causado por el suicidio de su mujer. Hay muchas formas de superar esa clase de dolor, siendo la perversión y el sexo las obvias. El sexo es muy cercano a la muerte, como sensación.
Ciertamente la metáfora que está sugiriendo parece ubicar el personaje de Brando en una dualidad de motivación. Su film, especialmente en Estados Unidos, donde tenemos tendencia a igualar la sexualidad con la liberación como usted parece hacerlo, ha sido aclamado como una obra maestra del erotismo. A mí me parece lo opuesto, y la secuencia que estábamos discutiendo, en su tristeza y su desesperación, prueba, más bien, que utiliza el sexo como un símbolo de la imposibilidad de las relaciones.
No he hecho un film erótico, sólo un film sobre el erotismo. En todo caso, no se puede separar la conducta erótica del resto de la acción humana. Es casi siempre así: que las cosas son eróticas sólo antes que se desarrollen las relaciones. Los momentos eróticos más fuertes en una relación están siempre al principio, ya que las relaciones nacen de instintos animales. Pero toda relación sexual está condenada. Está condenada a perder su pureza, su naturaleza animal, el sexo se convierte en un instrumento para decir otras cosas. En el film, Marlon y María tratan de mantener esa pureza evitando la relación psicológica y romántica, no diciéndose recíprocamente quiénes son; pero resulta imposible, porque se desarrollan dependencias de varias clases. Brando trata en vano de defenderse de esa sentimentalidad innata, razón por la cual llega a extremos como rebajarse a sí mismo y a ella, precisamente en el momento en que descubre que el hombre que ella ama es él. Ya sabe, en lo profundo, que abandonará su ficción de hombre fuerte, que se pondrá sus zapatos puntiagudos y su corbata roja y que, tomando champagne, le dirá quién es y accederá a sus ideales burgueses, temiendo que sean, en realidad, más suyos que de ella. Es el último baile de su caótica soledad, su última defensa. Pedirle a ella que se corte las uñas e inserte los dedos en su ano es como pedirle que destruya su virilidad.
¿Por qué cree que toda relación está condenada?
Toda relación está condenada a cambiar, en todo caso. Quizás pueda mejorar, pero generalmente se deteriora. No puede permanecer igual a sí misma. Por lo tanto hay siempre una sensación de pérdida. Es este sentido de pérdida el que me hace usar la palabra "condenada" en lugar de decir "destinada".
¿Así que no cree en la posibilidad de una relación romántica?
Bien, yo mismo soy un romántico cuando digo que las primeras emociones no pueden ser repetidas. Pero no creo que las relaciones puedan desarrollarse en un nivel romántico porque no hay una razón de que deban hacerlo así; la historia y la realidad no son románticas. Y una relación debe alimentarse de la realidad para poder continuar.
¿Entonces qué puede desarrollarse entre un hombre y una mujer en un nivel conciente?
No es una pregunta muy cinematográfica... Lo que se puede desarrollar es sólo la posesión,
que apareja la destrucción del objeto amado. Ese es el sadomasoquismo en el centro de la relación y una presencia constante en todas las relaciones. Es un elemento que rara vez puede ser dominado y regulado y que puede encontrar un canal que, en lugar de dañar a la relación, encuentre a sus víctimas afuera: una suerte de masoquismo centrífugo y no centrípeto. Cuando nos arreglamos para canalizar y expresar nuestra agresión fuera de la relación, ésta puede ser salvada. Pero casi siempre trabaja contra nosotros.
¿Y qué pasa con las otras relaciones humanas menos personales? Usted ha cambiado su énfasis, alejándose de los temas políticos y sociales, y al mismo tiempo convirtiéndose en más contemporáneo. Y sin embargo defiende a un solo partido político.
En cierto sentido, siento ahora una obligación política más fuerte. Pero pienso más claramente. Creo que mi compromiso político es más maduro, menos ligado a la neurosis personal. Siento que mi presencia es una continuidad histórica, un compromiso cultural. Una presencia modesta, desde luego, pero la percibo en una forma más liberada, probablemente porque estoy también menos frustrado. En un momento yo no podía distinguir entre lo que era racional y profundamente necesario y, por otro lado, en lo que era una coartada, es decir, algo ligado a estructuras neuróticas y a la búsqueda de una conciencia limpia. En cierto sentido, creo, todos los intelectuales europeos hemos vivido durante los últimos años en esa distorsionada dimensión política.
¿Cree que ha existido una falta de claridad política? Parece que no hemos podido dar a las generaciones recientes una base para juzgar su actual momento político. Parecen más desarraigados de lo que nosotros fuimos.
El problema me interesa enormemente. El film que ahora quiero hacer está vinculado, de hecho, con el redescubrimiento de las raíces. Se llamará "Novecento" y cuenta la historia de dos niños, nacidos en ese año, a poca distancia uno de otro; uno en la casa campesina, otro en la casa del terrateniente, en Emilia. El film sigue sus vidas a través del siglo, atravesando momentos de la historia italiana. Primero amigos, luego enemigos, con el rico financiando los primeros golpes fascistas y el pobre en el Partido Comunista, navegando a través de todo el período fascista en Italia. Quiero que sea un film sobre la agonía de la cultura de la tierra, la cultura campesina, de una civilización que ha durado miles de años y que prácticamente ha muerto en 50 ó 70 años de "progreso" industrial. Es un film que quiero dedicar a las nuevas generaciones; quiero conducirlas al redescubrimiento de sus raíces reales, que son las del mundo campesino. Quiero llevar la cámara a los maizales, a los pliegues de la tierra durante la irrigación, a la tierra misma. Y en un sentido menos físico, quiero llevarlas a redescubrir ciertos valores populares que nosotros, por razones imperialistas, hemos asfixiado completamente. Es para aquellos que hoy tienen veinticinco años o menos, o sea para aquellos que sólo conocen ese mundo por la literatura (y ése también es un privilegio, después de todo), para aquellos de las grandes masas que desconocen todo sobre tales valores, que están perfectamente ignorantes sobre sus propias raíces, las que deben estar en algún lado. No creo que unas pocas décadas puedan cancelar generaciones de memoria genética; en nuestro ácido nucleico debe haber un recuerdo de los valores de la tierra. ¡Por lo menos un sedimento! Nadie ha planteado este problema.
¿Siente ahora una mayor claridad, por lo menos por ser capaz de aportar alguna guía a esta generación que está describiendo?
No, no. No tengo lecciones claras que impartir. Personalmente no veo claro: ni el problema ni la perspectiva. Pero creo que dentro del partido uno obtiene espacio para desarrollar, quizás, una visión más clara.