16 de junio de 2009

Los monstruos de Vallejo

César Vallejo (1892-1937), poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista peruano, nació en Santiago de Chuco y murió en París. Su merecida fama de poeta oscureció -hasta hace algunos años- sus cualidades de narrador y ensayista. A los treintaiún años abandonó el Perú y se dirigió a Francia. A su país no regresará jamás. Amargado y pobre, viajó por España y la Unión Soviética. Como testigo excepcional, su obra registró elementos claves de la vida política de España, en cuya capital escribió y publicó, en 1931, la novela "El tungsteno". El cuento "Paco Yunque", también escrito en Madrid, fue editado veinte años después. Ambas obras constituyen una extraordinaria muestra del realismo social en las letras hispanoamericanas. La obra narrativa de Vallejo se completa con "Escalas melografiadas", 1923; "Fabla salvaje", 1923; "Hacia el reino de los Sciris", 1944; y "Cuentos cortos", publicados en 1967, en el libro "Novelas y cuentos completos". Su obra poética comprende "Los heraldos negros", 1919; "Trilce", 1922; "España, aparta de mí este cáliz", 1939; y "Poemas humanos (1923-1938), 1939. Al cumplirse el cincuentenario de su fallecimiento, este último se reeditó con un prólogo del poeta cubano Roberto Fernández Retamar (1930), quien, entre otros conceptos, decía: "En los poemas de Vallejo pasan cosas: es la suya una poesía llena de temporalidad, para emplear un término grato a Machado; y es una poesía dramática, en todos los sentidos: incluso en el de que en ella tiene lugar un drama. Sabemos cuál es su protagonista, porque nos es nombrado varias veces: César Vallejo. A ese prota­gonista le pasan cosas, y esas cosas, digámoslo aunque parezca melodramático, o quizá precisamente por ello, esas cosas se llaman la vida. A nadie debe extrañarle que a Vallejo, como a Martí, lo sientan suyo hombres de diversas confesiones. Sabemos (y ello nos enorgullece íntimamente) que Vallejo, como Martí, fue un revolucionario; que Vallejo fue un comu­nista militante: pero, ¿quién se atrevería a considerarlo enmurallado en sus creencias cuando esas creencias no tienen nada que ver con una muralla? En la medida en que los otros sienten suyo a Vallejo, están sin­tiendo como suyos los grandes padecimientos, los grandes anhelos y las grandes esperanzas de este hombre -en el buen sentido de la palabra, bueno-; de este comunista que murió, también, de universo, y sobre cuya tumba desnuda se oye arder este verso suyo: 'su cadáver estaba lleno de mundos', cuando cualquier hispanoamericano real visita conmovido el cementerio de Montrouge".
A ese libro pertenece el siguiente poema:

LOS NUEVE MONSTRUOS

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.