30 de junio de 2010

Las reflexiones de Federico Fellini

Si algo caracterizó a Federico Fellini fue su inalterada creatividad para mezclar sus obsesiones personales con las más diversas reflexiones sobre la naturaleza del cine, construyendo al mismo tiempo un mundo particular, privado e íntimo de imágenes visuales líricas y poéticas. Cuando murió en 1993, el periodista catalán Antonio Franco (1947) escribió un jugoso artículo en el nº 10 de la revista "Co & Co". En él afirmaba que el director italiano había definido su propia identidad por su enorme capacidad para ir por la vida mirando a su alrededor, captando las cosas cinematográficamente y descifrando las metáforas visuales que le pasaban por delante. Toda esa aptitud de apreciación "la acompañó siempre de una excepcional capacidad de distanciamiento de la esencia burguesa de acomodamiento, rendición, cobardía cotidiana, sumisión, mediocridad, imperio del ego y avidez del corto plazo" que lo rodeaba en la Italia de su época.


Durante las penurias y estrecheses que marcaron su vida en los años de la Segunda Guerra Mundial -en que buscó, sin medios, una oportunidad de convertirse en actor- la burguesía fue objeto de sus cavilaciones, de modo tal que llegó a saber verla y entenderla en toda su pobreza ideológica y su esencia superficial, captando sus afanes "para lograr una modernidad accesible, aunque sin invertir en ello la menor dosis de inteligencia". Sin embargo, Fellini fue sustancialmente un burgués "de esos que se afeitan diariamente en una barbería, que comen pasta bañada en salsa boloñesa, que gustan quedarse en su casa perezosamente ante el televisor las noches en que la esposa sale para ir al cine o a un concierto, y que nunca ocultan una actitud genéricamente machista ante las mujeres a partir del principio de que le gustan absolutamente todas", remata Franco. De esa, su propia esencia burguesa, salieron sus películas, esa esencia que lo llevó a ser consciente de los problemas y sensibilidades de su clase a lo largo de prácticamente toda la segunda mitad del siglo XX.


Desde la inicial "Lo sceicco bianco" (El jeque blanco) -hubo un film anterior codirigido con Alberto Lattuada (1914-2005): "Luci del varietá" (Luces de variedades)- hasta la postrera "La voce della luna" (La voz de la luna) pasando, naturalmente por "8½", "La dolce vita" y "Amarcord", el cine de Fellini rezumó una maestría desbordante a partir de sus legendarios personajes: las gordas cariñosas, las putas sensatas, los periodistas decadentes, los ricos sofisticados, los fascistas ordinarios, los cineastas enajenados, los sinvergüenzas modernos... Todo un catálogo de sujetos puestos de relieve de una manera más que original para quedar grabados para siempre en la mitología y convertirse en arquetipos clásicos. De sus múltiples entrevistas han quedado para la historia algunas reflexiones que merecen ser recordadas. He aquí algunas de ellas:


El cine:
"No voy nunca al cine. Pero cuando voy, sólo me interesa la historia de fondo. Nunca presto atención a los movimientos de la cámara, a los primeros planos, a los 'travellings'. No conozco los clásicos del cine: Murnau, Dreyer, Eisenstein; vergonzosamente nunca los vi. Al cine no iba mucho de niño. Muchas veces no tenía dinero, no me lo daban. Una vez que llegué a Roma, empecé a ir más al cine. Cuando no sabía adónde ir, siempre estaban las películas próximas al espectáculo de variedades. Los preliminares del espectáculo siempre me emocionaron, como el circo. El desbarajuste que precede al espectáculo de variedades, los directores que llegan a la orquesta, los acordes, la voz del cómico y los pasos de las chicas detrás del telón. Me gustaba ir por el ambiente: el ruido de la sala, el olor a pipí de niño, la salida de emergencia y el momento en que la gente, después de la película, llegaba a la calle. Ver a los hombres y las mujeres aturdidos todavía por el espectáculo y sorprendidos por el frío, alguien que canturrea el motivo de una película, risotadas, en cierto ambiente de fin del mundo, de desaire".

Luis Buñuel:
"Me habían dicho que hablaba y era sordo cuando me lo presentaron en Cannes, en 1960. Buñuel me gustó enseguida, totalmente, a causa de su pinta de zapatero, de marionetista, de minero contento porque le ha salido bien una huelga. Y cuando luego se alejó, vi que su manera de andar era la de un obrero cansado arrastrando mucho peso o tirando de una carretilla".

Los diálogos:
"En el cine los diálogos no son importantes para mí. La utilidad del diálogo es únicamente facilitar información a los espectadores, y creo que en el cine es mejor utilizar otros elementos para eso, como la iluminación, los objetos, el decorado en que se produce la acción, porque contienen mucha más carga de expresión que una serie de páginas y más páginas de diálogos".

Las películas:
"Creo que hago películas porque no sé hacer otra cosa. Desde que grité por primera vez: '¡Cámara! ¡Acción! ¡Corten!', me pareció que lo había estado haciendo siempre, que no hubiera podido hacer otra cosa y que aquello era yo y aquella era mi vida. Por eso, al hacer cine no me propongo otra cosa que seguir esa inclinación natural de contar historias que me gustan. No podría haber vivido sin hacer películas. Si hay que tener remordimientos (cosa que, entre paréntesis, no creo), yo tengo el remordimiento de no haber hecho más películas. Quisiera haber hecho de todo lo que se mira: documentales, anuncios publicitarios, emisiones infantiles, funciones de marionetas en los jardines públicos...".

Las prostitutas:
"La prostituta es el contrapunto esencial de una madre a la italiana. No se puede concebir una sin la otra. Y así como la madre nos ha nutrido y vestido, con la misma fatalidad, hablo por lo menos de mi generación, la puta nos ha iniciado en la vida sexual. Todos les estamos agradecidos a esas mujeres que han realizado nuestros deseos, nuestras esperanzas y fantasías, y las han transformado en algo casi siempre pobre y mezquino pero de todas formas fantástica. Es por lo que la prostituta, criatura infernal, conserva a pesar de ello el poder y la fascinación de aquello que parece evocado de un modo ultraterreno. No es comprensible y, por ello mismo, es inmensa e inasible, omnisciente e ingenua. Exactamente como nuestras fantasías, de las cuales es no sólo ladrona sino realizadora".

Ocho y medio:
"Pensaba que mis ideas estaban claras. Quise hacer un film honesto, sin mentiras en absoluto. Pensé que tenía algo que decir... así de sencillo. Un film que podría ser útil para todos, que ayudase a enterrar para siempre todas esas cosas muertas que todos llevamos dentro. Sin embargo, soy el primero que no tiene valor para enterrar nada. Ahora tengo la cabeza llena de confusión, tan grande como una torre. No tengo nada que decir, pero a la vez quiero decirlo todo".

El Neorrealismo:
"Para mi el neorrealismo es una manera de ver la realidad sin prejuicios, sin convicciones entre ella y yo, afrontarla sin ideas preconcebidas, mirándola de forma honesta, sea la realidad que sea. No solo la social, sino también la espiritual y la metafísica, en resumen: Todo lo que hay en el interior del hombre".

La dolce vita:
"Comprendo que 'La dolce vita' constituyó un fenómeno que trascendió la película en sí. El título de la película no tenía ninguna intención moralista ni denigrante. Sólo significaba que, a pesar de todo, la vida tiene su dulzura profunda de la que no se puede renegar. Creo que jamás tuve la intención lúcida de denunciar, criticar, fustigar, satirizar. No me enardecía la intolerancia ni el desdén ni la rabia. No quería acusar a nadie. No hay un fin. No hay un comienzo. Sólo hay la infinita pasión de la vida".

El fascismo:
"El fascismo es el entorpecimiento de la inteligencia, un condicionamiento que sofoca la imaginación y cualquier tipo de autenticidad. La forma de ser un fascista, tanto psicológica como emocionalmente, es ser una persona violenta, ignorante, exhibicionista y pueril. Yo considero al fascismo como una degeneración a nivel histórico de una temporada individual (que es la adolescencia), donde el joven se corrompe a si mismo y prolifera con la habilidad de evolucionar y convertirse en adulto. El fascista existe en todos nosotros. No podemos combatir en su contra sin identificarnos con nuestro ignorante, insignificante e impulsivo ser".

Amarcord:
"La historia sucede en lo que podría ser cualquier región de Italia en los treinta, bajo el control de la Iglesia y el Fascismo. Es el relato de la floja, impenetrable y encerrada existencia de las provincias italianas; de las perezozas, las poco visionarias y más bien ridículas aspiraciones enterradas ahí; la fascinante contemplación del mítico Rex mientras navegaba, inaccesible y inútil; el cine norteamericano con sus falsos prototipos; del 21 de abril, el nacimiento de Roma. La película quiere ser el retrato de esa provincia italiana y es por eso que el elemento que caracteriza más íntimamente el episodio del 'Federale' (el jerarca fascista) es el condicionamiento bufonesco, de teatralidad, de infantilidad, de sujeción a un poder titiritesco, a un mito ridículo, es justo el centro de la película, su clímax. El fascismo ha sido un modo de ver la vida desde un punto de vista no personal sino colectivo y, en cuanto motivo colectivo, la visita del 'Federale' es, independientemente de lo anecdótico e histórico, el verdadero fondo de toda la historia".

Los productores:
"La imbecilidad y la mediocridad de los productores de cine me han ayudado, en definitiva, a tomar conciencia sobre la naturaleza y la importancia de mi trabajo y a buscar un equilibrio sin el cual habría caído en un idealismo, en un desconocimiento de los problemas prácticos de cada día, a veces muy tontos, que constituyen la realidad del cine".

La política:
"El compromiso y la militancia política creo que impiden el desarrollo integral de las personas. Mi antifascismo es biológico. No podré olvidar jamás el aislamiento en que estuvo Italia durante veinte años. Hoy tengo una profunda aversión -y en este punto sé que soy vulnerable- hacia todas las ideas que pueden traducirse en fórmulas políticas. Estoy comprometido con la independencia respecto a los partidos. Y eso que me encanta comprometerme a fondo con las cosas frívolas y de hecho me comprometo muy a fondo con todo lo que hago".

Fantasía e imaginación:
"El 'Diccionario Palazzi' dice lacónica y textualmente de la fantasía: 'Facultad imaginativa del hombre'. Entonces pensé consultar qué decía de la imaginación, pese a que según mi opinión ambas cualidades se diferencian notablemente o, mejor dicho, son dos fases, dos momentos distintos de una misma función. A mí me parece que la imaginación, la imagen, es un producto psíquico, la materia prima del subconsciente, que éste libera y envía a la superficie, de acuerdo con ritmos, temperaturas y exigencias individuales. El 'Palazzi' añade a la palabra 'imaginación' una larga y sugestiva lista de sinónimos, derivados y consanguíneos: fantasía, alucinación, rareza, capricho, concepción, conjetura, contemplación, castillos en el aire, delirio, desvarío, ficción, extravagancia, idea, ilusión, invención, hipótesis, inspiración, espejismo, pensamiento, percepción, presentimiento, extrañeza, suposición, e incluso antojo. Puede que la fantasía sea una especie de limbo, de frontera, de zona, de dimensión propiamente fantástica donde hacemos vivir lo que deseamos. O también, la fantasía es una atmósfera impalpable e indefinible, una gran pantalla en la cual viven y se componen historias, personajes y sueños".

La televisión:
"¿Ha pasado alguna vez toda una tarde de domingo delante del televisor? A través de las diversas emisiones circula una atmósfera de relajo dominical llena de buena voluntad, una especie de ambiente de fiesta. Pero todo eso subraya ejemplarmente el carácter lúgubre, depresivo e hipnótico que caracteriza a todos los espacios televisivos. Y el telespectador cae en un tipo de distracción propio de un atardecer irreal y tonto, como el que se vive en las salas de conversación de los asilos, los hospitales, los hospicios y los demás sitios en los que la vida ha quedado en cierto modo interrumpida, alienada, decepcionada, ausente. La televisión añadió caos visual y confusión. La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural".

El hombre creativo:
"Un hombre creativo es aquél que se coloca entre los cánones consoladores, reconfortantes, de la cultura consciente y el inconsciente, el magma original, la oscuridad, la noche, el fondo del mar. Son estas llamadas, esta mediumnidad, las que hacen al hombre creataivo. Un hombre creativo habita, se sitúa, vive en esa zona, para operar una transformación, símbolo de vida; y lo que pone en juego es su propia vida o su salud mental".

Su filmografía transitó diversos períodos de la producción audiovisual italiana. Desde la estética neorrealista surgida después de la Segunda Guerra Mundial hasta la progresiva decadencia de sus últimos años, pasando por una etapa próspera de los grandes productores en los años '60 y las alianzas y financiamientos provenientes de la televisión. Su obra se destaca también por la mezcla de lo fantasioso con la realidad subjetiva, lo que lo llevó, en algunas ocasiones, a acercarse más al surrealismo que al neorrealismo. Como quiera que sea, en ningún caso su filmografía se pareció a aquello que el escritor norteamericano James Ellroy (1948) repite varias veces en "Destination: morgue!" (Destino: la morgue) al referirse al cine de Hollywood: "Los nombres cambian en los créditos, pero la mierda es la misma de siempre".

27 de junio de 2010

Entremeses literarios (CIV)

JUEGO GENIAL
Guillermo Bustamante Zamudio
Colombia (1958)

Las enciclopedias constatan la inconsistencia de las versiones sobre el origen del ajedrez. Queda claro que tal diversión no tuvo un origen único y que, gracias a un proceso de transformación constante, llegó al estado en que hoy lo conocemos, con sus ingeniosas e infatigables posibilidades. Parte de dicho proceso es la desaparición de una pieza que antes disfrutaba de funciones específicas. Hoy conocemos parejas de alfiles, caballos y torres, además de peones, rey y dama. Pues bien, antes, entre el alfil y la dama, existía otra pieza: el gato. Uno solo era suificiente. El gato no tenía reticencia en orinar el vestido de la dama, desobedecer al rey, hacer mofa de la solemnidad del alfil, empujar a los peones en formación, arañar al caballo y realizar ágiles cacerías de pájaros y baños de sol encima de las torres. Era muy difícil sorprenderlo en la contienda. Debía ser eliminado siete veces. No avisaba jaque. Tomaba piezas en cualquier dirección como resultado de perplejantes saltos acrobáticos. En el gato del otro bando no veía un enemigo, era frecuente encontrarlos en rochela hacia el centro del tallero. Tan maravillosa pieza del ajedrez se sacrificó, no sin sonoras quejas -y pese al respeto que culturas orientales brindan al animalito- a nombre de la seriedad que hoy caracteriza al juego.


LA DIRECTORA DE ORQUESTA
Mireia Sentís
España (1947)

La orquesta estaba preparada, el público expectante. Entró la directora, una pequeña mujer de nariz larga y grandes ojos. Muy seria y sin saludar, atacó una sinfonía con vitalidad desbordante. El pelo le caía por la cara; dirigía con los ojos cerrados. De repente, de su batuta empezó a salir una abundante lluvia que esparcía por todas partes con su frenético movimiento de brazos. Los músicos intentaron continuar, el público se cubría como podía. El pelo de la directora estaba empapado, pero ella seguía con los ojos cerrados. El público se tiró al suelo cubriéndose la cabeza con los brazos. Varios músicos dejaron de tocar e intentaron proteger sus partituras. La directora abrió unos ojos extrañados. Miró su batuta, la fuerza de la lluvia redobló. Vinieron los bomberos que, con dificultad, se la pudieron llevar. La directora observó, por fin, al público; estaba sin habla, perdida tras su arrebato. Los espectadores se fueron incorporando, a algunos músicos les entró la risa. En esos momentos de impasse, entraron unas chicas vestidas de odaliscas y distribuyeron ramos de piedras.


SUEÑO Y VIGILIA
Alejandro Martino
Argentina (1954)

Podemos hablar de los sucesos del sueño única y exclusivamente por comparación con los de la vigilia. Yo, que en los sueños vuelo con la naturalidad innata de las aves, en la vigilia tengo dificultades para saltar el agua de las zanjas cuando llueve un poco. Yo, que en los sueños traduzco del latín al ruso, del griego al alemán o del quichua al guaraní, en la vigilia lucho con mi idioma natal para saber dónde van las tildes, las haches y las zetas. Yo, que en sueños no necesito más que abrir los ojos o afinar el oído para comprender el sentido último del arte, en la vigilia confundo izquierda con derecha, arriba y abajo y, a veces, me quedo helado ante las tres luces de un semáforo. Yo, que en sueños domino la perspectiva histórica de la humanidad, hito por hito, pueblo por pueblo, desde el Big Bang hasta el año 1998 de la era cristiana (5759 del calendario hebreo) en la vigilia no justifico que mi padre haya nacido antes que mi hijo. Podemos hablar de los sucesos del sueño única y exlusivamente por comparación con los de la vigilia. Se los digo yo, que en sueños escribí lo que ustedes leen ahora y en la vigilia no hago otra cosa que esperar el sueño.


LA MUJER TRANSPARENTE
Angel Olgoso
España (1961)

La mujer se desnuda, unta de miel todo su cuerpo con minuciosidad, se revuelca a conciencia en un montón de trigo dispuesto en el pajar, recoge parsimoniosamente los granos pegados a la piel, uno por uno, y elabora con ellos una sabrosa torta que dará a comer al hombre cuando regrese. Con la leña del horno arden también pasadas aflicciones y crueldades, se queman una vez más temores y egoísmos, las lágrimas estallan de nuevo entre chispas esparciendo un fragante aroma que perfuma la casa como si fuese incienso. Los ojos de la mujer, vigilantes y esperanzados, se dirigen a la entrada y su corazón late con una fuerza que parece ensanchar las puertas. Se ha soltado la cinta del pelo y ha adornado la mesa con flores en torno al pastel incitador. Cuando el hombre llega, pasa ante la mujer sin detenerse y sin mirarla, anunciando que viene comido.


DIA DE CLASE
Alejandro Bentivoglio
Argentina (1979)

El maestro pidió el cuaderno al niño. El niño se lo entregó y el maestro pudo ver que solo había garabatos y dibujos sin sentido.
- ¡Usted es un irresponsable! -gritó el maestro-. ¡Vaya a la dirección!
El niño asintió con gesto cansino, el gesto del que conoce bien la terrible distancia que separa la infancia de la adultez. Se levantó del pupitre con extrema delicadeza, se alisó los bigotes y salió del aula.


AUTOESTIMA
Raúl López Nevado
España (1979)

El horrible monstruo, de 253.435,3 cabezas, 585.377 bocas, 3.133.333 narices y una sola oreja, tomó asiento ante el psiquiatra.
- ¿Su problema? -preguntó el doctor casi sin levantar la vista de la libreta.
El deforme ser inspiró hondamente por todas y cada una de sus narices antes de contestar.
- Verá, doctor, me siento rechazado por mi físico.
El psiquiatra lo miró un instante.
- Comprendo -dijo-; la gente a veces es muy cruel. Mire, le daré la dirección de un dietista amigo mío.
- ¿Y él podrá ayudarme?
- Sin duda -dijo el médico guiñando un ojo-: estoy seguro de que no habrá mujer que se le resista en cuanto haya perdido usted esos kilitos que le sobran.


LA PIERNA DORMIDA
Enrique Anderson Imbert
Argentina (1910-2000)

Esa mañana, al despertarse, Félix se miró las piernas abiertas sobre la cama y, ya dispuesto a levantarse, se dijo: "¿y si dejara la izquierda aquí?". Meditó un instante. "No, imposible; si echo la derecha al suelo, seguro que va a arrastrar también la izquierda, que lleva pegada. ¡Ea! Hagamos la prueba". Y todo salió bien. Se fue al baño, saltando en un solo pie, mientras la pierna izquierda siguió dormida sobre las sabanas.


SUICIDIO LITERARIO
Fernando Alcalá Suárez
España (1980)

Cuando miró por la ventana y vio que no pasaba nadie, puso un pie sobre el alféizar. El viento azotaba su cara y supo que había llegado el momento. No más humillaciones, no más sufrir. Había tocado fondo. Ese era su límite y lo iba a hacer, no iba a esperar más. Puso el otro pie, cerró los ojos y gritó. Afortunadamente, la calle seguía desierta cuando el enorme primer volumen de su novela inconclusa dio con sus páginas en el suelo. Era el final perfecto.


LOS NOCTUIDOS
Fanny Buitrago
Colombia (1945)

Hay ciertos insectos que nacen al amparo de la noche cerrada. Crecen, procrean y mueren antes del amanecer. Nunca llegan al día de mañana. Sin embargo, experimentan segundo a segundo, la intensa agonía de vivir, se aparean con trepidante gozo y luchan ferozmente para conservar sus territorios vitales, sus lujosas pertenencias: el lomo de una hoja, la cresta moteada de un hongo o el efímero esplendor del musgo tierno besado por la lluvia. Quizá -instintivamente- en un punto ciego entre la muerte, implacable antes del estallido del sol matinal y la promesa infinita, telúrica, de la evolución hacia un estado superior, dichos insectos se frotan las patas lanzándose a una lucha fratricida. Envanecidos con la tentación de liquidar a sus semejantes y dominar el mundo.


INVITADOS
Luis Mateo Díez
España (1942)

Los invitados llegaron a casa a la hora prevista. Angela y yo les recibimos encantados. La cena fue exquisita. La conversación brillante y entretenida hasta que las copas comenzaron a hacer efecto. Entonces se iniciaron esos pequeños altercados que son fruto de las envidias y las maledicencias y que lastran las amistades por largas que sean. Yo, como siempre, me quedé dormido. Para las copas soy un desastre. Cuando desperté, con el sol en la ventana y la mañana del domingo muy avanzada, tardé un rato en percatarme del desastre en que se había convertido el salón. Todo estaba destrozado. En la alfombra pisé una enorme mancha que me pareció de sangre. La mancha se repetía en las paredes. Llamé a Angela, angustiado. La casa estaba vacía y lo que de ella pude ver, hasta que sonó el teléfono, en parecidas condiciones al salón. El timbre del teléfono acrecentó el dolor de cabeza que, se apoderaba de mí. Me llevé la mano a ella y sentí un bulto pegajoso. Temí desvanecerme. Descolgué el aparato temblando.
- Ninguno de vosotros me quiso nunca -musitó una voz compungida y llorosa en el auricular, y en seguida escuché el sonido de un disparo.
Antes de salir al jardín y observar los cuerpos mutilados que colgaban de los árboles dejé caer el teléfono con la sensación de que el aroma quemado de la pólvora abrasaba mi mano.

Pier Paolo Pasolini. El fútbol como prosa y poesía

"Dejando a un lado al cineasta y al escritor, ¿qué le gustaría ser?", le preguntaron a Pier Paolo Pasolini (1922-1975). "Un buen jugador de fútbol. Después de la literatura y el erotismo, para mí el fútbol es uno de los mayores placeres". La entrevista, que apareció en "La Stampa" del 24 de enero de 1973, bien podría complementarse con otra publicada en "L'Europeo" del 31 de diciembre de 1970: "Resumiendo, ¿qué es lo que tiene el fútbol que nos hipnotiza, Pasolini?". El respondió: "El fútbol es la última representación sagrada de nuestro tiempo. En el fondo es un rito, también evasión. Mientras otras representaciones sagradas, inclusive la misa, están en franca decadencia, el fútbol es la única que permanece. El fútbol es el espectáculo que ha sustituido el teatro. El cine no ha podido sustituirlo, el fútbol sí. Porque el teatro es una relación entre un público de carne y hueso y personajes de carne y hueso. En cambio, el cine es una relación entre una platea de carne y hueso y una pantalla, entre sombras. El fútbol es un espectáculo en el cual un mundo real, el de las gradas del estadio, se mide con los protagonistas reales, los deportistas en el campo de juego, que se mueven y se comportan según un ritual preciso. Por esto considero al fútbol el único gran mito que permanece vivo en nuestro tiempo".
El comprometido y controversial realizador de cine, novelista, poeta y ensayista era simpatizante del Bologna, el club de su ciudad natal, y desde niño había practicado con pasión y habilidad el deporte más popular del mundo. Incluso, siendo estudiante universitario, fue capitán del equipo de fútbol de la Facultad de Filosofía y Letras de Bologna con el que ganó en 1941 el Campeonato Interfacultades. Al igual que el filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976), Pasolini fue un jugador avezado, habilidoso con la pierna izquierda. Sus vivencias futboleras quedaron reflejadas en su novela "Ragazzi di vita" (Chicos de la calle) de 1955, en la que reflejaba aquello que afirmaría Albert Camus (1913-1960) tiempo después: "Luego de muchos años durante los cuales el mundo me ha permitido vivir experiencias variadas, lo que sé acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol".
Ocho meses antes de su trágica muerte se dio la que, tal vez, haya sido su última participación en un partido de fútbol. El lugar fue el campo de juego de las divisiones inferiores del Parma, cercano al estadio Ennio Tardini. Los participantes fueron los equipos de rodaje de "Novecento" (1900), el film que Bernardo Bertolucci (1941) estaba rodando en Parma, y de "Saló o le 120 giornate di Sodoma" (Saló o los 120 días de Sodoma) que filmaba Pasolini y que sería su última película. La excusa fue restablecer la paz entre ambos directores luego de una crítica realizada por el director de "Uccellacci e uccellini" (Pajaritos y pajarracos) hacia su antiguo ayudante de dirección y que fuera mal acogida por éste. La fecha fue el 16 de marzo de 1975 y el resultado, tal como lo consignó "La Gazzetta di Parma" al día siguiente, fue 5 a 2 a favor de los de Bertolucci. Según se cuenta, aquella tarde Pasolini abandonó enfurecido el campo de juego.
No conforme con la mera práctica del juego, Pasolini se propuso teorizar sobre el fútbol, un fenómeno al que veía como un rito con mecanismos de evasión profundamente arraigado en la cultura del lumpenproletariado italiano. Influído por el estructuralismo lingüístico fundado por el suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913) -que serviría de inspiración al movimiento intelectual que desarrollaría en los años '50 Claude Lévi Strauss (1908-2009)-, Pasolini escribió un artículo titulado "Il calcio é un linguaggio con i suoi poeti e prosatori (El fútbol es un lenguaje con sus poetas y prosistas). El mismo fue publicado por "Il Giorno" en su edición del 3 de enero de 1971, cuando estaban frescos aún los recuerdos de la final de la IX Copa Mundial de Fútbol que se había jugado en México y en la que Italia había sido vencida por Brasil por 4 a 1, en un encuentro que es considerado como uno de los mejores en la historia del fútbol. El ensayo formó parte de la obra "Saggi sulla letteratura e sull'arte" (Ensayos sobre literatura y arte) que se publicó en 1999 y que incluía también críticas sobre las obras de Jean Calvino (1509-1564), Michelangelo Caravaggio (1571-1610), Johann Sebastian Bach (1685-1750) y Pietro Longhi (1701-1785) entre muchos otros. El artículo de marras dice así:

En el debate sobre los problemas lingüísticos que artificialmente distancian a literatos de periodistas y a periodistas de futbolistas, fui preguntado por un atento periodista, para el "L'Europeo": pero en la rotativa mis respuestas han resultado un poco reducidas y flojas (¡debido a las exigencias periodísticas!). Como el tema me gusta, desearía retomarlo con un poco de calma y con la plena responsabilidad de lo que digo.
¿Qué es una lengua? Un sistema de signos, responde, de la manera más exacta hoy, un semiólogo. Pero ese "sistema de signos" no es sólo y necesariamente una lengua escrito-hablada (ésta que usamos aquí ahora, yo escribiendo y tú, lector, leyendo). Los "sistemas de signos" pueden ser muchos. Pongamos un caso: yo y tú, lector, nos encontramos en una habitación donde están presentes también Ghirelli y Brera, y tú quieres decirme de Ghirelli algo que Brera no debe escuchar. Entonces no puedes hablarme por medio del sistema de signos verbales, debes adoptar forzosamente otro sistema de signos: por ejemplo, el de la mímica. Entonces empiezas a gesticular con los ojos y la boca, a agitar las manos, a hacer movimientos con los pies, etcétera. Eres el "cifrador" de un discurso "mímico" que yo descifro: eso significa que tenemos en común un código "italiano" de un sistema de signos mímico.
Otro sistema de signos no verbal es el de la pintura; o el del cine; o el de la moda (objeto de estudios de un maestro en este campo, Roland Barthes), etcétera. El juego del fútbol es un "sistema de signos"; es decir, una lengua, aunque no verbal. ¿Por qué hago este discurso -que quiero continuar esquemáticamente después-? Porque la discusión que enfrenta el lenguaje de los literatos con el de los periodistas es falsa. Y el problema es otro. Veamos. Cada lengua (sistema de signos escritos-hablados) posee un código general. Pongamos el italiano: yo y tú, lector, al usar este sistema de signos, nos comprendemos, porque el italiano es nuestro patrimonio común, "una moneda de cambio". Sin embargo, cada lengua está articulada en varias sublenguas, de las que cada una posee un subcódigo: así pues, los italianos médicos se comprenden entre sí -cuando hablan su jerga especializada- porque cada uno de ellos conoce el subcódigo de la lengua médica; los italianos teólogos se comprenden entre ellos porque poseen el subcódigo de la jerga teológica, etcétera. También la lengua literaria es una lengua jergal que posee un subcódigo (en poesía, por ejemplo, en vez de decir "esperanza" se puede decir "espeme", pero ninguno de nosotros se sorprende de esta cosa extraña, porque todos sabemos que el subcódigo de la lengua literaria italiana requiere y admite que en poesía se usen latinismos, arcaísmos, palabras apocopadas, etcétera).
El periodismo no es más una rama menor de la lengua literaria: para comprenderlo nosotros nos valemos de una especie de sub-subcódigo. En pocas palabras, los periodistas no son más que unos escritores que, para vulgarizar y simplificar conceptos y representaciones, se valen de un código literario, digamos -por permanecer en el ámbito deportivo- de serie B. También el lenguaje de Brera es de serie B respecto al lenguaje de Carlo Emilio Gadda y de Gianfranco Contini. Y el de Brera es, quizá, el caso más noblemente cualificado del periodismo deportivo italiano. Por lo tanto, no existe conflicto "real" entre escritura literaria y escritura periodística: es esta segunda la que, siendo servil como ha sido siempre, y enaltecida ahora por su empleo en la cultura de masas (¡que no es popular!), tiene pretensiones un poco soberbias, de advenedizo. Pero pasemos al fútbol.
El fútbol es un sistema de signos, o sea un lenguaje. Tiene todas las características fundamentales del lenguaje por excelencia, el que nosotros nos planteamos en seguida como término de confrontación, o sea el lenguaje escrito-hablado. De hecho, las "palabras" del lenguaje del fútbol se forman exactamente igual que las palabras del lenguaje escrito-hablado. Ahora bien, ¿cómo se forman estas últimas? Se forman a través de la llamada "doble articulación", o sea a través de las infinitas combinaciones de los fonemas que son, en italiano, las veintiún letras del alfabeto. Los fonemas, por tanto, son las "unidades mínimas" de la lengua escrito-hablada. ¿Queremos divertirnos definiendo la unidad mínima de la lengua del fútbol? Veamos: "Un hombre que usa los pies para patear un balón" es tal unidad mínima: tal "podema" (si queremos seguir divirtiéndonos). Las infinitas posibilidades de combinación de los "podemas" forman las "palabras futbolísticas", y el conjunto de las "palabras futbolísticas" forma un discurso, regulado por auténticas normas sintácticas. Los "podemas" son veintidós (casi igual que los fonemas), las "palabras futbolísticas" son potencialmente infinitas, porque infinitas son las posibilidades de combinación de los "podemas" (en la práctica, los pases de balón entre jugador y jugador); la sintaxis se expresa en el "partido", que es un auténtico discurso dramático.
Los cifradores de este lenguaje son los jugadores, nosotros, en las gradas, somos los descifradores: así pues, poseemos en común un código. Quien no conoce el código del fútbol no entiende el significado de sus palabras (los pases) ni el sentido de su discurso (un conjunto de pases). No soy ni Roland Barthes ni Greimas, pero como aficionado, si quisiera, podría escribir un ensayo mucho más convincente que esta mención, sobre la "lengua del fútbol". Pienso, además, que se podría escribir también un bonito ensayo titulado "Propp aplicado al fútbol", porque, naturalmente, como toda lengua, el fútbol tiene su momento puramente "instrumental", rigurosa y abstractamente regulado por el código, y su momento "expresivo".
En efecto, antes he dicho que toda lengua se articula en varias sublenguas, cada una de las cuales posee un subcódigo. Pues bien, en la lengua del fútbol se pueden hacer también distinciones de este tipo: también el fútbol posee unos subcódigos, desde el momento que, de ser puramente instrumental, pasa a convertirse en expresivo. Puede haber un fútbol como lenguaje fundamentalmente prosístico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético. Para explicarme, pondré -anticipando las conclusiones- algunos ejemplos: Bulgarelli juega un fútbol en prosa: él es un "prosista realista". Riva juega un fútbol en poesía: él es un "poeta realista". Corso juega un fútbol en poesía, pero no es un "poeta realista": es un poeta un poco maldito, extravagante. Rivera juega un fútbol en prosa, pero la suya es una prosa poética, de Elzevir. También Mazzola es un "elzeviriano", que podría escribir en el "Corriere della Sera", pero es más poeta que Rivera: de vez en cuando él interrumpe la prosa e inventa en seguida dos versos fulgurantes.
Quiero aclarar que entre la prosa y la poesía no hacemos distinción de valor; la mía es una distinción puramente técnica. Sin embargo, entendámonos: la literatura italiana, sobre todo la reciente, es la literatura de los Elzevir: ellos son elegantes y extremadamente estetizantes, su fondo es casi siempre conservador y un poco provinciano... en fin, democristiano. Entre todos los lenguajes que se hablan en un país, incluso los más jergales y difíciles, hay un terreno común que es la cultura de ese país: su actualidad histórica. Así, precisamente por razones de cultura y de historia, el fútbol de algunos pueblos es fundamentalmente en prosa; prosa realista o prosa estetizante (este último es el caso de Italia), mientras que el fútbol de otros pueblos es fundamentalmente en poesía.
En el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: se trata de los momentos del gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una perturbación del código: todo gol es ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente como la palabra poética. El máximo goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. En este momento lo es Savoldi. El fútbol que expresa más goles es el fútbol más poético. También la gambeta es de por sí poética (aunque no siempre como la acción del gol). De hecho, el sueño de todo jugador (compartido por todo espectador) es salir del centro del campo, gambetear a todos y marcar. Si, dentro de los límites permitidos, se puede imaginar en el fútbol una cosa sublime, es precisamente ésta. Pero no sucede jamás. Es un sueño que he visto realizado sólo en "I due maghi del pallone" (Los dos magos del balón), la película de Franco Franchi que, aunque sea a nivel rústico, ha conseguido ser perfectamente onírico.
¿Quiénes son los mejores gambeteadores del mundo y los mejores goleadores? Los brasileños. Por lo tanto, su fútbol es un fútbol de poesía: de hecho, en él todo está basado en la gambeta y en el gol. El "catenaccio" (encadenado) y la triangulación (que Brera llama geometría) es un fútbol de prosa: en efecto, está basado en la sintaxis, o sea en el juego colectivo y organizado: es decir, en la ejecución razonada del código. Su único momento poético es el contraataque, con el gol añadido (que, como hemos visto, no puede más que ser poético). En definitiva, el momento poético del fútbol parece ser (como siempre) el momento individualista (gambeta y gol; o pase inspirado). El fútbol en prosa es el del llamado sistema (el fútbol europeo). Su esquema es el siguiente:


El gol, en este esquema, está encomendado a la conclusión, a ser posible de un "poeta realista" como Riva, pero debe derivar de una organización de juego colectivo, basado en una serie de pases geométricos ejecutados según las reglas del código (Rivera en esto es perfecto: a Brera no le gusta porque se trata de una perfección un poco estetizante y no realista, como en los centrocampistas ingleses o alemanes).
El fútbol en poesía es el del fútbol latinoamericano. Su esquema es el siguiente:


Esquema que para ser realizado debe requerir una capacidad monstruosa de gambetear (cosa que en Europa es repudiada en nombre de la "prosa colectiva") y el gol puede ser inventado por cualquiera y desde cualquier posición. Si gambeta y gol son los momentos individualistas-poéticos del fútbol, es por eso que el fútbol brasileño es un fútbol de poesía. Sin hacer distinción de valor, sino en sentido puramente técnico, en México la prosa estetizante italiana ha sido vencida por la poesía brasileña.

24 de junio de 2010

Rüdiger Safranski: "La brecha entre ricos y pobres crea conflictos que la escasez de recursos energéticos y el cambio climático no hacen más que enardecer"

Escribe el humanista alemán Rüdiger Safranski (1945): "Si se deja todo librado a las leyes del mercado, la especie humana puede cometer el peor de los males: suicidarse. Tomemos el caso de China. Con el actual desarrollo industrial de ese país, sus mil quinientos millones de habitantes pueden llegar a tener en breve tiempo el mismo porcentaje de automóviles por cabeza que en Alemania. Eso significará que, en menos de una generación, el aumento de la polución terminará por asfixiar a la humanidad. Es necesario un cambio de conciencia y también una nueva moral. El ideal del progreso debe ser limitado por esa moral. La civilización humana es el fruto de una serie de capacidades técnicas derivadas de la imaginación, de la inventiva humana. Esa misma inventiva humana que ha creado el bienestar material del que gozamos, también ha dado origen a una normativa moral. Ahora bien, es preciso crear normas que nos permitan enfrentar el deslumbrante y peligroso avance técnico contemporáneo. Y esto es posible". Filósofo e historiador de las ideas, Safranski es autor de numerosos estudios y biografías sobre grandes personalidades de la cultura alemana como Friedrich Schiller (1759-1805), Ernest T.A. Hoffmann (1776-1822), Arthur Schopenhauer (1788-1860), Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Martin Heidegger (1889-1976). Estudió Filosofía, Germanística, Historia e Historia del Arte en la Universidad de Frankfurt y luego en la Universidad Libre de Berlín, de la que fue profesor entre 1972 y 1977. Luego, y por espacio de cinco años, se dedicó a la educación de adultos y a editar la prestigiosa revista "Berliner hefte" antes de abocarse exclusivamente a la escritura a partir de 1987. De su producción ensayística se destacan los libros "Das böse, oder das drama der freiheit" (El mal, o el drama de la libertad) y "Wieviel globalisierung verträgt der mensch?" (¿Cuánta globalización podemos soportar?). En ocasión de la publicación en Argentina de "Romantik. Eine deutsche affäre" (Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán), Héctor Pavón lo entrevistó vía correo electrónico para la edición del 23 de abril de 2010 del diario "Clarín".


¿Qué pasaba en su país en el inicio del siglo XIX para que surgiera un movimiento tan particular, interesante y complejo como el Romanticismo?

En ese momento, Alemania no era todavía una "nación" en sentido político, sino una unión cultural, lingüística. De ahí la importancia del arte, la música, la filosofía y la literatura, que ocupaban un lugar privilegiado en el ambiente burgués. Esto dio gran empuje a todo el movimiento literario-filosófico y permitió que la "generación" en torno al 1800 saliera a escena con proyectos audaces. Querían producir una revolución en el terreno del espíritu, despertar la originalidad y la fantasía del individuo. Florecía un deseo renovado del "yo": en el centro de la atención se encontraba el "sujeto", con sus sueños, pensamientos, fantasías. Había un gran gusto por la experimentación y un anhelo de lo infinito. Todo eso confluye en una disposición general del espíritu que luego recibe el nombre de Romanticismo.

¿Cree que fue el momento más elevado de Alemania en cuanto a la producción de ideas filosóficas, literatura, poesía, arte?

Sí, fue un momento de apogeo. Pero no olvidemos que el Romanticismo se hallaba íntimamente ligado a otras corrientes: el Clasicismo, el Idealismo, etcétera. En Jena, por ejemplo, bastaba con cruzar de acera para que se encontraran el Romanticismo y el Clasicismo. Los románticos eran los más jóvenes y rebeldes, y se disputaban la autoridad con los que eran un poco mayores, con Schiller por ejemplo. Goethe en cambio era admirado y honrado por los románticos, algo de lo que no renegaba pues se sentía halagado. También en la filosofía descollaban figuras que contribuyeron al apogeo del Romanticismo: Fichte, Schelling, Hegel... todos estuvieron inspirados por el espíritu romántico. ¡Y ni qué hablar de la música! El Romanticismo hizo de la música el lenguaje del alma. Durante este período la música devino en un lugar sagrado, cuyos profetas eran Beethoven y después Schubert y Schumann.

En su libro "Romanticismo", usted señala que la Revolución Francesa fue "el triunfo de la tiranía de la razón". ¿Es un triunfo contra el individuo?

La Revolución Francesa tuvo su origen en el espíritu de emancipación, pero luego terminó desarrollando un nuevo terrorismo del conformismo. La sociedad entera fue sometida a un nuevo tipo de razón y de virtud. La religión quedó mal parada, triunfó la utilidad económica.

Usted afirmó que "el Romanticismo es también una continuación de la religión con medios estéticos". ¿Cómo considera el Romanticismo a la religión?

El presupuesto del Romanticismo fue una crítica abierta, ilustrada a la religión, es decir que cuando el Romanticismo entra en escena, la religión ya está debilitada. El Romanticismo considera la religión oficial, con sus dogmas e instituciones, muy limitada. Pero a diferencia de la Ilustración , no persigue el desencantamiento liso y llano de lo misterioso, sino que quiere conservar lo enigmático, lo infinito, lo misterioso, y no como una manifestación autoritaria impuesta desde afuera, sino como una "manifestación del alma", esto es, una subjetivación de lo religioso. Lo que les preocupa a los románticos en primer lugar no es la moral sino las percepciones estéticas, ya sea en el arte, la literatura, la filosofía, la música. Por eso podemos decir que el Romanticismo sustituye la relación dogmática-moral con la religión por una unión estética-perceptiva con lo trascendental, es decir, es la continuación de la religión con recursos subjetivos, estéticos. En este punto podemos observar algunas similitudes con el tipo moderno de religiosidad.

¿El Romanticismo jaqueó al cristianismo al ampliar la oferta de lecturas? La Biblia deja de ser la lectura por excelencia...

Sí, el gran filósofo de la religión durante el Romanticismo, Friedrich Schleiermacher, considera que la Biblia es un buen libro, pero que en realidad cada uno puede hacerse su propia Biblia, encontrar su religión en su alma. Para Schleiermacher la religión es "sentido y gusto por lo infinito".

¿Cómo se puede entender la presencia del Romanticismo en el nacionalsocialismo?

Los románticos se iniciaron muy centrados en lo subjetivo y luego fueron descubriendo el sentimiento de comunidad, y finalmente también el sentimiento de unión nacional, de historia nacional. Comenzaron a recolectar canciones y cuentos populares, etcétera. Pero abogaron siempre por la libertad y no eran nacionalistas. Pese a esto, más tarde los nacionalistas, y de hecho también los nacionalsocialistas, gustaron de remitirse al sentimiento nacional de los románticos. Esa instrumentalización posterior llevó en algunas ocasiones al -injusto- descrédito de los románticos. Finalmente, los ideólogos del nacionalsocialismo advirtieron que los románticos no cuadraban del todo con sus conceptos agresivos, racistas, y postularon su propio romanticismo que llamaron "romanticismo de acero" y que poco tiene que ver con el verdadero romanticismo.

¿Qué marcas dejó el Romanticismo en la cultura alemana?

La cultura alemana se encuentra atravesada por la tradición romántica. Thomas Mann, por ejemplo, siempre sostuvo ser un hijo del Romanticismo. "Der zauberberg" (La montaña mágica) es una novela profundamente romántica. La música siguió siendo romántica por lo menos hasta Gustav Mahler y "Carmina Burana" de Carl Orff. El Romanticismo también se refleja en la cultura política. No es casual que el movimiento "verde", ecologista, haya logrado en Alemania sus primeras conquistas; eso está ligado a la tradición romántica del amor por la naturaleza.

¿Los movimientos de resistencia global son románticos?

Precisamente los ecologistas, por ejemplo, se inscriben en una tradición romántica, lo adviertan o no. También la actitud simpatizante por la diversidad de las culturas se remonta a una idea romántica que fue desarrollada sobre todo por el proto-romántico Johann Herder.

Muchos de los románticos del '68 hoy ocupan cargos ejecutivos en empresas o en la burocracia estatal. ¿Ahí termina la utopía?

No necesariamente. En Schiller encontramos al respecto una bella apreciación. En su obra de teatro "Don Karlos, Infant von Spanien" (Don Carlos), el marqués de Posa hace llevar a su amigo el siguiente mensaje: "Decidle que debe respetar los sueños de su juventud cuando llegue a hombre...".

En su libro "¿Cuánta globalización podemos soportar?" señala que la globalización incluye el hecho de que el pensamiento global se democratiza. ¿A qué "pensamiento" se refiere?

La conexión a través de las redes de TV e Internet, por ejemplo, intensifica la comunicación, y los modos de pensamiento se intercambian y asimilan unos a otros. En el pasado, el solo hecho de la distancia hacía que las regiones permanecieran alejadas. Hoy las distancias se han eliminado y el intercambio de informaciones ocurre en tiempo real. Por primera vez en la historia de la humanidad estamos en presencia de una simultaneidad real, susceptible de ser vivida. Esto tiene consecuencias sustanciales: estamos yendo efectivamente hacia una sociedad mundial. En el pasado, era posible que los tiranos no se sintieran observados, hoy ya no. Es decir, que en el establecimiento de una esfera pública mundial radica una oportunidad: mejora los presupuestos de la democratización. Eso es bueno. Lo que no es tan bueno, sin embargo, es que el crecimiento de la red de comunicaciones puede significar también una asimilación en sentido conformista que se percibe, por ejemplo, en ciertos aspectos de la cultura: el pop es igual en todas partes, también el cine e incluso la literatura se está asimilando. Ahí hay que tener cuidado. ¡Más diversidad y menos simplismo!

También sostiene que el hombre puede actuar e intentar blandirse contra los peligros del exterior. ¿Qué papel les cabe a las redes sociales de Internet?

A través de las redes, las personas crean su propio mundo social. A su vez, pueden advertir que no son tan impotentes como parece y obtener una mayor realimentación de la que era posible en el pasado, y eso fortalece el sentimiento de poder subjetivo. A lo que hay que prestarle atención, sin embargo, es a preservar la esfera privada puesto que si vamos a la Red, la Red viene a nosotros y puede atraparnos. La Red ofrece libertad pero también puede arrebatárnosla.

Poéticamente se ha referido a la búsqueda del "claro", del espacio propio, donde se puede "habitar en el extravío". ¿Quiénes cuentan con la capacidad de hacerse un "claro" en la jungla mundial?

En principio, cualquiera puede hacerlo. Sólo se trata de descubrir qué es lo que uno quiere y qué es lo adecuado para uno. Es cierto que esto no resulta del todo sencillo frente a la cantidad y variedad de ofertas de comunicación. Debemos aprender a establecer los propios límites, de lo contrario corremos el riesgo de convertirnos en un estanque de estímulos externos y perder el rostro propio.

En su libro "El mal", cita a Sade cuando éste se refiere a que la naturaleza no impide las matanzas sino que más bien las induce. ¿El siglo XXI continuará con las guerras del "estado de excepción permanente" como propone Giorgio Agamben?

Seguramente vamos a ser testigos de más guerras y matanzas, aunque quizá ya no de guerras mundiales como las del siglo XX: más bien guerras locales, "asimétricas", estados desintegrados, guerras de bandos, terroristas, etcétera. No olvidemos que sigue habiendo armas nucleares, esto es, el potencial de autodestrucción de la humanidad sigue disponible. Y tampoco se puede descartar un desvío de armas nucleares "sucias" hacia la circulación "privada". La brecha entre ricos y pobres crea conflictos que la escasez de recursos energéticos y el cambio climático no hacen más que enardecer. De ahí que no se pueda garantizar un mundo en paz. La experiencia también enseña que la supuesta "bondad" natural del hombre no garantiza la paz. El hombre tan bueno no es y para conservar la paz necesita de la justicia, pero también la protección por medio de las armas. Al parecer, la paz seguirá siendo siempre una paz "armada".

¿Cree que el mal hoy es fácilmente identificable? O por el contrario, es el lobo con piel de cordero...

Creímos haber dejado atrás la era de la ideología (comunismo, fascismo, etcétera), cuya característica era el hecho de hacer el mal en nombre de lo supuestamente bueno (la clase, la raza, entre otras). Sin embargo esto no ha terminado. El islamismo de hoy es la barbarie enmascarada, disfrazada de religión: el mal bajo el velo del bien. Por otro lado, el mal se halla oculto en el mecanismo meramente impersonal, objetivo, económico de los mercados. El gran daño que éstos pueden causar acabamos de verlo con la última crisis financiera.

El mundo del trabajo, que incluye a los que trabajan y a los que quieren trabajar y no pueden, ¿es la mayor resistencia contra la vida romántica?

Si el hombre queda reducido a un "homo oeconomicus", no hay buenas perspectivas para el Romanticismo. Pero contra esto algo se puede hacer. El hombre es mucho más que un "animal de carga"; basta con que lo advierta y empiece a jugar, a soñar, a fantasear, a ir más allá de lo ordinario y lo acostumbrado, para que se encuentre ya, sin darse cuenta, camino a ser un romántico.

Hay quienes sostienen que vivimos un retorno a pensar en el individuo a través de una filosofía humanista. ¿Cree que el Romanticismo también podría ser recobrado para esta causa?

Estamos redescubriendo que el hombre también es un "homo empathicus". Un ser que sabe de compasión, capaz de ponerse en el lugar del otro, de ser solidario, un ser con sentido de la justicia. Somos animales capaces de llorar y de alegrarnos, no sólo por nosotros mismos sino también por otros. Somos seres que no habitamos un único mundo, el material, sino muchos otros mundos en nuestra mente y nuestra alma. El hombre puede ser una criatura maravillosa; no debemos olvidarlo pese a todos los problemas.

Sam Harris: "La moderación religiosa no nos permite decir las cosas realmente críticas que debemos decir sobre la vil estupidez del fundamentalismo religioso"

"Creer que Dios existe es creer que uno se encuentra en alguna relación con su existencia, tal que dicha existencia es ella misma la razón de la creencia de uno. La religión no es más que el área de nuestro discurso en la que la gente se protege sistemáticamente de la exigencia de aportar pruebas en defensa de sus creencias firmemente sostenidas... Cuando tenemos razones para creer lo que creemos, no tenemos ninguna necesidad de fe; cuando no tenemos ninguna razón, o sólo tenemos malas razones, hemos perdido nuestra conexión con el mundo y con los seres humanos... La fe religiosa es un poderoso obstáculo al diálogo". Quien vierte estas afirmaciones es el ensayista norteamericano Sam Harris (1967), quien ha cobrado notoriedad con su libro "The end of faith" (El fin de la fe) aparecido en 2004, al que siguió, 
dos años más tarde, "Letter to a christian nation" (Carta a una nación cristiana) como 
respuesta a las críticas que recibió su primer libro. Vehemente defensor del ateísmo, al que define como la herramienta para la destrucción de las "malas ideas" -aquellas en las que la religión es especialmente prolífica-, afirma que ésta es "uno de los más perversos desaprovechamientos de la inteligencia que nunca se han desarrollado". "El ateísmo -dice Harris- no es sino un compromiso con el nivel más básico de honestidad intelectual: las convicciones de una persona deberían ser proporcionales a sus pruebas. Pretender estar seguro de algo cuando no se está -en realidad, pretender estar seguro sobre proposiciones para las que ni siquiera es concebible prueba alguna- es un defecto tanto intelectual como moral. Sólo el ateo ha comprendido esto. El ateo es simplemente una persona que ha percibido la mentira de la religión y que ha rechazado convertirla en una mentira propia". Tales afirmaciones, como era previsible, generaron muchas controversias y fueron ampliamente criticadas, acusándoselo de caricaturizar a las diferentes religiones -cristianismo, judaísmo, islamismo- y de resaltar únicamente sus aspectos negativos sin valorar sus supuestas aportaciones socialmente constructivas. Filósofo licenciado en la Universidad de Standford y especializado en tradiciones religiosas orientales y occidentales, Harris trabaja en la actualidad en el campo de las neurociencias intentando desentrañar los mecanismos cerebrales de las creencias religiosas. Quienes lo defienden lo comparan con el poeta y filósofo romano Tito Lucrecio Caro (99-55 a.C.), autor de una de las mayores obras poéticas de su tiempo: "De rerum natura" (De la naturaleza de las cosas), un extenso poema de alrededor de siete mil cuatrocientos hexámetros distribuidos en seis libros, en el que expuso su visión del universo como un conjunto fortuito de átomos que se mueven en el vacío, y defendió la idea de que todos los fenómenos terrestres respondían exclusivamente a causas naturales y, por lo tanto, no se regían por un poder divino. De este modo, se proponía liberar a la humanidad de las supersticiones religiosas que le impedían lograr la verdadera paz del alma y la felicidad. Dos mil años después, Harris hace hincapié, primordialmente, en los daños causados por la religión dogmática e institucionalizada y, desde sus ensayos, ha logrado generar una importante polémica que tuvo repercusiones en distintos medios periodísticos norteamericanos como "Newsweek", "The New York Times", "The San Francisco Chronicle", "The Chicago Tribune" y "New Scientist" entre otros. Lo que sigue a continuación son algunos fragmentos sobresalientes de dos entrevistas que Harris concedió Blair Golson y Thomas May, de la revista digital "Truthdig" y de la página web "Amazon.com" respectivamente, ambas en abril de 2006.


¿Qué le movió a escribir "El final de la fe"?

Fue mi reacción inmediata después del 11 de septiembre; el momento en el que se vio que estamos entrando en un conflicto global de inspiración teológica con el mundo musulmán, y que nos íbamos a decir lo contrario, basándonos en el respeto que le otorgamos a la fe. Lo último que íbamos a admitir era que había personas que estrellaban aviones contra nuestros edificios por la idea que tenían de Dios. Nos inventamos eufemismos diciendo que es una guerra contra el terror, que el Islam es una religión de paz, y de este modo se acentúa aún más nuestra propia religiosidad como nación. En el momento en que se hizo patente esta dinámica, y se hizo patente en el plazo de veinticuatro horas, comencé a escribir el libro.

¿Qué quiere decir usted cuando afirma que la intolerancia es intrínseca a cualquier credo? ¿Y qué consecuencias se derivan de ello?

La afirmación central de cualquier credo es que es el único verdadero. La verdad, para los cristianos, es que Jesús era realmente el hijo de Dios, y realmente resucitó, y realmente volverá para juzgar a vivos y muertos. Es un hecho. Es una verdad metafísica, es una verdad física, es una verdad histórica; quien esté en el sitio adecuado en el momento adecuado presenciará el regreso de Jesús con un ejército de ángeles. Esta descripción del mundo, o bien es cierta, o bien es falsa. Si es cierta, sólo los cristianos tienen razón y sólo los cristianos irán al Cielo. Así pues, esta doctrina, por definición, excluye las pretensiones de verdad de cualquier otra religión. Los musulmanes afirman que Jesús, si bien era un profeta, no era divino, y que todos los que piensen que es divino irán al infierno. Así se dice explícitamente en el Corán. Se trata de afirmaciones mutuamente incompatibles sobre el mundo. Y es peor aún. Son afirmaciones incompatibles que son extremadamente motivadoras, pues los adherentes piensan que la diferencia entre creer lo correcto y creer lo correcto supone la diferencia entre pasar la eternidad en el infierno o en el paraíso. Y eso es una gran diferencia.

¿A qué temores tuvo que enfrentarse antes de escribir un libro así, firmarlo con su nombre y poner su foto en él?
 
Obviamente, me preocupa la cuestión de la seguridad. Mientras escribía el libro, el efecto Salman Rushdie no me era totalmente ajeno, pero llega un momento en el que uno tiene que escribir con sinceridad sobre estas cosas, y yo he tomado unas medidas razonables para garantizar mi seguridad.
 
¿Cómo suele reaccionar la gente cuando usted les explica la tesis de su libro? Cuando conoce a alguien en una cena, por ejemplo.
 
Depende de cómo empiece la conversación . Si yo comienzo con mi crítica del Islam, los que están en el lado conservador del espectro normalmente lo comprenden, y los liberales lo ven como que estoy rompiendo un tabú, repudiando su corrección política y su multiculturalismo. A la inversa, si empiezo con mis preocupaciones sobre la intrusión de la religión es nuestra propia vida política, a los liberales en general les encanta, pues comparten mis temores, pero los conservadores cristianos empiezan a protestar. De forma que puedo establecer una conexión, o no, según en que aspectos insista.
 
Pero lo que tal vez sea la tesis más central de su libro, el ataque a la propia fe irracional, ¿no ofende a la gente en ambos extremos del espectro político?
 
El aspecto más controvertido de mi libro ha sido las críticas que hago a los creyentes moderados. La mayoría piensa que, si bien el extremismo religioso es peligroso y genera discrepancias, la tolerancia religiosa es absolutamente intachable y es el remedio para todos nosotros en este frente. Pero los creyentes moderados están amparando a los fundamentalistas por el respeto que exigen los moderados que se dispense al discurso basado en la fe. La moderación religiosa no nos permite decir las cosas realmente críticas que debemos decir sobre la vil estupidez del fundamentalismo religioso. Como resultado de ello, el fundamentalismo sigue en el candelero, y los fundamentalistas utilizan de modo muy cínico y astuto la cobertura que les proporciona la corrección política de nuestro discurso.
 
Usted dice también que la moderación religiosa impide acceder a un enfoque más sofisticado de la espiritualidad, la ética y la construcción de comunidades fuertes. ¿Qué quiere decir con ello?
 
La moderación religioso no es, en última instancia, más que entresacar de las escrituras lo que más interesa. No es más que filosofía diluida de la Edad del Hierro. No se trata de un planteamiento propio del siglo XXI para hablar de la vida contemplativa, o de la experiencia espiritual, o de normas éticas, o de esos aspectos que mantienen el vigor y la salud de una comunidad. La moderación religiosa consiste en relajar los estándares de adhesión a los antiguos tabúes y supersticiones. No es más que eso. Los cristianos moderados han acordado no leer la Biblia literalmente e ignorar totalmente ciertos pasajes, y así llegan a una versión mucho más progresista, tolerante y ecuménica del cristianismo. Sólo escuchan a Jesús cuando está predicando el Sermón de la Montaña, y afirman que eso es el auténtico cristianismo. Pues no, eso no es el auténtico cristianismo. Es una lectura selectiva de ciertos aspectos del cristianismo. La otra cara del cristianismo siempre está esperando en el libro a que se la resucite. Se puede encontrar el Jesús de Tesalónicos 2, el que regresará y echará a los pecadores a la fosa. Ese es el Jesús que se celebra en las novelas. Ese es el Jesús que la mitad de la población estadounidense espera que descienda de las nubes.
 
¿Qué hay en los principios del Islam que presente un mayor riesgo para la supervivencia de nuestra especie que, por ejemplo, los principios del cristianismo?
 
La doctrina del martirio y la yihad es más explícita y central para la fe islámica. Desde luego, ha habido mártires cristianos, y a lo largo de los años muchas matanzas se han reconciliado con la doctrina cristiana, y por supuesto que la Biblia se puede leer de tal forma que se justifique la Inquisición y todas las demás cosas que hemos visto en la historia del cristianismo que parecen exactamente igual de malas que lo que vemos actualmente en el mundo musulmán, pero el Islam tiene unas cuantas características exclusivas que son problemáticas. Una de ellas es que es una doctrina mucho más coherente, es decir, el Corán es un libro mucho más corto, más coherente, y no hay ningún Sermón de la Montaña al que uno se pueda agarrar y que pueda usarse como baluarte contra las demás sandeces peligrosas que dice el libro, como ocurre en el caso de la Biblia. El mensaje básico del Corán es realmente el odio hacia los infieles. El infiel sólo sirve para arder en el infierno; el creador del universo se dedica a burlarse del infiel y maldecirlo y avergonzarlo y destruirlo, no a perdonarlo e indultarlo. Hay que ignorar al infiel, en ningún caso hacer amistad con él. Cuando se asume el poder: subyugar, convertir o matar al infiel. No hay más opciones que éstas tres. Los musulmanes devotos se toman en serio el Corán y el Hadid porque no hay otra variedad de Islam. No existe ninguna escuela moderada del Islam que sugiera que en realidad el Corán fue escrito por hombres y tal vez no sea la palabra de Dios, o que hay que interpretarlo de manera muy muy libre. La mayoría de los musulmanes son lo que en el mundo cristiano denominaríamos "fundamentalistas".
 
¿Pero qué hay de la tradición de las sociedades islámicas de consultar con los mullás o los imanes antes de actuar conforme a una directriz del Corán? ¿Esas personas no moderan los edictos más severos de la ley islámica?
 
Es innegable que existe un gran volumen de discurso sobre lo que dice el Corán en realidad. Hay mucha erudición islámica por ahí. El problema es que se carece de la base para extraer del Islam lo que nosotros llamaríamos una visión del mundo moderada y auténticamente pluralista. Hay que hacer auténticas acrobacias teológicas para llegar a un Islam compatible con una sociedad civil del siglo XXI. Debemos encontrar alguna forma de cambiarlo, por supuesto. El Islam necesita una reforma. Pero en la actualidad es cierto decir que la auténtica palabra de Dios en el Islam es que si uno cambia de religión debe morir por ello.
 
¿No ocurre lo mismo en la Biblia? ¿No hay edictos y castigos similares para la apostasía?
 
Sí. Los primeros libros de la Biblia hebrea: el Levítico, el Deuteronomio y el Exodo, son los documentos más bárbaros, más totalitarios, más al estilo de los talibanes que se pueden encontrar. Pero hay algunas escapatorias, y estas escapatorias, que yo sepa, no existen en el Islam. Una escapatoria para los cristianos es que la mayoría de los cristianos piensan que Jesús nos trajo la doctrina de la gracia, y por tanto no hace falta seguir la ley. Si bien es cierto que hay otros momentos en el Nuevo Testamento en los que se puede interpretar que Jesús mantiene que no hay que dejar de lado "ni una jota ni una tilde" de la ley (está en Mateo), y por tanto se puede extraer del Nuevo Testamento una justificación para matar a la gente por adulterio, la mayoría de los cristianos, casi siempre, no comparten esta opinión. La Biblia es una documento fundamentalmente autocontradictorio. Se pueden entresacar fragmentos de un modo que no se puede hacer con el Corán, aunque hay unas pocas líneas en el Corán que dicen "Alá no ama a los agresores". Hay que buscarle tres patas al gato para hallar una base que podamos reconocer como verdadera moderación en el Islam.
 
Entonces, siguiendo este razonamiento, ¿por qué no nos preocupa que los judíos, por ejemplo, que no siguen necesariamente la doctrina de la gracia de Jesús, por qué no nos preocupa que a ellos también se les dirija a matar por apostasía? ¿Por qué nos centramos tanto en los musulmanes si los edictos son los mismo en ambos libros?
 
Una vez más, lo que cuenta son los detalles. Realmente importa lo que la gente cree específicamente. Y en el caso de los judíos no existe esta idea del martirio, no está esta promesa explícita del paraíso, el estado de después de la muerte no se detalla de forma específica en el judaísmo, y el judaísmo es en gran medida una religión de este mundo. Además, los judíos están en franca minoría. Hay algo así como quince millones de judíos en el planeta, e históricamente han sido la población más asediada, por tanto no han estado en una posición que les permita obligar a la gente a observar sus leyes y amenazar con la muerte a los infieles.
 
¿Pero piensa usted realmente que si fueran mayoría, seguirían los edictos de matar a los herejes del mismo modo que los musulmanes hacen en número mayor?
 
Es una pregunta interesante. Si tuviéramos un judaísmo ortodoxo que estuviera auténticamente en alza, sería problemático. Los colonos judíos están trastornados por su teología, y yo diría que en estos momentos están entre la gente más peligrosa e irresponsable de la Tierra. Si hay alguien que nos vaya a llevar a una tercera guerra mundial, son los colonos judíos haciendo algo estúpido como echar abajo la Cúpula de la Roca, o luchar hasta la muerte para hacer valer sus derechos sobre Cisjordania. Esta expresión del judaísmo es sin duda problemática. Pero la escatología del judaísmo es bastante específica, y están esperando a que vuelva el Mesías, a que se vuelva a construir el Templo, y que el Sanedrín sea amonestado. Si se les pregunta qué harán cuando ocurra todo esto, a qué ley nos tendremos que plegar cuando regrese el Mesías, creo que los judíos ortodoxos tendrán una mente flexible en lo que respecta a lo de matar a las personas por adulterio o trabajar el sábado. No sé qué argumento podrían hallar en contra de estas cosas.
 
¿Cómo define usted las diferencias entre un ateo y un agnóstico?
 
El "agnosticismo" es un término introducido por T.H. Huxley. No me parece una palabra especialmente útil. Se la suele definir como la creencia de que no se puede saber si Dios existe o no. Un agnóstico es alguien que piensa que no conocemos y no podemos conocer el valor de verdad de una afirmación. Es, pues, una actitud poco comprometida. Pero no es una postura intelectualmente honesta, porque todo el mundo anda por ahí asumiendo que sabe que no existe Zeus, que no existe Poseidón, que no existe Thor. ¿Podemos demostrar que Thor con su martillo no está enviando relámpagos? No, no podemos demostrarlo. Pero es que no es la pregunta correcta. La pregunta correcta es: "¿Hay alguna razón para pensar que hay un dios llamado Thor?". Por supuesto que no la hay. Hay muchas buenas razones para pensar que fue un personaje de ficción. El Batman de Escandinavia. El problema para la gente religiosa es que el Dios de la Biblia no se asienta sobre una base epistemológicamente más sólida que estos dioses muertos. Lo cual significa que nadie descubrió jamás que Thor no existe pero el Dios bíblico sí. Así pues, hemos aprendido a hablar y usar la palabra "Dios" de tal forma que no nos damos cuenta que estamos usando una palabra muy extraña y evocando un concepto vacuo, como el concepto de Thor.
 
Entonces, la definición de ateo es...
 
Un ateo no es alguien que puede demostrar que Thor no existe. Un ateo es simplemente alguien que dice "muéstrame las pruebas", y a quien no se le convence con pruebas como: "He aquí un libro que fue dictado por el creador del universo y en él describe todo tipo de milagros de los que la gente afirma haber sido testigo, pero esa gente murió hace dos mil años y ninguno de los autores del libro son las personas que afirman haber sido testigos de estos sucesos, y escribieron el libro cientos de años después de los sucesos en cuestión". Es una historia que a nadie le resultaría plausible excepto por el hecho de que se lo metieron en la cabeza las anteriores generaciones de personas a quienes les enseñaron que no había que cuestionárselo.
 
En su libro, usted escribe con pasión sobre la espiritualidad del budismo. ¿Cómo se describe usted a sí mismo en términos de su espiritualidad?
 
Yo no me considero budista. Recientemente, escribí un artículo en el "Shambhala Sun", una de las revistas budistas de mayor difusión, titulado "Matar al Buda". En esencia, razoné que la sabiduría del Buda está atrapada en la religión del budismo. Las enseñanzas del Buda, en su conjunto, probablemente representan la fuente más rica de sabiduría contemplativa de la que disponemos, pero quien valore estas enseñanzas debería abandonar el negocio de la religión. No es el mensaje correcto. Y, en cualquier caso, el 99% de los budistas practican el budismo en cuanto religión, y por tanto forman parte del mismo discurso infame.
 
¿Existen paralelismos históricos que sugieran la posibilidad de que la gente abandone en masa la fe irracional?
 
Hay sociedades que son profundamente irreligiosas en comparación con nosotros. Australia, Canadá y Japón, y básicamente toda Europa Occidental, son lugares que tienen una relación diferente con la fe religiosa. No son sociedades donde la gente se presente al Congreso o a la presidencia basándose en la fe y dando gracias a Dios cada dos por tres. No son sociedades donde dudar de la existencia de Dios supondría perder toda oportunidad de ocupar una cargo político. Es un panorama completamente diferente de lo que significa ser razonable y estar preparado para asumir un puesto de responsabilidad en estas sociedades. Tenemos mucho que aprender de ellos.
 
¿A qué se debe, en su opinión, que Europa Occidental, en particular, sea una región mucho más laica que Estados Unidos?
 
Probablemente se debe a la diferencia entre tener una religión de Estado y tener este floreciente mercado de la ignorancia que tenemos aquí en Estados Unidos, donde hay tantas sectas y confesiones que compiten por la atención de la gente. En Europa Occidental, las religiones de Estado parecen haberse anquilosado y han perdido a sus seguidores. Además, tal vez la Ilustración se tomara un poco más en serio en Europa, a la luz del hecho de que durante siglos se habían producido tantísimas matanzas religiosas en esas mismas calles.
 
Es obvio que hay algo en la arquitectura cognitiva humana que nos lleva a albergar creencias sobre un ser trascendente. ¿Cómo puede explicarlo, teniendo en cuenta su propio trabajo en neurociencias?
 
No tengo noticia de ningún resultado de la neurociencia que hable directamente de este tema. Pero hay ciertas características de la mente humana que claramente son relevantes para explicarlo. Nacemos perfectamente equipados para vivir en nuestro mundo circundante. Salimos del útero materno listos para percibir los rostros como rostros, para adquirir el lenguaje y gradualmente comenzar a reconocer que estamos en presencia de otras mentes similares a la nuestra. La preeminencia del animismo entre nuestros ancestros primitivos -y su persistencia en algunas tribus primitivas- demuestra que tendemos a otorgar cualidades humanas a los procesos naturales. Sólo cuando logramos un conocimiento más profundo de los procesos causales que ocurren en el mundo (con la ayuda de la ciencia) estamos en condiciones de comprender, por ejemplo, que las nubes de tormenta no son dioses enojados, y que las enfermedades no son el resultado de una posesión demoníaca. Es difícil decir en qué lugar debemos trazar la línea entre el bagaje genético y la herencia cultural, y por cierto ambos operan en el caso de las creencias religiosas. Pero lo más importante es que es evidente que tenemos una marcada disposición para proyectar nuestra propia subjetividad en el mundo. De hecho, el Dios bíblico es celoso, colérico e insoportablemente neurótico. Y los dioses griegos eran como adolescentes que se quedaban solos en la casa paterna de fin de semana. Sin embargo, del hecho de que tengamos una predisposición para concebir el universo en términos antropomórficos no se sigue que estemos condenados a hacerlo de esa manera.
 
Básicamente usted caracteriza a la religión occidental como peligrosa y al misticismo oriental como prometedor. Pero, ¿cómo ha llegado a esa conclusión?
 
Si arrancamos al misticismo de su dogmatismo religioso, obtendremos una propuesta empírica y altamente racional. Así como la gente no estaca y quema a su vecino luego de sus nuevos descubrimientos físicos o biológicos, nadie está dispuesto a hacerlo por mero misticismo. La Religión, y especialmente la religión occidental, es algo muy distinto. La creencia religiosa es un modo de cortar el diálogo. La única garantía de una continua colaboración entre los seres humanos es una buena disposición para modificar nuestras ideas (y el comportamiento resultante) por medio del diálogo y a la luz de nuevas evidencias y argumentos. Pues de otro modo y cuando hay mucho en juego, sólo cabe apelar a la fuerza. Si yo creo que puedo alcanzar el paraíso estrellando un avión en un edificio y me conformo con creerlo aunque carezco de pruebas empíricas, entonces nada de lo que diga otra persona logrará persuadirme, porque me he entregado a una fe que me hace inmune al poder del diálogo.
 
Siguiendo la lógica de su propia argumentación sobre la fe, ¿cómo fue posible, por ejemplo, que la cristiandad alcanzara un estado de relativa "domesticación" en la modernidad antigua, y no fuera ridiculizado y tenido por un absurdo?
 
Pues bien, en algunos momentos importantes fue ridiculizada, especialmente en Europa (piense en Voltaire y Hume) y estos períodos dan cuenta de que los europeos modernos no estaban tan dispuestos a vagar por el camino de la irracionalidad bíblica como lo estamos nosotros, los estadounidenses. Más importante aún, la cristiandad ha sufrido un retroceso permanente -y no oficialmente reconocido- como consecuencia del progreso de la ciencia y de la cultura laicas occidentales. Los curas aún seguirían diagnosticando una posesión demoníaca, si no fuera por los avances de la ciencia médica en los últimos doscientos años. Han disminuido gradualmente (pero de manera radical) aquellas situaciones en las cuales la oración puede presentarse como una primera respuesta adecuada e incluso sana ante el sufrimiento humano.
 
La famosa frase de "Los hermanos Karamazov" de Dostoviesky: "Sin Dios, todo está permitido", está en la boca de los teístas que desean advertir sobre los peligros de una vida sin certeza moral trascendente. ¿Usted cree que es seguro decir que con Dios todo está permitido (por ejemplo, el asesinato, el genocidio, etcétera)?
 
Si, pero yo ampliaría el alcance de esta afirmación: con falsas certezas todo es posible. Eso incluye también a los Hitler y Stalin de todo el mundo.
 
¿Podríamos afirmar que su texto es similar a una plegaria? ¿Finalmente piensa usted que los humanos seremos capaces de evitar el Apocalipsis, que es la mayor amenaza derivada de la fe religiosa, según su propia opinión?
 
No soy tan optimista como quisiera. Desde el punto de vista psicológico el optimismo es una experiencia interesante, pero si bien encuentro motivos para luchar en contra de la religión, sin embargo no hallo una base concreta que me ayude a pensar que cambiaremos para mejor. Hemos pasado demasiado tiempo en compañía de malas ideas como para que ahora estemos en condiciones de detener nuestro descenso hacia el precipicio. Espero estar equivocado, pero no me sorprendería que las cosas se salieran de cauce durante el transcurso de nuestra vida. Las personas que tienen en sus manos el poder para cambiar la civilización no piensan, no hablan ni distribuyen los recursos como debieran, a fin de evitar la catástrofe. De modo que no soy optimista. Sin embargo, todos estamos en condiciones de intentar cambiar el curso del mundo para mejor. ¿Qué otra cosa nos queda?