En "El Surrealismo", Walter Benjamin dice que quien aprecie "que en los escritos surrealistas no se trata de literatura, sino de otra cosa: de manifestación, de consigna, de documento, de falsificación si se quiere, pero, sobre todo, no de literatura; ése sabrá también que de lo que se habla literalmente es de experiencias, no de teorías o mucho menos de fantasmas. Y esas experiencias de ningún modo se reducen al sueño, a los éxtasis religiosos o los éxtasis de las drogas". Efectivamente, el Surealismo implicó mucho más desde el mismo momento en que, convertido en el soporte de muchos artistas, pasó a considerar sus problemas en relación con el mundo, recorriendo un camino que, en su evolución, lo llevó inevitablemente hacia su politización. En "La révolution et les intellectuels" (La revolución y los intelectuales), Pierre Naville afirmaba que esa evolución era dialéctica: "La enemistad de la burguesía respecto de cualquier demostración radical de libertad de espíritu desempeña un papel capital, importante, en esta transformación de una actitud contemplativa extrema en una oposición revolucionaria. Dicha enemistad ha empujado al Surrealismo hacia la izquierda".
La simbiosis entre arte y política se produce durante la década del '20, cuando la "izquierda burguesa bien pensante", como la llama Benjamin, cuya característica es "el maridaje incurable de moral idealista con praxis política", confió en que la Revolución de Octubre provocaría el derrumbe de la sociedad capitalista. Por esa razón, muchos miembros del movimiento surrealista se afiliaron al Partido Comunista Francés que, en ese momento, expresaba los ideales de la revolución bolchevique. Sin embargo, ya hacia fines de esa década y comienzos de la del '30, se había hecho evidente que dicha revolución había sido traicionada. La política autoritaria del estalinismo -persecuciones ideológicas, represión de disidentes, parodias de juicios, ejecución de casi todos los bolcheviques que habían tenido un rol importante durante los primeros años de gobierno- y el ascenso del aparato burocrático, feroz, cruel y vengativo, minó, naturalmente, la confianza en las potencialidades político-revolucionarias del Surrealismo.
Breton, que no condenaba la lucha de clases ni las reivindicaciones sociales, redactó entonces su segundo manifiesto surrealista en 1930 para defenderse de los ataques del PC francés, ya totalmente cooptado por el estalinismo. Allí tomó distancia del comunismo y lo acusó por "su estrechez de criterio" y porque su único concepto de arte "es la literatura barata o comprometida". "El arte no puede limitarse a una agenda de objetivos de partido, ni a hacer apologéticos a ministros, funcionarios o gobernantes comunistas, como si dieran la talla para un poema en loa", concluye Breton. Las discrepancias continuaron a través de los años entre aquellos surrealistas que entendían que el movimiento debía ser puramente artístico y los que pensaban que el compromiso revolucionario era inmanente al arte. A fines de 1933, Breton y Eluard, entre otros, fueron expulsados del Partido Comunista por adherir a un artículo que el filósofo Ferdinand Alquié (1906-1985) publicó en "Le Surréalisme au Service de la Révolution" en el que se denunciaba el "viento de cretinización que sopla desde la Unión Soviética".
Las turbulencias y disgregaciones continuaron. Algunos artistas se alejaron mientras otros se unieron al movimiento. También hubo algunas reconciliaciones. Ese mismo año de 1933, los surrealistas participaron en la revista artística y literaria "Minotaure" creada por los editores Albert Skira (1904-1973) y Stratis Eleftheriades (1897-1983), de la que Breton se convirtió en jefe de redacción en 1937 y en la que también participaron el pintor André Beaudin (1895-1979) y los fotógrafos Hans Bellmer (1902-1975) y Man Ray 1890-1976). En 1938 Breton visitó a Leon Trotski (1879-1940) en México. El dirigente revolucionario había escrito: "Es bueno que sobre la tierra exista no sólo la política, sino también el arte. Es bueno que el arte sea inagotable en su virtualidad, como la vida misma". Por su parte, en una entrevista concedida a la prensa mexicana, Breton declaró que la consigna de Marx "transformar el mundo" y la de Rimbaud "cambiar la vida" formaban para los surrealistas una única consigna, y que "los caminos de la poesía y de la revolución, sin confundirse jamás, pueden llevar un día al hombre a dar el salto del reino de la necesidad hacia el de la libertad". El resultado de aquel encuentro se vio plasmado en la firma conjunta del "Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente" el 25 de julio de 1938.
Jean Claude Silbermann (1935), escritor y pintor francés, participó en las actividades del grupo surrealista entre 1958 y 1969. Teórico del Surrealismo, defendió la actividad del juego en el arte surrealista al considerarlo fundamental por más episódico que sea, ya que "del mismo modo que en su exaltación incondicional de la poesía, aporta al principio de placer, forma y poder, aquello que le es necesario para confrontar dialécticamente con el principio de realidad". El 6 de septiembre de 1960 firmó, junto a más de un centenar de artistas e intelectuales -Edouard Jaguer, Gérard Legrand, Jean Paul Sartre, Alain Resnais, Francois Truffaut, Simone de Beauvoir, André Breton, etc.-, la célebre "Déclaration sur le droit à l'insoumission dans la guerre d'Algérie" (Declaración sobre el derecho a la insubordinación hacia la Guerra de Argelia). Publicado en la revista "Vérité-Liberté", pronto pasó a ser conocido como el "Manifeste des 121" (Manifiesto de los 121), una carta abierta dirigida al gobierno francés en la que se reconocía el legítimo derecho de los argelinos a luchar por su independencia y se denunciaba el empleo de tortura por el ejército francés. Es además especialista en la obra cinematográfica de Luis Buñuel (1900-1983), sobre el que ha publicado diversos ensayos. En 1984 escribió sobre Breton en "D'argent a la colombe essorante de gueules" (Mi maestro sabía hacer cantar a los pájaros):
En sus jardines el mirlo y el verderón, el halcón y la urraca, el chorlito y el ánade, el aguzanieve y el chorlito real, la abubi, el alionín, y la linda curruca y la blanca paloma venían a hacer sus nidos. La enseñanza de mi maestro cautivaba las más furtivas aves migratorias. El pájaro Frrt, por ejemplo, nativo de Nigeria, que no se posa jamás, ni siquiera para dormir -y empolla sus huevos en el aire-, o también el famoso Loplop, o el ave Pihi, bien conocida por no tener más que un ala y volar en pareja, o incluso la Kirikoul o Smig de Colombia que pocos han podido ver ya que, salvo el ojo fosforescente, la extremidad de sus patas y el pico espatulado que son negros, es absolutamente transparente. Mi maestro les enseñaba a cantar y silbar con un método, que era más prodigioso que el de los propios pájaros. Gracias a él el gorrión cantaba como un ruiseñor y el ruiseñor -al que aparentemente no le quedaría nada por aprender- renovaba su canto como si dispusiera de un tesoro inagotable, arriesgando notas tan altas y puras que nos partían el corazón. Pero la fama de la que aún goza mi maestro, largos años después de su muerte, viene sobre todo, creo, de que supo hacer cantar juntos diferentes especies de pájaros, de tal manera que sus cantos enlazados parecían formar un solo himno único y cambiante, en el que, sin embargo, un oído atento podía discernir la singularidad de cada canto. Fue el más conmovedor de mis maestros. Su lección de coraje le dio una voz a mi temor.
André Breton (1896-1966). La vida y la obra de este poeta están inseparablemente ligadas al destino del Surrealismo, movimiento cuya importancia en la evolución de la cultura del siglo XX se admite ya como fundamental. En 1922 dio nombre, definió y desarrolló esta aventura espiritual en homenaje a Apollinaire, que había inventado el término en 1917, aunque con otro sentido. La mayor parte de sus ensayos teóricos se han compilado en "Légitime défense" (Legítima defensa), "Le Surréalisme et la peinture" (El Surrealismo y la pintura), "Misère de la poésie" (Miseria de la poesía), "Position politique du Surréalisme" (Posición política del Surrealismo), "Trajectoire du rêve" (Trayectoria del sueño), "Situation du Surréalisme entre les deux guerres" (Situación en el Surrealismo entre las dos guerras) y "Du Surréalisme en ses œuvres vives" (Del Surrealismo en sus obras vivas). Su obra poética comprende, por citar sólo algunos libros, "Mont de piété" (Monte de piedad), "Clair de terre" (Luz de tierra), "Les pas perdus" (Los pasos perdidos), "Les vases communicants" (Los vasos comunicantes), "L'air de l'eau" (El aire del agua), "Le château étoilé" (El castillo estrellado) y "La lampe dans l'horloge" (La lámpara en el reloj). En 1923 escribió un texto dedicado a Jacques Vaché -"La confession dédaigneuse. La vie moderne" (La confesión desdeñosa. La vida moderna)- del que se reproducen algunos párrafos a continuación:
Fue en Nantes, donde a principios de 1916 estaba yo movilizado como interno provisional en el centro de neurología, donde conocí a Jacques Vaché. Se encontraba entonces en tratamiento en el hospital de la calle del Boccage por una herida en la pantorrilla. Obligado a guardar cama, se ocupaba en dibujar y pintar series de tarjetas postales para las que inventaba textos singulares. Charlábamos de Rimbaud (al que detestó siempre), de Apollinaire (al que apenas conocía), de Jarry (al que admiraba), del cubismo (del que desconfiaba). Era avaro de confidencias sobre su vida pasada. "Dada" no existía todavía, y Jacques Vaché lo ignoró toda su vida. Jacques Vaché se había hecho maestro en el arte de conceder muy poca importancia a todas las cosas. Comprendía que la sentimentalidad estaba pasada de moda y que la preocupación misma de su dignidad, cuya importancia primordial no había sido todavía subrayada por Charlie Chaplin, exigía no enternecerse. Escribir, pensar, ya no bastaba: era preciso darse a uno mismo, a cualquier precio, la ilusión del movimiento, del ruido: Jacques Vaché, apenas salido del hospital, se había enganchado como estibador y descargaba el carbón del Loira. Pasaba la tarde en los tugurios del puerto. Por la noche, de café en café, de cine en cine, gastaba mucho más de lo razonable, creándose una atmósfera a la vez dramática y llena de animación, a fuerza de mentiras que apenas le turbaban. A partir de mayo de 1916 no hube de volver a ver a mi amigo sino cinco o seis veces. Había regresado al frente, desde donde me escribía rara vez. La última etapa de la vida de Jacques Vaché está señalada por esa famosa carta del 14 de noviembre que todos mis amigos se saben de memoria: "Saldré de la guerra dulcemente chocho, posiblemente a la manera de esos espléndidos idiotas de aldea". Jacques Vaché se suicidó en Nantes algún tiempo después del armisticio. Su muerte tiene de admirable que puede pasar por accidental. Absorbió, creo, cuarenta gramos de opio, aunque, como es de imaginar, no era un fumador inexperimentado. En cambio, es muy posible que sus desdichados compañeros ignorasen el uso de la droga y que haya querido al desaparecer cometer a sus expensas una última bribonada chistosa. No tengo la costumbre de saludar a los muertos, pero esa existencia que me ha dado el gusto y el disgusto de trazar aquí es casi lo único, téngase por seguro, que todavía me ata a una vida débilmente imprevista y a menudos problemas.
Jacques Vaché (1895-1919). Entre 1912 y 1914, junto con tres condiscípulos del Liceo de Nantes, formó un grupo que publicaba periódicos de protesta. En uno de ellos, "Canard sauvage", publicó sus primeros textos que muestran signos de influencia simbolista. Fue movilizado a fines de 1914. En 1915, internado en el Hospital Militar de Nantes, conoció a Breton a quien escribió luego desde el frente sus "Lettres de guerre" (Cartas de guerra). En ellas manifiesta su absoluto rechazo a la guerra y una voluntad de desmitificar, mediante el humor, todos los valores establecidos, incluyendo la literatura y el arte. Finalizada la guerra, regresó a Nantes, donde fue encontrado muerto en la habitación de un hotel por haber aspirado una sobredosis de opio. Sus textos fueron publicados póstumamente: las "Cartas de guerra" por Breton en 1919, y "Les solennels" (Los solemnes) y "En route, mauvaise troupe. Journal du lycée" (En el camino, mala tropa. Periódico del liceo) ambos en 2007. Lo que sigue es el poema "Blanche acétyléne" (Blanco acetileno), de Jacques Vaché:
¡Todos ustedes! - Mis bellos whiskies - Mi horrible mezcolanza brillante amarilla - Tarro de farmacia - Mi peperina verde - Cetrino - Rosa perturbado de Cárthamo./ ¡Fuma! ¡Fuma! ¡Fuma!/ Angostura - Nuez vómica y la incertidumbre de los jarabes - Soy autor de mosaicos./ Say, Walter - You are a damn 'fraud, you are - a/ Observen el absceso sangrante de este mes praidal oyster; su ojo ahogado me mira como una pieza anatómica; el barman quizás me mira también, embolsado bajo los globos oculares, volcando el irisado, en capas, sobre el arco iris./ Ahora bien, el hombre con cabeza de pescado muerto deja colgar su cigarro mojado. ¡Ese chaleco escocés!/ El oficial condecorado con una cruz - La mujer blanda empolvada de blanco bosteza, bosteza y chupa una loción capilar (esto para el amor)./ "Esas criaturas danzan desde las nueve horas, señor" - ¡Qué gordo debe estar! (esto para el erotismo, ¿me entiende?)./ Alcoholes que serpentean, azulados, se adormecen, descienden, merodean, se apagan./ ¡Arde! ¡Arde! ¡Arde!/ ¡¡Mi apoplejía!!/ Las leyes, de todos modos, se oponen al homicidio voluntario (y esto va para la moral... ¿quizás?).