Luisa Valenzuela (1938) ha publicado más de veinte libros. En 1959 escribió su primera novela, "Hay que sonreír", a la que seguirían "El gato eficaz", "Como en la guerra", "Cola de lagartija", "Realidad nacional desde la cama", "Novela negra con argentinos" y "La travesía". También ha publicado los libros de cuentos "Los heréticos", "Aquí pasan cosas raras", "Libro que no muerde", "Cambio de armas", "Donde viven las águilas", "Simetrías", "Acerca de Dios (o aleja)" y "Tres por cinco"; y los ensayos "Peligrosas palabras", "Escritura y secreto" y "Los deseos oscuros y los otros (cuadernos de Nueva York)". Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, portugués, holandés, japonés y croata, entre otros idiomas. Su última novela, "El Mañana", que había terminado a mediados de 2009, se publicó mientras estaba internada, recuperándose de una meningitis viral. Definida por su autora como un "thriller del lenguaje femenino", "El Mañana" cuenta la historia de un puñado de escritoras que viajan en un barco -participando en un seminario literario- que es interceptado por un comando militar. Tras ser calificadas de "lesbianas", "brujas", "subversivas" y "terroristas", son detenidas y condenadas a arresto domiciliario. Sus bibliotecas fueron desvalijadas, los libros que publicaron retirados de las librerías y sus nombres eliminados de Internet, como si nunca hubieran existido. A raíz de la aparición de esta novela particularmente original, el diario "Página/12" publicó dos entrevistas con la autora. Una, a cargo de Silvina Friera, el 2 de agosto de 2010; y la otra, por Angel Berlanga, seis días más tarde. Lo que sigue es una edición de ambas charlas.
Ha contado que, estando internada, no quería ni ver el libro y que le regaló un ejemplar a una investigadora norteamericana estudiosa de su obra que vino de visita. Ella le dijo que usted, premonitoriamente, había mencionado en la novela la palabra "meningitis".
No lo creí. Fuí a buscar: estaba "meninges". Eso es lo que más miedo me da. ¿Qué pasa con la escritura y la realidad, dónde está la ficción, cuál es la premonición? ¿Provocás las cosas, las prevés? ¿Cómo se ponen en funcionamiento? Porque me ha pasado muchas veces. Y no es que no quisiera ver el libro porque tuviera conciencia de que era premonitorio: simplemente, no quería. Y otro día, charlando con una amiga psicoanalista, me dice a ver, contame de qué trata. Le cuento un poco y me dice "estás contando tu historia, el encierro". Qué curioso. Eso también quiero explorar. En este libro puse a funcionar mi búsqueda de qué pasa con el lenguaje, y mi única forma de averiguarlo es a través de la ficción. Uno se separa de los libros, pero con éste, por esta historia, me cuesta.
La pregunta que atraviesa a "El Mañana" es por qué las encerraron a esas escritoras. ¿Importa más la pregunta en sí misma que la respuesta?
Es toda una cuestión de filosofía del lenguaje. Me interesaba explorar qué es eso del lenguaje, esa cosa rarísima en la que uno está tan metida; cómo surge. La novela es un "thriller" del lenguaje femenino. ¿Hemos descubierto algo? ¿Tenemos posibilidades de decir desde otro lugar? Decimos desde otro lugar, no hay dudas. El lenguaje abre puertas pero, ¿somos lo suficientemente osadas para arriesgarnos a abrir las puertas del horror y verlo desde otro lugar? Todo eso fue surgiendo a medida que escribía la novela. En general mis novelas son novelas de búsqueda; además a mí la escritura me sorprende. No planeo las cosas, no entro en la novela teniendo todo armado; algo que es muy masculino, aunque muchas escritoras también lo hagan. Quizá por eso no pude seguir escribiendo sobre Juana Azurduy, porque ya conocía la historia, conocía el final, cuando nunca conozco el final de mis novelas. Lo que me costó más fue encontrar una resolución dentro de la trama misma. Siempre la indagación es más interesante que la respuesta. En esta novela no importan tanto las respuestas.
¿Por qué cree que a las escritoras se las coloca en el ámbito de la "subversión"?
Por el temor a lo desconocido; siempre la escritura puede ser un poco subversiva y transgresora. La entrada de la otra mirada es un "shock" en este mundo que se supone estratificado, bien armado. Pero de repente surge una mirada distinta. Leí mucho a Lacan; en sus últimos años decía que la mujer no existe porque está fuera del lenguaje. Después te das cuenta de que es así, que la mujer está fuera del lenguaje porque los plurales son masculinos. Está bien, es cierto; pero inmediatamente agrega que la mujer está fuera del lenguaje porque no sabe decir su voz. Me parece que no hemos hecho más que decir con nuestras voces, como lo hicieron Virginia Woolf, Clarice Lispector, Silvina Ocampo. Las mujeres que están en este barco que se llama "El mañana" no toman la escritura como un hecho tan subversivo; creen que es algo natural. No entienden por qué las han puesto en arresto domiciliario. Es más el peligro que se inventa desde el afuera y la necesidad de demostrar autoridad, de armar ese poder imaginario para seguir dominando una situación de palabra que siempre les perteneció a los autoritarios.
¿Tal vez vincular la escritura con la subversión esté asociado con la impotencia que genera no poder domesticar el lenguaje?
Claro, pero además la palabra te traiciona. Lo maravilloso del lenguaje es que no podés controlarlo. Te controla. Está todo ese erotismo que viene detrás, sin querer muchas veces. En la época de la Triple A y después, durante la dictadura, me divertía -lo que uno se puede divertir frente a esas situaciones- leyendo a trasluz los discursos, porque decían todo lo contrario de lo que aparentemente decían. El lenguaje los traicionaba. Con esto jugué en "Cola de lagartija" y en otros textos. Pero en esta novela quería ver desde el adentro de aquello que no puede ser dicho: cuando llegás a un límite y tenés que romperlo. Y siempre es peligroso. Como dice George Steiner, si entrás en los mundos atroces, nadie sale ileso; pero si no entrás sos un cobarde.
Así como durante la dictadura no hubo una reacción de la sociedad ante las desapariciones, en esta novela nadie reacciona ante el arresto domiciliario de este grupo de escritoras, como si volviera, en ese futuro indefinido en el que transcurre la historia, el "algo habrán hecho".
Tenés razón, está latente el "algo habrán hecho" porque en la novela acusan a las escritoras de "terroristas", las borran de Internet, prohíben sus libros y los sacan de las librerías. Y la gente se queda callada. Tampoco hay reacción de la prensa. Sólo tenemos el punto de vista de una escritora, no sabemos qué pasa con las otras. No hay una respuesta unívoca; es una novela de suposiciones, de ideas lanzadas para ver quién las agarra y por dónde van. Pueden ir por todos lados porque así es la naturaleza del lenguaje, de la escritura y de la vida. Pero es cierto que en la novela está el mismo mecanismo de negación que hubo durante la dictadura. Qué le importa la literatura a la sociedad, si uno lo piensa profundamente... Son escritoras que no son las "best-sellers"; en un momento pensé que las iban a reeducar, que las iban a llevar a una isla para que escribieran artículos femeninos y cosas así. Pero después lo descarté. Lo importante es indagar. Cuando escribí el cuento "La llave", pensé en las Madres de Plaza de Mayo, que siempre indagaron qué ha pasado. Como ya dije en un ensayo, creo que debemos seguir escribiendo sobre los horrores para que no se pierda la memoria y vuelva a repetirse la historia.
La novela parece preguntarse qué lugar ocupa una escritora en la sociedad. ¿Cuál cree que es su lugar?
Hay una literatura de mujeres que sigue el canon, por más que parezcan feministas o que digan cosas subversivas. Son subversivas en apariencia... Siento una sensación exultante cuando pienso que genero cierta incomodidad. Me tranquiliza pensar que me estudian en muchas partes; lo que es muy conmovedor -y a veces sucede- es encontrarte con una persona que te dice: "tu libro me cambió la vida". No por la historia que cuenta, sino por la manera de narrarla... Hay mucha literatura de reflexión y a mí me encanta. A veces se escucha la queja acerca de por qué hay tantas novelas sobre escritores. Yo no elegí la escritura; como estaba rodeada de escritores, lo último que quería ser era escritora. Pero la escritura te sorprende, de dónde sale, qué es este fenómeno. En alguna parte del inconsciente, en algún rincón del cerebro, la historia ya está escrita. Entonces lo único que tenés que hacer, con mayor o menor precisión, o sabiduría, talento y demás, es transcribirla. Por eso aparecen tantos escritores en la literatura de los escritores, porque estamos hurgando todo el tiempo.
Recuerdo que en varias situaciones dijo que estaba empantanada con esta novela. Y vi, leyéndola, que esas marcas de bloqueo están incorporadas a la escritura, para avanzar.
Claro, para dar una vuelta de tuerca y seguir. Esta novela me llevó años, me empantanaba a cada rato. No sé hacer un plan previo, y en la medida en que lo tengo, me aburro. Por lo general uno está como en un estado, y aunque hagas otras cosas va cocinándose a fuego lento, "in the back of the mind", como dicen los ingleses. Pero acá no, me desprendía completamente, me iba de viaje, daba conferencias, escribía otros libros y me olvidaba. Entonces me costaba muchísimo volver y entrar, cómo sigue. Era complicado retomar el hilo.
Hay mucho trajín sobre esta línea que separa dos campos: la literatura replegada sobre sí misma y en el lenguaje, de un lado, y el relato de historias, la aventura, etcétera, del otro. ¿Hay una búsqueda por conjugar ambos en "El Mañana"?
Yo creo que no son dos cosas aparte: qué pasa como "thriller" y qué pasa dentro del lenguaje. Pueden considerarse las dos líneas, pero yo creo que no existiría la peripecia si no hubiera existido el cuestionamiento constante sobre el lenguaje. Es una novela de conjeturas al respecto. También me interesa la acción, porque es un libro de aventuras, ¿pero cómo la explicitás, cómo lo ponés en acto, eso? Meterte en el lenguaje es una aventura en sí. Son dos caras de una misma moneda. El lenguaje te lleva por vericuetos rarísimos, inesperados, insospechados y peligrosos, eventualmente, pero si lo explicás es un bodrio.
Juana Azurduy juega un papel muy importante en "El Mañana".
Sí. Me sorprendió cuando reaparece, ya cuando ella está en la villa. Creí que la había abandonado en mitad de camino, cosa muy mal hecha, porque va en contra de todos los preceptos de la buena literatura. Es la pistola de Chéjov, ¿no?, que tiene que dispararse al final.
Que haya sido sorpresivo incluso para el autor quizá otorgue mayor contundencia al relato.
Lógico, sí, porque ahí entendés la razón de ser, por qué estaba al principio. Porque al principio es una bisagra que lleva a otra instancia: que ella se identifique con alguien heroico y que no salga de su situación de víctima. Cuando eso vuelve, de golpe, adquiere otra resonancia. Y también al final, ¿no?
¿Por qué le interesa Juana Azurduy?
Quería escribir un libro sobre Juana, ésa es la verdad de la milanesa, explorar ese contacto entre la mujer y el lenguaje indígena, los mundos unificados, otra manera de ver la realidad desde la palabra. ¿Qué tiene ella para convencer a estos indios que son sus soldados? La palabra, arengarlos. Y esa arenga, hecha por una mujer, creo que va a ser muy distinta a la de los hombres. Los indios empiezan a llamarla Pachamama, "nuestra madre", y ella los llama "los leales". Ellos pelean por algo que les importa un reverendo cacahuete, por decirlo en mexicano, porque con Independencia o no, siempre van a estar atrapados en una situación horrible. Es verídico: ella tenía ese ejército, no le daban criollos. No le hubieran llevado el apunte. Por esto de machos, viste. Y acá habría otra dinámica de lenguaje. Eso quería contar en ese libro sobre ella, pero me dio la sensación de que al escribir el primer capítulo ya había contado todo. Porque como conozco su historia, no tengo por qué abundar en detalles. Después Pacho O’Donnell se apuró, sacó la de él y ahí abandoné la empresa. Es un personaje fabuloso Juana: salva al marido, toma pendones, rescata la cabeza de Padilla de la picota, le corta la cabeza a Eloyza en medio del río. Su historia es maravillosa.
El punto de partida tuvo que ver con esa idea de escritoras secuestradas, acalladas. Con una respuesta humorística a eso.
Puede ser, pero mi idea primigenia fue tomarme en serio una época en la que no me daban mucha bola. ¡Já, já, já!
¿Y veía que era una actitud hacia las escritoras en general?
Hacia ciertas escritoras, porque hay toda una línea de la escritura femenina muy aceptada y aplaudida, que no amenaza el "statu quo". Yo creo que a las periodistas de investigación las respetan. Pero las escritoras de ficción que se metieron con el tema político en profundidad, con buena escritura, tuvieron un rechazo muy especial dentro de las mismas editoriales. ¿Cuánto tiempo tardaron en este país en publicar mi "Cambio de armas", que es del '72? Veinte años. Es mi caso y el de otras, puedo citar a varias: Susana Romano Sued, Susana Cella, Liliana Heer, Elvira Orpheé, Elsa Osorio. Hay una especie de anteojeras para ver esta cosa política en las mujeres. En general, la escritura de la mujer es menos maniquea que la del hombre. En la escritura de las mujeres aparecen zonas de ambigüedad, donde los malos no son tan malos ni los buenos tan buenos; y eso incomoda mucho. Por eso investigo tanto si existe o no un lenguaje femenino, si podemos decir otra cosa. No hay duda de que podemos mirar desde otro lugar, como los oprimidos. Quizá por eso ella va a la villa. Pensá que las mujeres estuvieron fuera del lenguaje; ya lo dijo Lacan, un poco brutalmente. No te incluyen en los plurales, está invisibilizado eso. Bueno, percibimos la realidad desde un cuerpo distinto.
Por estos días se publicó también en Buenos Aires un librito llamado "Acerca de Dios (o aleja)", que trata de su vínculo en la infancia con Dios.
De chica tenía una relación muy particular. Soy primero atea y luego animista. Me puse a analizar eso y llegué a la conclusión de que ahora no creo. Y me perturbó, te diré, en su momento, en esa visión, no tener una relación. Decir: "Qué divina, me voy a morir, voy a encontrarme con Dios". Ay, pucha, no me encuentro con nadie, qué espanto, no quiero desaparecer.
La perturbó, pero tal vez eso mismo la dejó de este lado.
Sí, no pude cambiar de parecer. Al mismo tiempo necesitaba como un mantra, una cosa para rezar, para concentrar el pensamiento. Y las oraciones que yo sé son las católicas, las cristianas. Entonces rezaba y decía: "bueno, pero estoy falseando". Fue concentrar la energía en algo, en un momento en que estaba muy dispersa, como si me hubiera ido del alma. No sé si hay un alma, qué sé yo. En esa visión, una de las cosas que yo me imponía para hacer era un libro de viajes, contarlos, porque he hecho viajes divinos, con un montón de anécdotas que tengo ganas de contar. Y ahí me dije: "Bueno, éste es otro viaje y el medio de transporte es el virus". ¡Te lleva al carajo! Pero es un vehículo. Y si es un virus, con suerte, en algún momento se va a morir.