AL ABRIGO
Juan José Saer
Argentina (1937-2005)
Un comerciante de muebles que acababa de comprar un sillón de segunda mano descubrió una vez que, en un hueco del respaldo, una de sus antiguas propietarias había ocultado su diario íntimo. Por alguna razón -muerte, olvido, fuga precipitada, embargo- el diario había quedado ahí, y el comerciante, experto en construcción de muebles, lo había encontrado por casualidad al palpar el respaldo para probar su solidez. Ese día se quedó hasta tarde en el negocio abarrotado de camas, sillas, mesas y roperos, leyendo en la trastienda el diario íntimo a la luz de la lámpara, inclinado sobre el escritorio. El diario revelaba, día a día, los problemas sentimentales de su autora y el mueblero, que era un hombre inteligente y discreto, comprendió enseguida que la mujer había vivido disimulando su verdadera personalidad y que por un azar inconcebible, él la conocía mucho mejor que las personas que habían vivido junto a ella y que aparecían mencionadas en el diario. El mueblero se quedó pensativo. Durante un buen rato, la idea de que alguien pudiese tener en su casa, al abrigo del mundo, algo escondido -un diario, o lo que fuese-, le parecía extraña, casi imposible, hasta que unos minutos después, en el momento en que se levantaba y empezaba a poner en orden su escritorio antes de irse para su casa, se percató, no sin estupor, de que él mismo tenía, en alguna parte, cosas ocultas de las que el mundo ignoraba la existencia. En su casa, por ejemplo, en el altillo, en una caja de lata disimulada entre revistas viejas y trastos inútiles, el mueblero tenía guardado un rollo de billetes, que iba engrosando de tanto en tanto, y cuya existencia hasta su mujer y sus hijos desconocían; el mueblero no podía decir de un modo preciso con qué objeto guardaba esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando la desagradable certidumbre de que su vida entera se definía, no por sus actividades cotidianas ejercidas a la luz del día, sino por ese rollo de billetes que se carcomía en el desván. Y que de todos los actos, el fundamental era, sin duda, el de agregar de vez en cuando un billete al rollo carcomido. Mientras encendía el letrero luminoso que llenaba de una luz violeta el aire negro por encima de la vereda, el mueblero fue asaltado por otro recuerdo: buscando un sacapuntas en la pieza de su hijo mayor, había encontrado por casualidad una serie de fotografías pornográficas que su hijo escondía en el cajón de la cómoda. El mueblero las había vuelto a dejar rápidamente en su lugar, menos por pudor que por el temor de que su hijo pensase que él tenía la costumbre de hurgar en sus cosas. Durante la cena, el mueblero se puso a observar a su mujer: por primera vez después de treinta años le venía a la cabeza la idea de que también ella debía guardar algo oculto, algo tan propio y tan profundamente hundido que, aunque ella misma lo quisiese, ni siquiera la tortura podría hacérselo confesar. El mueblero sintió una especie de vértigo. No era el miedo banal a ser traicionado o estafado lo que le hacía dar vueltas la cabeza como un vino que sube, sino la certidumbre de que, justo cuando estaba en el umbral de la vejez, iba tal vez a verse obligado a modificar las nociones mas elementales que constituían su vida. O lo que él había llamado su vida: porque su vida, su verdadera vida, según su nueva intuición, transcurría en alguna parte, en lo negro, al abrigo de los acontecimientos, y parecía más inalcanzable que el arrabal del universo.
LA IMPORTANCIA DE TENER UN ENEMIGO
Mariana Frenk Westheim
Alemania (1898-2004)
Una de las instituciones más útiles en la vida es el enemigo. No me estoy refiriendo a enemigos como, por ejemplo, el dueño del guajolote, vecino de mi amigo Sergio, o mi propio vecino, amo de la perrita que se la pasa llorando los fines de semana. A lo que me refiero es a un enemigo más abstracto, como la iniciativa privada, los masones, el gobierno, los comunistas, las empresas trasnacionales, los judíos, el imperialismo, los intelectuales, etcétera, etcétera. ¡Vivan todos y cada uno de ellos! Nos ahorran el trabajo de pensar. Las cosas van mal, no hay duda. Pero no necesitamos devanarnos los sesos para averiguar por qué van tan mal. Ahí está el buen enemigo que con angelical paciencia carga con todas las culpas. En comparación con él, el papel de los amigos es más bien pobre.
BESOS DE PELICULA
Amado Gómez Ugarte
España (1956)
Le robé un beso en el cine, mientras Humphrey Bogart morreaba a Lauren Bacal. El acomodador me sacó a empujones y me dijo que no volviera hasta que tuviese un trabajo fijo y dinero suficiente para la entrada del piso. El acomodador era su padre...
SOBRE LOS MAGOS, PRESTIDIGITADORES Y MALABARISTAS
Marco Denevi
Argentina (1922-1998)
Me espanta la flema y hasta el regocijo con que usted asiste a las exhibiciones de los prestidigitadores. Debo informarle que usted cree ver una cosa y en realidad ve otra. Qué novedad, me dirá usted. No me refiero a los engaños e ilusiones que tanto lo divierten, sino a los recursos de que echan mano los prestidigitadores para embaucar al público. Antaño todo era limpio, lícito y, en el fondo, ingenuo. La supuesta trasmisión de pensamiento se basaba en un código convencional: ahora los magos obligan a sus ayudantes a mirar a través de las negras vendas que les cubren los ojos, y el esfuerzo las vuelve ciegas a corto plazo. Antes el descuartizamiento de la mujer que se encerraba en un baúl al que el mago serruchaba en dos era un truco: ahora la mujer encerrada en el baúl es verdaderamente asesinada y la otra, la que después aparece viva y sonriente, es su hermana gemela. El malabarista le pide a usted su reloj, lo hace pedazos, lo coloca en un sombrero, finge pronunciar no sé qué abracadabras, el reloj aparece intacto y usted aplaude. Pero no es el mismo reloj, es otro, aparentemente igual al suyo aunque de inferior calidad y que da una hora apócrifa que lo hace llegar tarde a todas las citas. Señor, convénzase: los prestidigitadores ya no dominan su arte, los secretos de su oficio se han perdido u olvidado. Pero esos mistificadores, esos embusteros, con tal de seguir contando con el favor del público, apelan a los innobles ardides (para llamarlos de alguna manera) que acabo de enumerarle.
ARGUMENTO
Nathaniel Hawthorne
Estados Unidos (1804-1864)
Una familia que se compone del padre, la madre y un par de hijos, sale a dar un paseo y se interna en el bosque. La pequeña hija se pierde de vista entre los árboles. La llaman. Regresa al rato. Al principio, ellos no advierten ningún cambio en ella; sin embargo, poco a poco, parecen notar algo extraño. Hasta que, un tiempo más tarde, llegan incluso a sospechar que no es su hija, sino en verdad una extraña, la que regresó con ellos.
EL ENIGMA
Francois M. Arouet, Voltaire
Francia (1694-1778)
El gran mago planteó esta cuestión:
- ¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?
Le tocaba hablar a Itobad. Contestó que un hombre como él no entendía nada de enigmas y que era suficiente con haber vencido a golpe de lanza. Unos dijeron que la solución del enigma era la fortuna, otros la tierra, otros la luz.
El mago Zadig consideró que era el tiempo:
- Nada es más largo -agregó- ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres le descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas.
UNA RELACION DE AMOR Y ODIO
Louise Bourgeois
Francia (1911-2010)
El análisis es una estafa es una trampa es un trabajo es un privilegio es un lujo es un deber es un deber hacia mí misma mi marido mis padres mis hijos es una vergüenza es una farsa es un amorío es una cita es un juego del gato y el ratón es un bote que timonear es un encarcelamiento es un chiste me vuelve impotente me convierte en policía es un mal sueño es de mi interés es mi campo de estudio es más de lo que puedo manejar me pone furiosa es un plomo es un incordio es un dolor de cabeza.
SUEÑO DEL FRAILE
Alvaro Mutis
Colombia (1923)
Transitaba por un corredor y al cruzar una puerta volvía a transitar el mismo corredor con algunos breves detalles que lo hacían distinto. Pensaba que el corredor anterior lo había soñado y que éste sí era real. Volvía a trasponer una puerta y entraba a otro corredor con nuevos detalles que lo distinguían del anterior y entonces pensaba que aquél también era soñado y éste era real. Así sucesivamente cruzaba nuevas puertas que lo llevaban a corredores, cada uno de los cuales era para él, en el momento de transitarlo, el único existente. Ascendió brevemente a la vigilia y pensó: "También ésta puede ser una forma de rezar el rosario".
LA ULTIMA MUJER
Eduardo Berti
Argentina (1964)
Ella sentía tanto pudor que evitaba desvestirse en su presencia. Un pudor desmedido, observó él. Un pudor que ocultaba se diría, algún misterio. Por fin le dio la espalda, se quitó la blusa y volteó enseñádole unos senos puntiagudos, aunque cruzando los brazos a la altura del abdomen. "¿Ves?", le dijo sin mirarlo. "Ningún hombre vio antes esto", y le mostró en consecuencia su asombroso cuerpo sin ombligo. "Cuando nací -contó- no hizo falta cortar el cordón umbilical. Tiraron de él y mi ombligo se arrancó, limpio y entero, del vientre. Mi padre me puso Eva, como la primera mujer que, al nacer de la costilla de Adán, también carecía de un ombligo. Mi madre se sobresaltó y, en un arranque de superstición, exclamó que si la primera mujer había nacido sin ombligo, ahora yo bien podía ser la última. Los médicos rieron de buena gana; aún así hasta que en el ala contraria no nació la siguiente niña, una incertidumbre (no sé si exagerada) reinó en aquel hospital". El escuchó en silencio su relato y se rió de la misma forma que los médicos parteros. Luego recorrió con la lengua el vientre liso. Y la amó como si en efecto fuera la última mujer en la tierra.
NOVELA POLICIACA
Paul M. Viejo
España (1978)
Lo que más me molestó, irritó, por lo que me juré no volver a hacerlo más, por muy motivado que estuviera, por mucha fama que estuviese esperándome, fue que, tras ordenar de una forma coherente toda la historia en mi cabeza, dar los antecedentes de lo ocurrido, explicar la importancia de la mujer rubia en todo esto, atar cuanto cabo permaneciera suelto y procurar no dejarme ningún cadáver sin mencionar, todo narrado despacito y con buena letra, hora tras hora, al final del interrogatorio al policía sólo se le ocurrió decir que quién era yo, que después de tantas preguntas como hizo ya se le había olvidado incluso de qué se me acusaba.