1 de julio de 2011

Guillermo Martínez: "Con el mismo adjetivo se puede hundir o alzar una novela"

Guillermo Martínez (1962) nació en Bahía Blanca, Argentina, y se radicó en Buenos Aires en 1985, donde se doctoró en Ciencias Matemáticas para luego re­sidir durante dos años en Oxford realizando estudios posdoctorales en Lógica Matemática. En 1982 obtuvo el Primer Premio del Certamen Nacional de Cuentos Roberto Arlt con el libro "La jungla sin bestias" que aún permanece inédito. Seis años más tarde publicó el volumen de cuen­tos "Infierno grande", y posteriormente hizo lo propio con las nove­las "Acerca de Roderer" y "La mujer del maestro". En 2003 apareció el libro de ensayos "Borges y la matemática" y obtuvo el Premio Planeta Argentina con "Crímenes imperceptibles", una novela que fue traducida a más de treinta idiomas. Luego publicó "La fórmula de la inmortalidad" -un libro de artículos y polémicas sobre literatura-, el ensayo "Gödel (para todos)", y la novela "La muerte lenta de Luciana B.". Habitual colaborador con artículos y reseñas en los diarios "La Nación", "Clarín" y "Página/12", acaba de lanzar la novela "Yo también tuve una novia bisexual", en la que narra la historia sexual clandestina de un profesor de Literatura y una de sus alumnas universitarias. "Es una novela un poco atípica en mi producción", dice el autor sobre su nueva obra al reconocer que su trama está lejos del policial y las matemáticas, dos de sus temas predilectos. En la entrevista realizada por Martín Lojo que publicó la revista "ADN. Cultura" el 24 de junio de 2011, Martínez anticipó algunos detalles sobre la historia de la relación entre un escritor y profesor de literatura argentino, de visita en una universidad del sur de Estados Unidos, y una joven estudiante estadounidense que, acechados por las estrictas normas de la institución, no podrán evitar que la tórrida atracción sexual despierte también una peligrosa intimidad.


¿Cómo nació "Yo también tuve una novia bisexual"?

La novela iba a ser el último cuento de un libro sobre sexo y muerte en el que trabajo desde hace años, "Los reinos de la posición horizontal". Como ya me ocurrió con "La muerte lenta de Luciana B.", comencé a escribir un cuento pero aparecieron otros temas además del que quería tratar, y se transformó en novela. A la cuestión del sexo se agregaron la pérdida de la memoria y la política, los conflictos de intereses y el racismo en una universidad estadounidense y el atentado a las Torres Gemelas. Mi intención es escribir sobre sexo con una visión personal. Por lo general, es un tema que se aborda con cierta condescendencia, humorística o desdeñosa. En la literatura contemporánea de inmediato se cae en el realismo sucio, la violencia, el sadomasoquismo, las drogas y la sordidez. Mi interés era relatar una relación intensamente sexual, pero sin ninguno de esos parámetros que se han vuelto cliché.

¿Cómo construyó esa trama entre sexualidad y relación sentimental?

En cada escena en la que hay un encuentro de los cuerpos aparecen otros elementos que muestran una relación que crece. Hay un primer momento confesional, cuando Jenny cuenta que tuvo una relación previa homosexual. Allí el sexo funciona como una apertura al otro en todos los planos emocionales. Luego el sexo se vuelve intercambio de mercancías. Más adelante la política interviene para agitar la relación. Traté de que el escalamiento sexual acompañara los pasos que hay en toda relación. No es fácil encontrar esto en la literatura contemporánea, donde el sexo suele aparecer como culminación de algo y no como conocimiento progresivo de otra persona. Quise contar una relación "al ras de la piel", y la relación sexual culmina con una relación amorosa. Por eso, sin eludirlas, marginé las visiones cínicas sobre la sexualidad. Ese fue el desafío.

El título, sin embargo, sugiere cierto tono paródico. ¿Por qué lo eligió?

Hubo una moda durante las décadas del '80 y el '90. Una proliferación de relatos que explotaban la homosexualidad, la bisexualidad, el travestismo... Fueron temas con cierta aprobación automática por revelar algo supuestamente escondido de la sociedad. No hay parodia, aunque sí cierta ironía en el título: el personaje "también tuvo una novia bisexual", pero va a contar una historia diferente de las de aquella época.

El relato parece ser una "novela de campus", ese género que, por razones obvias, es común en la literatura anglosajona. ¿Por qué eligió ese escenario?

Me siento cómodo en ese mundo. Lo he conocido y puedo imaginarlo. Me gustan los universos cerrados y con pocos elementos. Traté incluso de reducirlo más, que fuera una isla desierta. El campus es un recorte del mundo, con sus propias leyes, personajes y conflictos. Las universidades norteamericanas tienen cierto exotismo que las vuelve objetos culturalmente curiosos. Tienen una serie de rituales que aportan gracia narrativa, como hacerte jurar por su Estado. También conservan, bajo una amabilidad aparente, ciertas tensiones no resueltas durante años y años. Me sorprendió, al visitar Estados Unidos, que cuestiones como las diferencias raciales no estuvieran para nada superadas. Los blancos se refieren a los negros como "ellos", de una forma ambigua. Me pareció un mundo interesante en varios sentidos.

¿Qué tomó de su experiencia en los campus?

Una de las escenas que reproduje fue el atentado a las Torres Gemelas. Estaba en un campus en ese momento y tomé notas mentales de la tensión que se vivió allí.

¿Por qué decidió que el atentado fuera lo que pone al descubierto la relación clandestina entre el profesor y la alumna?

En la ficción prefiero los mundos autónomos del mundo real, pero a veces dejo entrar algo. En "Acerca de Roderer", fue Malvinas; en "La muerte lenta de Luciana B.", el caso del chino incendiario. No me interesa que la trama se doblegue ante el peso de lo político o que refleje una época, sino que el acontecimiento real contribuya a ella con coherencia. Me gustaba la idea de que el efecto catastrófico y mundial del acontecimiento histórico pudiera también tocar una relación particular y destruirla. El efecto mayor al servicio del efecto menor.

A la vez, el atentado coincide con la cima de la escalada sexual de la pareja, cuando Jenny cede a las últimas exigencias de su profesor.

Ella está particularmente sensible y ya no le importan sus pudores, si tiene que ser algún día... La cercanía de la muerte funciona como afrodisíaco. Por eso "Los reinos...", el libro de cuentos, toca los dos temas. La tragedia libera una conmoción que hace pensar en la brevedad de la vida, que los tiempos que uno piensa para sí no son los que el destino le depara. Esos mecanismos eran adecuados para que coincidieran ambas cosas narrativamente. Para la chica, el romance con él fue una ilusión. En su vida real, el sexo implica someterse a la violencia irresistible de la clase de mujeres que la atraen. Pero es un destino que se define por la intervención de él que, sin notarlo, actúa en la historia de ella y le cambia la vida para siempre.

¿Cuáles son las dificultades de narrar una relación sexual?

Escribir sobre sexo es muy difícil porque uno siempre está al borde del abismo y puede no darse cuenta de cuando ya se cayó. No diría que es una novela erótica sino de tema sexual. No intenté el erotismo, que tiene que ver con la creación de atmósferas, sino una reflexión integral de varios asuntos relacionados. En un momento el narrador se queja de que no hay palabras adecuadas para hablar de sexo. Uno nunca da con la palabra precisa, porque están sobrecargadas. Atravesadas por chistes o por el lenguaje infantil, el médico, el guarango, el ridículo o el puramente descriptivo; ninguna de esas variantes interesan y te quedas sin opciones. Quise que el sexo no fuera la sublimación lírico-filosófica, que no hubiera un distanciamiento cultural, estetizante y metafórico; pero que tampoco cayera en el otro extremo, el chiste o el menosprecio cínico. Tenía que manejarme entre estos extremos, un equilibrio difícil. No sé cuantas veces me caí al abismo.

Aunque las escenas son explícitas el lenguaje no lo es.

En un momento ella le pregunta a él lo más sucio que se puede decir en español. Se supone que él se lo dice, pero no aparece en la novela. Cualquier cosa que hubiera puesto despertaría objeciones: "Ah, éste porque no es de Balvanera...", cada cual cree que es el más "canchero". El sexo es tan personal como el amor. Si uno escribe sobre matemáticas, todos pueden creer que dice una verdad, pero cuando se escribe sobre una experiencia común de la gente, cada uno cree saber más.

Entre los variados temas que aborda "Yo también..." se permitió introducir, en la voz del profesor de literatura que narra la historia, una teoría crítica.
 
Me inspiré en la reflexión de Wittgenstein sobre el lenguaje en "Observaciones filosóficas". Allí retoma preguntas básicas -cómo se adquiere la lengua, cómo se deñnen las palabras y los sentidos- con una actitud de ingenuidad vigilada. Yo quería hacerlo con el gusto literario. ¿Por qué obras de la misma generación, con los mismos procedimientos, referencias y citas, pueden parecernos unas veces extraordinarias y otras una pedantería ilegible? Quise encontrar la forma de elevar la preferencia a algo más que la pura arbitrariedad. Volver a fundamentar una crítica de valores. Creemos que hay ciertos lectores, escritores o críticos que han desarrollado un pensamiento sobre la literatura de una sofisticación y penetración mayor al de otros. Mi teoría de "refinamientos dicotómicos" dice que no sirven los adjetivos opuestos, sino que necesitamos un refinamiento constante de esas dicotomías. Con el mismo adjetivo se puede hundir o alzar una novela.