En 1999, Jitrik emprendió la dirección de la "Historia crítica de la literatura argentina", a editarse en doce volúmenes de los cuales, hasta el momento, se han publicado nueve: "El imperio realista", "La lucha de los lenguajes", "El brote de los géneros", "La narración gana la partida", "La crisis de las formas", "Macedonio", "La irrupción de la crítica", "El oficio se afirma" y "Rupturas". Como antecedentes de una obra de tal magnitud pueden mencionarse la "Historia de la literatura argentina", que Ricardo Rojas (1882-1957) publicó entre 1917 y 1922 en cuatro tomos; la que, con el mismo nombre, Rafael Arrieta (1889-1968) publicó en 1959; la colección en fascículos semanales "Capítulo", que Boris Spivacow (1915-1994) -director del Centro Editor de América Latina- lanzó a partir de 1967; y la frustrada "Historia social de la literatura argentina" dirigida por David Viñas (1927-2011), que de los catorce tomos previstos originalmente, sólo se publicó uno en 1989. "La idea -aclara Jitrik- es que toda historia es menos una metodología de constatación que un relato de hechos que se presumen significativos; la literatura, que es una parcialidad respecto de un todo social, no escapa a esta manera de ver. En consecuencia, esta Historia es el relato de lo que compone ese universo parcial y, como relato, lo que importa son los momentos de inflexión, los más dramáticos -conocidos o secretos-, las situaciones en que lo acumulado se concentra sobre sí mismo y da origen a nuevas estructuras, a nuevas modulaciones. Cada uno de esos momentos constituye un capítulo del relato general y, a su vez, esos capítulos son relatados a través de las acciones que se suponen más pertinentes. En suma, se narra la historia de la literatura. No se trata de casualidades ni de cronologías estrictas sino de momentos de inflexión". En el siguiente fragmento de la entrevista publicada en el nº 5 de la revista colombiana "Literatura. Teoría, historia, crítica" de septiembre de 2003, Jitrik se refiere, justamente, a la "Historia crítica de la literatura argentina", una obra cuya idea responde a los requerimientos culturales de nuestra época, "renunciando a la omnipotencia de los historiadores del siglo XVIII", enfatiza su director.
Cuando empezó la publicación de "Historia crítica de la literatura argentina", el público al que esperaban estuviera dirigida era, tanto los profesionales de la literatura como el lector común, culto pero no especializado. ¿Qué tal ha sido la recepción de la "Historia..." hasta ahora? ¿Han recibido respuestas críticas de sus lectores?
En efecto, la "Historia..." estaba y está dirigida tanto a profesionales como a un público culto, interesado en general por la literatura; para aquéllos es un instrumento de trabajo, para éstos un material de consulta. De modo que, en principio, el libro interviene cuando, por una razón u otra, se hace necesario; yo creería que, por eso, hay que esperar que las respuestas de los lectores se vayan produciendo lentamente. Es muy difícil que las haya de conjunto y las que se produjeron tuvieron su fuente en colegas involucrados, es decir, comprometidos con la noción misma de "historia de la literatura" y no tanto con los valores críticos sustentados. Por otra parte, cierta cautela respecto de una obra que se propone tan vasta -hay quien sostiene que hay que esperar que esté terminada para emitir un juicio- ha ido produciendo más respuestas a medida que fueron apareciendo los volúmenes; algunos estudiosos de la literatura argentina, como Adolfo Prieto o Miguel Dalmaroni, han hecho análisis muy detallados respecto al volumen noveno: el uno en una presentación, el otro en una revista universitaria. Las respuestas de tipo periodístico, en suplementos argentinos, han sido escasas y pobres, excepción hecha de entrevistas al Director General y a los Directores de volumen. Es explicable: al no advertir, porque para enfrentarse con una obra de estas características hay que poseer una competencia de la que los reseñistas de periódicos carecen, los alcances de una propuesta como ésta, consideran cada volumen como "novedad" editorial y le dedican unos párrafos de circunstancias que nada añaden a un debate de ideas.
También se esperaba que la distribución del libro fuera a escala mundial, por decirlo así. La distribución y venta del libro, ¿ha sido la esperada? ¿Cómo han respondido los críticos y académicos de la literatura fuera de la Argentina?
Me temo que la distribución fuera de la Argentina ha sido deficiente: me ha costado encontrar los volúmenes en Colombia, Guatemala, Uruguay, México y los Estados Unidos, incluso en ferias del libro; no quiero pensarlo en Europa y más allá. Al parecer, los libreros de esos países conjeturan que al ser de "tema argentino" habrá pocos interesados. Correlativamente, la venta es lenta y si bien acaso ese ritmo era el que la editorial esperaba, mis expectativas eran mayores. Pensé, desde un comienzo, que cualquier persona interesada en la literatura latinoamericana, en especial argentina, debía ir acumulando los volúmenes. Pensaba, y pienso, que poco a poco se irá haciendo indispensable tenerlos todos y que, en consecuencia, lo prudente es irlos coleccionando a medida que salen. En cuanto a las respuestas de fuera de la Argentina hemos recibido algunas realmente importantes, como las del profesor Julio Ortega, de Rhode Island y del profesor David Jiménez, de la Universidad Nacional de Bogotá. Lo demás son comentarios elogiosos pero superficiales, como era de esperar.
Un proyecto de tal envergadura, con tantos colaboradores y planeado para una publicación tan extendida a lo largo del tiempo, debe traer numerosos inconvenientes de coordinación editorial y de contenido de cada uno de los volúmenes. ¿Qué dificultades han encontrado a lo largo del camino?
Las dificultades, ciertamente, han aparecido a lo largo del camino, si. En general, los colaboradores -cerca de noventa hasta la fecha- entendieron las ideas centrales y los objetivos del proyecto, unos cuantos trataron de ignorar unos y otros y, por lo tanto, se produjeron malentendidos y conflictos que debieron ser tan laboriosamente resueltos que, a veces, esa tarea sustituyó la de la elaboración misma de los trabajos. Felizmente, fuimos resolviendo todo, esfuerzo personal mediante. En unos pocos casos la primera redacción fue plenamente satisfactoria y dio lugar a pocas correcciones; en otros hubo hasta dos correcciones y en otros, por fin, hasta cuatro de diferente modalidad. Se supone que los resultados han sido satisfactorios, tanto en lo que concierne a la escritura de los artículos como al aprendizaje de sus autores.
Una historia de publicación tan extensa también debe haber suscitado un debate sostenido sobre los principios a partir de los cuales se concibe la historia literaria. La publicación de la "Historia...", ¿ha suscitado algún debate sobre los principios a partir de los cuales se concibe la historia literaria? ¿En qué términos se ha dado? ¿Cómo ha afectado el contenido de los volúmenes que están por publicar?
En cuanto al debate debo señalar, con toda franqueza, que no ha sido sostenido ni ninguna voz se ha alzado para discutir los principios sobre los que se basa; debo pensar que han sido aceptados como novedad epistemológica por quienes entienden de estos asuntos puesto que condensan conceptos que afectan a una idea de la historia; por ejemplo la idea del "relato", que pone en cuestión el tema de la "verdad", o la de la "historiabilidad", que pone en cuestión no sólo el carácter del "hecho" sino los criterios de la selección, tan vinculados a la cuestión del valor. Debo decir también que el único debate verdadero al que he asistido fue el que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Bogotá, hace un par de años, a propósito de un Seminario que pude impartir gracias a la invitación que me dirigió el profesor Jiménez, auténticamente interesado por la propuesta, los problemas de realización y los principios generales que la orientan. Por fin, no es el debate lo que ha incidido o afectado a cada volumen sino la experiencia: las ideas tardan en abrirse paso y en hallar sus mecanismos de realización y eso se ha podido verificar a partir del primer volumen, que fue como un salto al vacío. Si bien los primeros siguen siendo muy aceptables, quizás un observador fino puede detectar en qué sentido los que le siguen han superado los límites o aún deficiencias que han podido ver en aquéllos.
La historia crítica de la literatura argentina implica también una reflexión explícita sobre el valor de las obras que se incluyen y el de las que se excluyen en ella. ¿Qué polémicas ha ocasionado su valoración de ciertas obras en detrimento de otras?
No debemos hacernos muchas ilusiones acerca de polémicas, ni las que puede suscitar este proyecto ni las que suscita la literatura en la época que nos toca vivir. Si bien la literatura prosigue su lucha contra el olvido y muchos textos siguen apostando a la inteligencia, la repercusión es tan asordinada y en ocasiones tan mediatizada, que no es extraño que estemos perplejos por lo que ocurre con ella. Por otra parte, es fácil corroborarlo: si se comenta con énfasis un libro que acaba de aparecer, o un premio que se acaba de conceder, no por eso se les concede el estatuto provocador de un intérprete cultural de primera importancia. De modo que la discusión sobre el valor está sometida en general, y fundamentalmente, a las opiniones predominantes. Si hemos incluido en la "Historia..." textos y manifestaciones no canónicas, algunos se sentirán reconfortados y validados en su lucha contra lo canónico y consagrado; otros -incómodos porque hemos concedido importancia a textos y manifestaciones que consideran de segundo orden- optarán por sentirse ofendidos. Pero es que, en nuestro proyecto, la cuestión del valor ha dado un paso atrás y, en cambio, le hemos dado mayor espacio intelectual a la idea de la "significación". Esa es una idea fuerte de esta "Historia..."; implica, nada menos, que la llegada de la semiótica -sin su lenguaje específico- a las orillas de la historia, lo que no ha de tener pocas consecuencias.
¿Qué implica haber emprendido un proyecto de esta naturaleza en una época en la que la polémica sobre la pertinencia o no de las historias de la literatura está al orden del día?
Por de pronto, supone terciar en un debate epistemológico, pues lo que afecta a las viejas historias de la literatura también afecta a la historia en general. Y, en segundo lugar, en esa empresa se intenta revalorizar la historicidad misma, no a las historias, con la presunción de -sin caer en sus limitaciones y manías- proponerse un rescate de lo histórico mismo, como dimensión insoslayable de la tarea humana, precisamente cuando muchos, porque han dejado de creer en el futuro, creen necesario desdeñar el pasado.
Cuando se comenzó a publicar la "Historia...", usted comentaba que resultaba paradójico que, cuando le propusieron dirigir el proyecto, usted estaba reflexionando sobre por qué las historias de la literatura ya no son funcionales en el discurso cultural actual. ¿Qué nuevas reflexiones le ha suscitado el desarrollo de la publicación de la "Historia crítica de la literatura argentina"? ¿Ha cambiado su opinión sobre la pertinencia de las historias literarias?
Mi opinión sobre los textos llamados "historias de la literatura" no ha cambiado; precisamente por eso he asumido el compromiso de pensar en la organización de los hechos literarios con ánimo de rescatar su significación, de un modo que, considero, no paga tributo al modo de historiar tan socorrido y que, en efecto, se ubica de una manera paradójica en el discurso cultural actual. Por un lado se las soporta, pese a que "dicen" poco y, por el otro se las desprecia; se prefiere, en la pobre situación en la que perdura la literatura, a lo sumo la crítica, si se trata de ir un poco más lejos que la mera lectura, o la redundancia, si no importa ir a ese más lejos. En suma, sin haberse modificado mi opinión sobre la pertinencia de las historias literarias, he empezado a pensar que no es inútil buscar otros caminos para rescatar una historia de significaciones y de escrituras.
La publicación de una historia nacional de la literatura también se ha tratado, desde los años setenta, de poner en duda. ¿Han recibido ustedes críticas en este sentido? ¿Qué posición tiene el proyecto frente a ellas?
En el recinto de un país nada parece más natural que referirse de manera centrípeta a alguno de sus avatares. Hablar de lo propio parece tener mucho sentido todavía para colectividades asediadas por el fantasma de la identidad o la pérdida de la identidad.
La publicación de una historia de la literatura de un país también implica una reevaluación de las historias anteriormente escritas. ¿En qué posición está la suya con respecto a las historias anteriores?
Creo, sinceramente, que operan en nuestra "Historia..." criterios muy diferentes a los que predominan en las historias anteriores. Hablaría, por lo tanto, no de reevaluación sino de reconsideración, lo que me parece que es diferente. Sin embargo, con respecto a nuestra posición, explícita en los volúmenes publicados, se ha dicho que ésta viene a llenar un vacío desde las últimas que se publicaron y, por lo tanto, que continuaría, pese a sus propuestas, el esfuerzo emprendido por aquéllas. Ese punto de vista implicaría una especie de sobrehistoria respecto de todas las historias, algo así como la dialéctica de la continuidad y el cambio. Es posible que sea así, pero lo que se propone la nuestra no es sólo mostrar de otro modo el proceso literario de un país sino otra manera de historiar y aún algo más: el estado actual de la crítica literaria, que se ha remodelado tanto en las cuatro últimas décadas. Este aspecto, que parecería correr paralelo al de la historia, ha merecido muchas páginas en el estudio de Hans Robert Jauss, que se esforzó por mostrar el sentido de la decadencia de las historias.
El proyecto de la "Historia crítica de la literatura argentina" hace explícito que el ejercicio de la historia literaria está estrechamente ligado al de la crítica. En su carrera, ¿cómo se ha dado esta interdependencia entre uno y otro oficio?
A decir verdad, hasta este momento -además de una práctica de la literatura- he trabajado básicamente en lo que se conoce como crítica en su doble aspecto: lectura, en el mayor alcance que le he podido conferir, y teoría, que he intentado formular; mis internaciones en la historia de la literatura se han producido por obligaciones docentes y sólo hasta cierto momento. De todos modos, siempre he procurado ir de un campo al otro en la creencia de que se trata de diferentes gestos, pero de una sola manera de entender el proceso literario.
Al hablar sobre los cambios que ha percibido en los estudios literarios a lo largo de su carrera como profesor de Literatura, usted comentó, hace un par de años, que sus programas de enseñanza han cambiado desde un enfoque histórico hacia una idea de hacer que los textos revelen procesos más amplios. Este nuevo enfoque, ¿ha cambiado en algo en los últimos años a raíz de la dirección de la "Historia crítica de la literatura argentina"?
Creo que no, pero iniciar la "Historia..." ha implicado una puesta en cuestión severa de lo que pudo haber sido mi plan después de considerar que la enseñanza de la literatura como exposición de la historia tenía poco sustento; en otras palabras, he tenido que plantearme la presencia imponente de lo histórico pero guardando distancia de los enfoques históricos tradicionales. En ese sentido, haber postulado alguna vez que no se trataba de historia de la literatura sino de la escritura, permea mis exigencias en relación con lo que espero de esta historia crítica; esa preocupación está siempre presente y, pienso, le confiere un carácter distintivo a esta obra que, no por desmesurada en su pretensión, deja de lado las particularidades ni los procesos productivos que, siendo intrahistóricos, generan a su vez una historia que es importante rescatar.
Un proyecto de tal envergadura, con tantos colaboradores y planeado para una publicación tan extendida a lo largo del tiempo, debe traer numerosos inconvenientes de coordinación editorial y de contenido de cada uno de los volúmenes. ¿Qué dificultades han encontrado a lo largo del camino?
Las dificultades, ciertamente, han aparecido a lo largo del camino, si. En general, los colaboradores -cerca de noventa hasta la fecha- entendieron las ideas centrales y los objetivos del proyecto, unos cuantos trataron de ignorar unos y otros y, por lo tanto, se produjeron malentendidos y conflictos que debieron ser tan laboriosamente resueltos que, a veces, esa tarea sustituyó la de la elaboración misma de los trabajos. Felizmente, fuimos resolviendo todo, esfuerzo personal mediante. En unos pocos casos la primera redacción fue plenamente satisfactoria y dio lugar a pocas correcciones; en otros hubo hasta dos correcciones y en otros, por fin, hasta cuatro de diferente modalidad. Se supone que los resultados han sido satisfactorios, tanto en lo que concierne a la escritura de los artículos como al aprendizaje de sus autores.
Una historia de publicación tan extensa también debe haber suscitado un debate sostenido sobre los principios a partir de los cuales se concibe la historia literaria. La publicación de la "Historia...", ¿ha suscitado algún debate sobre los principios a partir de los cuales se concibe la historia literaria? ¿En qué términos se ha dado? ¿Cómo ha afectado el contenido de los volúmenes que están por publicar?
En cuanto al debate debo señalar, con toda franqueza, que no ha sido sostenido ni ninguna voz se ha alzado para discutir los principios sobre los que se basa; debo pensar que han sido aceptados como novedad epistemológica por quienes entienden de estos asuntos puesto que condensan conceptos que afectan a una idea de la historia; por ejemplo la idea del "relato", que pone en cuestión el tema de la "verdad", o la de la "historiabilidad", que pone en cuestión no sólo el carácter del "hecho" sino los criterios de la selección, tan vinculados a la cuestión del valor. Debo decir también que el único debate verdadero al que he asistido fue el que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Bogotá, hace un par de años, a propósito de un Seminario que pude impartir gracias a la invitación que me dirigió el profesor Jiménez, auténticamente interesado por la propuesta, los problemas de realización y los principios generales que la orientan. Por fin, no es el debate lo que ha incidido o afectado a cada volumen sino la experiencia: las ideas tardan en abrirse paso y en hallar sus mecanismos de realización y eso se ha podido verificar a partir del primer volumen, que fue como un salto al vacío. Si bien los primeros siguen siendo muy aceptables, quizás un observador fino puede detectar en qué sentido los que le siguen han superado los límites o aún deficiencias que han podido ver en aquéllos.
La historia crítica de la literatura argentina implica también una reflexión explícita sobre el valor de las obras que se incluyen y el de las que se excluyen en ella. ¿Qué polémicas ha ocasionado su valoración de ciertas obras en detrimento de otras?
No debemos hacernos muchas ilusiones acerca de polémicas, ni las que puede suscitar este proyecto ni las que suscita la literatura en la época que nos toca vivir. Si bien la literatura prosigue su lucha contra el olvido y muchos textos siguen apostando a la inteligencia, la repercusión es tan asordinada y en ocasiones tan mediatizada, que no es extraño que estemos perplejos por lo que ocurre con ella. Por otra parte, es fácil corroborarlo: si se comenta con énfasis un libro que acaba de aparecer, o un premio que se acaba de conceder, no por eso se les concede el estatuto provocador de un intérprete cultural de primera importancia. De modo que la discusión sobre el valor está sometida en general, y fundamentalmente, a las opiniones predominantes. Si hemos incluido en la "Historia..." textos y manifestaciones no canónicas, algunos se sentirán reconfortados y validados en su lucha contra lo canónico y consagrado; otros -incómodos porque hemos concedido importancia a textos y manifestaciones que consideran de segundo orden- optarán por sentirse ofendidos. Pero es que, en nuestro proyecto, la cuestión del valor ha dado un paso atrás y, en cambio, le hemos dado mayor espacio intelectual a la idea de la "significación". Esa es una idea fuerte de esta "Historia..."; implica, nada menos, que la llegada de la semiótica -sin su lenguaje específico- a las orillas de la historia, lo que no ha de tener pocas consecuencias.
¿Qué implica haber emprendido un proyecto de esta naturaleza en una época en la que la polémica sobre la pertinencia o no de las historias de la literatura está al orden del día?
Por de pronto, supone terciar en un debate epistemológico, pues lo que afecta a las viejas historias de la literatura también afecta a la historia en general. Y, en segundo lugar, en esa empresa se intenta revalorizar la historicidad misma, no a las historias, con la presunción de -sin caer en sus limitaciones y manías- proponerse un rescate de lo histórico mismo, como dimensión insoslayable de la tarea humana, precisamente cuando muchos, porque han dejado de creer en el futuro, creen necesario desdeñar el pasado.
Cuando se comenzó a publicar la "Historia...", usted comentaba que resultaba paradójico que, cuando le propusieron dirigir el proyecto, usted estaba reflexionando sobre por qué las historias de la literatura ya no son funcionales en el discurso cultural actual. ¿Qué nuevas reflexiones le ha suscitado el desarrollo de la publicación de la "Historia crítica de la literatura argentina"? ¿Ha cambiado su opinión sobre la pertinencia de las historias literarias?
Mi opinión sobre los textos llamados "historias de la literatura" no ha cambiado; precisamente por eso he asumido el compromiso de pensar en la organización de los hechos literarios con ánimo de rescatar su significación, de un modo que, considero, no paga tributo al modo de historiar tan socorrido y que, en efecto, se ubica de una manera paradójica en el discurso cultural actual. Por un lado se las soporta, pese a que "dicen" poco y, por el otro se las desprecia; se prefiere, en la pobre situación en la que perdura la literatura, a lo sumo la crítica, si se trata de ir un poco más lejos que la mera lectura, o la redundancia, si no importa ir a ese más lejos. En suma, sin haberse modificado mi opinión sobre la pertinencia de las historias literarias, he empezado a pensar que no es inútil buscar otros caminos para rescatar una historia de significaciones y de escrituras.
La publicación de una historia nacional de la literatura también se ha tratado, desde los años setenta, de poner en duda. ¿Han recibido ustedes críticas en este sentido? ¿Qué posición tiene el proyecto frente a ellas?
En el recinto de un país nada parece más natural que referirse de manera centrípeta a alguno de sus avatares. Hablar de lo propio parece tener mucho sentido todavía para colectividades asediadas por el fantasma de la identidad o la pérdida de la identidad.
La publicación de una historia de la literatura de un país también implica una reevaluación de las historias anteriormente escritas. ¿En qué posición está la suya con respecto a las historias anteriores?
Creo, sinceramente, que operan en nuestra "Historia..." criterios muy diferentes a los que predominan en las historias anteriores. Hablaría, por lo tanto, no de reevaluación sino de reconsideración, lo que me parece que es diferente. Sin embargo, con respecto a nuestra posición, explícita en los volúmenes publicados, se ha dicho que ésta viene a llenar un vacío desde las últimas que se publicaron y, por lo tanto, que continuaría, pese a sus propuestas, el esfuerzo emprendido por aquéllas. Ese punto de vista implicaría una especie de sobrehistoria respecto de todas las historias, algo así como la dialéctica de la continuidad y el cambio. Es posible que sea así, pero lo que se propone la nuestra no es sólo mostrar de otro modo el proceso literario de un país sino otra manera de historiar y aún algo más: el estado actual de la crítica literaria, que se ha remodelado tanto en las cuatro últimas décadas. Este aspecto, que parecería correr paralelo al de la historia, ha merecido muchas páginas en el estudio de Hans Robert Jauss, que se esforzó por mostrar el sentido de la decadencia de las historias.
El proyecto de la "Historia crítica de la literatura argentina" hace explícito que el ejercicio de la historia literaria está estrechamente ligado al de la crítica. En su carrera, ¿cómo se ha dado esta interdependencia entre uno y otro oficio?
A decir verdad, hasta este momento -además de una práctica de la literatura- he trabajado básicamente en lo que se conoce como crítica en su doble aspecto: lectura, en el mayor alcance que le he podido conferir, y teoría, que he intentado formular; mis internaciones en la historia de la literatura se han producido por obligaciones docentes y sólo hasta cierto momento. De todos modos, siempre he procurado ir de un campo al otro en la creencia de que se trata de diferentes gestos, pero de una sola manera de entender el proceso literario.
Al hablar sobre los cambios que ha percibido en los estudios literarios a lo largo de su carrera como profesor de Literatura, usted comentó, hace un par de años, que sus programas de enseñanza han cambiado desde un enfoque histórico hacia una idea de hacer que los textos revelen procesos más amplios. Este nuevo enfoque, ¿ha cambiado en algo en los últimos años a raíz de la dirección de la "Historia crítica de la literatura argentina"?
Creo que no, pero iniciar la "Historia..." ha implicado una puesta en cuestión severa de lo que pudo haber sido mi plan después de considerar que la enseñanza de la literatura como exposición de la historia tenía poco sustento; en otras palabras, he tenido que plantearme la presencia imponente de lo histórico pero guardando distancia de los enfoques históricos tradicionales. En ese sentido, haber postulado alguna vez que no se trataba de historia de la literatura sino de la escritura, permea mis exigencias en relación con lo que espero de esta historia crítica; esa preocupación está siempre presente y, pienso, le confiere un carácter distintivo a esta obra que, no por desmesurada en su pretensión, deja de lado las particularidades ni los procesos productivos que, siendo intrahistóricos, generan a su vez una historia que es importante rescatar.