El origen
del semanario estuvo en el notorio incremento de las relaciones comerciales
entre la Argentina y Gran Bretaña luego de las guerras de emancipación de
Hispanoamérica, y la consiguiente consolidación de la comunidad británica en el
Río de la Plata. Lo notable del “British Packet”, si se lo compara con otros
periódicos de la primera mitad del siglo XIX, fue su inicial independencia de criterio
y su capacidad de crítica en todo lo concerniente a la vida pública y las
costumbres de la época.
El
escritor e historiador franco-argentino Paul Groussac (1848-1929), que no fue
complaciente con nadie sino todo lo contrario, decía sobre su editor en un
artículo recogido en su obra “Anales de la Biblioteca”: “Su tono habitual es la
ironía risueña y sus crónicas sociales, teatrales y callejeras son deliciosas,
a diferencia de la desesperante indigencia de otros periódicos que sólo
contienen vociferaciones y adulaciones oficiales. Nutrido en las letras
clásicas, Love prodiga las citas de Virgilio y Shakespeare a propósito del baño
en el río, de las bandas musicales de los cívicos que tocan en la Alameda o en
la esquina de las calles Perú y Victoria”.
El
periódico no se limitaba a transcribir los documentos oficiales sino que casi
siempre le agregaba su propio comentario, según los casos correctivo o
simplemente didáctico. En esa línea, el 12 de mayo de 1827 publicó un artículo
titulado “Ávidos de tierras”, que decía textualmente: “Creemos que la totalidad
de las tierras del Estado están arrendadas a particulares. Desde el comienzo de
la guerra han sido tomadas con inusitada avidez. El estancamiento del comercio,
combinado con el cambio producido en la moneda circulante, ha contribuido, sin
duda, a esto. El primero ha inmovilizado grandes capitales, mientras que la
depreciación del último actuó como estímulo para inversiones en propiedades
permanentes y mejoradas, como pueden considerarse los establecimientos de
pastoreo y agrícolas, tanto para los individuos como para el gobierno, en las actuales
condiciones. El interés público mira hacia el interior y promete producir
beneficios esenciales para el país, reforzando la riqueza y los recursos de la
Nación. Desde el año 1820, la provincia de Buenos Aires ha padecido una gran
sequía, que impidió buenas cosechas de trigo en todo este período y produjo
efectos más o menos perjudiciales en la cría de ganado. En algunos de esos
años, la sequía llegó a ser muy intensa, como ocurrió en otras épocas,
especialmente a fines del siglo pasado; pero la repetición durante los últimos
seis años hace necesarias lluvias abundantes y frecuentes, que esperamos caigan
este año, a juzgar por la fuerza con que la estación de las lluvias ha
comenzado en el interior. En Buenos Aires, acaban de iniciarse y nos dan esperanzas
no menos sólidas. Un buen año nos dará carne y pan abundante, así como también
otros artículos de primera necesidad que produce el país y, con esto, las
calamidades de la guerra no se sentirán tanto. Como hasta ahora no se han hecho
tentativas para asegurar riegos permanentes por medio de pozos u otras
reservas, no puede menos que desearse el auxilio constante de un tiempo
favorable”.
El mismo
día y con el título “La carne liberal”, publicó lo siguiente: “Como
consecuencia de la escasez de carne fresca que se ha experimentado durante los
últimos tiempos, el presidente de la República ha emitido un decreto por el
cual el precio de la carne se ha fijado en seis reales la arroba, para la de
mejor calidad, y en cinco para la de inferior. Si estas reglamentaciones
resultaran insuficientes para mantener una constante y amplia afluencia de
carne fresca, el gobierno otorgará el privilegio exclusivo para proveer el
mercado de ese artículo, a aquellas personas que puedan ofrecer hacerlo en los
términos más razonables. El preámbulo del decreto muestra evidentemente que el
principio que hasta el momento rigió a esta parte de la economía municipal ha
resultado equivocado. La competencia, en la mayoría de los países, es la mejor
garantía de precio equitativo en las mercancías; mientras que ni la autoridad
misma puede, sin interferir en los derechos individuales, obligar a la venta de
propiedad privada de cualquier clase, con pérdida. El gobierno está enterado de
esto, pero se ha demorado en anular el sistema establecido debido a los
prejuicios que existen con respecto a sus atribuciones, que hasta ahora han
comprendido la intervención en la venta de los artículos de primera necesidad,
especialmente de carne y pan. Las reglamentaciones existentes continuarán en
vigor sólo hasta el fin del año actual, cuando el mercado se abrirá a todos y
los precios quedarán libres de limitaciones, con excepción, quizás, de algunos
casos particulares. La atención que hasta el momento ha prestado la policía al
peso de los artículos continuará y cualquier vendedor que sea sorprendido
defraudando en el peso será enviado a servir en el ejército o, si es inapto,
por dos años en trabajos públicos”.
Unos meses
más tarde, el 3 de noviembre de 1827, bajo el título “La situación nacional”,
decía: “La Nación Argentina se encuentra por cierto en una situación muy
particular. Después muchos años de revolución, tras haber pasado por todas las
vicisitudes de la vida pública, todavía nos vemos obligados a discutir las
bases fundamentales de aquellos principios sin los cuales no puede existir la
libertad cívica. Parece que la opinión pública no ha tenido tiempo de definirse
a favor de ninguno de ellos y, lejos de descubrir en el pueblo reglas
invariables de conducta política, sólo encontramos una especie de oscuridad
visible, un caos de ideas inconexas, expuestas a tomar direcciones
contradictorias de acuerdo con el acontecer de los hechos y con los hombres
que se presentan en la escena pública. Amigos sinceros de este país y
cálidamente interesados en su gloria y su felicidad, deploramos esta
incertidumbre en que se debate la opinión pública y haremos todos los
esfuerzos, dentro del alcance de nuestros recursos y de la línea de
imparcialidad que nos hemos trazado, para contribuir a desarraigar un mal que
tememos fructificará con las consecuencias más desastrosas. Ante todo,
nos es penoso ver la primera de las instituciones públicas, las elecciones,
sometida a la irregularidad de una legislación ocasional y desprovista de una
base firme que es la única que puede asegurar su permanencia. Sabemos que la
legislación tiene un gran vacío en este aspecto tan importante, pero lo que la
ley no ha hecho, debe hacerlo la opinión pública. Si el pueblo estuviera
ilustrado sobre estas cuestiones, no veríamos de nuevo ahora la manzana de la
discordia arrojada entre los partidos”.
El 1 de
diciembre de 1828 se consumó un golpe de Estado a manos del general Juan
Lavalle (1797-1841) para derrocar al por entonces gobernador de la Provincia de
Buenos Aires Manuel Dorrego (1787-1828) quien, doce días más tarde sería
fusilado. En su edición del 26 de diciembre, el "British Packet and
Argentine News" publicó un pormenorizado detalle de los funerales del
general derrocado haciendo mención a los conspiradores de la rebelión militar,
entre ellos Martín Rodríguez (1771-1845), Julián Agüero (1776-1851), Ignacio
Álvarez Thomas (1787-1857), Salvador M. del Carril (1798-1883), Valentín Alsina
(1802-1869) y Florencio Varela (1807-1848), por lo que el periódico fue
clausurado.
Recién un
año más tarde, cuando las tropas federales derrotaron a los unitarios que
respondían a Lavalle y Juan Manuel de Rosas (1793-1877) fue proclamado Gobernador
y Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires, el
periódico volvió a aparecer, por lo que resueltamente se inclinó a favor de la
causa federal y, con la discreción que lo distinguía, no eludió sus simpatías
por Rosas.
Tiempo
después, en el ejemplar del día 8 de diciembre de 1832, apareció la noticia “La
reelección de Rosas”: “El brigadier general Juan Manuel de Rosas ha sido
reelecto gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires. El 8 de
diciembre de 1829 había asumido el cargo de gobernador y por haberse cumplido
los tres años fijados por la ley, su mandato expira el día de la fecha. El 5
del corriente, a la una de la tarde, la Sala de Representantes se reunió y
procedió a elegir gobernador de la provincia. Estaban presentes 36 de sus
miembros y votaron de la siguiente manera: por el brigadier general Juan Manuel
de Rosas, 29 votos; por don Tomás Manuel de Anchorena, 4; por don Vicente
López, 2; por don Luis Dorrego, 1. Concluida la votación, el presidente
proclamó la elección del señor Rosas, la que fue recibida con grandes aplausos
por parte de los espectadores que en número considerable ocupaban la galería.
Varias composiciones poéticas impresas que fueron distribuidas detallaban los
servicios del señor Rosas y lo llamaban orgullo de América, César argentino,
héroe y salvador de la República”.
Si algunos
aspectos de las noticias de aquella época guardan alguna semejanza con la
actualidad es mera coincidencia.