Es en vano
especular sobre la existencia íntima de Lovecraft como hombre casado, pues hay
en sus cartas un abundante material propuesto para el estudio de los
psiquiatras. Era reticente respecto de su unión: en los cinco millones de
palabras que representan su correspondencia, nadie fue capaz de descubrir una
sola que constituya una crítica a su mujer; si hubo puntos débiles en ese
matrimonio, Lovecraft asumía la responsabilidad. Su esposa era una mujer llena
de vitalidad y de seguridad, Howard era tímido y reservado; sus personalidades
no se complementaban en absoluto. Tal vez por ello no sea casual que las
mujeres en la obra de Lovecraft escaseasen y no fueran compasivas, comprensivas
ni amables. Los pocos personajes femeninos en sus historias fueron,
invariablemente, sirvientas de las fuerzas del mal.
Además,
Lovecraft no toleraba Brooklyn, donde vivía con ella. Fue allí donde sus
opiniones racistas se transformaron en una auténtica neurosis racial. Siendo
pobre, debía vivir en los mismos barrios que esos inmigrantes “obscenos,
repelentes, de pesadilla”. Se codeaba con ellos en la calle, en los parques
públicos. En el Metro lo empujaban “mulatos grasientos y burlones”, “negros
horribles parecidos a enormes chimpancés”. Allí conoció el odio, el asco y el
miedo, a tal punto que el escritor Frank Belknap Long (1901-1994) estimaba que
su salud mental aumentaría si no se tomaban medidas para que volviera a
Providence y se interpuso para persuadir a la tía de Lovecraft -la señora
Gamwell- de que tomara medidas para así poner fin al infortunio y al estado
lamentable del escritor.
Luego, Lovecraft
se quedó en Providence. La excepción fueron algunos viajes cortos para visitar
a los amigos bajo cielos más clementes: el ya citado reverendo Henry S.
Whitehead y el poeta vanguardista Robert Hayward Barlow (1918-1951) en Florida,
por ejemplo; o para estudiar los monumentos históricos en las viejas ciudades
del continente norteamericano: St. Agustin, New Orleans, Charleston, Natchez,
Quebec, Boston, Filadelfia y otras, lugares que él denominaba “coloniales
inglesas”. En uno de esos viajes conoció al que sería su gran amigo y
difundidor de su obra, el escritor y antologista estadounidense August Derleth (1909-1971),
con quien, a pesar de su diferencia de edad, creó una fuerte amistad. Derleth lo
apodó “el viejo”, cosa que a Lovecraft le encantó, ya que le daba un aire
señorial y de sabio que tanto le gustaba demostrar.
Parecía
ser alérgico a las temperaturas rigurosas y reaccionaba desfavorablemente a
temperaturas inferiores a los 20°, y en sus últimos años a los 30°. Por eso
viajaba poco en el invierno; de tanto en tanto iba sin embargo a New York, para
visitar el Kalem Club, un sitio insólito y extraño que congregaba a escritores
y fanáticos de la ficción. El Kalem fue probablemente la primera de las
organizaciones de “fans” que se crearon desde esa época. El nombre de Kalem fue
adoptado porque los apellidos de los miembros del club comenzaban por una K,
una L o una M, no solamente los de los tres fundadores, los escritores Reinhart
Kleiner (1892-1949), Frank Belknap Long (190-1994) y Everett Mc Neil (1862-1929),
sino también los de los miembros más recientes: James F. Morton (1870-1941),
Arthur Leeds (1882-1952), Samuel Loveman (1887-1976), Herman C. Koenig (1893-1959), George
Willard Kirk (1898-1962) y el propio Lovecraft. Los miembros del Kalem Club
rápidamente vieron en él al Poe del siglo XX, y en consecuencia le otorgaron un
sitio de privilegio. Las reuniones del Kalem Club discurrían entre charlas,
discusiones e incluso lecturas de obras en progreso.
Con los
años gozó de una pequeña reputación. Dos historias entre las más señaladas, “The
colour out of space” (El color que bajó del cielo) y “The Dunwich horror” (El
horror de Dunwich), obtuvieron las tres estrellas en la colección anual de los
mejores cuentos publicados por la revista “Weird Tales”. Algunas de esas
historias fueron reproducidas en el “London Evening Standard”, y en las
antologías “Not at night” (No en la noche) de Christine Campbell Thomson (1897-1985)
y “Creeps by night” (Escalofríos por la
noche) de
Dashiell Hammett (1894-1961). Sus publicaciones aumentaron, sin que fuese de
una manera espectacular, pero ellas comprendían, además de las del “Amazing
Stories”, el “Astouding Stories” y la “Tales of Magic and Mystery”, a las
publicadas en “Weird Tales”, que recogió ocho de cada diez relatos escritos por
Lovecraft.
Los años
le trajeron otros cambios menos agradables. En 1932 su tía, la señora Clark,
moría y menos de un año más tarde, Lovecraft y su tía sobreviviente, Annie
Gamwell, fueron a instalarse en el n° 66 de la College Street, casa que iba a
ser el último domicilio de Lovecraft en Providence. Sólo le gustaba escribir
por la noche, aun cuando durante el día cerraba los postigos para trabajar con
luz eléctrica; mantenía una voluminosa correspondencia con casi un centenar de
personas y ello en forma regular. Era un epistolario brillante.
Adoraba
pasearse por la noche por las calles de Providence, las mismas que Edgar Allan
Poe (1809-1849) había fatigado muchos años antes. De tiempo en tiempo
abandonaba su correspondencia para escribir una nueva historia, pero nunca estaba
muy satisfecho de su trabajo, al que encontraba cargado de un espíritu
comercial. Lo que producía le parecía demasiado lejos de lo que había soñado,
aunque escribía cada vez menos. Fuera de sus viajes, sus costumbres no
variaban. Durante el invierno vivía como ermitaño; en verano, iba a los bosques
a encontrar los lugares que había conocido en su infancia, a escribir cartas,
poemas (en el estilo de su querido siglo XVIII) y fragmentos de historias.
Sin
embargo, su estado de salud se agravaba poco a poco. Entre sus cartas escritas
en 1936 se encuentran alusiones a pequeños inconvenientes y a debilidades
desagradables, aunque nada de ello, ni aun de lejos, se parecía a una queja.
Mientras tanto, su enfermedad se complicó durante el otoño de 1936 y a
comienzos del invierno de 1937. Debía estar al corriente de la naturaleza de su
enfermedad, dado que el 17 de febrero de ese año, hablando del renacer de su
interés por la astronomía, escribió: “Es raro advertir como las curiosidades de
la juventud renacen hacia el fin de la vida”. Poco tiempo después era llevado
al Jane Brown Memorial Hospital, de Providence.
Murió en
la madrugada del 15 de marzo de 1937 de un cáncer intestinal. Tres días más
tarde fue enterrado en la concesión que su abuelo tenía en el cementerio de
Swan Point; desde hacía diez años hablaba de aquel lugar cada vez más. Solía
profetizar: “Ese es el lugar donde reposaré un día”. Su nombre está grabado
sobre el monumento central, pero ninguna lápida señala el emplazamiento de su
sepultura. Tenía apenas casi cuarenta y siete años, los que dadas las
peripecias de su vida, parecieron muchos más. Dejó a la posteridad obras
trascendentales como “The music of Erich Zann” (La música de Erich Zann), “The call
of Cthulhu” (La llamada de Cthulhu), “The case of Charles Dexter Ward” (El caso
de Charles Dexter Ward), “At the mountains of madness” (En las montañas de la locura)
y “The shadow
over Innsmouth” (La sombra sobre Insmouth) entre muchas otras.
Cuatro
años antes de fallecer publicó “Notes on weird fiction” (Notas sobre el arte de
escribir cuentos fantásticos), ensayo en el que contó: “La razón por la cual
escribo cuentos fantásticos es porque me producen una satisfacción personal y
me acercan a la vaga, escurridiza, fragmentaria sensación de lo maravilloso, de
lo bello y de las visiones que me llenan con ciertas perspectivas, ideas, ocurrencias
e imágenes. Mi predilección por los relatos sobrenaturales se debe a que
encajan perfectamente con mis inclinaciones personales; uno de mis anhelos más
fuertes es el de lograr la suspensión o violación momentánea de las irritantes
limitaciones del tiempo, del espacio y de las leyes naturales que nos rigen y
frustran nuestros deseos de indagar en las infinitas regiones del cosmos, que
por ahora se hallan más allá de nuestro alcance, más allá de nuestro punto de
vista”.
“The
Penguin Encyclopedia of horror and the supernatural” (Enciclopedia Penguin del
horror y lo sobrenatural) subrayó en 1986 algunos aspectos de su escritura: “Algunos
han criticado sus obras por su estilo ampuloso, repleto de adjetivos, pero la
armonía y el equilibrio en sus mejores cuentos justifican plenamente esa
práctica como deliberada. Se formó a conciencia en este género apropiándose de
sus recursos, manipulándolos a su antojo y llevándolos al límite con
convincente facilidad”. Veinte años más tarde, en 2006, el novelista y ensayista
francés Michel Houellebecq (1956) apuntó en su ensayo “H.P. Lovecraft: contre
le monde, contre la vie” (H.
P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida): “Siempre quiso verse como un gentilhombre
de provincias, que cultiva la literatura como una de las bellas artes, para su
propio deleite y el de algunos amigos, sin preocuparse por los gustos del gran
público, los temas de moda o cualquier otra cosa por el estilo. Un personaje
semejante ya no tiene cabida en nuestras sociedades. En una época de
mercantilismo enloquecido, es reconfortante encontrar a alguien que se niega
con tal obstinación a ‘venderse’”.
Se trató,
en definitiva, de un precoz y antisocial lector que logró convertir su propio
infierno personal en la proyección de inquietudes más profundas, latentes en la
sociedad de los años ‘20. Al hacerlo, fue el creador de una narrativa original
que colaboró al surgimiento de un tipo de literatura fantástica que sigue
existiendo. Concibió un mundo de mitología y fantasía en sus novelas y cuentos influenciado
por el escritor y dramaturgo anglo-irlandés Lord Dunsany (1878-1957), por el autor
de ficciones inglés William Hope Hodgson (1877-1918), por el escritor galés
de literatura sobrenatural
y de terror fantástico Arthur Machen (1863-1947) y, por supuesto, por el autor
de “The murders in the Rue Morgue” (Los crímenes de la calle Morgue), su
admirado Edgar Allan Poe. Con su estilo gótico, sus obras están cargadas de
magia, misterio y terror, elementos todos ellos que lo convirtieron en uno de los grandes nombres de la literatura
fantástica y de ciencia ficción, al que el famoso escritor estadounidense de
novelas de terror, ficción sobrenatural y misterio Stephen King (1947) definió
como “el príncipe oscuro y barroco de la historia del horror del siglo XX”.