Aunque usted ha publicado ya no sólo volúmenes
de cuentos sino también dos novelas y un libro para niños, en los cuentos
parece moverse “como un pez en el agua”, en su propio elemento. ¿Se siente más
cómoda en ese género?
Siempre me
he sentido mucho más cómoda con los cuentos, su ámbito y su ritmo, y obviamente
he escrito muchos más cuentos que novelas, de modo que en el cuento me muevo
con un poco más de confianza. Pero actualmente estoy trabajando en una novela,
así que éste no es el mejor momento para decir que soy primariamente una
escritora de cuentos, aunque es tentador hacerlo.
¿Y en cuál de las dos formas se siente usted más
cómoda?
Me gustan
las dos por sus objetivos individuales.
¿Tiene una clara decisión acerca del género en
que va a escribir antes de sentarse a escribir?
Sí, sin
duda. Algunos escritores se sientan a escribir novelas y se encuentran con que
sólo han escrito un cuento, que la novela de algún modo se derrumbó o se
aceleró o se desvió. En general, yo siento que las novelas son acerca del
tiempo: el tiempo es su tema y su medio. Los cuentos son usualmente una simple
tajada penetrante de tiempo que contiene sentimientos y los dilemas clave en
las circunstancias de un personaje. Por supuesto, siempre hay excepciones.
¿Cómo sabe si una idea irá a parar a un cuento o
a una novela?
Supongo
que es algo que se sabe por haber leído ambos géneros. Un relato tiene un
pequeño nudo dentro. Una novela tiene una situación complicada que necesita de
tiempo y de un lienzo más grande.
¿Qué diferencia hay entre escribir cuentos y
novelas?
La
diferencia fundamental es que puedes tardar años en escribir una novela,
mientras que un relato te lleva meses o, incluso, semanas, si tienes suerte.
Pero la mayor diferencia, estética, es la necesidad de tiempo y complejidad de
la forma narrativa larga. Es más difícil adaptar el tiempo (como sujeto y como
medio) y la complejidad en un relato corto. A no ser que seas Alice Munro.
¿Se definiría, fundamentalmente, como una
escritora de relatos? ¿Le gusta esa definición?
No
quisiera limitarme a mí misma con definiciones. También soy madre, profesora,
crítica, etc.
La acción de sus narraciones (cuentos y novelas)
transcurre en distintos lugares, a veces mencionados por sus nombres. ¿Son
siempre lugares en los que usted ha estado, necesita haberlos visto antes
personalmente para ubicar en ellos a sus personajes?
No soy muy
buena imaginando detalles de un lugar en el que nunca he estado, al menos de
una manera general. Pero todo es vuelto a imaginar para la página.
Su escritura, para quienes la conocen, es muy
coloquial y hace uso de términos del habla cotidiana en Estados Unidos.
Los
editores me piden que piense en los traductores, pero no se puede escribir
pensando en eso. La traducción es otro trabajo de escritura. Y lo que siempre
se pierde en la traducción es la poesía y el humor. Hay cosas que son graciosas
en un idioma y en otro no funcionan. Por ejemplo, una vez escribí un chiste que
iba ‘¿cómo llamas a una mujer que se casa con un hombre sin brazos ni piernas?
Carrie’, jugando con la sonoridad del nombre que es igual que la palaba “carry’
(en inglés, cargar, llevar en andas). Pero cuando lo tradujeron al francés
pusieron ‘¿cómo llamas a una mujer que se casa con un odontólogo desempleado?’,
Carie.
La reedición argentina de “¿Quién se hará cargo
del hospital de ranas?” llega ahora, mientras en el país está en agenda el
debate por el derecho al aborto. Tratándose de un libro que escribió hace unos
años, ¿este contexto lo convierte en una nueva historia? ¿Cree que los lectores
lo leerán de otra manera?
Yo no me
puedo meter dentro de la cabeza de un lector argentino ahora mismo. Yo no sé
qué pensarán. En su momento el libro no fue publicado con esa intención. Y,
nuevamente, el libro no se trata de un manifiesto político sobre el aborto sino
más bien sobre la vida real de mujeres jóvenes que tienen que enfrentarse a una
situación así. 1972 fue el año en el que se obtuvo la legalización del aborto.
Pero en un montón de lugares y en algunos Estados esto no era aplicado. Ocurría
eso: el hecho de que estas dos chicas protagonistas tuvieran que cruzar el
estado de Nueva York a Vermont para llevar adelante el aborto era frecuente. E
increíblemente eso ahora, después de muchos años, está volviendo a pasar,
algunos servicios están cerrando. Cada vez es más difícil conseguir médicos que
lo practiquen. Algunos, incluso, han sido baleados por practicarlos, más de uno
asesinado incluso. Tengo un vecino en Madison que hace investigaciones sobre
embriones y él tiene que usar un chaleco antibalas para ir a trabajar.
¿Esto ocurre desde la llegada de Donald Trump?
No,
incluso antes. Trump nos está llevando hacia la derecha por ser una persona muy
conservadora. Pero esto está pasando hace años, estas personas que se oponen al
aborto están desde siempre. Él es el primer presidente que de alguna manera los
apoya abiertamente aunque no se sepa exactamente por qué, o aunque simplemente
quiera sus votos. Los sectores conservadores están muy felices con Trump. Todo
está yendo en reversa, de alguna manera.
¿Y esto se ve todos los días?
De alguna
manera sí. Y es absurdo que estas personas digan oponerse al aborto y no tengan
problema en que se dispare o se mate a un médico. Salvo que seas una persona
muy irracional o extrema, en ese caso seguramente algo así te parezca que tiene
sentido: tal vez crean que al matar a un médico “salvan” otro montón de vidas.
Hace bastante tiempo que es así y asusta. En mi barrio, a lo largo de todo un
verano, como tengo de vecino a un experto en investigación sobre obstetricia y
ginecología, hubo protestas en nuestra cuadra, justo frente a mi casa. Y
ocurrió que todos los chicos del barrio, mi hijo incluido, tenían miedo por
estas manifestaciones con carteles. Los manifestantes caminaban de un lado a
otro por nuestra calle, con esas imágenes y fotografías viles. Todo un verano
así. Entonces encendimos los regadores para que se fueran. Como no querían
mojarse, se fueron. Al final no estaban tan comprometidos con la causa, preferían
mantenerse secos.
La impresión que llega desde los Estados Unidos
es la de un país que está atravesando muchas controversias desde que Trump
asumió el poder. ¿Es así realmente? ¿Qué ocurre con los escritores y los
intelectuales en este sentido? ¿Repercute en lo que escriben?
Por
momentos pienso que siempre hemos vivido momentos terribles, que no pasa desde
que asumió Trump. Yo crecí en los ‘60, cuando en un mismo año mataron a Martin
Luther King, la guerra de Vietnam se estaba intensificando. Vivimos en tiempos
difíciles siempre, porque los Estados Unidos tienen políticas terribles. Creo
que no es solamente Trump, es la cosa completa. Por otra parte, la política
exterior de Estados Unidos fue realmente desastrosa siempre. El problema con
Trump es que es incompetente y no quería ser presidente. Si uno se pone a
pensar, ninguno de nuestros últimos tres presidentes querían serlo. Fueron
empujados a serlo; pasó con Obama y con Bush también. En el caso de Trump, él
lo hizo casi por divertimento y para obtener más plata para sus hoteles. ¡Y de
pronto gana la elección por este ese sistema electoral extraño que tiene
Estados Unidos! Él se sorprende, su mujer Melania directamente se pone a llorar
porque no quería que esto ocurriera. Y los Obama también quedan impactados,
porque ven que todo aquello para lo que trabajaron iba a ser desmantelado. Pero
Trump, por lo pronto, no quiso desatar una enorme guerra, ¿dónde hay madera?
¡Toco madera!
Usted -votante habitual del Partido Verde- ha
declarado estar “cansada” del presidente Trump.
No siento
la necesidad de escribir sobre él. Vi ese video de Melania evitando la mano de
su esposo en el aeropuerto de Tel Aviv, lo vi una y otra vez y a diferentes
velocidades. Me pareció tan entretenido.
Estados Unidos parece hoy un país profundamente
dividido. ¿Cree que algo ha cambiado realmente durante los últimos años o que
el fenómeno es una ruptura social heredada del pasado?
Creo que
no es un cambio sino una revelación de divisiones no examinadas del pasado.
Creo que en realidad somos un mejor país que en el pasado, y que el clima
político actual simplemente muestra dónde se encontraban las fisuras y las
fallas.
Usted ha escrito varias crónicas políticas en
los últimos años, pero una sola desde que asumió Trump. ¿Cómo describiría su
presidencia hasta ahora?
Es un
“reality show” pero uno no especialmente bueno, aunque supongo que no queremos
que Trump lo sepa porque intentaría subir el “rating” con algunas maniobras
macabras. Yo había pensado que no le iba a gustar ser presidente, pero parece
que lo disfruta. Lo único que sé es que espero nunca volver a escuchar las
palabras de la actriz pornográfica Stormy Daniels, pero sospecho que no tendré
tanta suerte.
¿Y qué ocurre con la escritura? ¿Se ven
interpelados o tienen que escribir sobre lo que ocurre con Trump?
Lo que sí
veo como una preocupación es que la prensa se obsesionó tanto con Trump que
terminó ganando la elección. Soy parte de una organización de autores y hablaba
con una amiga sobre esto. Lo que me decía que está pasando es que están preocupados
con que los escritores no puedan dar una entrevista sin que no haya una
pregunta sobre Trump, o sin que el tema Trump aparezca en algún momento.
Entonces algunos pueden sentir que sus libros son usados como una excusa para
seguir hablando de Trump. A mí no me importa, vengo de un hogar con mucha
discusión política. Pero existe la preocupación de que la discusión artística o
literaria se vea invadida por Trump en cada pequeña conversación porque el tema
Trump vende. Hay una obsesión nacional con él, pero creo que la gente se está
cansando. Así que quizá eso se apague. No en Tennessee, ¡ahí la gente lo
quiere!
“La cultura estadounidense es más inteligente
que sabia”, dice en uno de los ensayos de “A ver qué
se puede hacer”. ¿Cómo afecta a esa cultura la presidencia de Donald Trump?
La
presidencia de Trump es un disparate que nos afecta a los escritores y artistas
porque no podemos dar una entrevista sin que aparezca una pregunta sobre Trump.
Los estadounidenses no pensaron que podía ser elegido presidente, ni siquiera
él mismo. Trump no sabe nada de política. Él no quería ser presidente, y ahora
quiere ir por la relección y ganar, como si la presidencia fuera una extensión
del show de televisión “America’s Got Talent”. Quiere ganar, pero no quiere
gobernar. Por suerte Trump no empezó ninguna guerra, pero gobierna través de
Twitter. Nunca nadie hizo esto. ¡Bienvenidos a las redes sociales, donde un
presidente puede gobernar a través de Twitter! De todas maneras, el sistema gubernamental
americano está hecho para que no haya que gobernar; así es como viene
funcionando porque hay una suerte de condición anárquica en la cultura. En
Estados Unidos hay un capitalismo anárquico. Si Trump no puede gobernar, es
perfecto para la anarquía.
Hay una diferencia entre el expresidente Barack
Obama, un lector que ha escrito y publicado libros, y Trump, un presidente que
parece jactarse de su ignorancia, que no lee ni escribe, ¿no?
Obama es
la excepción. La mayoría de los presidentes han estado muy alejados de la
cultura y la creación artística. Obama quería ser escritor y la primera edición
de su libro “Los sueños de mi padre”, que es de 1993, vale fortunas si alguien
encuentra un ejemplar. La mayoría de los políticos que escriben un libro o sus
memorias contratan escritores fantasmas. Obama fue el primer presidente que
escribió él mismo su propio libro. En el siglo XIX, después de Lincoln, hubo un
presidente republicano que se llamaba Ulysses S. Grant, a quien le
diagnosticaron un cáncer terminal. Como tenía además varios problemas
económicos, decidió escribir sus memorias para dejarle algo a su mujer. El
editor de esas memorias fue Mark Twain y la mujer de Grant recibió una fortuna por
el éxito de ese libro. Cuando los presidentes se convierten en escritores es
algo muy hermoso, pero muy raro.
¿Alguna vez hizo algo que sabía que era un error
sólo para escribir sobre eso?
No. Vas a
cometer suficientes errores, no es necesario que los inventes.
¿Está de acuerdo con la frase que dice: “Todo es
material”? Si hay un límite, ¿dónde traza la línea?
Todo puede
ser material, pero depende de en qué manos se encuentra. Quizá no todo termina
siendo material.
¿Alguna vez recibió la queja de algún familiar o
amigo por compartir demasiada información?
Probablemente
a todo escritor le ha pasado.
¿Qué tipo de lectora es?
Omnívora,
pero lenta.
¿Qué piensa de la frase “denle al hombre una
máscara y te contará la verdad”, de Oscar Wilde?
Hay muchas
formas de construir algo que contenga un poco de verdad humana.
¿Hay algo que extrañe de los años ‘90?
Extraño
los casetes con mezclas caseras y, luego, las mezclas en los CD. Todo lo que
ahora se ha ido.
¿Cómo diría que han cambiado su trabajo y su voz
desde que publicó su primer libro?
Nunca he
llevado a cabo ese análisis, la verdad. Me imagino que mi trabajo más reciente
está más ambientado que el de mis comienzos.
¿Está familiarizada con la obra de Borges?
Vi a
Borges cuando vino a la Universidad de Cornell, donde yo estudiaba. Ya estaba
ciego, pero se lo veía muy contento en el escenario. Y sí, amo algunos de sus
cuentos. Sus historias parecen rompecabezas y cuentos populares de tipo
existencial y contemplativo. Están muy lejos de cualquier cosa que yo misma
pudiera intentar escribir. Es enigmático para mí que un país como el de ustedes
tenga como escritor más famoso a un escritor de cuentos en vez de a un
novelista.
Si le pregunto por siete cuentos que realmente
la han conmovido, sólo siete, ¿en cuáles pensaría?
Elegiría
seis historias de Alice Munro: “Entusiasmo”, “La virgen albanesa”, “Todo queda en casa”, “Escapada”,
“Las lunas de Júpiter” y “Secretos a voces”. Luego agregaría “La luna en su
vuelo” de Gilbert Sorrentino.
Y si tuviera que elegir un sólo cuento suyo,
¿cuál salvaría del fuego?
¡Nunca
pensé en un fuego así! Pero quizás con el Amazonas incendiándose tenemos que
considerar fuegos por todos lados. No tengo favoritos así. Mi madre murió
recientemente, entonces atesoro las historias con madres en ellas, como la que
mencionaste con Abby Mallon. Espero que haya más. El relato “Gente así es la
única que hay por aquí” es el que más tiempo me llevó, porque por un año era en
lo único que podía pensar. Y entiendo esa historia mejor que otras de esa época
temprana.