15 de noviembre de 2023

Fútbol, boxeo y literatura. Una relación versátil

II) Eduardo Galeano: “El fútbol es la única religión que no tiene ateos”

 
Más cerca del fin del milenio, otros británicos abordaron la temática futbolística. Uno fue Nick Hornby (1957), novelista y profesor de Literatura Inglesa licenciado en la Cambridge University quien comenzó su carrera colaborando como periodista en medios de prensa como “The Sunday Times”, “The Independent” y “The New Yorker”. En 1993 publicó la novela “Fever pitch” (Fiebre en las gradas), en la cual narró aspectos de su biografía vinculados a su pasión por el equipo de fútbol londinense Arsenal F.C.. “Me enamoré del fútbol igual que más tarde me enamoré de las mujeres: de repente, inexplicablemente, sin crítica, sin pensar en el dolor o los trastornos que traería consigo”, diría tiempo después en una entrevista. El otro fue Simon Critchley (1960), un filósofo británico que desde 2004 impartió clases en la New School for Social Research de Nueva York. En 2018 publicó el ensayo “What we think about when we think about soccer” (En qué pensamos cuando pensamos en fútbol), en el cual abordó el fenómeno del fútbol desde la filosofía.
En cuanto a los escritores latinoamericanos, uno de los más renombrados es sin dudas el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), uno de los exponentes centrales del llamado “boom latinoamericano”, el trascendental fenómeno literario y editorial que surgió en los años ’60 del siglo XX. Autor de novelas imperecederas como “Cien años de soledad”, “El coronel no tiene quien le escriba” y “El otoño del patriarca”, siendo un niño jugaba al fútbol y al béisbol con pelotas de trapo en las polvorientas calles de su natal Aracataca. “Empecé a jugar con pelotas de trapo y alcancé a ser buen arquero, pero cuando pasamos al balón de reglamento sufrí un golpe en el estómago con un tiro tan potente que hasta allí me llegaron las ínfulas”, recordó muchos años después. En sus años de bachillerato en el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá pasó a jugar de defensor y ya por entonces se confesaba muy aficionado a este deporte.
Comenzó su carrera periodística en el periódico “El Universal” y pasó luego a “El Heraldo”, ambos de Barranquilla. En este último publicó en junio de 1950 un artículo titulado “El juramento”, en el cual narró su experiencia al ver un partido entre el local Junior y el bogotano Millonarios y confesó: “No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas”. Su experiencia como simpatizante del Junior de Barranquilla la relataría muchos años después en su autobiografía “Vivir para contarla”. En febrero de 1991, en la revista “Balón Gráfico Deportivo”, bajo el título “García Márquez habla de fútbol”, entre otros conceptos expresó: “A alguien a quien verdaderamente le gusta el fútbol nada le importa quién gana o quién pierde, porque sólo el verlo jugar es un gran y bello espectáculo”. Cabe destacar que en su época de “El Heraldo” había publicado también una serie de notas sobre boxeo.


Otro memorable escritor de la región, en este caso el uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015), quien se autodefinía como un “mendigo del buen fútbol”, consideraba que el fútbol era más que un deporte, más que un simple juego con una pelota. Autor de obras relevantes como “Las venas abiertas de América Latina” y “Memoria del fuego”, también publicó un par de libros cuya temática era precisamente ese deporte. Se trata de “Su majestad el fútbol” y “El fútbol a sol y sombra”, obras en las que plasmó con palabras el sentimiento irracional de los aficionados que se entregan apasionadamente a un equipo o a la selección de su país, y evidenció la relación que existe entre el fútbol y la literatura, algo que muchos intelectuales y deportistas consideraban imposible. Conceptos convincentes como “en su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”, “el fútbol es la única religión que no tiene ateos” y “¿en qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales” pueden leerse en esas obras. Pero en ellas también volcó juicios negativos como “el fanático es el hincha en el manicomio” o “el fútbol es un espectáculo con pocos protagonistas y muchos espectadores que se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo”.
En 1997 participó en el Congreso de Deportes “Play the Game” que se realizó ese año en Copenhague, Dinamarca. Allí, en el acto de apertura expresó: “Pocas cosas ocurren en América Latina que no tengan alguna relación, directa o indirecta, con el fútbol. El fútbol ocupa un lugar importante en la realidad, a veces el más importante de los lugares, aunque lo ignoren los ideólogos que aman a la humanidad pero desprecian a la gente. Para los intelectuales de derecha, el fútbol suele no ser más que la prueba de que el pueblo piensa con los pies; y para los intelectuales de izquierda, el fútbol suele no ser más que el culpable de que el pueblo no piense. Pero a la realidad de carne y hueso, este desprecio ni le va ni le viene. Cuando arraigan en la gente y encarnan en la gente, las emociones colectivas se hacen fiesta compartida o compartido naufragio, y existen sin dar explicaciones ni pedir disculpas. Nos guste o no nos guste, para bien o para mal, en estos tiempos de tanta duda y desesperanza, los colores del club son, hoy por hoy, para muchos latinoamericanos, la única certeza digna de fe absoluta y la fuente del más alto júbilo o la tristeza más honda”.


En el caso específico de la Argentina puede citarse al historiador y periodista Osvaldo Bayer (1927-2018), autor de la emblemática “La Patagonia rebelde” y asiduo luchador por las reivindicaciones de los pueblos originarios y el desenmascaramiento de figuras históricas consideradas por él como genocidas. En 1990 publicó un ensayo titulado “Fútbol argentino. Pasión y gloria de nuestro deporte más popular”, obra en la cual detalló la historia del fútbol argentino en general y del nacimiento de los clubes en particular, para concluir en cómo este deporte pasó de ser una “pasión de multitudes” para convertirse en un “mero negocio del capitalismo”.
Comenzó preguntándose: “¿Por qué el fútbol no puede ser un tema para un historiador, para un sociólogo o un politólogo? ¿Acaso no es parte de la vida misma ese extraño y mágico influjo ejercido por veintidós jugadores y una pelota sobre el mundo entero?”. Y agregó: “El fútbol es un magnífico cuento de magos, volatineros, malabaristas y hasta clowns. De titiriteros de gran proscenio. Un teatro inigualable para niños y grandes, y para niños grandes. Un encuentro humano con alegrías y lágrimas, con ruidos y espantos. El circo de la gente pobre, la misa de campaña de los solitarios que quieren sentirse acompañados por una vez. Es la humanidad en el pequeñísimo cosmos de un cuadrilátero verde”. También cuenta cómo, promovido por inmigrantes ingleses, en 1867 llegó el fútbol a la Argentina y la mirada que por entonces tenían los anarquistas y socialistas, quienes se referían al fútbol como una “droga de los pueblos”, una “distracción para los trabajadores que, cansados por largas jornadas laborales, al llegar el fin de semana iban a correr detrás de una pelota”.
Recordó también como, a comienzos de los años ’20 del siglo XX, se categorizó a los clubes como “grandes” o “chicos” de acuerdo al patrimonio que poseían y el fútbol pasó de ser un deporte a ser un negocio cuando en 1931 dejó de ser amateur y nació el profesionalismo. El ensayo concluye en 1986 cuando Argentina gana el Campeonato Mundial. Es cuando hizo el corte de su historia y dijo que fue hasta allí donde disfrutó del fútbol. Y terminó aseverando que “el fútbol es un juego capitalista porque requiere de rendimiento, afán de ganar, de ser superior; pero a la vez de un juego socialista porque necesita del esfuerzo de todo el equipo, la ayuda mutua para obtener el triunfo, que es una vida mejor. Y en medio de todo: el gol. El sueño. La esperanza y con ella la felicidad”.
Un argentino que dedicó buena parte de sus cuentos al fútbol fue Roberto Fontanarrosa (1944-2007). Nacido en Rosario y conocido coloquialmente como “el Negro”, además de escritor fue un destacado humorista gráfico y dibujante autor de las populares historietas “Inodoro Pereyra” y “Boogie, el aceitoso”. Hijo de un jugador de básquet y de una ama de casa, seguidor de los relatos de los partidos escuchados en la radio del tío, de chico iba a la cancha a ver partidos todos los domingos. Desde pequeño mostró su simpatía por Rosario Central, uno de los dos grandes equipos de su ciudad natal. “Creo que si no se entiende que esto es una pasión, y las pasiones son bastantes inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol” declaró alguna vez. “Rosario Central es prioridad uno. No me vengan con el cumpleaños de mamá. Yo me voy a la cancha. Eso es innegociable”. Tal como le contaba a sus amigos, hubiera sacrificado años de su vida por un minuto con la camiseta del club de sus amores en un partido. Pero, reconocía, no había llegado a ser un gran futbolista por dos sencillas razones: “Una, no manejo bien la pierna derecha, y dos, tampoco manejo bien la pierna izquierda”.


Entre sus libros de cuentos se destacan “El mundo ha vivido equivocado”, “El mayor de mis defectos” y “La mesa de los galanes”, obras todas ellas en las que sobresalió su cáustico e irónico sentido del humor. En el año 2000 publicó “Puro fútbol”, un libro en el que reunió todos sus cuentos relacionados con el fútbol incluidos en volúmenes anteriores, entre ellos “Memorias de un wing derecho”, “Escenas de la vida deportiva”, “Lo que se dice un ídolo”, “La barrera”, “La pena máxima”, “Fútbol y ciencia”, “El que gana tiene razón”, “¡Qué lástima, Cattamarancio!”, “El pichón de Cristo”, “19 de septiembre de 1971”, “Relato de un utilero”, “Escenas de la vida deportiva”, “Viejo con árbol”, “Defensa de la derrota”,
“Lo que se dice un jugador al fulbo”, “El 8 era Moacyr” y “Algo le dice Falero a Saliadarré”. En la mayoría de estos cuentos eligió la primera persona del singular para contar las historias. También dedicada al fútbol escribió la novela “El área 18”.