21 de noviembre de 2023

Fútbol, boxeo y literatura. Una relación versátil

VIII) Martín Kohan: “La relación del deporte con la literatura es enorme”

Los antes mencionados escritores futboleros Soriano y Fontanarrosa publicaron también por entonces obras vinculadas al boxeo. El primero, estando exiliado en Francia, lo hizo en su novela “Cuarteles de invierno”, una obra ambientada en Colonia Vela, un pequeño pueblo provinciano argentino ficcional, en la época de la dictadura militar de los años ’70 y cuyos personajes principales son un boxeador olvidado, Tony Rocha, y un cantante de tangos en decadencia, Andrés Galván, que intentaban vivir al margen de la situación política del país. El segundo lo hizo en su libro “El mayor de mis defectos” en el cuento “Regreso al cuadrilátero”, en el que contó con un estilo de crónica de corte literario la pelea entre dos púgiles que tenían un pasado en común inesperado: el novato Inolfo Soroeta, un duro pegador, y el veterano de mil batallas Félix Durán Iguri quien recuerda sus glorias y antiguos combates frente a grandes estrellas. El libro de Soriano se publicó en 1980, el de Fontanarrosa en 1990.
En 1983 el escritor Alberto Vanasco (1925-1993), integrante de la vanguardia literaria argentina de los años ’50 y autor de, entre otras obras, las novelas “Nueva York Nueva York” y “Al sur de Río Grande”, el ensayo “Vida y obra de Hegel” y la obra teatral “No hay piedad para Hamlet”, publicó el cuento “Caída de un peso mediano” formando parte de “Los años infames”. En él describió el trayecto recorrido por un púgil arruinado por el juego e implicado en el asesinato de su representante, quien le había negado dinero para apostar en una carrera en el hipódromo. Al año siguiente Enrique Medina (1937) publicó el libro de cuentos “Los asesinos”, en el cual incluyó “La bata roja”, un cuento del género policial en el que vinculó al mundo del boxeo con el crimen. Más adelante publicó “Gatica”, una novela basada en la vida del popular boxeador argentino José María Gatica (1925-1963), mezclando la ficción con la realidad de sus vivencias. Medina recurrió en muchas oportunidades al monólogo interior. Combinó el relato más distanciado, de crónica, con el monólogo intrincado de un hombre inteligente, pero rústico y analfabeto. A lo largo de la novela también insertó imágenes de “el Mono”, tal como se lo conocía, y recortes de periódicos con notas vinculadas a sus peleas.
Por su parte el psicoanalista y dramaturgo Eduardo “Tato” Pavlovsky (1933-2015) presentó “Cámara lenta. Historia de una cara”, drama basado en la historia de tres personas, Dagomar, un ex boxeador, Amilcar, su manager de toda la vida y Rosa una amiga de ambos, quienes transitan el sufrimiento de sus debacles físicas y emocionales bordeando el abismo de lo marginal. Ya en el nuevo siglo, el ex boxeador y un “enamorado del boxeo”, según sus propias palabras, publicó “Historias de boxeo”, una serie de textos en los que narró sus recuerdos, sus imágenes y sus experiencias ligadas al mundo de ese deporte. El 17 de junio de 2015, en un artículo titulado “Historia de deslealtad, rincón neutral” publicado en el diario “Página/12” reconoció que el problema que a veces surgía en su escritura deportiva era que “siempre fui un enamorado del boxeo”.


El escritor y profesor de Teoría Literaria en la Universidad de Buenos Aires Martín Kohan (1967) publicó en 2005 la novela “Segundos afuera”, una rememoración de uno de los acontecimientos más famosos del boxeo del siglo XX como lo fue el combate entre Firpo y Dempsey en 1923. En la voz de un periodista, Verani, narró la polémica pelea signada por la parcialidad del árbitro a favor del boxeador estadounidense. “Me fascina esa épica del mano a mano que hay en el boxeo (y en la que veo una prolongación de lo que Borges asignaba al duelo a cuchillo) -comentó en una entrevista-. En ‘Segundos afuera’ tomé la pelea de Firpo y Dempsey, en la que dos destinos cambiaron por completo en apenas unos pocos segundos. Me parece que el boxeo no me interesa tanto por lo que es como por lo que puede llegar a significar. Con el fútbol me pasa exactamente lo inverso. No es para mí la metáfora, ni el símbolo, ni una alegoría de nada: es la absoluta literalidad. Creo que el deporte es el que mejores historias tiene para contar y su relación con la literatura es enorme”.
Por otro lado, el periodista y relator de boxeo argentino Osvaldo Príncipi (1956), conductor de programas de televisión como “Boxeo de Primera”, “TRB Boxeo”, “TNT Box” y “Artistas del Knockout”, lanzó en 2006 “La vida es un ring”, obra en la cual boxeadores y artistas de distintas ramas explicaron por qué amaban el boxeo. Y la escritora Ana María Shua (1951), prolífica y excelente autora de narrativa breve como puede observarse en obras como “Casa de geishas”, “Botánica del caos” y “Temporada de fantasmas”, publicó en 2009 “Que tengas una vida interesante” en el que en uno de sus cuentos, el titulado “La revancha”, presentó la figura del boxeador encomendándose a los ángeles para obtener una victoria. En una entrevista contó: “Yo no sé absolutamente nada del boxeo y no sé las cosas que digo en ese cuento: ya me las olvidé. Lo que me pasó es que me encargaron un cuento para una antología sobre boxeo y me fui a una librería donde tenían revistas viejas y revistas deportivas. La trama del cuento se me fue ocurriendo después. Al narrador le agregué una característica de una chica conocida que tenía una fe muy extraña en el poder de los ángeles. Así construí ‘La revancha’”.


Indudablemente los universos del fútbol y del boxeo han ejercido una fascinación múltiple en muchos escritores desde fines del siglo XIX, creando un vínculo entre la escritura y esos deportes que se potenció a lo largo de todo el siglo XX y continúa hasta el día de hoy. Parece incuestionable que existe una amplia relación entre ambas actividades. Grandes escritores vieron en el balompié y en el pugilismo una fuente de inspiración para sus historias y en muchas ocasiones ambientaron sus relatos en torno a ellos sin tenerlos como tema principal, no sólo mostrando los sentimientos, las ambiciones, las frustraciones, los sufrimientos y las alegrías de un futbolista o de un boxeador, sino también reflejando el contexto social y económico exisente alrededor de ellos.
Como colofón, en cuanto a la relación entre la literatura y el fútbol, vale la pena recordar un fragmento del artículo “Con las palabras a la cancha” del aludido Juan Sasturain: “Ya se ha bien dicho en alguna otra ocasión: tenemos la evidencia de que, más allá de la portentosa distorsión, tanto la práctica del fútbol (el uso de la pelota y la competencia derivada) como el ejercicio de la literatura (el uso del lenguaje y el despliegue de sus múltiples sentidos), llevados a un grado de excelencia y respeto por sus medios y sus posibilidades, pueden (aunque no suelen) alcanzar el grado de la artisticidad: pueden ser un arte, no sólo una actividad reglada por la eficacia o un trabajo marcado por la recompensa. Tanto el manejo de la pelota como el del lenguaje -puestos en buenos pies y manos- son un desafío a la creatividad y de ahí, de esa tensión por encontrar una forma original, cada vez única, para resolver dificultades expresivas, puede saltar la belleza. Ambas actividades tienen en común su condición de juego en tanto desafío, actividad en el fondo inmotivada, asunción de un riesgo y entrega personal”.
Y en cuanto a la relación entre la literatura y el boxeo, es sustancial el artículo publicado en 1962 en la revista “Casa de las Américas” con el título “Algunos aspectos del cuento” en el cual su autor, el citado Julio Cortázar, en forma metafórica expresó la analogía entre la novela, el cuento y el boxeo: “En ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario”.


Evidentemente, ambos deportes como tema literario poseen una relevante relación, lo cual ha quedado demostrado en copiosas páginas brillantes creadas por muchísimas figuras de las letras. Numerosos grandes escritores encontraron en estos populares deportes una de sus mejores fuentes de inspiración. No sólo escribieron relatos épicos o biografías ejemplares, también mostraron los aspectos oscuros de ambas actividades. Para algunos críticos literarios, la relación del fútbol y el boxeo con la literatura es un tema controversial; para otros es un fenómeno muy afín e intrigante. Lo cierto es que el fútbol, el boxeo y la literatura son formas de expresar las pasiones, y su relación resulta útil para comprender las desazones, las alegrías, las soledades, los regocijos, las ambiciones, los engaños, los temores, las preocupaciones, los entusiasmos, las perplejidades y las incertidumbres que forman parte de la condición humana. En definitiva, esta relación constituye una metáfora perfecta de muchos aspectos del universo emocional e intelectual de los seres humanos.