17 de noviembre de 2023

Fútbol, boxeo y literatura. Una relación versátil

IV) Jorge L. Borges: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”
 
Naturalmente, luego de citar a esta extensa lista de escritores argentinos que -algunos más, algunos menos- dedicaron una parte de su obra al fútbol, es imposible no mencionar a quien es considerado una figura clave tanto para la literatura en habla hispana como para la literatura universal: Jorge Luis Borges (1899-1986). Cuentista, poeta, ensayista y traductor, el autor de obras memorables como “Fervor de Buenos Aires” y “Elogio de la sombra” (poemas), e “Historia universal de la infamia”, “Ficciones”, “El Aleph”, “El informe de Brodie” y “El libro de arena” (cuentos), detestaba el fútbol. En más de una oportunidad se explayó sobre este deporte en alguna entrevista, afirmando por ejemplo que “el fútbol es popular porque la estupidez es popular. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”.
Tampoco los simpatizantes quedaron a resguardo de su desagrado: “El fútbol en sí no le interesa a nadie. Nunca la gente dice ‘qué linda tarde pasé, qué lindo partido vi aunque haya perdido mi equipo’. No lo dice porque lo único que interesa es el resultado final. La gente no disfruta del juego”. También declaró: “El fútbol despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero no es así. La idea de que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”. Y agregó: “Qué raro que nunca se les haya echado en cara a los ingleses, injustamente odiados, haber llenado el mundo de juegos estúpidos, deportes puramente físicos como el fútbol, que es uno de sus mayores crímenes”.
“Jamás he visto un partido en mi vida -manifestó en otra oportunidad-. Primero porque soy casi ciego, segundo porque es parte del tedio, y además porque la gente que asiste a esos partidos no va por el juego en sí mismo, como deporte, sino exclusivamente para ver ganar a su equipo”. No obstante, en otra entrevista reconoció haber ido una vez a una cancha en la que se enfrentaban las selecciones de Argentina y Uruguay, aunque sólo se quedó hasta el fin del primer tiempo. Lo hizo acompañado por su amigo el escritor uruguayo Enrique Amorim (1900-1960), quien tampoco se interesaba por el fútbol. “Cuando estábamos saliendo alguien me dijo que no, que no había terminado todo el partido sino el primer tiempo, pero nosotros igual nos fuimos -recordó-. Ya en la calle yo le dije a Amorim: ‘Bueno, le voy a hacer una confidencia. Yo esperaba que ganara Uruguay para quedar bien con usted, para que usted se sintiera feliz’. Y Amorim me dijo: ‘Bueno, yo esperaba que ganara Argentina para quedar, también, bien con usted’. De manera que nunca nos enteramos del resultado de aquello, y los dos nos revelamos como excelentes caballeros. La amistad y el respeto que ambos nos profesábamos estaba por encima de esa pobre circunstancia que era un partido de fútbol”.


Sin embargo, junto a su gran amigo Adolfo Bioy Casares (1914-1999), un escritor argentino considerado maestro del cuento y de la literatura fantástica, escribió el cuento titulado “Esse est percipi” incluido en “Crónicas de Bustos Domecq” aparecido en 1967, libro que firmaron con sus respectivos nombres. Ambos escritores también publicaron varias obras en colaboración utilizando los seudónimos B. Suárez Lynch y H. Bustos Domecq. Con el primero de ellos publicaron “Un modelo para la muerte” en 1946, y con el segundo “Seis problemas para don Isidro Parodi” en 1942 y “Dos fantasías memorables” en 1946. En el cuento citado, el fútbol es protagonista. Su personaje principal es un tal Honorio Bustos Domecq, el escritor ficticio que ambos inventaron para firmar algunas de sus obras. La elección del nombre no fue casual: Bustos era el apellido del bisabuelo materno de Borges y Domecq el de la abuela paterna de Bioy.
Comienza citando la consternación que el citado protagonista, paseando por el barrio de Núñez un día de 1960, siente al notar que faltaba en su lugar habitual el monumental estadio de River Plate. Perplejo, observó que donde siempre había estado el estadio había un terreno baldío. El gigante de cemento donde se habían jugado tantos partidos memorables había desaparecido, y lo más curioso era que nadie hablaba de eso. Cuando le consulta a un amigo, éste le responde: “No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del ‘37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un sólo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña?”.
Así como a Borges le parecía horrible el fútbol, hubo otros deportes a los que dedicó algunas de sus narraciones. Lo hizo con el ajedrez en “El atroz redentor Lazarus Morell” y en “Tlôn, Uqbar, Orbis tertius”, con la esgrima en “El encuentro” y con el boxeo en “El proveedor de iniquidades Monk Eastman”, un cuento sobre el que diría tiempo después “no sé si llamarlo cuento porque se trata más bien de un ejercicio de prosa narrativa” y en el que, según sus propias palabras narró “la historia detallada y total de nuestro malevaje”. Por supuesto no fue sólo Borges quien utilizó el boxeo como tema de alguna narración. La temática boxística figuró en las obras de muchos escritores tanto europeos como americanos. Sin dudas este deporte, que se practica desde tiempos inmemoriales tal como lo confirman bajorrelieves, frescos, pinturas rupestres y textos antiguos, ha atraído a muchos escritores que han escrito novelas, cuentos y ensayos de temática boxística.


Para muchos historiadores, esos hallazgos arqueológicos permitieron remontar la historia del pugilato a la Antigua Grecia. También gracias a uno de sus más grandes poetas, Homero de Quíos (Siglo VIII a.C.), a quien se le atribuye la autoría de la “Iliás” (Ilíada) y la “Odýsseia” (Odisea). Considerado un precursor de la literatura deportiva, en ambas epopeyas hizo referencia al lanzamiento de disco y de jabalina, a la lucha, a las carreras y al pugilato entre otras disciplinas, competiciones atléticas todas ellas que serían disputadas por representantes de diversas ciudades griegas a partir del año 776 a.C. tras la creación de los Juegos Olímpicos.
Muchos siglos después, el escritor y médico británico Arthur Conan Doyle (1859-1930), recordado sobre todo por sus personajes Sherlock Holmes y Dr. Watson, utilizó el tema del boxeo en muchas de sus novelas y colecciones de cuentos como “A study in scarlet” (Estudio en escarlata), “The hound of the Baskervilles” (El sabueso de los Baskerville) entre las primeras, y "The adventures of Sherlock Holmes” (Las aventuras de Sherlock Holmes) y "The memoirs of Sherlock Holmes” (Las memorias de Sherlock Holmes) entre las segundas. Jugador de fútbol en su juventud, y luego de cricket y de golf, dedicó varios de sus relatos y una novela en los que el boxeo se desarrollaba en un ambiente popular reflejando la sociedad de su época. En la novela “Rodney Stone”, por ejemplo, el personaje de ese nombre aparece como un hombre valiente, con un alto sentido del honor y la dignidad que sobresale por encima del ambiente sórdido que lo rodea. En cuanto a sus relatos que versan estrictamente sobre boxeo pueden citarse “The Croxley master” (El maestro de Croxley), “The Lord of Falconbridge” (El Lord de Falconbridge), “The fall of Lord Barrymore” (La caída de Lord Barrymore) y “The bully of Brocas Court” (El matón de Brocas Court), cuentos todos ellos en los que narró los tiempos heroicos del boxeo y el turbio mundo de hampones y especuladores que giraba a su alrededor.
Ya a comienzos del siglo XX, varios escritores renombrados dedicaron parte de sus obras al boxeo. Uno de ellos fue el escritor estadounidense Jack London (1876-1916), especialmente conocido por novelas como “White fang” (Colmillo blanco), “The call of the wild” (El llamado de la selva) y “The scarlet plague” (La peste escarlata), quien trasladó a la literatura su pasión por el boxeo escribiendo cuentos y novelas breves como “A piece of steak” (Un trozo de carne), “The mexican” (El mexicano) y “The game” (El combate). Por la misma época el dramaturgo y ensayista belga Maurice Maeterlinck (1862-1949) publicada un tomo de ensayos titulado “L’intelligence des fleurs” (La inteligencia de las flores) en el cual incluyó “Éloge de la boxe” (Elogio del boxeo). Para el ganador del Premio Nobel de 1911, el puño era “el arma humana por excelencia”. Y unos años después, el novelista, dramaturgo y poeta francés Paul Morand (1888-1976) publicó la novela “Champions du monde” (Campeones del mundo), obra que si bien no trató estrictamente sobre boxeo, uno de los personajes era un campeón de boxeo que, tras ser descalificado en un combate, se suicidaba.


Otro gran escritor cuya obra se encuentra ligada al boxeo fue el estadounidense Ernest Hemingway (1899-1961). Autor de clásicos como “A farewell to arms” (Adiós a las armas), “For whom the bell tolls” (Por quién doblan las campanas) y “The old man and the sea” (El viejo y el mar), fue un fanático del boxeo, deporte que practicó durante toda su vida. El mismo apareció como centro temático en los cuentos “The battler” (El batallador), incluido en “In our time” (En nuestro tiempo) en 1925, y “Fifty grand” (Cincuenta de los grandes), que formó parte de “Men without women” (Hombres sin mujeres) en 1927. En el primero narró la soledad y la pobreza de un antiguo boxeador que fue abandonado por su mujer y cuyo paso por el ring le provocó serios problemas psicológicos producidos por los golpes. En el segundo mostró una cara oculta y enviciada del boxeo como lo son las apuestas, en este caso por cincuenta mil dólares a favor de uno de los contrincantes. Si bien Hemingway era también aficionado al béisbol y al toreo, sobre el pugilismo llegó a afirmar: “Mi escritura no es nada. Mi boxeo lo es todo”.