27 de enero de 2011

Jean Bricmont: "La injerencia de EE.UU. en los asuntos internos de otros países es constante y tiene múltiples facetas" (1)

Jean Bricmont (1952) es profesor de Física Teórica en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Especialista en Física Matemática, su labor científica le ha valido un gran reconocimiento internacional. Asimismo ha obtenido un gran prestigio en el campo de las ciencias humanas y sociales por la publicación, en colaboración con el físico estadounidense Alan Sokal (1955), de "Impostures intellectuelles" (Imposturas intelectuales), una obra en la que denuncia el uso incorrecto de metáforas científicas por parte de los filósofos posmodernos, y de "A l'ombre des Lumières. Débat entre un philosophe et un scientifique" (A la sombra de la Ilustración.
Debate entre un filósofo y un científico), una polémica que mantuvo con Régis Debray (1940)
acerca de la Razón en todas sus formas y en todas sus ambigüedades. Desde hace varios años, Bricmont viene participando en campañas e iniciativas en el ámbito del activismo social y político, a menudo a través de intervenciones que han contado con una gran repercusión pública. Colaborador habitual de publicaciones como "Le Monde Diplomatique" o "Counterpunch", el científico belga se sitúa en el ámbito de una izquierda radical de inspiración libertaria. Crítico incansable de la guerra de Irak, publicó en 2005 "Impérialisme humanitaire. Droits de l'homme, droit d'ingérence, droit du plus fort?" (Imperialismo Humanitario. Los derechos humanos como excusa para la intervención militar) en el que sostiene que, tras el fin de la Guerra Fría, la idea Derechos Humanos ha sido utilizada como justificación por parte de los poderes militares y económicos -singularmente por parte de Estados Unidos- para tomar el control de otros países, mediante una intervención humanitaria. Su último trabajo editado fuera del ámbito de la Física es una suerte de homenaje al lingüista estadounidense Noam Chomsky (1928): "Raison contre pouvoir. Le pari de Pascal" (Razón contra poder. La apuesta de Pascal). Lo que sigue es un resumen de tres entrevistas: una realizada por Joaquim Da Fonseca y Michel Collon para la entrada del 10 de enero de 2006 de "Rebelión" en la que denuncia la utilización del pretexto de los derechos humanos para justificar las agresiones contra los países periféricos; otra lograda por Candice Vanhecke para la entrada del 25 de octubre de 2009 de "Sin Permiso" en la que analiza el tratamiento dado por la prensa a las diversas injerencias humanitarias en Kosovo y Georgia; y la tercera efectuada por Thomas Kollmann para la entrada del 21 de septiembre de 2010 de "New Left Project" en la que establece el verdadero papel que cumple la ideología intervencionista en la expansión del imperialismo, y describe el papel que juega Estados Unidos, secundado por la OTAN y la Unión Europea, en el incremento de las acciones bélicas con su consiguiente relativización del valor del Derecho Internacional.


¿Cómo un profesor de Física teórica llega a escribir un libro sobre el imperialismo?

Siempre me ha interesado la política, al menos de manera pasiva. El principio de mi compromiso se remonta a 1999: lo suscitó la guerra contra Yugoslavia. Los motivos humanitarios invocados por Estados Unidos para justificar esta agresión me dejaron perplejo. También me sorprendió la falta de oposición de la izquierda -e incluso, en parte, de la extrema derecha- frente a esta agresión. Mi obra "Imperialismo humanitario" es, entre otras cosas, una reacción ante las preocupaciones y las conversaciones mantenidas con las personas y grupos con los que me encontré en distintas conferencias. Este libro también es una respuesta a las actitudes de algunos militantes políticos que se dicen de izquierda. Legitiman las agresiones a países soberanos en nombre de los derechos humanos. O reducen hasta tal punto su oposición que ésta se vuelve simbólica.

¿Los derechos humanos a la basura?

Defiendo las aspiraciones contenidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Esta contiene un conjunto de derechos económicos, sociales, políticos e individuales. El problema surge cuando el no respeto, real o supuesto, de estos derechos sirve para legitimar una guerra, el embargo y otras sanciones contra un país. Cuando los derechos humanos se convierten en un pretexto de una injerencia violenta. Además, muchas veces la Declaración solo se lee parcialmente. Cuando se habla de respeto a los derechos humanos, los derechos económicos y sociales suelen importar poco en relación a los derechos individuales y políticos. Tomemos la calidad de sanidad en Cuba. Se trata de un desarrollo absolutamente destacable de un derecho socio-económico. Sin embargo se ignora completamente. Aun admitiendo que Cuba corresponde perfectamente a la descripción muy crítica que Periodistas sin Fronteras hace de ella, esto no disminuye en nada la importancia de la calidad de su sanidad. Si se expresan reservas sobre el respeto a los derechos políticos e individuales cuando se habla de Cuba, al menos habría que mencionar la importancia de los derechos económicos y sociales de los que se benefician los cubanos. Podríamos preguntarnos, entonces, qué es más importante, los derechos individuales o el derecho a la sanidad. Sin embargo, nadie razona de esta manera. Los defensores de los derechos humanos ignoran generalmente el derecho a la vivienda, a la alimentación, a la existencia o a la salud.

Precisamente su libro indica que estos elementos son ignorados en las campañas mediáticas contra los países socialistas como Cuba o China. Usted escribe que si India hubiera adoptado la vía china se podrían haber salvado cuatro millones de vidas.

Partiendo de una base similar, los economistas Jean Drèze y Amartya Sen calculan que China e India han seguido caminos de desarrollo diferentes y que la diferencia entre los sistemas sociales de ambos países implica 3.900.000 muertos suplementarios al año en India. En América Latina se habrían salvado 285.000 vidas al año si se hubiera aplicado el sistema cubano de sanidad y de alimentación. No digo que los éxitos en materia social y económica puedan justificar lagunas en otros derechos. Pero nadie afirmará lo contrario: el respeto de los derechos individuales y políticos no puede justificar que los derechos sociales y económicos sean ignorados. ¿Por qué los defensores de los derechos humanos nunca hacen estas declaraciones? Volvamos a Cuba. ¿Se puede justificar la falta de libertades individuales con una sanidad competente? Se discute eso. Si en Cuba hubiera un régimen pro-occidental, seguramente los servicios sanitarios no tendría tan buenas prestaciones. Al menos esto es lo que se deduce si se constata el estado sanitario en los países "pro-occidentales" de América Latina. Así pues, en la práctica no encontramos con una opción: ¿qué tipo de derechos son más importantes, los socio-económicos o los políticos e individuales? Se querría tener ambos a la vez. El presidente venezolano Chávez, por ejemplo, trata de conciliarlos. Pero la política de injerencia estadounidense hace difícil esta reconciliación en el Tercer Mundo. Lo que quiero subrayar es que no somos nosotros, personas que en Occidente nos beneficiamos de ambos tipos de derechos, quienes tenemos que elegir. Más bien deberíamos consagrar nuestra energía a permitir un desarrollo independiente de los países del Tercer Mundo, esperando que a largo plazo el desarrollo favorezca la emergencia de estos derechos.

La percepción de los derechos humanos y del deber de injerencia,¿no es muy diferente según se viva en el norte o en el sur del planeta?

En 2002, poco antes de la guerra, estuve en Damasco y Beirut. Allí conocí a varias personas. Decir que se oponían a la guerra contra Iraq es un eufemismo. Y ello incluso en la universidad estadounidense de Beirut. ¡El antiamericanismo y la oposición feroz a la guerra eran fortísimos! Cuando volví a Bélgica no percibí el menor eco de ello. Tomemos la cuestión del desarme de Iraq. Algunos miembros del CNAPD (Coordination Nationale d'Action pour la Paix et la Démocratie) me decían que había que imponer este desarme, no por la vía militar desde luego, sino por medios pacíficos. Si se dice lo mismo en Oriente Medio, la gente responde: "¿Y por qué no hay que desarmar a Israel?". En América Latina y en el mundo árabe-musulmán sobre todo, la percepción del derecho internacional es totalmente diferente de la que hay en nuestros países, incluso en la izquierda y extrema izquierda. A estos últimos no parece que les interese lo que piensan las poblaciones directamente afectadas por nuestras injerencias.

¿Por qué? ¿Por egocentrismo, por etnocentrismo?

Durante la colonización y la guerra de Vietnam, la izquierda antepuso una nueva reflexión. Defendió un punto de vista anti-imperialista en materias económica, militar, social. Después esta reflexión fue mermada por la injerencia de los derechos humanos. La oposición al neo-colonialismo fue remplazada por la voluntad de ayudar a los pueblos del Sur a luchar contra sus gobiernos dictatoriales, ineficaces, corruptos... Los defensores de esta opción no se dan cuenta de la profundidad del abismo que les separa de los pueblos del Tercer Mundo. Estos generalmente no aceptan la injerencia de los gobiernos occidentales en sus asuntos internos. Muchos de ellos, por supuesto, aspiran a gobiernos más democráticos o más honestos. Pero, ¿con qué objetivos? En primer lugar para que sus dirigentes aseguren una gestión racional de sus recursos naturales, para obtener mejores precios para sus materias primas, para que sus dirigentes les preserven del control de las multinacionales e incluso para crear ejércitos poderosos. Cuando algunos hablan aquí de gobiernos más democráticos, no se refieren en absoluto a todo esto. Unos gobiernos verdaderamente democráticos en el Sur se parecerían más al de Chávez que al actual gobierno iraquí.

¿No habría en ello un fondo de ideología colonial?

Quizá, pero en el marco de un leguaje post-colonial. Todo el mundo condena la colonización. Quienes defienden las guerras actuales afirman que las injerencias humanitarias son "completamente diferentes" del colonialismo. Si embargo, es forzoso constatar la continuidad en el cambio. Las injerencias fueron legitimadas primero por el cristianismo y después por una misión civilizadora. También por el anticomunismo. En cualquier época se supone que nuestra supuesta superioridad nos autoriza a cometer una serie de acciones.

¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en la propagación de este "imperialismo humanitario"?

Fundamental. En el caso de la guerra en Yugoslavia, los medios de comunicación se emplearon en preparar a la opinión pública para estos ataques. En relación a Iraq los periodistas repitieron sin cesar: "En cualquier caso, está bien que se haya derrocado a Sadam". Pero, ¿en qué medida es legítimo que Estados Unidos derroque a Sadam? He aquí una pregunta que los periódicos no plantearon nunca. ¿Consideran los iraquíes esta injerencia como beneficiosa? En caso afirmativo, ¿por qué más del 80% desea que Estados Unidos se vaya de su país? La prensa critica a Estados Unidos, pero la crítica se refiere sobre todo a los medios utilizados durante la guerra y durante la ocupación, no al principio mismo de la injerencia.

¿Por qué la respuesta de los progresistas europeos a la guerra es tan débil?

En efecto, los ecologistas, la izquierda socialista, los partidos comunistas tradicionales, los trotskistas y la mayoría de las ONG han dado muestras de una oposición muy débil. Estas corrientes se han visto mermadas por la ideología de la injerencia humanitaria y ha abandonado toda referencia seria al socialismo en sus programas. Una parte de esta izquierda ha sustituido sus objetivos iniciales de mejora o de revoluciones sociales por la lucha por los derechos humanos. Como para estos movimientos es difícil defender una guerra llevada adelante por Estados Unidos, adoptan esta postura tan cómoda del "ni-ni". Esta postura permite evitar todas las críticas. Pero, en primer lugar, esta postura no reconoce la legitimidad del derecho internacional. No distingue entre agresores y agredidos. Haciendo una comparación, durante la Segunda Guerra Mundial hubiera sido muy difícil decir algo como "Ni Hitler, ni Stalin" sin ser considerado colaborador. En segundo lugar, esta fórmula desdeña el poder destructor de Estados Unidos desde 1945. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial interviene en todas partes del mundo para apoyar o instalar fuerzas conservadoras, reaccionarias, desde Guatemala al Congo, desde Indonesia a Chile. Estados Unidos se esfuerza por matar el espíritu de cambio social de los pobres en todas partes del mundo. Por ultimo, lo que más me molesta de este "ni-ni" es la postura que adoptamos frente a nuestra propia responsabilidad al seguir estas consignas. Cuando vemos unos políticos que no nos gustan en el Tercer Mundo, hay que empezar discutiendo con quienes viven en él y hacerlo con las organizaciones representativas de masas, no con grupúsculos o individuos aislados. Hay que tratar de ver si sus prioridades son las mismas que las nuestras. Espero que el movimiento altermundista ponga en funcionamiento canales que permitan una mejor comprensión de los puntos de vista del Sur. Por el momento, la izquierda occidental tiende a quedarse en su rincón, al mismo tiempo que tiene muy poca influencia ahí donde vive y hace el juego al imperialismo, demonizando al árabe, al ruso, al chino... en nombre de la democracia y de los derechos humanos. De lo que somos fundamentalmente responsables es del imperialismo de nuestros propios países. Empecemos, pues, por dedicarnos a eso. Y de manera eficaz.