Nuestra sociedad está demostrando ser en extremo filicida. El filicidio es una práctica argentina: es mandar a los chicos a Malvinas y es gestar una sociedad absolutamente incapaz, de preservar la vida de sus jóvenes y de ayudarlos a pensar cómo sobrevivir. Pero hay responsabilidades que los chicos pueden asumir y no lo hacen...
De hecho muchos no asumen la posibilidad de la muerte. El chico que estuvo en coma por tomar una cantidad casi fatal de vodka para ganar un torneo preguntó, apenas recobró la conciencia, si había ganado. Ni pensó en que pudo morir.
Ese es otro punto interesante: esta es una sociedad de la imagen y los adolescentes aprendieron que deben estar en el escenario de lo público, ser protagonistas, y para eso tienen que hacer algún tipo de mérito. Saben que el reconocimiento se obtiene apareciendo en los medios. Para lograrlo generaron una estética del hacer, hacer cualquier cosa pero hacer. Ven que los que triunfan son los que ganan; cualquiera sea el torneo, cualquiera sea la disputa. La heroicidad está dada por protagonizar estupideces o situaciones de riesgo carentes de grandeza, de trascendencia, como puede ser beber hasta quedar exhaustos.
O sea que el modelo que se vende es en gran parte culpable...
Por supuesto. Esta es una sociedad competitiva que promueve ganar. Y esto tiene que ver no sólo con los medios sino también con las políticas familiares triunfalistas. Los hijos deben competir en el mundo con proyectos triunfalistas a cualquier precio. Así, para ser aceptados los jóvenes quedan entrampados.
Las autoridades, ¿no son en parte responsables de que queden entrampados ? Porque este no es el primer caso en que se los incita a beber sin importar los riesgos.
Sí; son responsables y vuelvo a mi afirmación de que esta sociedad es filicida. No hay autoridades con capacidad de decisión que puedan discernir entre represión y sensatez. No se puede autorizar la promoción simbólica del uso de drogas a través de equivalentes en jeringazos de bebidas alcohólicas ni propiciar, bajo el absurdo rótulo de competencia, la embriaguez como meta. Esto es inercia, ineptitud y falta de decisión política. Es ridículo que las autoridades exijan que los padres pongan límites cuando esa responsabilidad es netamente institucional. Yo tengo muy poca estima y escasísimo respeto por la calidad personal de los que temen tomar decisiones no represivas sino tutelares, y hacerse responsables por ellas.
¿Qué temen?
Temen que se hable mal de ellos, rehuyen la posibilidad de toda critica porque no tienen argumentos válidos para replicar; también saben que muchos padres se opondrían a que se les prohiba algo a sus hijos y no se animan a responderles que sus nenes son ciudadanos. Es necesario instalar una discusión mayúscula entre la intervención legal estatal y las funciones familiares. Hay que discutir qué tejido hay que armar entre la responsabilidad de las autoridades respecto de los ciudadanos y los derechos de los padres respecto de la filiación, porque un hijo es un ciudadano que debe ser protegido y allí le corresponde al Estado ejercer su responsabilidad tutelar. La característica de la democracia es la posibilidad de crear poderes que permitan balancear lo que se le opone como destructivo sin tener la ilusión ni la intención de hacerlo desaparecer, o sería peligrosísimo. Hay que forjar una trama que limite a los que sólo buscan enriquecer su bolsa. Traigamos a los jóvenes a este bando de la construcción del poder creativo y no los dejemos quedar copados por lo peligroso y por la adhesión a los principios de quienes lucran a costa de ellos. La "piolada" de los chicos radica en apropiarse de la noche; son incitados a hacerlo y eso les da una sensación de autonomía. Se equivocan ellos y quienes filicidamente los autorizan. No se trata de plantear políticas represivas, pero sí ordenadoras. Los jóvenes quedan a merced de una modalidad tilinga de vivir la noche, que no es creativa, y que puede dañar el propio equilibrio psíquico y físico.
¿Cómo viven los adultos el copamiento de la noche por los adolescentes?
Los adultos se sorprenden porque parece que pensaban completar el esquema del mundo sin los jóvenes. Pero la cultura adolescente ha decidido mostrar claramente que el mundo se completa con su intervención. Los textos de los Redonditos de Ricota o de Charly García, a quienes los chicos adoran, tendrían que haber advertido que la familia y la educación iban por un lado y lo que los chicos tenían en la cabeza iba por otro. El rock, en sus textos, siempre advirtió sobre los reclamos de estas generaciones por la paz, contra la corrupción, por la búsqueda de amor. No los tomamos en serio. Pero los padres no son los únicos que educan a sus hijos, ni tampoco la escuela o la universidad. Los adolescentes están siendo informados, educados y dirigidos por los medios, así como también por las multinacionales y las transnacionales que -a través de los medios- les sugieren qué comer, qué beber, cómo vestirse...
¿Son los adultos responsables de estas conductas?
Los jóvenes comienzan a ser púberes mucho antes, pero no por razones de madurez sino de precocidad: los adultos no tienen tiempo para seguir los tiempos de infancia de los chicos y entonces los "crecen" -los "malcrecen"- mucho antes de que transcurra la etapa de disfrute de la niñez y de la adolescencia, como una necesidad de que se pongan rápido a la par, que no demanden cosas. A partir de allí aparecen mensajes como "tomen cerveza, compitan, sean modelos-lolita así se ganan unos mangos y ya son otros grandes más: ya no tenemos que ocuparnos de ustedes". Esta actitud no es excluyente de los padres sino que es compartida por todo el universo adulto.