30 de abril de 2009
Sigmund Freud: "La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad por las restricciones que ella impone"
¿Por qué debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas, en compañía de mi mujer, mis hijos, el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?
Usted tiene su fama. Toda su obra influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de usted. Recientemente, en su septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.
Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. La modestia es mi virtud.
¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?
Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra practicamente liquidó mis poseciones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna. Estoy mucho más interesado en un arbusto que florece de lo que me pueda acontecer despues de estar muerto.
Entonces, ¿usted es, al final, un profundo pesimista?
No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.
¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?
No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?
¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?
Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviendose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria? No habría vínculo entre entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.
Bernard Shaw sostiene que vivimos muy poco. El encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. El cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.
Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, conciente o inconcientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: "Jenseits des lustprinzips" (Más allá del principio del placer). En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la "fiebre llamada vivir". El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.
Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el autoexterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.
La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.
¿En qué está trabajando señor Freud?
Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis como ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.
¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?
Algunos de mis mejores discípulos son legos.
¿Está usted practicando mucho psicoanálisis?
Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted sabe...
¿Usted ya se analizó a sí mismo?
Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.
Mi impresión es que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. Todo siempre es perdonado.
Por el contrario, comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento. Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.
Me pone contento, señor Profesor, que también usted tenga sus complejos, ¡que también el señor Freud demuestre que es un mortal!
Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.
Imagino, observo, ¡cuáles serán mis complejos!
Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida la "caza de los leones". Usted procuró siempre a las personas destacadas de su generación: Roosevelt, el Emperador, Hindemburgh, Briand, Foch, Joffre, George Bernard Shaw....
Es parte de mi trabajo.
Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.
Me gustaría poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o intentaría anticipar sus intenciones.
La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.
A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.
¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.
¿Por qué?
Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho menos desagradables son las emociones simples y directas de un perro al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconcientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.
Mi cachorro es un doberman pinscher llamado Ajax.
Me contenta saber que no pueda leer. ¡El sería, ciertamente, el miembro menos querido de la casa si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!
Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás, en tanto me parece que usted es en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis, no sabíamos que nuestra personalidad es dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.
De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis despues del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconciente.
Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.
El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.
Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.
La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.
La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -la teoría de la transferencia, de la sexualidad infantil, de los simbolismos de los sueños, etcétera- parecen permanentes.
Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.
¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?
Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: "Yet all were lacking, if sex were lacking" (Sin embargo, careceríamos de todo, si careciésemos de sexo). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está más allá del placer -la muerte, la negación de la vida. Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor- como un paso para el aniquilamiento. Explica por qué el poeta Algernon Swinburne dice: "From too much love of living/ from hope and fear set free/ we thank with brief thanksgiving/ whatever gods may be/ that no life lives for ever/ that dead men rise up never/ that even the weariest river/ winds somewhere safe to sea" (Por el excesivo amor a la vida/ por la esperanza y el temor liberados/ agradezcamos brevemente a los dioses/ cualesquiera que ellos sean/ que la vida no sea eterna/ que los muertos nunca se levanten/ que hasta el río más perezoso/ desagüe tranquilo en el mar).
Shaw, como usted, no desea vivir para siempre; pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.
Shaw no comprende al sexo. El no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. El hace humoradas sobre el amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia-. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, su negación del movil de todas las cosas humanas que emana de sus piezas -a pesar del clamor universal y de su enorme alcance intelectual-, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa, procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.
Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dió nuevas intensidades a la literatura.
También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente que él de los motivos duales de la conducta humana y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente. En "Also sprach Zarathustra" (Así habló Zaratustra) dice: "El dolor grita: ¡va! Pero el placer quiere eternidad pura, profunda eternidad". El psicoanalisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, por lo tanto su influencia en la literatura es inmensa. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthal mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralelo a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el doctor Schnitzler no es sólo un poeta, es también un científico.
Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura norteamericana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvey O'Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O'Neill y Sidney Howard tienen una gran deuda con usted. "The silver cord" (Cordón de plata) por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.
Lo sé, y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación, pero tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés norteamericano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente. La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis. Los norteamericanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente tambien en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos pues una formación estrictamente médica es, con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.
...
No me haga parecer un pesimista. Yo no tengo desprecio por el mundo. Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso. No, yo no soy un pesimista en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores. No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros.
29 de abril de 2009
Entremeses literarios (LIII)
Jaime Sabines
México (1926-1999)
Esta mañana imaginé mi muerte despeñado en el coche o de un balazo. Me tuve lástima. Lloré por mi cadáver un buen rato. Hablé, luego, de vacas, del gobierno, de lo cara que cuesta ahora la vida, y me sentí mejor, un poco bueno. Iba a decirte que estoy realmente enfermo, como sin piel; herido por el aire, herido por el sol, las palabras, los sueños. Se me ha trepado en la nuca un cabrón diablo y no me deja quieto. Ulcerado, podrido, hay que vivir a rastras, a gatas, como puedo.
LAZOS DE FAMILIA
Julio Cortázar
Argentina (1914-1984)
Odian de tal manera a la tía Angustias que se aprovechan hasta de las vacaciones para hacérselo saber. Apenas la familia sale hacia diversos rumbos turísticos, diluvio de tarjetas postales en Agfacolor, en Kodachrome, hasta en blanco y negro si no hay otras a tiro, pero todas sin excepción recubiertas de insultos. De Rosario, de San Andrés de Giles, de Chivilcoy, de la esquina de Chacahuco y Moreno, los carteros cinco o seis veces por día a las puteadas, la tía Angustias feliz. Ella no sale nunca de su casa, le gusta quedarse en el patio, se pasa los días recibiendo las tarjetas postales y está encantada. Modelos de tarjetas: "Salud, asquerosa, que te parta un rayo, Gustavo". "Te escupo en el tejido, Josefina". "Que el gato te seque a meadas los malvones, tu hermanita". Y así consecutivamente. La tía Angustias se levanta temprano para atender a los carteros y darles propinas. Lee las tarjetas, admira las fotografías y vuelve a leer los saludos. De noche saca su álbum de recuerdos y va colocando con mucho cuidado la cosecha del día, de manera que se puedan ver las vistas pero también los saludos. "Pobres ángeles, cuántas postales me mandan", piensa la tía Angustias, "ésta con la vaquita, ésta con la iglesia, aquí el lago Traful, aquí el ramo de flores", mirándolas una a una enternecida y clavando alfileres en cada postal, cosa de que no vayan a salirse del álbum, aunque eso sí clavándolas siempre en las firmas vaya a saber por qué.
DE COMO NACEN LOS HOMBRES LIBRES
Antonio Di Benedetto
Argentina (1922-1986)
Cuando el Coronado logró que su ejército de eunucos matara a todos los varones del reino, juzgó que estaba exento para siempre de librepensadores, porque las mujeres cumplirían todas la tareas necesarias a la vida de la nación. No dudaba porque sólo quedaban dos hombres sin castrar: él y el Alquimista, y él había renunciado sin pesadumbre, por causas que ignoraba, a todo acto de amor, en tanto el sabio lo era demasiado para apartarse de sus libros. Sin embargo, después de unos años se empezó a tener noticia de jóvenes airosos, surgidos en actitud de rebeldía, cuyo nacimiento y crianza las madres habían sabido ocultar con harta maña. Menos preocupado por su cabeza que por el fallo de su despotismo, el Coronado llamó al Sabio y le preguntó cómo, sin la entrada de ningún extranjero, sin que mujer alguna del reino hubiese ido más allá del muro, pudieron ser engendrados estos sedicentes "hombres libres". El Alquimista dijo:
- No cometas la ligereza de sospechar de las mujeres ni agraviarlas. Los hombres libres nacen por generación espontánea.
Aunque esa opinión podía ser refutada de subversiva, el Coronado contuvo su malestar porque al Sabio todo se lo toleraba, incluso que estuviera equivocado y dijera la verdad. En realidad, el Sabio estaba al tanto de esa licencia, pero ni siquiera él, con tal privilegio, se había atrevido a pronunciar íntegramente la realidad ante el Omnipotente, ya que, pese a su virilidad oculta, el Alquimista no amaba el servicio de las armas.
QUE LINDA ERA
Choan C. Gálvez
España (1976)
Ha pasado mucho tiempo, pero ella conserva los mismos ojos negros -quizá incluso más negros-, la misma melena morena y lisa, la misma nariz respingona, idéntica y perfecta dentadura. Veinte, quizá veintidós años que no la veía, pero la he reconocido de inmediato: Ana Clara Rodríguez Sanz, antiguo amor de instituto. Qué linda era, qué linda es. Más la ciencia forense no admite sentimentalismos ni identificaciones visuales de antiquísimos amantes. He de extraerle sangre, tomar sus huellas dactilares. Analizar, comparar, colocar una etiqueta en el pulgar de su pie izquierdo y muerto.
LA ARAUCARIA
Juan Carlos Onetti
Ururguay (1909-1994)
El padre Larsen bajó de la mula cuando ésta se negó a trepar por la calle empinada del villorrio. Vestía una sotana que había sido negra y ahora se inclinaba decidida a un verde botella, hija de los años y de la indiferencia. Continuó a pie, deteniéndose cada media cuadra para respirar con la boca entreabierta y diciéndose que debía dejar de fumar. Con la pequeña maleta negra que contenía lo necesario para salvar las almas que estaban a punto de apartarse del cuerpo y huir del sufrimiento y la inmediata podredumbre. No lo precedía un monaguillo con una campanilla, nadie agitaba una vinagrera, nadie rezaba salvo él durante cada descanso. La pequeña casa pintada de un sucio blanco estaba emparedada por otras dos, casi iguales y las tres se habrían al camino de tierra dura por puertas hostiles y estrechas. Le abrió un hombre de años indiscernibles con alpargatas y bombachones blancos. Se persignó y dijo:
- Por aquí, padre.
Larsen sintió la frescura de la pieza encalada y casi olvidó el sol agresivo de las calles mal hechas. Ahora estaba en una habitación pobre de muebles; en una cama matrimonial una mujer se retorcía y variaba del llanto a la risa desafiante. Después llegaron palabras, frases incomprensibles que atravesaban el silencio, la momentánea quietud del sol, buscando llegar a las sombras que se había aproximado. Un silencio, un mal olor persistente, y de pronto la mujer agonizante trató de levantar la cabeza; lloraba y reía. Se aquietó y dijo:
- Quiero saber si usted es cura.
Larsen paseó las manos por la sotana para mostrarla, para saber él mismo que seguía enfundado en ella. Mostró al aire -porque ella tenía muy abiertos los ojos y sólo miraba la pared opuesta a su muerte- estampas de bruscos colores desleídos, medallas pequeñas de plomo achatadas por los años, serenas algunas, trágicas otras, con desnudos corazones asomando exagerados en pechos abiertos. Y de pronto la mujer gritó el principio de la confesión salvadora. El padre la recuerda así:
- Con mi hermano desde mis trece años, él era mayor, jodíamos toda la tarde de primavera y veraneo al lado de la acequia debajo de la araucaria y sólo Dios sabe quién empezó o si nos vino la inspiración en conjunto. Y jodíamos y jodíamos porque, aunque tenga cara de santo termina y vuelve y no se cansa nunca y dígame que más quería yo.
El hermano se apartó de la pared, dijo no con la cabeza y adelantó una mano hacía la boca de su hermana pero el cura lo detuvo y susurró:
- Déjala mentir, deja que se alivie. Dios escucha y juzga.
Aquellas palabras habían agregado muy poco a su colección. Tenía ya varios incestos, inevitables en el poblacho despojado de hombres que se llevó la guerra o la miseria; pero tal vez ninguno tan tenaz y reiterado, casi matrimonial. Quería saber más y murmuró convincente:
- Es la vida, el mundo, la carne, hija mía.
Ahora ella volvía a dilatar los ojos perdiéndose en la pausa protectora de la pared encalada. Volvió a reír y a llorar sin lágrimas, como si llanto y risa fueran sonidos de palabras y graves confidencias. Larsen supo que no estaba moribunda ni se burlaba. Estaba loca y el hermano, si era el hermano, vigilaba su locura con una rígida cara de madera. Equivocándose, ordenó padrenuestros y avemarías y, como en el pasado, vaciló con el viejo asco mientras se inclinaba para bendecir la cabeza de pelo húmedo y entreverado; no pudo ni quiso besarle la frente. Oyó mientras salía guiado por el impasible hermano:
- Cuando otra vez me vaya a morir, lo llamo y le cuento lo del caballo y la sillita de ordeñar. El me ayudó, pero nada.
En la calle bajo la blancura empecinada del sol, la mula restregaba el hocico en las piedras buscando, en vano, mordisquear. Al regreso, de retorno al corral, la bestia trotó dócil y apresurada mientras el padre Larsen, sin abrir el quitasol rojo, hacía balance de lo obtenido y aguardaba, esperanzado, a que llegara la segunda agonía de la mujer. El padre Larsen buscó sin encontrar ninguna araucaria.
VIRGEN
Teresa Serván
España (1974)
Liberado al fin del bastón blanco, el hombre ciego se recuesta en la cama junto a la muchacha. Su barba recia contrasta con la suave melena femenina, empapa el olor que ella desprende e imagina sus curvas. Tumbada junto a él, la joven parece una niña, duda; es la primera vez que se ofrece a un hombre y el rubor de sus manos delata la timidez virginal. Entonces olvida el bastón y el perro que custodia la puerta y, pudorosamente, apaga la luz.
LO QUE ME GUSTARIA SER A MI SI NO FUERA LO QUE SOY
César Bruto
Argentina (1905-1984)
Siempre que viene el tiempo fresco, o sea al medio del otonio, a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico, como ser por egenplo que me gustaría venirme golondrina para agarrar y volar a los paíx adonde haiga calor, o ser hormiga para meterme bien adentro de una cueva y comer los produtos guardados en el verano o de ser una víbora como las del solojicO, que las tienen bien guardadas en una jaula de vidrio con calefación para que no se queden duras de frío, que es lo que les pasa a los pobres seres humanos que no pueden comprarse ropa con lo cara questá, ni pueden calentarse por la falta del querosén, la falta del carbón, la falta de plata, porque cuando uno anda con biyuya ensima puede entrar a cualquier boliche y mandarse una buena grapa que hay que ver lo que calienta, aunque no conbiene abusar, porque del abuso entra el visio y del visio la dejeneradés tanto del cuerpo como de las taras moral de cada cual, y cuando se viene abajo por la pendiente fatal de la falta de buena condupta en todo sentido, ya nadie ni nadies lo salva de acabar en el más espantoso tacho de basura del desprestijio humano, y nunca le van a dar una mano para sacarlo de adentro del fango enmundo entre el cual se rebuelca, ni mas ni meno que si fuera un cóndor que cuando joven supo correr y volar por la punta de las altas montanias, pero que al ser viejo cayó parabajo como bombardero en picada que le falia el motor moral. ¡Y ojalá que lo que estoy escribiendo le sirbalguno para que mire bien su comportamiento y que no searrepienta cuando es tarde y ya todo se haiga ido al corno por culpa suya!
EL AHORRO SIEMPRE BENEFICIA A LOS MORIBUNDOS
Alfonso Alcalde
Chile (1921-1992)
En un mismo tren van dos pasajeros desconocidos que tienen igual identidad, la misma cantidad de vivencias y pavores, similar estatura y rostro. Cuando se produce el choque, a la altura de la estación Las Tralcas, las dos imágenes -como es obvio- se juntan. Sólo el pasajero que venía en primera clase queda un poco descentrado del molde original. El resto coincide en todo de tal manera que el sacerdote, al darles la extremaunción se ahorra una hostia, lo que no es poco decir.
LA CHICA DE LA LIMPIEZA
Santiago Pedro Ruiz
Argentina (1937)
Me propuse un cuento diminuto, sutil, seductor. Como mi exigencia era mucha, después de cada intento el logro parecía más lejano. Pero al fin atrapé la idea que, esquiva y fugaz, llegó a rondarme como una mariposa. El cuento ya era real, estaba en mí; sin embargo, al trasladarlo al papel se hamacó en el aire y desapareció: un viento atrevido había entrado por el ventanal, abierto sin aviso por la chica de la limpieza. Busqué mi cuento durante una hora, inútilmente. Fui por una lupa para hacer una exploración más minuciosa. Cuando regresé, la chica de la limpieza (la maldije para que el Diablo se la llevara) había barrido y estaba volcando la pala en el jardín, como siempre. Dios bendiga a la chica de la limpieza. Todo el barrio se admira de la hermosa novela que está creciendo junto a mis rosales.
EL PAJARO AZUL
Ana María Shua
Argentina (1951)
Un hombre persigue al Pájaro de la Felicidad durante meses y años, a través de nueve montañas y nueve ríos, venciendo endriagos y tentaciones, tolerando llagas y desdichas. Antepone la búsqueda del Pájaro a toda otra ambición, necesidad o deseo. El tiempo pasa y pesa sobre sus hombros pero también el Pájaro envejece, sus plumas se decoloran y ralean. Lo atrapa en un día frío, desgraciado. El hombre es anciano y está hambriento. El Pájaro está flaco pero es carne. Le arranca sus plumas todavía azules con cuidado, lo espeta en el asador y se lo come. Se siente satisfecho, brevemente feliz.
28 de abril de 2009
Joyce Carol Oates: "Nadie describió la alienación del trabajador en una sociedad capitalista con mayor claridad que Marx"
Raymond Carver. A propósito del cuento minimalista
Para el crítico literario mexicano Carlos Ramón Morales, editor de la revista "Papel de Literatura", las historias de Carver "tratan problemas tan apasionantes como deshacerse del perro de la familia, cuidar la casa de los vecinos, contratar una niñera o asistir a una comida dominical con la familia del compañero de trabajo, relaciones tan normales y planas como las que podemos tener en la versión más siniestra de nuestra cotidianidad". "Los diálogos -dice Morales en "El self made man literario del fin de siglo"- ostentan brillantez por su capacidad de no decir nada. Tal estilo narrativo podría alejar al público lector, pero en este punto entra la maestría de Carver, cuando presenta en sus cuentos la irrupción de lo extraño que se oculta tras lo banal: la presencia de un elemento perturbador que viene a trastornar dramáticamente la vida de los personajes". Las historias de Carver se inician en la cotidianidad y en ella terminan, pero detrás de la anécdota insulsa que se relata en aquéllas, se resuelven situaciones esenciales en la vida de los personajes, lo que, por lo general, ocurre hacia el final de sus cuentos.En 1995 se publicó en castellano "My father's life" (La vida de mi padre. Cinco ensayos y una meditación), el que incluía el ensayo "On writing" (Escribir). Allí, Carver expresó su punto de vista sobre el arte de la escritura. A continuación se reproducen algunos fragmentos de dicho ensayo:
Merodeando al cuento con Monterroso
27 de abril de 2009
Encuentros (XXVIII). Jorge L. Borges - Herbert A. Simon. Sobre laberintos y libre albedrío
HAS: ¿Le interesa el medio social, digamos, conocer la carne viva de esas lenguas?
JLB: No, en realidad voy invitado por la Sociedad de Escritores Islandeses. Basado en mis estudios yo he escrito un manual de literatura en lenguas germanas medievales. Además, me interesa también el normando antiguo. Es un idioma con una estructura muy particular. Las palabras son, en realidad, las mismas que en el inglés antiguo. Lo que difiere es el orden de esas palabras. Por ejemplo, si en inglés se dice "The saga of Eric the Red" (La saga de Erico el Rojo), en normando se diría "Eric's saga the Red's" (De Erico saga del Rojo). Bueno, pero quisiera saber cual es su interés en esta entrevista.
HAS: Me gustaría saber cómo fue que el laberinto entró en su campo de visión, en sus conceptos, hasta que lo adoptó en sus cuentos.
JLB: Recuerdo haber visto un grabado del laberinto en un libro francés; ocurrió cuando yo era un niño. Era un edificio circular sin puertas pero con muchas ventanas. Solía mirar ese grabado y pensaba que si le acercaba una lupa podría descubrir el minotauro.
HAS: ¿Lo encontró?
JLB: En realidad mi vista nunca fue demasiado buena. Luego descubrí algo de la complejidad de la vida, como si fuera un juego. No me refiero al ajedrez en este caso. Quizá lo pueda decir con un poema: "Me he vuelto demasiado viejo para el amor/ mi amor, me he puesto viejo/ pero nunca estaré tan viejo/ como para no ver la inmensa noche que nos envuelve./ Algo oculto en el amor y las pasiones/ aún me sorprende". Aquí hay un juego de palabras: en inglés la palabra para laberinto es "maze", y para sorpresa "amazement". También hay una clara connotación semántica. Esta es la forma en que percibo la vida. Una continua sorpresa. Una continua bifurcación del laberinto.
HAS: ¿Cuál es el vínculo entre el laberinto del minotauro y su laberinto, el que exige continuas decisiones? ¿La analogía va más allá del concepto general?
JLB: Cuando escribo no pienso en términos de enseñar. Pienso que mis historias, de algún modo, me son dadas y mi tarea es narrarlas. Tampoco busco connotaciones implícitas ni parto de ideas abstractas, no soy un cazador de símbolos. Pero si hay alguna explicación trascendental de mis historias no me corresponde encontrarla, eso le corresponde a los críticos y a los lectores. Escribo por la narración misma, simplemente por interés en el personaje, y pienso que quizá también le pueda interesar a otros. Los críticos y los estudiosos me han atribuido todo tipo de intenciones, de que tal o cual historia quiere evidenciar determinada ideología política o religiosa o, inclusive, metafísica. Quizás esa intención esté en mi subconsciente y no en un plano consciente: tampoco pretendo llevarla a ese plano. Supongo que esto puede decepcionarlo, pero yo creo que este tipo de cosas le corresponde dilucidarlas al pensador y yo no soy un pensador, excepto en la medida que lo son todos los hombres.
HAS: Sin embargo se pueden encontrar claras diferencias de concepto entre los distintos laberintos que aparecen en sus obras. En el de "La Biblioteca de Babel" usted, claramente, parte de una abstracción.
JLB: No es así. Le puedo contar cómo surgió esa historia. Yo trabajaba en una pequeña biblioteca pública en la zona oeste de Buenos Aires. Trabajé nueve años en esa biblioteca con un sueldo miserable y la gente que trabajaba allí era muy desagradable. Era gente muy tonta, estúpida realmente, y eso me traía pesadillas. Un día me dije que mi vida entera estaba encerrada en esa biblioteca. ¿Y por qué no inventar un universo representado por una biblioteca interminable? Una biblioteca donde pudieran encontrarse todos los libros escritos. Al mismo tiempo leía algo acerca de permutaciones y combinaciones matemáticas y veía en esta biblioteca las posibilidades poco menos que infinitas. Y este es un ejemplo de historia en el que conocía el origen de esa temática. El concepto de esta biblioteca respondía a mi forma más intrínseca de alegría. Me sentía realmente feliz escribiendo. Y no era una felicidad meramente intelectual, uno siente ese tipo de felicidad.
HAS: ¿Y por qué lo atrae tanto la idea del Minotauro?
JLB: Es curioso. No me atrae tanto la idea sino otro nombre atribuido a ese ser mitológico. Encontré el nombre de Asterión en un diccionario. Tiene connotaciones de astro o estrellas. Es una imagen que pensé siempre que le podía gustar a los lectores.
HAS: En definitiva, yo encuentro que el concepto de laberinto tiene una unidad, justamente conceptual, en sus escritos, pese a algunas diferencias que le dan matices particulares muy interesantes para cada cuento o narración.
JLB: En realidad, creo que esa unidad se debe a que todos los cuentos míos que hablan del laberinto responden a un particular estado de ánimo en mí que me lleva precisamente a esa temática.
HAS: En cuanto a sus ideas sobre análisis combinatorio, ¿cuáles fueron sus fuentes?
JLB: Leí un libro muy interesante que es la "Introduction to mathematical philosophy" (Introducción a la filosofía de las matemáticas) de Bertrand Russell. Luego me interesó mucho un libro llamado "Authority and the individual" (El mundo del individuo), que da un ejemplo muy extraño sobre el tema. Presentaba el caso de un mapa de Inglaterra a ser trazado en la escala del terreno mismo de la isla. Y por supuesto que el mapa tenía que estar dentro del mapa general. Y dentro del primero, el mapa del mapa y así en más. Lo que da una idea de infinito. De mi padre heredé el gusto por estas formas de razonamiento. El solía llevarme aparte para hablar o hacerme preguntas sobre mis creencias. Una vez tomó una naranja y me dijo: "¿A tu juicio, el gusto está en la naranja?". Yo le dije que sí. Entonces él me preguntó: "Bueno, ¿entonces vos pensás que la naranja está continuamente saboreándose a sí misma?".
HAS: Se supone que la resolución de esos interrogantes lo llevaría a uno a profundizar en el campo de los solipsismos.
JLB: En realidad mi padre no me refería a las fuentes filosóficas. Sólo me presentaba los problemas concretos. Luego de mucho tiempo me mostró una historia de la filosofía donde encontré el origen de todas esas preguntas. De la misma manera, mi padre me enseñó a jugar al ajedrez, aunque en realidad yo siempre he sido un pésimo jugador y él era muy bueno. También mi padre me transmitió el gusto por la poesía. Sus estantes estaban colmados de autores como Keats, Shelley y otros poetas. También los recitaba de memoria. Y aún ahora, cuando repito versos de Fitzgerald, Omar Khayyam o algún otro, mi madre dice que le parece estar escuchando a mi padre.
HAS: Alguna vez me dijeron que usted había leído en inglés por primera vez el "Quijote".
JLB: Sí. es cierto.
HAS: Es curioso porque yo lo leí en castellano la primera vez. Luego encontré que en inglés el humor del Quijote perdía toda delicadeza.
JLB: También es cierto, la experiencia con traducciones suele ser ésa. Me ocurrió algo interesante con Walt Whitman. Fue alrededor del año 1917. Yo estudiaba alemán. Entonces me tropecé con la traducción de algunos de sus versos a ese idioma. Luego leí los mismos versos en inglés y descubrí que Whitman es fácilmente traducible al alemán, que sus poemas mantienen su valor. En cambio, la traducción al castellano se hace mucho más difícil.
HAS: Es un problema de la facilidad con que es posible formar palabras compuestas en inglés y alemán y lo difícil que es hacerlo en castellano.
JLB: Sí, eso es cierto. Pero ahora me gustaría que usted me explique algo sobre el llamado conductismo o behaviorismo. ¿Cuál es el fundamento? ¿Es decir, se habla de libre albedrío o más bien de predestinación?
HAS: Bueno, yo siempre tengo que hablar de computadoras. Estoy enamorado de las computadoras. Lo podríamos plantear de la siguiente manera: frente a determinado problema la
computadora se comporta, también, de determinada manera, y nos preguntamos si tuvo libre albedrío en ese comportamiento. Decimos que tuvo libre albedrío en el siguiente sentido: si se le hubiera colocado otro programa hubiera actuado en distinta forma, hubiera tenido otro comportamiento.
JLB: ¿Qué quiere decir con comportamiento? Porque éste sería un proceso mecánico, me refiero por supuesto al de la computadora.
HAS: Sí, es un proceso mecánico. Pero yo pienso, al igual que muchos otros en mi especialidad, que el ser humano tiene también un comportamiento de tipo mecánico, similar al de la computadora.
JLB: Es decir que actuamos así por fuerza de la costumbre.
HAS: Más bien yo diría por fuerza de los programas que tenemos almacenados en nuestro cerebro. Y tenemos libre albedrío en el sentido de que el comportamiento resultante surge en función de nosotros mismos tanto como en función de la situación que enfrentamos. No todos se comportan de la misma manera frente a determinada situación.
JLB: ¿Usted piensa, entonces, que frente a una disyuntiva, digamos, de dos comportamientos posibles frente a determinada situación, yo puedo elegir uno de esos comportamientos?
HAS: Su programa elige. Sí, se puede elegir. Pero eso no es una causa incausada. Uno no es una causa incausada.
JLB: ¿Esto implicaría que si algún ser poderoso, algún dios, conociera todo mi pasado, mi infancia, inclusive antes de mi infancia, diría mis antepasados, esto implica que ese dios podría predecir mi comportamiento frente a cualquier situación?
HAS: Mis creencias científicas me dicen que es así. Teniendo todos esos conocimientos sobre un individuo se puede predecir su comportamiento frente a determinada situación.
JLB: Entonces lo que yo estoy diciendo en este preciso instante es...
HAS: ...es una función de todo su pasado...
JLB: ...es inevitable.
HAS: Inevitable, sí; pero esa inevitabilidad no le quita a usted su identidad, su individualidad. Usted es la encarnación de su propio pasado.
JLB: Comprendo. O por lo menos me plazco en pensar que entiendo. Ahora, ¿esto da cuenta de todas nuestras acciones? Es decir, si mi mano derecha está apoyada sobre mi mano izquierda, ¿es porque tenía que ser así? Yo pienso que hay muchas cosas que hacemos de una forma, diría, impensada.
HAS: Cosas que ocurren en el subconsciente. Sí, es cierto. Si no fuera así no podríamos ni siquiera atarnos los cordones de los zapatos. La mayoría de las cosas ocurren así. Pero eso se debe a que tenemos muchas cosas programadas.
JLB: Pero, ¿las cosas son inevitables en ese sentido también?
HAS: Podrían ser distintas, pero siempre en función de sus programas. Podría haber algún determinante que haga que su programa le indique otra acción a tomar. Y si hablamos del azar, el científico piensa siempre en última instancia que en esto no existe el azar. En algún momento quizá tenga que decir que no puede explicar determinado fenómeno, pero igual trabaja con el supuesto de que hay causas que determinan una acción. Y por lo tanto, cuando estudiamos el comportamiento de una persona que está resolviendo un problema, partimos del supuesto de que cada "¡hummm!" o "¡ah!", de que cada exclamación, tiene su causa. No siempre podemos descubrir esa causa.
JLB: Bueno, claro. Cuando estudian el comportamiento tienen que remontarse al pasado entero de esa persona. Inclusive al pasado, a los comienzos de la humanidad, inclusive del cosmos.
HAS: No, no es así. Porque el pasado influye su comportamiento presente en la medida en que ese pasado ya está contenido en su persona. Por lo que siempre podemos encontrar un punto de partida. Y eso es como trabaja, por ejemplo, el físico. Si quiere estudiar la Luna, no necesita conocer todo su pasado. Sólo necesita conocer su posición y velocidad actuales en relación con los demás planetas. Puede tomar eso como punto de partida. Necesita conocer las determinantes pasadas de unas pocas cosas. Y es sorprendente lo poco del pasado que influye en una acción determinada ocurrida en un breve lapso de tiempo, es decir, una acción tomada por un hombre. Por ejemplo, si yo juego al ajedrez con un hombre, digamos, cinco meses, sin parar y sin tener otra actividad con ese hombre, es sorprendente lo poco que voy a saber o conocer de los contenidos de su mente. Lo poco que voy a conocer sobre los determinantes que actuarían en él frente a otras situaciones.
JLB: Es decir que hay lugar para el libre albedrío.
HAS: Sí. Esta es la forma en que yo concibo el libre albedrío, en que yo soy el que actúa cuando tomo determinada acción. Y el hecho de que algo haya causado ese comportamiento de ninguna manera me hace sentir encerrado. Así que cuando llegamos a una bifurcación del camino o, digamos, del laberinto, "algo" elige cuál es la rama a tomar. Y la razón de mis investigaciones y también la razón por la que sus laberintos me han fascinado de tal forma, ha sido, justamente, observar individuos que se encuentran con bifurcaciones, y tratar de entender por qué toman el camino de la derecha o el de la izquierda.
JLB: Me parece que ese tipo de cosas suceden continuamente en mis historias. Tendría que pedirle disculpas por haberlo enfrentado a nuevos interrogantes...
HAS: Al contrario...
JLB: ...pero es que si no escribiera esas historias en particular, todo sería artificial. Quiero decir, si escribo estas historias es porque tengo que hacerlo, o porque las necesito. Porque si no podría inventar otras historias y esas historias no tendrían ningún significado para mí y quizá tampoco para el lector. Porque el lector sentiría que son ejercicios literarios artificiales.
HAS: Yo pienso que estas historias son muy de nuestro siglo o de nuestros tiempos y por eso me interesó mucho lo que usted dijo sobre Bertrand Russell. La idea del laberinto ramificado, la idea de la combinatoria en grandes espacios como el de sus bibliotecas. Estas ideas son extremadamente centrales para muchos de los avances de la lógica moderna y en la investigación operativa o ciencia de la computación.
JLB: Es cierto que he sacado muchas de mis ideas de los libros de lógica y de matemática que he leído, pero, en verdad, cada vez que me propuse la lectura de estos libros, ellos me han derrotado, no he logrado interpretarlos a fondo. Ahora, la mayoría de estas ideas yo las he sacado de las anotaciones de mi padre. Yo no he leído mucho, lo que sí he hecho es releer mucho. Porque siempre me ha parecido que se saca más releyendo un libro viejo que intentando la lectura de uno nuevo.
HAS: Hay otro problema con los libros nuevos. Y eso es que hay que evaluarlos primero. Pero para evaluarlos hay que arriesgarse a perder tiempo leyéndolos. Y esto parece señalar una importante diferencia, diría, generacional. Es muy evidente que la gente que actualmente tiene alrededor de cincuenta años, pongamos por promedio, ha educado sus gustos literarios en los clásicos; en tanto que los que están por debajo de esa edad han perdido el gusto inclusive, hablemos de mi país, por la Biblia o por las obras de Shakespeare.
JLB: Sí, yo lo he notado en nuestro país también.
HAS: No tengo en claro todas las razones por las que esto ocurre, pero en mi experiencia he descubierto algunos datos. Estando en París, en algún momento me deprimió la idea de la cantidad de monumentos con los que conviven los franceses. Se me ocurrió que, de algún modo, habría que ordenar las cosas de forma que los monumentos no se eternicen sino que, en algún momento, fueran reemplazados para poder permitir un continuo flujo de nuevos símbolos, controlado en cierta medida. Y por supuesto que las mejores cosas serían las que permanecerían por más tiempo. Es decir, habría que darle a las nuevas generaciones la posibilidad de amalgamar cosas nuevas con las más antiguas. Claro que esto significa que muchas cosas, simplemente, tendrían que desaparecer.
JLB: Volviendo a la literatura. Yo noto que muchos escritores argentinos leen uno o dos clásicos españoles y otro tanto de franceses, o en inglés, y después se dedican a leer autores argentinos. Es una lástima que se olviden otros clásicos tan importantes como Cervantes o los clásicos franceses.
HAS: Quizás ocurre que, por las necesidades del momento, los escritores argentinos han tenido que volcarse a la literatura de este país y por lo tanto descartan a la fuerza los clásicos.
25 de abril de 2009
Czeslaw Milosz. La mar
No es para condolerme o llorar a mis difuntos
que vuelvo a tu ribera con la frente coronada de flores.
Nada diré de los años veloces
que huyeron de mí con el viento a toda vela.
Tal como tus abismos, son serenos mis ojos,
libres ya del estéril cuidado
de escrutar largamente el horizonte sombrío
en busca de esas islas milagrosas
donde el amor y el gozo sean, como aquí, mortales.
Al dejarnos la vida nos muestra quiénes somos:
cae la tarde, Tetis, en el cielo de mi día.
Perdí mi juventud: se ha marchado para siempre.
Hay que tener para eso toda la esperanza y todo el porvenir,
y que a todo lo ancho y lo largo de los océanos,