Homero Alsina Thevenet fue el primer periodista hispanoamericano en hacerle una entrevista a Orson Welles (1915-1985). Eso ocurrió en 1942, en Montevideo. Diez años más tarde fue el primero que escribió sobre Ingmar Bergman (1918-2007) fuera de Suecia, antes de que el mundo lo descubriera oficialmente algunos años más tarde. En aquellos tiempos, en América Latina y el resto del mundo, Bergman era un absoluto desconocido. En 1946 el estreno de su película "Crisis" pasó sin pena ni gloria por Buenos Aires, pero gracias a aquel espaldarazo en el Festival Internacional de Punta del Este a "Juventud, divino tesoro", films como "Puerto", "La sed" y "Noche de circo" fueron estrenados con éxito en Uruguay y Argentina. Mientras en Suecia el influyente crítico Olof Lagercrantz (1911-2002) opinaba en el "Dagens Nyheter" sobre "Sonrisas de una noche de verano" que "los elementos de esta comedia son la penosa fantasía de un jovencito con acné, los descarados sueños de un corazón inmaduro y un ilimitado desprecio por la labor artística y humana", para concluir, categórico: "Me avergüenzo de haberla visto", en Uruguay, Alsina Thevenet opinaba sobre "Noche de circo": "Este drama pesimista y patético se apoya en una de las más perfectas construcciones cinematográficas que Bergman haya logrado en su carrera". En 1954, dos años después de cosechar elogios en Uruguay, "Juventud, divino tesoro" fue maltratada en el Festival de Venecia y recién en 1956, cuando "Sonrisas de una noche de verano" ganó el premio a la mejor comedia en el festival de Cannes y fue exhibida en Francia, Bergman se convirtió en el director de moda dentro del cine europeo. Hacia los años '90, Alsina Thevenet dejó de hacer crítica cinematográfica porque, según explicó él mismo, "la crítica de cine supone obligarse a ver cuatro películas por semana y escribir eso de apuro. Tengo otras tareas en lo cultural que me parecen más importantes. Además, no veo todo el cine que debería ver. Ahora las elijo, aprovecho el tiempo de otra manera". Se refería a su función como director de "El País Cultural". En la redacción de ese semanario, poco antes de fallecer, al ser consultado por un periodista sobre su alejamiento del mundo del cine, se puso de pie y señalando a la ventana dijo: "Aquí enfrente esta el cine Central Plaza; ha cumplido cincuenta años y en su celebración éramos un puñado. Aún recuerdo cuando la gente compraba el diario para ver qué decía el crítico sobre tal o cual película. Hoy eso se ha perdido, esa influencia ha desaparecido y quienes amamos al gran cine, desgraciadamente, somos cada vez menos". Al respecto, unos años antes había escrito: "La critica cinematografica es hoy menos útil que antes. Me explico: Entre 1950 y 1970, era posible escribir cada semana sobre el último Kazan, Kubrick, Wyler, Cukor, Huston, Wilder, Rossellini, De Sica, Lean, Reed, Visconti, Bergman, Truffaut, Satyajit Ray o algún ignoto film húngaro, polaco, checo o yugoslavo. Teníamos cine europeo. Desafío a que me muestren un repertorio parecido en las últimas dos décadas. Ha bajado el nivel y por tanto ha bajado el nivel de la crítica. Demasiados autos que explotan, demasiados chiches fotográficos de los laboratorios. Poco que decir al respecto. Aun así, con el film en cartel durante más de una semana, la crítica puede servir para mucho espectador. Pero el cine ha mudado su domicilio. No puedo hacer crítica de lo que se dio en TV Cable porque ya no está en cartel, o lo estará otra vez, dentro de veinte días, a las 4 de la mañana. No puedo comentar el material de video (hay mucho y bueno) porque eso llevaría a hacer un catálogo en libro y no una reseña en diario o semanario. Los diarios me confirman que poca gente lee crítica. Lo hacen al exigir notas cortas y al reducirlas a una píldora de pocas líneas, con tres o cuatro estrellitas de calificación, que son a su vez otra arbitrariedad poco didáctica". Sus últimos contactos con la Argentina fueron para recibir el premio Cóndor de Plata a la trayectoria en 2002 por parte de la Asociación de Cronistas Cinematográficos, un artículo sobre el debate generado en 1986 por la película "Yo te saludo, María" de Jean Luc Godard (1930) publicado en la revista "Criterio" en 2004, y una visita para dictar una conferencia en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires en 2005 cuando ya su salud flaqueaba. Sigue a continuación la segunda y última parte de la recopilación de entrevistas aparecidas en el diario "Página/12" y la revista "El Malpensante".
En 1965 cruzó otra vez el Río de la Plata para vivir en Buenos Aires, donde trabajó en distintas revistas y publicó varios libros. Pero en 1976, tras el golpe militar, se exilió en España. ¿Tuvo que empezar todo de nuevo?
Yo ya tenía una carrera hecha, y allá no pude hacer nada porque los catalanes son muy nacionalistas. Estuve haciendo traducciones y escribí una biografía de Chaplin, a pedido de editorial Bruguera. Tuve tanta mala suerte que el libro salió a comienzos de diciembre del '77, con la vida completa de Chaplin, excepto su muerte: murió veinte días después, el 25 de diciembre de 1977. Dos meses después, encontré el libro en las mesas de saldos de El Corte Inglés. Fueron ocho años en España, pero no fueron años buenos. No hay nada que contar.
¿Cuándo regresó?
En 1984 Argentina estaba en democracia y en España no encontraba mucho para hacer. Entonces regresé a Buenos Aires. En 1985 Jacobo Timmerman me ofreció la jefatura de espectáculos del diario "La Razón", que pasaba por su peor momento. Pensé que un periódico que se iba a pique era una gran oportunidad para hacer cosas, pero me echaron poco tiempo después por negarme a cortar una de mis críticas, que no entraba en el diseño pautado. Ah, la tiranía del dibujito. En 1987 era jefe de espectáculos del diario "Página/12", y además de críticas de cine escribía columnas de opinión. El jefe de diagramación de "Página/12" se llamaba Daniel Iglesias, también llamado "el Zorro" Iglesias, también llamado "no hay peor sordo que el Zorro Iglesias". Una vez entregué una nota que ni siquiera era mía. Me llaman de diagramación. "Sacale doce centrímetros". Que sí, que no, la discusión subió de tono y viene el Zorro Iglesias y me dice: "¿Qué pasa con tu gente? ¿Son todos Shakespeare y Cervantes que no se les pueden cortar doce centímetros?". Le digo: "No, no son todos Shakespeare y Cervantes. Ahora, tu gente, ¿son todos Rembrandt y Velázquez que no se les puede cambiar el dibujito?". Gran bronca. Esa misma noche en la escuela de periodismo TEA me daban un premio homenaje, y doy un discursito improvisado de agradecimiento:
"Jóvenes periodistas, ustedes han elegido una profesión que está llena de promesas, pero no se crean que es fácil. Porque cuando ustedes entren a un diario se van a encontrar con un jefe que les dice: 'Che, hay que hacer una nota a tal'. Vas y hacés la nota. La entregás. El jefe la mira y dice: 'Sí, está bien, pero faltaría tal y cual aspecto'. Vos vas y agregás tal y cual aspecto. Volvés. Y el jefe te va a decir: '¿Sabés lo que le falta a esto? Una entrada, un copete'. Vas, volvés con el copete. Te dice: 'Le falta un final, una cosa que restalle'. Lo encontrás. Terminás la nota y estás muy contento. ¿Y te creés que ahí terminó la cosa? No señor. Ahí la nota pasa al diagramador. Y el diagramador es un personaje que se dedica a quitarle doce centímetros a todas las notas: es una vocación. Me ha pasado".
En abril de 1989 usted dijo que, si ganaba las elecciones Carlos Menem, se iba de Buenos Aires...
Sí, y me fui. Pero no fue el único motivo. La asunción de Menem fue un factor. Hubo otros. Pero yo tenía alguna experiencia. Cuando estaba en la revista "Siete Días", en el '85, estaba de director Germán Sopeña, que había resuelto publicar cada semana un artículo de un político. De La Rioja, Menem mandaba artículos sobre lo que quisieras, larguísimos. Sopeña me daba esos textos (yo era prosecretario de redacción) y me decía: "A ver si abreviás esto". Había que abreviarlo al castellano, traducirlo. Ahí me di cuenta de que Menem era un chanta de los que no había. Este hombre tiene que decir que sí y decir que no al mismo tiempo y a cualquier cosa. Es la improvisación total. Pero además otro factor circunstancial, más importante, fue que cuando se hizo aquí en Montevideo, a comienzos del '89, el voto verde o amarillo, por la amnistía o la no amnistía de los militares, tuve que venir de Buenos Aires a votar. Estaba en Buenos Aires desde 1984 y en la página de espectáculos de "Página/12" desde el '87. Me mandaron a Montevideo, no sólo a votar, sino también a cubrir el acto eleccionario. Estuve diez días.
Que se hicieron diez años.
Me pescó Jorge Abondanza, jefe de espectáculos de "El País" de Montevideo desde hace más de treinta años, un colega. Habíamos trabajado juntos entre 1954 y el '65, cuando yo me fui a Buenos Aires. Me dijo que me quedara en Montevideo. Coincidimos en que había que hacer un suplemento cultural, si bien yo no me sentía lo suficientemente culto para hacerlo. Yo no sé de teatro, de arquitectura, de música, y me dio miedo. Lo contacté a Elvio Gandolfo y le dije: "Me proponen esto y me tengo miedo, porque no soy un culto general". Y me contestó: "Ni vos ni yo sabemos de pintura y de música como para escribir de pintura y de música, pero hay algo que sabemos y eso es manejar el material de otra gente". Así que buscamos colaboradores y, efectivamente, salimos adelante. Así inventamos "El País Cultural". Elvio Gandolfo fue uno de los integrantes del equipo. Tuvimos que acomodarnos a los relojes de la empresa, porque ya había suplementos para madres, hijos, televisión, perros, de todo. No usamos color, que a veces perjudica al texto, y no tenemos publicidad, así que dependemos de que el diario nos siga financiando. Me dan un sueldo y vivo de eso, ésa es la ventaja. También es por amor al arte. Me gusta hacer este suplemento con un equipo al que le gusta hacerlo. Tenemos una libertad que en Buenos Aires me envidian. Nunca me han dicho lo que hay que publicar o que no.
Usted no figura en el staff como director.
No, porque no lo hago por la performance. Yo sé lo que se hace y cómo se hace, entonces para qué más. En el suplemento cultural no se publican avisos porque no se buscan avisos: no se propician avisos; no se usa color por cuestiones prácticas (porque obliga a disponer de fotos de mayor calidad); se eliminaron las bajadas (porque si el lector lee un resumen de lo que sigue, no lee lo que sigue) y, en tiempos en que la sobrevaluada religión del nuevo periodismo obliga al yo, se aborrece la primera persona. La primera persona es una traición, porque termina siendo más importante el escritor que lo escrito. En el "Cultural" hice lo que yo quería hacer. Un suplemento sin concesiones. No le doy bolilla a Planeta si me dice que tal libro es muy importante, o si viene tal tipo con su libro de poesía para que se lo comente. No lo atiendo, no lo publico. Tenemos total independencia. Estoy trabajando con una libertad periodística que en la Argentina no tendría. Allí la crítica de cine está convertida en pildoritas con estrellitas: tres estrellitas, cuatro estrellitas, cinco estrellitas. Si hay que hacerlo se hace, pero hay que superar la instancia de esa crítica que dice "esto es largo, es feo, es malo, es bueno, entretenido". Cuando uno se empieza a preguntar cómo lo hizo, por qué lo hizo, para qué lo hizo… eso es un progreso. Me traían prosas cargadas de adjetivos, vueltas y desvíos del tema. Yo cuando leo eso digo: "Este tipo está mintiendo, este tipo no sabe lo que debe saber".
Pero hay estilos.
Claro.
Está Bryce Echenique.
Y Proust. Pero tienen sustancia. Todos los jovencitos ahora tiran palabras, tiran palabras. Y yo les digo de antemano: el material está hecho para el lector. La prosa no es tuya, es del lector. Si no lo seducís en las primeras cuatro líneas se va, y no vuelve.
¿Nunca intentó hacer cine?
No, en Uruguay siempre fue difícil hacer cine, o producir cosas. La prueba está en que todo el cine uruguayo hasta ahora es bastante precario. Nunca se me dio por escribir ficción, ni siquiera cuentos, mucho menos un libreto para una película. Ya lo dije en otra entrevista, decir que he visto poco cine uruguayo es una coartada que tengo.
La crítica le dio fama internacional.
Queda feo hablar de fama. No sé, me han invitado a un par de congresos... Fui jurado algunas veces.
En Montevideo, ¿se siente a un costado o en el centro del mundo?
A un costado; me pasé veinticinco años afuera del país. Se puede decir que eso lo aleja a uno. Y además, entre otras cosas, ya no hago crítica de cine...
¿Por qué no?
Entre otras cosas porque el cine actual no ayuda. Antes se podían ver películas más valiosas. Si se junta el promedio de grandes directores de hoy con los grandes directores de antes, la diferencia es apabullante. En las décadas del '50 y del '60 se podía juntar un Visconti, Fellini, Rosellini, De Sica, Kurosawa, Bergman... Eran todos nombres enormes. En este momento hay un monopolio de cine norteamericano. Muchas películas de acción, muchos autos destrozados... Es decir, el cine actual no permite decir que me estoy interesando por el cine como expresión artística en sí. Ahora la fotografía es bonita, pero a mí, si una película no me deja algo de sentimiento o de idea, no me interesa la excelencia de su fotografía. Eso no significa que le dé la espalda al cine... una vez fui al Festival de Mar del Plata. Había algunas cosas interesantes. No me niego. Se puede ver cuando hay qué ver. El problema es que el cine europeo es prácticamente desconocido. Hay que estar leyendo revistas extranjeras para enterarse qué es lo que hacen en Italia, Francia, Polonia o Rusia.
Una pregunta clásica: ¿cuáles fueron las mejores películas de todos los tiempos?
Es una pregunta casi imposible de responder porque uno empieza a decir las diez mejores y enseguida tiene quince y hay que tachar cinco. Eso pasa siempre.
Pero intente...
"El ciudadano" de Wells, "Gritos y susurros" y "Cuando huye el día" de Bergman, "Amarcord" de Fellini, "El lustrabotas" y "Ladrones de bicicletas" de De Sica, "Vivir" y "Los siete samurais" de Kurosawa... Ya van ocho y la lista tiene mucho más. Me interesan las películas chicas, bien hechas. Hace muy poco tiempo tuve que hacer una nota sobre cine policial. Estuve revisando antecedentes y hay un director que se llama Joseph Lewis. No lo conoce nadie, pero hizo un par de cosas muy buenas. Estuve leyendo notas mías del año '55 y redescubrí que había descubierto cosas chicas, olvidadas que había que rescatar. En lugar de hacer cine, o hacer crítica, se puede hacer información cinematográfica que es interesante y es esencial para otros que hacen cine. Si miro en mis libros, veo que hay historias de películas que tuvieron historias complicadas: "Lo que el viento se llevó", "Casablanca", "El ciudadano", "Carta de una enamorada", "Viñas de ira". Es decir, hay una persona que quiere hacer cine ahora y que nació mucho después de que se estrenó "Lo que el viento se llevó" y puede leer lo que pasó durante la filmación. Es una forma poco elaborada de ensayo cinematográfico que es superior a la crítica. Pero es bueno para los que trabajan ahora, que abunde la información de otras experiencias: la información precisa.