Como escritora, no sólo cultiva la poesía sino también el relato y el ensayo. A la hora de escribir, ¿privilegia un género sobre otro según lo que quiera expresar en un momento dado? ¿Se plantea el elegir un género determinado en función del tema que desea tratar?
No, no me lo planteo antes de hacer un cuento o antes de hacer un poema, sino que la inspiración, que puede venir de múltiples motivos, se expresa de una determinada forma, que unas veces es el relato y otras es el poema. No privilegio uno sobre otro, sino que actualmente estoy haciendo tanto poema como relato, como poesía experimental con objetos; incluso tengo en mente hacer una pequeña obra de teatro.
¿Por qué escribe?
Es una pregunta difícil; cuando me la hacen suelo responder que es similar a la pregunta de ¿por qué respira? Escribo porque lo necesito, es una respiración espiritual sin la que no concibo la vida. La escritura es un modo de traducir el mundo.
Ha comentado en alguna ocasión que está a la búsqueda de lo que llama "una voz rota" para su propia escritura poética. ¿Podría elaborar un poco este aspecto?
No me interesan los caminos conocidos. Tanto en la narrativa como en la poesía, cuando una formula de escritura se hace excesivamente conocida deja de producirme satisfacción, ya no me vale como indagación. Me gustan los retos, los experimentos, las nuevas búsquedas en literatura y en creación en general. Las formas tradicionales ya no son válidas, no son el caos, es preciso buscar otras. A menudo crear en literatura, como en otras disciplinas, es caminar en la niebla, en la oscuridad. Me interesa la indagación en nuevos lenguajes, innovar, investigar la forma hasta el punto de que el resultado literario sea exactamente aquello que quiero expresar. Y qué duda cabe que son nuevas exploraciones dentro del lenguaje. Se evoluciona en nuevas formas, pero en toda indagación siempre se encuentran huellas de lo anterior. No se avanza saltando en el vacío, sino que toda obra mantiene dentro de su cronología toda una geografía de paisajes espirituales entrelazados.
¿En su opinión, esta reelaboración partiría de modelos de otros autores?
Por supuesto. Yo pienso que la historia de la cultura en general es una asimilación, un recorrido por múltiples fuentes. Me parece que era Borges el que decía que en realidad existe solamente un libro, y que lo que hacemos es, mediante vasos comunicantes, ir vaciando un libro en otro. La cultura es una acumulación de saberes desde la antigüedad. Y posiblemente, desde el principio de los tiempos las circunstancias han cambiado, pero los sentimientos elementales del hombre no. La experiencia del amor, el miedo a la muerte y la perplejidad ante la existencia se mantienen. Por ello, cuanto somos culturalmente es en parte fruto de cuantos nos han precedido.
¿Por qué comenzó a escribir microrrelatos?
Como autora de microrrelatos frecuentemente suelen preguntarme el motivo de mi elección del género breve como forma narrativa para mis relatos. En realidad no fue tanto elección sino hallazgo: un buen día descubrí que el poema iba transformándose en otro paisaje en el que aparecían figuras, voces que tenían historias que contar. El resultado fue que el poema dio paso a la narración, pero sin abandonar aquellas herramientas de concisión y brevedad propias de las imágenes poéticas. Siempre me ha interesado la síntesis del lenguaje como herramienta esencial en la precisión de lo narrado. Es algo que tiene mucho que ver con el concepto de intensidad expresiva muy cercano a la abstracción poética. Huyo de toda retórica, me preocupa potenciar al máximo la expresión mediante una austeridad de medios que eleve la tensión en el interior de la narración. Como creación me apasiona toda forma de hiperbrevedad narrativa o discursiva en cualquier dimensión literaria: microrrelatos, aforismos, prosas poéticas mínimas, etcétera. Encuentro en todas esas variantes una valiosa identidad literaria transfronteriza, abierta a infinitas posibilidades combinatorias. Hay en toda mi obra una mirada perpleja ante el mundo, un profundo escepticismo a veces irónico, otras inquietante ante lo ilegible del acontecer humano. Encuentro en este modo de narrar que algunos estudiosos denominan "literatura surrealista o del absurdo" el mejor medio para traducir cuanto ocurre a mi alrededor. Se encuentran siempre en mis relatos una serie de ingredientes fieles: el juego con las apariencias y el propio lenguaje, la inclusión de lo inquietante como parte de la normalidad, el factor sorpresa, la ironía, el humor como cuestionamiento del orden lineal con el que a veces aparece disecada la vida. Es un universo narrativo entre la melancolía y el humorismo, entendiendo la melancolía como tristeza que se aligera, y el humor como trasgresión y crítica a través de las distintas escenografías alegóricas.
Hablemos de sus influencias literarias. ¿Qué autores señalaría como claves o referencias de su propia obra?
Según una va evolucionando intelectualmente le interesan autores distintos. Cuando empecé a escribir me interesaban los poetas surrealistas como Vicente Huidobro o Vicente Aleixandre, César Vallejo, García Lorca, un grupo excelentísimo. También los poetas franceses, como Rimbaud, etcétera. Luego una va cambiando en gustos literarios y no es que le interesen menos, pero va indagando en otros autores. Es una búsqueda constante. Actualmente podría mencionar escritores poco conocidos para el gran público pero cuya lectura me atrae porque encuentro en ellos lo que, para mí, es la literatura de calidad, que por lo general suele ser de minorías. Por ejemplo, hay un autor de origen europeo que vive en Chicago, Charles Chimic, que es muy bueno. Escribe un tipo de poesía kafkiana con un surrealismo muy roto. Pero cuando me preguntan por las influencias literarias siempre hablo de las diversas fuentes culturales de las que se va nutriendo el pensamiento, que no son sólo literarias. La percepción es como un paisaje de cera en el que se están grabando constantemente mensajes de todo tipo, ahí está luego la sensibilidad y el equipaje cultural para filtrar y traducir todo eso en la obra. Hay una serie de pensadores que me interesan mucho, como Peter Handke o Thomas Berhardt, dos filósofos austríacos que cuestionan el sistema y la idea del progreso actual. A mí personalmente me interesan mucho, además de la lectura de géneros literarios al uso de poesía, narrativa, etcétera, otros como los libros de botánica o de historia; es decir, otras disciplinas, otros lenguajes. Por ejemplo, el lenguaje forense está muy relacionado con un tipo de expresión que me interesa a la hora de relatar las cosas que ocurren en mi país. Recurro también muchas veces a mi querida María Zambrano, a Albert Camus y su "El hombre rebelde", porque pienso que en ambos la razón se hace poesía.
¿Cuáles son para usted los autores y libros representativos?
"La oveja negra" de Augusto Monterroso, "Centuria" de Giorgio Manganelli, "Historias de cronopios y de famas" de Julio Cortázar, "El libro de los seres imaginarios" de Jorge Luis Borges y no podría dejar de mencionar todos los extraordinarios textos breves, ficciones poderosas de Kafka a lo largo de su extensa obra. Hay sin duda más autores y más libros, como Robert Walser, Walter Benjamin, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Ana María Matute, Max Aub, Ambrose Bierce, etcétera, y tantos otros que, aunque no toda su obra estuvo junto al microrrelato, sí escribieron al menos un libro dedicado íntegramente a este. Las razones por las que los encuentro representativos del género tienen mucho que ver con haber encontrado en sus textos esa pasión por la lectura que rapta al lector y transforma su modo de ver el mundo. La profundidad de sus textos y a menudo la originalidad, tanto de sus argumentos como de su estilo, los hace únicos ante mis ojos, maestros de la brevedad. Son paisaje transparente de un gran conocimiento intelectual que en casi todos ellos genera textos de vanguardia y transgresión en el terreno literario. Ese concepto lúdico de innovación y dominio del lenguaje, no estático sino en constante metamorfosis, los convierte en imprescindibles. Luego, mi equipaje como escritora beberá también en otros autores no solo de microrrelatos sino de otros géneros: Cervantes, Federico García Lorca, Albert Camus, María Zambrano, Dostoievski, Chejov, Lewis Carroll, Virginia Wolf, Herman Melville, Italo Calvino, Laurence Sterne, Hannah Arendt, Fernando Pessoa, Raymond Carver, etcétera. Mis maletas se llenan al cabo con todos aquellos materiales que se presentan como imanes ante mi apasionada búsqueda de conocimiento. De este modo, también me interesan el mundo del arte, la botánica, la biología o la filosofía. En todos ellos encuentro posibilidades de traducción simbólica mediante la ficción. Así, la literatura se funde con la rica diversidad de caminos y senderos por los que a menudo me lleva la mirada lúdica sobre cuanto me rodea, el motor de los interrogantes, el cuestionamiento del pensamiento único mediante el humor y el paisaje surrealista en constante transformación.
¿Qué importancia tiene en su obra su identidad de escritora nacida en el País Vasco?
Como escritora concibo a todo creador cosido a una historia, a un contexto. El creador tiene que ser alguien muy inquieto, que esté muy al tanto de lo que está ocurriendo a su alrededor. Me refiero tanto al temblor de una hoja -a la observación de qué función cumple esa hoja en la naturaleza y cuál es el origen e identidad de esa hoja- como a todo lo que esté pasando a nivel histórico, a nivel de relaciones humanas. Es obvio que a mí, como vasca, me están influyendo las dolorosas circunstancias por las que desde hace años atraviesa mi país, y lógicamente se reflejan en mi obra.
Su escritura refleja una honda preocupación por la problemática social. ¿Cree que la literatura, para ser moralmente válida, debe comprometerse con la sociedad en la que surge?
Yo no me atrevo a ser dogmática en esta cuestión, porque me parecería mucho dogmatizar por mi parte el decir qué escritores son moralmente válidos o no. Pero sí sé cuál es mi lugar en la historia, y mi lugar en la historia es no volver la cabeza hacia otro lado cuando están pasando cosas terribles a mi alrededor. Tengo muy claro que mi propia dignidad está en juego. Ahora bien: yo respondo por mí, no me atrevo a responder por los demás. Allá los otros con su conciencia, pero creo que es grave cuando el escritor no es testigo de su tiempo. Pienso que los intelectuales deben de tener una actitud ética ante el mundo, la investigación estética únicamente como investigación formal es algo demasiado frívolo.