David Lagmanovich: "La escritura, desde la vastedad del ciclo novelístico hasta la brevedad formal del microrrelato, debe ser siempre el territorio de la libertad" (2)
Para algunos estudiosos el origen de los relatos cortos se remonta a los inicios mismos de la literatura. Suele citarse a Esopo de Frigia (620-560 a.C), Chuang Tzu (369-286 a.C), Cayo Lucilio (148-102 a.C), Décimo Junio Juvenal (60-128) o Luciano de Samosata (125-181), autores de fábulas y sátiras, como los más antiguos cultores del relato breve, un género que, durante el Medioevo y hasta bien entrado el siglo XVIII, encontró sus mayores exponentes en autores como Yalal Al-Din Rumi (1210-1273), Wu Ch'eng-en (1504-1582), Jean de La Fontaine (1621-1695) y Félix María Samaniego (1745-1801), por mencionar sólo a algunos de los más destacados. Para el narrador y ensayista español José María Merino (1941), autor de varios libros de cuentos cortos, "el origen remoto del microrrelato en español está en los diversos tipos de relatos brevísimos de la Edad Media: facecias, cuentos, fábulas e, incluso, los romances, que pese a estar escritos en verso, presentan un punto de conexión con la minificción". El escritor chileno Juan Armando Epple (1949), estudioso y antólogo de la minificción latinoamericana, coincide al afirmar que "es en la Edad Media cuando empiezan a discernirse, en las expresiones narrativas, formas diferenciadas de ficción breve, especialmente en la literatura didáctica. Además de las expresiones de la tradición oral y popular como las leyendas, los mitos, las adivinanzas, el caso o la fábula, en que interesa más el asunto que su formalización discursiva, surgen modos de discurso que se articulan en estatutos genéricos ya decantados en la tradición letrada, como la alegoría, el apólogo o la parábola". Estas narraciones breves sobrevivieron a lo largo de la historia de la literatura hasta que los modernistas y las vanguardias europeas de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX comenzaron a experimentar con el uso de textos brevísimos. Entre estos autores se menciona a, por ejemplo, Marcel Schwob (1867-1905), Alfred Jarry (1873-1907), Robert Walser (1878-1956), Franz Kafka (1883-1924), Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), Henri Michaux (1899-1984), Max Aub (1903-1972) e István Örkény (1912-1979). Otros entendidos, en cambio, consideran que el origen del minicuento o microrrelato -tal como se lo denomina en la actualidad- es argentino, y se menciona entre sus precursores a Leopoldo Lugones (1874-1938), Macedonio Fernández (1874-1952) y Enrique Anderson Imbert (1910-2000). Se señala como un hito la publicación en 1953 de la antología "Cuentos breves y extraordinarios" realizada por Jorge Luis Borges (1899-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999), a lo que debe agregarse la aparición en 1962 de "Historias de cronopios y de famas" de Julio Cortázar (1914-1984). No obstante ello, hay que mencionar a escritores como Rubén Darío (1867-1916), Alfonso Reyes (1889-1959), Julio Torri (1889-1970) o Vicente Huidobro (1893-1948) -autores de formas narrativas brevísimas que pusieron en marcha el Modernismo hispanoamericano a comienzos del siglo XX- como auténticos adelantados en el género que luego se extendería por toda la región gracias a escritores como Juan José Arreola (1918-2001) y Augusto Monterroso (1921-2003). "En la literatura crítica sobre el tema -observa la teórica venezolana Violeta Rojo (1959)- podemos encontrar una multitud de expresiones, intentos taxonómicos frustrados: arte conciso, brevicuento, cuento breve, cuento brevísimo, cuento corto, cuento cortísimo, cuento diminuto, cuento en miniatura, cuento escuálido, cuento instantáneo, cuento rápido, ficción rápida, ficción súbita, microcuento, microficción, microrrelato, minicuento, minificción, minitexto, relato corto, relato microscópico, texto ultrabrevísimo y textículos". Y agrega: "Esta multitud de nombres indica varias cosas. Por una parte que, evidentemente, su característica más resaltante es la brevedad; por otra, que los límites de la narración muy breves no están bien definidos y por tanto no se sabe qué son esas narraciones tan cortas o a qué género pertenecen. Esta indecisión puede deberse a que no hay seguridad de que los minicuentos sean verdaderamente cuentos, ya que tienen características de otros géneros, subgéneros y también de escritos no literarios". Si Rojo prefiere llamarlos con el nombre de minicuento, Lagmanovich se inclinó por el de microrrelato: "Lo prefiero, aunque no en forma excluyente". Probablemente uno de los primeros términos que se le aplicó haya sido el de "cuento brevísimo", que fue utilizado en la revista "El Cuento" que dirigió el periodista y editor mexicano Edmundo Valadés (1915-1994). Al respecto, la analista literaria y profesora cubana Dolores M. Koch (1928-2009) estimaba que "al igual que la novela, que existió antes de que fuera definida, el relato muy breve de nuestros días se ha desviado de las formas tradicionales, como la viñeta o el poema en prosa. Igual que en la novela, en la minificción se han trillado nuevos rumbos antes de que existiera un mapa crítico. La distinción entre las variantes existentes y su nomenclatura constituyen las interrogantes mayores. Hay cuentos largos, medianos, cortos y, por lo tanto, también minicuentos. No todas las minificciones son minicuentos o microrrelatos. Hay otras formas, algunas intermedias, y hay microrrelatos y fragmentos relacionados, articulados en una obra mayor como en la novela fragmentada. Y aunque las minificciones sean muy breves, esto no significa que carezcan de envergadura". Lagmanovich, en su "Precisiones antipáticas (pero útiles) sobre el microrrelato", confesaba sentirse "apabullado por la inmensa cantidad de textos breves o brevísimos que aparecen por todos lados -en periódicos, en publicaciones electrónicas, como ganadores o finalistas de concursos, como ejemplos por seguir en talleres que se anuncian como literarios- bajo la rúbrica o la pretensión de ser microrrelatos... sin serlo. Ni por asomo, por flexibles que sean nuestros criterios de aceptación". Este fenómeno lo atribuyó a "un equivocado concepto de la brevedad". Sobre este tema habló Lagmanovich en la segunda y última parte de la entrevista que pubicara el diario "La Gaceta" de Tucumán.
Como escritor, ¿cree que existe alguna fórmula para escribir microrrelatos?
No, no creo que exista una fórmula única, y no creo que deba haberla. La escritura, desde la vastedad del ciclo novelístico hasta la brevedad formal del microrrelato, debe ser siempre el territorio de la libertad.
¿Por qué el microrrelato irrumpe ahora como una moda?
Porque los movimientos literarios no siempre son una explosión. A veces hay un proceso de sedimentación. Ahora estoy escribiendo "Brevedad con be de Borges", y estoy trazando el desarrollo del microrrelato en la obra de Borges. Desde que empezó esta moda, siempre hemos dicho que tenemos tres grandes figuras que son como los fundadores del microrrelato en la Argentina, que son Borges, Cortázar y Denevi. Pero antes y después de ellos ha habido microrrelatos. Los movimientos literarios no siempre son una explosión, sino que hay ciertos procesos para ir llegando a determinadas postulaciones. Yo he trazado una especie de historia intelectual previa, que abarca diversas disciplinas: por ejemplo, la arquitectura del Bauhaus, la música del Círculo de Viena, con Schoenberg y Alban Berg...
¿Lo que lo define es la economía de los elementos?
Efectivamente, es la economía de los elementos, el rechazo a todo lo ornamental, el horror al énfasis, a aquello a lo que Groussac le llamaba el "floripondio". Hay composiciones para orquesta de Alban Berg que duran dos minutos y diez segundos.
Como lector, ¿prefiere las antologías de microficciones o los libros de un solo autor?
Las antologías son útiles en cuanto nos alertan sobre figuras importantes en el paisaje literario. Pero el libro de un autor es su mejor carta de identidad, y no hay que convertirse en un lector de antologías, sino de aquellas obras unitarias que mejor representen la personalidad de un autor.
Usted ha escrito sobre Cortázar. ¿También ha sido su amigo?
Sí, aparte de ser un maravilloso escritor, ha sido un hombre de una calidad humana extraordinaria. El había leído algunas cosas que yo había escrito sobre él. Nos comunicábamos por correo; yo estaba en Washington, y él vino a Nueva York. Ahí nos vimos personalmente. Creo que "Rayuela" es un libro fundamental en la lengua española del siglo XX. Me acuerdo que caminamos incansablemente por Manhattan, y muchas de las cosas de las que hablábamos eran las cosas de las que hablan dos amigos. Por ejemplo, de las mujeres. El era un hombre más bien tímido, pero me contaba de los avances de determinadas mujeres, entre ellas una señora cuyo nombre no voy a revelar. Me contaba que esa mujer había avanzado tanto, que prácticamente la tuvo que correr.
¿Cuesta publicar hoy en la Argentina?
Gente como yo, y otros que conozco, tenemos la desgracia de que todo lo que hacemos, como libros de poemas y algo de narrativa breve, es rechazado en bloque por las editoriales. Y los escritos académicos son publicados por universidades, y no se distribuyen correctamente, no se difunden. Pero, por primera vez en mi vida, estoy publicando para una pequeña editorial española de narrativa breve: Menos Cuarto. Allí he publicado tanto obras sobre microrrelato como textos de microrrelato, entre ellos "Los cuatro elementos", el año pasado.
¿Qué consejo le daría a los microrrelatistas que recién comienzan?
El mismo que vale para cualquier otro género: en primer lugar leer, leer muchos textos del género elegido, de diversas épocas y diversos orígenes (Kafka, Örkény, José María Merino, Pía Barros); no ir a esa lectura con preconceptos; y luego elegir -para la creación individual- el camino que mejor refleje la propia visión del mundo y de los seres humanos.