18 de junio de 2011

Vicente Battista: "Toda obra es inconclusa y concluye cuando muere su productor" (1)

El escritor y periodista argentino Vicente Battista (1940) integró la redacción de la recordada revista literaria "El Escarabajo de Oro" desde 1963 hasta 1970. Un año más tarde fue uno de los fundadores y directores de la revista de ficción y pensamiento crítico "Nuevos Aires", hasta que, en 1973, se trasladó a España para vivir en Barcelona y Canarias hasta 1984. Actualmente está radicado en Buenos Aires. "Los muertos", su primer libro de cuentos, apareció en 1967. A éste le siguieron "Esta noche reunión en casa", "Como tanta gente que anda por ahí", "El final del la calle", "El mundo de los otros" y "La huella del crimen". Debutó como novelista en 1984 cuando editó "El libro de todos los engaños" y luego aparecerían "Siroco", "Sucesos argentinos", "Gutiérrez a secas" y "Cuaderno del ausente". También ha escrito el ensayo "Literatura latinoamericana en lengua española", la obra teatral "Dos almas que en el mundo" y un par de guiones para el cine y la televisión. "El impulso de su escritura y el vigor de su trazo -señaló alguna vez el crítico Noé Jitrik (1928)- figuran entre los valores más notables de su producción narrativa. Una de sus mayores virtudes es saber contar". Para recorrer su vida literaria, contar anécdotas y hablar de literatura, Battista estuvo el 26 de mayo de 2009 en la librería y editorial Eterna Cadencia charlando con Patricio Zunini, responsable del habitual ciclo de entrevistas públicas que esa casa realiza todos los días martes. La primera parte de esa charla se reproduce a continuación.


En el prólogo del libro "Como tanta gente que anda por ahí", Noé Jitrik dice de Battista que "narra el despotismo de todas las maneras posibles menos una, la del clásico denuncialismo tan característico de la narrativa argentina inmediatamente anterior, la influida por el existencialismo sartreano o por una ética de libertad, que tuvo además que situarse frente al peronismo".

Sí, claro, ese prólogo lo hizo Noé cuando yo vivía en Barcelona y Planeta publicó un libro de cuentos mío que tiene por título "Como tanta gente que anda por ahí". Detalle curioso porque yo soy bastante poco feliz en los títulos. Generalmente los títulos me los regalan, no me salen. No sé si me salen las novelas, los cuentos; los títulos no me salen. Me acuerdo que estaba con Jordi Estrada, que era entonces mi editor, después fue un gran amigo, lamentablemente se murió -la edición cubana de "Gutiérrez a secas" está dedicada a él, justamente-. Estábamos en la calle Calvet, en Barcelona, frente a Planeta, tomando un café y me dice: "Está por salir el libro y todavía no tengo el título, ¿qué título le ponemos?". "No tengo la menor idea". Y en el libro anterior, que se llamó "Los muertos" -el título "Los muertos" me lo dio Liliana Heker- tenía una cita de Florencio Sánchez que decía "claro que estoy muerto, como tanta gente que anda por ahí". Entonces, le dije "ponele como tanta gente que anda por ahí", y así quedó. Pero la otra cosa curiosa -y esto lo hago público ante escribano- es que un año después, Cortázar publicó un libro que se llamó "Alguien que anda por ahí". Seguramente todo el mundo debe decir Battista lo copió a Cortázar: ni Cortázar me copió a mí ni yo a él. Pero bueno, esa es más o menos la historia de ese libro y de ese título.

Algo que me llamó mucho la atención de "Gutiérrez a secas" es que en una entrevista dijo que la comenzó el 19 de agosto del '96 y la terminó el 2 de mayo de 2000. Una precisión asombrosa de fechas.

Yo suelo anotar. Cada cual tiene su método. Generalmente no escribo a mano porque tengo muy mala letra, aprieto mucho, me cansa mucho, hay un montón de razones que me hacen hombre de la máquina de escribir y ahora de la computadora. No obstante eso tengo unas hojas cuadriculadas, un viejo cuaderno grande y cuadriculado donde ahí sí anoto ideas. Yo venía de tener mis quince días de fama con "Sucesos argentinos" que había ganado el premio Planeta. Ahí empecé a ser "Battista el de los policiales" -cosa que no me disgusta: al contrario-. Yo había escrito dos novelas policiales, había escrito una novela que no tenía nada de policial y tres libros de cuentos que acaso tenían algún cuento policial. Entonces decidí, y eso está anotado en ese cuaderno: "voy a escribir una novela que no sea nada policial". Pero me interesaba la novela de la mirada. "Gutiérrez..." empieza con una segunda persona. Se corta muy rápido, pero que dice algo así como "si usted da un paso al costado, lo va a ver, ese señor que está" y habla de Gutiérrez. Ahí me largué a escribirlo. Seguramente eso tiene una fecha, es una especie de diario. Y cuando la terminé seguramente habré puesto "llegó a su fin". Qué sé yo. Lo cual no es cierto, porque cuando uno termina la novela, uno empieza a corregir, a corregir, y hasta el momento que sale y la editan la sigue corrigendo. Y después también la sigue corrigiendo. Yo a "Cuaderno del ausente" le encontré cincuenta mil errores. "¡Cómo dije esto! ¡Cómo repetí esto!". Cualquier obra de arte, vamos a decir, se termina cuando se termina el productor de esa obra. Por eso estoy en desacuerdo en continuar, por ejemplo, La Sagrada Familia de Gaudí. Lo sé bien porque vivíamos enfrente: la teníamos todas las noches al salir a la terraza de casa, vivíamos en un sobreático, y ahí en diagonal estaba La Sagrada Familia. Me parece una barbaridad continuar eso. Es la obra inconclusa: toda obra es inconclusa y se concluye cuando muere el productor de la obra. Entonces una novela uno la puede seguir corrigiendo, un libro de cuentos, poemas. Mil cosas se pueden seguir corrigiendo, y de hecho hay que hacerlo.

Sobre Gutiérrez, ese hombre encerrado que se conecta por internet: primero que es muy llamativo que "Gutiérrez a secas" esté escrita entre el '96 y el 2000, está escrita en el primer momento de internet.

Sí, claro.

Y segundo: ¿la idea de Gutiérrez surge como respuesta al Premio Planeta?

¡Sí, claro, claro! Justamente. "Sucesos argentinos" es una novela lineal, con un personaje muy definido y con un corte obviamente policial. "Gutiérrez..." según se mire también tiene un corte policial porque está buscando la cueva de los correctores. Pero eso surgió después; la idea que yo tenía de Gutiérrez era justamente con ese personaje, una serie de tics míos. Por ejemplo, yo decidí que la novela no tenía que tener ningún pronombre, lo cual me llevaba a repetir el nombre Gutiérrez las veces que fuera necesaria y más.

¿Puede ser que en "Cuadernos del ausente" pase lo mismo con Benavídez?

No tanto. La crítica que salió en la revista "ADN" dice: "Benavídez a secas". Me tiró medio como… Pero no creo, aunque el personaje Benavídez de alguna manera tiene algunos genes de Gutiérrez. Pero se juega por algo, Gutiérrez sí que no se juega por nada. Decidí que tenía que usar un nombre. Con lo cual tenía que usar un nombre común, pero además con sonido. Y Gutiérrez tiene sonido: "Gu-tié-rrez". Además es muy difícil que rime. Así que le puse Gutiérrez, y Gutiérrez -en una novela de doscientas y pico de páginas- está repetido mil setecientas cincuentiséis veces. Lo cual dicho así parece una barbaridad, pero no: una vez que entra la lectura, llega un momento que se entra en ese ritmo. Esa es una de las cosas que tiene "Gutiérrez...". Después yo tengo anotado eso de que Gutiérrez tiene que ser así, así y así, y además tiene que ser un personaje con estas características y tiene que terminar de esta manera. Y escribí el final de la novela. Cuando lo escribí dije "diablos, esto parece un cuento", porque siguiendo la pauta del maestro Quiroga, a la hora de escribir un cuento es interesante escribir el principio y el final. Y ahí yo tenía el principio y el final. Pero después se dio una cosa curiosa: me largué a escribir "Gutiérrez..." y cuando estaba en la mitad, unas cincuenta, sesenta páginas, me di cuenta que lo que estaba haciendo no era otra cosa que un retrato de Gutiérrez. Estaba pintando un personaje. Lo cual iba a aburrir profundamente al lector, porque bueno, ya me dijiste quién es Gutiérrez. Yo soy un narrador, las cosas tienen que tener sentido. Si no pasa algo con Gutiérrez llega un momento que me aburrió Gutiérrez. La literatura es aquello de contar historias, lo que viene haciendo el hombre desde su época más remota. Me di cuenta que yo no estaba haciendo eso: no estaba contando ninguna historia. Entonces retrocedí y me encontré con los correctores, que en la primera versión eran unos personajes muy secundarios. No tenían nada que ver, eran una cita en la novela. Dije "bueno, acá está, esta puede ser la historia". Empecé a hacer crecer a los correctores, ahí empieza a crecer todo. Pero todavía no sabía cómo iba a terminar. Sabía que a Gutiérrez se lo llevaban. Está jugando a "El proceso" de Kafka, ¿no? Se lo llevaban, pero por qué y cómo no lo sabía. Aún hoy no lo sé. Lo único que sé es que de pronto Gutiérrez se empieza a dar cuenta que los libros que él había escrito no son esos, y que las fotos que miraba… De pronto se da cuenta que ha sido mirado todo el tiempo. El, que quiso esconderse, ha sido mirado. Entra dentro de la cosa fantástica. Y que de pronto lo puede estar mirando la pantalla de la computadora. Hay un capítulo que está dedicado para aquellos que no saben lo que es navegar por internet: tiene signos. Esos signos, cuando yo lo escribí, eran esos, pero con el paso del tiempo, ahora hay íconos. Todo eso es una antigüedad. Pero sirve para marcar la época de Gutiérrez, aunque yo no le pongo años a Gutiérrez, no le pongo época, tampoco digo dónde está sucediendo, pero es en la Argentina evidentemente. Aunque nunca nombra calles, da pequeños datos. Sí, uno se da cuenta de que es la Argentina cuando habla de Harrod's, las fiestas antiguas. Pero hay pequeños datos cuando habla el amigo de Gutiérrez, Requejo. Requejo es un rebelde porque fuma a donde no le permiten fumar. Cuando yo escribí "Gutiérrez..." se podía fumar en cualquier lado. Después vino la prohibición. Yo me estaba adelantando. Ahora ya es una antigüedad.

Si no recuerdo mal, Benavídez también busca por Google.

Pero ya busca profesionalmente. Está buscando datos sobre Meneses.

Y Gutiérrez tiene un alias que es "Conan el Bárbaro".

Claro, claro. A mí me pareció muy divertido. Yo no fui nunca un lector de "Conan el Bárbaro". No tenía la menor idea de lo que era "Conan el Bárbaro", debo confesarlo. Pero -fíjense que cosa curiosa- se me ocurrió que Gutiérrez para navegar tenía que tomar el alias, digamos la personalidad, de un grande, un bárbaro. Entonces se hace llamar "Conan el Bárbaro". Como soy una persona responsable dentro de todo, dije: "vamos a ver quién es Conan el Bárbaro". Empiezo a leerlo, a investigarlo, a buscar cosas de él, y me encuentro con una cosa… "Conan el Bárbaro" es una historieta, se hicieron películas. Es, como el nombre lo indica, es un tipo de una edad de la Tierra, de algún momento de la Tierra que no se tiene historia, anterior a la prehistoria. Tenía mil mujeres y mataba gente. Era un bárbaro, pero era un conquistador. El autor de "Conan el bárbaro" fue un muchacho norteamericano -no me acuerdo el nombre, que me perdone él- que era muy pero muy homosexual. ¡Pero muy muy muy muy muy! Y estaba totalmente dominado por la madre, a punto tal de que cuando la madre se murió, él se suicidó. A los veintiséis, veintisiete años. Es decir, lo increíble es que el autor de "Conan..." era lo anti Conan. Y cuando yo agarro a Gutiérrez y le pongo el nombre de Conan, estoy repitiendo un poco la acción del verdadero autor con su propio personaje. Eso lo descubrí después.

Hay algo en los personajes que usted arma que tienen algo de antihéroe. El hombre de paja es un antihéroe.

Sí, sí. Bueno, fíjense que la edición de "Sucesos argentinos" que editó Gallimard: cuando lo editaron me dijeron que "Sucesos argentinos" en Francia no decía nada. Entonces le pusieron de título -me lo sugirieron, como yo no hablo francés no les podía discutir; lo único que les dije es que creo que en el libro no hay un solo tango- pero le pusieron de título "El tango del hombre de paja". "Mire, en Francia hay que ponerle tango porque tango vende". Pero claro, es un hombre de paja. Bueno, yo tengo de por sí una cruda pasión por los antihéroes. Lo conté tantas veces que lo puedo contar una vez más. Me sirve para marcar tal vez de dónde viene el antihéroe. Cuando yo era chico era lector de historietas. Entonces decidí hacer una historieta. Lamentablemente para la historia futura se perdió ese original, ¡ja, ja, ja!. Yo hacía el texto y el dibujo. Del texto no sé qué puedo decir, pero les aseguro que el dibujo era malísimo, porque no soy un buen dibujante. Pero no importa: hice una historieta, único ejemplar, y tenía que inventarme un héroe. Tenía el Coyote, tenía el Zorro. No se me ocurre mejor idea que la Hiena. Yo era el creador de "La Hiena". La Hiena, a lo Quijote, hacía entuertos, qué sé yo, yo hacía mi historieta. Pero claro, ese chico fue al colegio y cuando fue al colegio, una vez la maestra habló de los animalitos que Dios trajo al mundo, y dentro de los animales estaba la hiena, de la que dijo que era carroñera, cobarde. Evidentemente soy un creador de antihéroes. Dejé la historieta y me dediqué a la literatura, sigo creando hienas.