Centrando
su análisis en la evolución y situación actual del capitalismo contemporáneo, Gérard
Duménil es autor de una vasta obra compuesta por varios libros y decenas de
artículos publicados en diversos medios especializados. Entre sus ensayos
merecen mencionarse "Le concept de loi économique dans 'Le Capital'" (El
concepto de ley económica en "El Capital") y "Marx et Keynes face à la
crise" (Marx y Keynes frente a la crisis). La mayoría de su obra investigativa
ha sido escrita en colaboración con otros prestigiosos economistas. Así, con Jacques
Bidet (1935) publicó "L'altermarxisme.
Un autre marxisme pour un autre monde" (Altermarxismo. Otro
marxismo para otro mundo); y "Lire Marx" (Leer a Marx) y "Les cent mots du
marxisme" (Las cien palabras del marxismo) lo hizo junto a Michäel Löwy (1938) y Emmanuel Renault (1967). Lo
más destacado de su producción radica en las obras escritas en coautoría con Dominique
Lévy (1944). Ellas son: "Être keynésien dans le court terme et classique dans le
long terme" (Ser keynesiano en el corto plazo y clásico en el largo plazo), "Les trois
champs de la théorie des relations
financières de Marx. Le capital financier d'Hilferding et Lénine" (Los
tres campos de la teoría de las relaciones financieras de Marx. El capital
financiero en Hilferding y Lenin), "Crise et sortie de crise. Ordre et désordres
néolibéraux" (Crisis y salida de la crisis. Orden y desorden neoliberal), "La crise
du néolibéralisme" (La crisis del neoliberalismo), "La grande bifurcation. En
finir avec le néolibéralisme" (La gran bifurcación. Acabar con el neoliberalismo), "La résurgence du capital. Les racines de la révolution néolibérale" (El
resurgimiento del capital. Las raíces de la revolución neoliberal), "Économie
marxiste du capitalisme" (Economía marxista del capitalismo), "Le triangle
infernal. Crise, mondialisation, financiarisation" (El triángulo infernal.
Crisis, mundialización, financiarización), "Au-delà du capitalisme?" (¿Más allá
del capitalismo?), "La dynamique du capital. Un siècle d'économie américaine" (La
dinámica del capital. Un siglo de economía norteamericana), "Le économie du taux
de profit. Rivalité, crises et les tendances historiques dans le capitalisme" (La economía de la tasa de ganancia. Competencia, crisis y tendencias
históricas en el capitalismo) y "Crises et renouveau du capitalisme. Le 20e
siècle en perspective" (Crisis y renovación del capitalismo. El siglo XX en
perspectiva). A renglón seguido, la cuarta parte de la selección de entrevistas
que Duménil concedió a diversos medios periodísticos desde el estallido de la
actual crisis económica en 2008.
Algunos autores dicen que hay que reconocerle al
neoliberalismo que a finales de los '70 superó la estanflación y que a su vez
fue una forma de dar respuesta a la crisis de déficit presupuestario. En cambio
para usted el neoliberalismo sólo liberó a los demonios que echaron andar los
mecanismos de la crisis y no hicieron nada por promover el crecimiento. ¿Qué
opina de esto?
Volvamos a
nuestro libro "Crisis y salida de la crisis. Orden y desorden neoliberal" cuyo
tema es la crisis de los '70 y el neoliberalismo. Así vemos que después de la
Segunda Guerra Mundial existía otro tipo de orden social que tenía aspectos
socialdemócratas y desarrollistas. Es un fenómeno complejo porque,
evidentemente, las situaciones en América Latina, Europa y Estados Unidos no
eran las mismas. El problema fue que, en la década de los '70, el capitalismo
entró en una crisis de rentabilidad del capital con una caída de la tasa de
ganancia, teoría estructural que podemos encontrar en Marx. El problema fue que
el orden social de la época, los poderes y las fuerzas sociales, no fueron
capaces de organizarse para remediar esa crisis, provocando una ola de
inflación en Europa, Estados Unidos, Japón y América Latina. Por razones
políticas, estas fuerzas sociales no lograron organizarse. Eso permitió que las
clases capitalistas se apropiaran de todo. Así en el '79, con una violencia
enorme como lo describe Naomi Klein en su libro "La doctrina del shock",
cambiaron todo. La resistencia popular resultó fuerte, con huelgas en Inglaterra,
Estados Unidos o Francia. Desafortunadamente el movimiento fracasó y Margaret
Thatcher y Ronald Reagan fueron electos, sin hablar de Augusto Pinochet, etc.
No se debe olvidar que Thatcher solía decir "mi mejor amigo, Augusto Pinochet".
Se trataba de un mismo grupo. De esa forma, las clases populares, la clase
obrera y otras capas perdieron. Fue el saldo de una lucha de clase donde las
clases capitalistas ganaron y transformaron el mundo. No es que hayan ganado
para resolver los problemas en general, sino para resolver sus problemas. Sus
ingresos habían disminuido enormemente en la posguerra, y al tomar el poder
lograron revertir esas tendencias importándoles poco los problemas de la
economía. Sí, consiguieron aumentar un poco la tasa de ganancia con mecanismos totalmente
reaccionarios como el estancamiento del poder de compra de los trabajadores.
Tan sólo veamos lo que sucedió con el poder de compra en México, entre el fin
de la Segunda Guerra Mundial y el fin de los '70, que había aumentado y se cayó
de forma espectacular con el neoliberalismo. E igualmente en Argentina y otros
países. Acabaron con la inflación pero no con la pobreza, aumentaron la
desigualdad y el desempleo, etc. Así, para las clases populares fue un
retroceso y para los capitalistas un éxito.
Sus
trabajos muestran que la tasa de ganancia desde los '80 tuvo una recuperación
bastante débil, después de la caída en los años '70 durante la crisis
estructural previa. Esto sería un fuerte indicador para explicar el débil
crecimiento que caracterizó las últimas décadas. Sin embargo, en su explicación
de la evolución del capitalismo desde los '80 en adelante y de la crisis de
2008 no juega un lugar central lo ocurrido con la tasa de ganancia. ¿No es
acaso la debilidad en la recuperación de la rentabilidad un elemento importante
para explicar el débil crecimiento y la regresión social registrados en las
últimas décadas?
Usando lo que llamamos una definición "a lo
Marx" de la tasa de ganancia, esto es, con una definición amplia de ganancias
(total de ingresos menos salarios) y con el capital medido como el stock neto
de capital fijo, no hubo un restablecimiento significativo de la tasa de
ganancia después de la crisis de los años '70. Pero, como hemos mostrado en
distintos libros, la diferencia es bastante grande entre esta medida de las
ganancias y las ganancias retenidas por las corporaciones. Primero, una
fracción considerable de las ganancias es pagada como impuestos: la tasa de
ganancia después de los impuestos se restableció mientras que la tasa de ganancia
"a lo Marx" no. Por lo tanto, el primer motivo por el cual no interpretamos la
crisis actual como una crisis de rentabilidad es que al nivel de las tasas de ganancia
(considerando la rentabilidad que efectivamente corresponde a las empresas) se
restableció a los niveles previos debido al aumento de las fracciones de las
ganancias pagadas como intereses y dividendos, la tasa de "ganancias retenidas"
finalmente disminuyó dando lugar a tasas de acumulación tendencialmente más
bajas. El segundo motivo es que los mecanismos no son los mismos. Un aspecto
básico en las crisis de hegemonía financiera es la explosión de los mecanismos
financieros; no hubo nada, en la crisis actual, como una ola de inflación
espiralizada, etc.
Hace
referencia en su libro a la clase "gerencial" como un estrato de clase
diferenciado de los propietarios del capital y de los trabajadores asalariados
en general. En este análisis resulta determinante el posicionamiento de este
estrato gerencial para la configuración de las relaciones de poder. Pero, ¿cuál
es el fundamento para distinguir estos sectores sociales gerenciales de la
clase capitalista propietaria? ¿Es esperable que pueda orientarse en el sentido
de un "compromiso" con los sectores populares, considerando el fuerte ascenso
económico logrado por estos estratos más altos gracias a las políticas pro
empresarias -y pro gerenciales- de las últimas décadas?
Desde una perspectiva marxiana, una clase es
definida por su posición "cara a cara" con los medios de producción. Los
gerentes no son propietarios de los medios de producción. Llevan a cabo las
tareas de lo que Marx llamaba las funciones del "capitalista activo". Dados sus
ingresos comparativamente altos, los gerentes podrían ser propietarios de
paquetes de acciones, pero su caracterización como "managers" implica que la
principal base de su posición social no es la propiedad sino el control de los
medios de producción, incluyendo la fuerza de trabajo de otras fracciones de
asalariados. Extendemos la categoría a altos funcionarios. En el capitalismo
contemporáneo hay observaciones empíricas significativas que indican la
separación de esta categoría social tanto de los dueños del capital como de otros
asalariados, especialmente en lo que concierne a las tendencias de ingreso de
estos grupos sociales. Hay razones mucho más profundas para comprender la
naturaleza de clase de las relaciones "gerenciales". Primero, toda la historia
del movimiento de emancipación de las clases populares -desde sus comienzos
durante la Revolución Francesa, y en el contexto de la emergencia de los
movimientos comunista y socialista en las décadas siguientes, hasta el
movimiento obrero industrial actual- apunta a la misma contradicción básica,
concretamente a la emergencia de una nueva clase, en lo que ha sido denotado como
"sustitucionismo". La construcción del socialismo en la Unión Soviética o en
China fracasó a causa de esta tendencia a la emergencia de una nueva clase
dominante. Este es un tópico central de "La gran bifurcación". "Bifurcar"
significa encontrar una salida de las tendencias actualmente en curso, cuyo
aspecto social central es la alianza entre capitalistas y clases gerenciales,
para establecer un nuevo compromiso a la izquierda entre clases gerenciales y
clases populares. Una segunda razón es que consideramos la estructura tripolar
de clases -capitalistas, gerentes, clase popular- una herramienta clave en el
análisis de la historia desde la revolución gerencial a comienzos del siglo XX.
Interpretamos estos períodos de tres o cuatro décadas entre cada crisis
estructural como "órdenes sociales" definidos por las configuraciones de
poderes y alianzas dentro del entramado de estas tres clases.
En el caso
de Estados Unidos, algunas políticas como los QE (Quantitative Easing -
Flexibilización Cuantitativa) jugaron un rol significativo, no en atacar las
raíces de la crisis ni mucho menos, pero sí en estabilizar la situación y
permitir un crecimiento moderado. ¿Qué posibilidades y qué limites ve para que
estas políticas puedan mantenerse en el mediano o largo plazo?
Por las razones señaladas antes (la gobernanza
corporativa y la globalización neoliberal), la economía norteamericana y la Unión
Europea ingresaron en una fase de estancamiento duradero, con tasas declinantes
de acumulación en sus territorios nacionales. No hay señales de que las reglas
de funcionamiento que comandan el ingreso y la riqueza de las clases más altas
(propietarios del capital y managers) vayan a desestabilizarse. La hegemonía
internacional de Estados Unidos se sostiene enteramente por el sistema de
corporaciones transnacionales y la constelación gigante de corporaciones
financieras. Una diferencia entre Estados Unidos y la Unión Europea o la zona
Euro es que, en el primero, el gobierno y el Banco Central están plenamente
comprometidos en sostener la economía. El piso de la recesión se alcanzó a
mediados de 2009 y, desde entonces, con breves interrupciones como producto de
la acción del partido Republicano se condujeron políticas macro muy fuertes,
concretamente de gasto público deficitario y políticas monetarias innovadoras;
a esto se puede agregar una política industrial también muy fuerte, incluyendo
proteccionismo encubierto y una política a favor del desarrollo de gas no
convencional a los fines de disminuir drásticamente el costo de la energía.
Estas políticas fueron suficientes para mantener un crecimiento más bien
estable de la economía de alrededor de 2%, en marcado contraste con Europa, al
borde de la recesión. Es difícil imaginar, sin embargo, que estas políticas
pudieran resolver realmente la tendencia a tasas de inversión decrecientes.
En "La
crisis del neoliberalismo" plantea que será difícil que Estados Unidos
pueda preservar su hegemonía. ¿Cuáles son los síntomas del deterioro de su
hegemonía y cuáles pueden ser sus implicancias para la clase dominante
norteamericana y las del resto del planeta?
Los síntomas de la declinación de la hegemonía
norteamericana son obvios. Las tasas de crecimiento de las economías emergentes
son ahora mucho más elevadas que las de los viejos centros. El liderazgo de la
economía norteamericana en lo que concierne a ciencia y tecnología, así como a
capacidades militares, está todavía claramente establecido. Pero otros países
están progresando rápidamente. Si no se invierten las tendencias actuales, el
país va a perder gradualmente su delantera. Este factor político
(internacional) podría justificar en las próximas décadas un mayor
involucramiento del gobierno y un cuestionamiento de algunas de las conquistas
de las clases capitalistas durante el neoliberalismo. Este "factor nacional"
podría volverse crucial. La forma actual de "neoliberalismo administrado" es ya
de por sí una manifestación de esta tendencia. Pero podemos esperar fuertes
tensiones en las próximas décadas entre los intereses de los estratos más altos
y los del país como un todo.
A
seis años de la quiebra de Lehman Brothers, ¿cómo ve hoy las economías de Estados
Unidos, Europa y China? ¿Cuáles son los derroteros que puede seguir esta crisis
sistémica y qué respuestas podemos prever ante la misma?
En el contexto del análisis precedente, es claro
que las situaciones de Estados Unidos y Europa son en cierta medida diferentes.
Las dos regiones del planeta tienen en común, sin embargo, la tendencia
declinante de la inversión y bajas tasas de crecimiento, a lo que podemos
agregar la dificultad de manejar la economía a nivel macro y el casi imposible
requerimiento de frenar el crecimiento de la deuda pública. A cierta distancia
de las regulaciones neoliberales y evitando el giro hacia una financiarización
desenfrenada, Alemania preservó los sectores industriales de su economía. En
ausencia de déficits estructurales de comercio exterior y de presupuesto
público, el país no necesita fuertes políticas de estímulo requeridas por
otros países europeos. Así que el gobierno alemán mantiene una adhesión
estricta a la ortodoxia macroeconómica y tiende a imponer su punto de vista,
con duras consecuencias para otros países. Considerado globalmente, el
continente permanece al borde de la recesión, y los intentos de recortar los
déficits públicos se ven confrontados con los riesgos de la contracción del
producto bruto. Haciendo abstracción de estas diferencias, en Europa como en
Estados Unidos, todas las "derechas" actualmente en el poder basan sus
estrategias en el mismo principio básico que consiste en cortar el poder de
compra de las clases populares y desarticular el armazón de bienestar. No habrá
límites a estas presiones, a las cuales es urgente resistir. Estas son las
tendencias actualmente en curso. Lo que, en nuestra opinión, debería ocurrir es fácil de adivinar: concretamente, el establecimiento de un nuevo compromiso
a la izquierda. Uno o varios países deben mostrar la dirección llevando al
poder a un gobierno genuinamente de izquierda. Si así ocurriera, un movimiento
social poderoso se extendería por la mayoría de los países europeos. Los
tratados europeos deberían ser entonces corregidos en una dirección alejada de
las tendencias neoliberales y fuertes políticas promulgadas. China está
actualmente concentrada en una transición hacia el capitalismo. Este
capitalismo posee, obviamente, todas las características del capitalismo
contemporáneo, una forma de capitalismo "gerencial", con los dos componentes de
las clases dominantes, pero no todas las características del capitalismo
neoliberal. Bajo el liderazgo del Partido Comunista Chino el país se insertó
en la red de la globalización neoliberal y, simultáneamente, mantuvo una acción
muy fuerte del gobierno a una distancia considerable de la ideología
neoliberal del "laissez faire". La experiencia de la crisis de 2008 ha tenido
un impacto muy fuerte en la transformación de la economía y la sociedad chinas,
al enfatizar los riesgos asociados con una rápida desregulación. Especialmente,
el gobierno chino conserva un control básico del crédito y los mecanismos
financieros. Pero la nueva clase capitalista está emergiendo rápidamente y
podría buscar una integración más plena en el sistema de relaciones
capitalistas internacionales, con riesgos obvios en lo que respecta a la
continuidad de la fuerte acumulación de capital en territorio chino.
¿Piensa que los jóvenes países capitalistas
pueden ser el lugar donde se encarne la alianza cuadros gerenciales-trabajadores
susceptible de poner en marcha la transición hacia un postcapitalismo
progresista?
¿A qué se
refiere? ¿Ecuador en un joven país capitalista? Sí, podemos mantener ciertas
esperanzas respecto a eso. ¿O está usted pensando en los países del Este de
Europa? Sin conocer la situación social de cada país, nos inclinamos hacia una
respuesta negativa. Lo mismo ocurre si se trata de Rusia o China. En este
último caso, es el epíteto de progresista lo que permite decantarse por la
opción negativa pues China podría conservar alguna característica neogerencial
bien pronunciada. Su futuro está, sin duda alguna, en esta bifurcación, en los
asuntos de la lucha de clases, como de costumbre.
Cuando menciona una gran bifurcación, fija el
contenido de una alianza de la izquierda. ¿En qué condiciones podría llevarse a
cabo esta alianza de los cuadros gerenciales con las clases políticas populares
que usted considera deseables?
En el
libro "La gran bifurcación" no discutimos las condiciones políticas del
restablecimiento de una vuelta a un compromiso social similar al de la
posguerra, caracterizado por una alianza izquierdista de las clases populares y
las clases gerenciales. Nuestra principal afirmación es bastante simple y poco
imaginativa: el incentivo sería la lucha de clases populares. Ya se trate de
clases populares o de cuadros gerenciales, la acentuación de las
contradicciones del neoliberalismo aumentará estas potencialidades de
renovación de luchas. Por lo menos, podemos constatar que el neoliberalismo no
saldrá indemne del camino que ha tomado, algo que ya podemos comprobar. El
libro lucha contra uno de los factores que obstaculizan la remontada de estas
luchas: la fuerza de la propaganda del "no hay alternativa" tatcheriano. Tiene
como objetivo mostrar que, al contrario de lo que se cree, sí hay alternativas
y no tan extravagantes.