Duménil, junto a Lévy, basa la caracterización
de una tercera clase social en la condición de no propietarios de los medios de
producción en los estratos gerenciales, y en su carácter de asalariados, aunque
claramente diferenciados de las clases populares. Aunque sostiene que las
elevadas remuneraciones de estos sectores sugieren su participación en la
apropiación de la plusvalía, queda subestimada en su lectura el carácter antagónico
del proceso de producción en el cual el conjunto de los estratos gerenciales
operan como enlace para asegurar en todos los niveles el despotismo fabril. Cabría
decir que la autonomía que Duménil adjudica a este estrato durante los años del
New Deal y la inmediata posguerra, así como la minimización de los intereses
capitalistas que observa durante este período expresada, por ejemplo, en el
desdén por la valorización bursátil de las firmas, no fueron una imposición
realizada por un estrato autónomo contra la clase capitalista sino una
respuesta de ésta para salvaguardar sus intereses estratégicos. Así como la
derrota de los procesos revolucionarios en los ‘60 y ‘70, que devolvió la
confianza a la burguesía en la fuerza de su dominio, fue la señal para lanzar
una nueva ofensiva para revertir todas las concesiones otorgadas. A continuación,
la quinta parte del resumen de entrevistas a Gérard Duménil.
La categoría de los cuadros gerenciales ocupa un
puesto central en su obra. ¿Puede recordarnos rápidamente su análisis y su
relación con el de Marx? Más concretamente, ¿cómo definiría los perfiles de
esta categoría y cuáles son los recursos que constituyen esta clase como grupo
social dotado de una capacidad de acción propia? Del mismo modo, evoca una
transición hacia un postcapitalismo gerencial. Según su opinión, ¿cuáles serían
las relaciones sociales constitutivas de este modo de producción en vías de
desarrollo?
En lo que
respecta a la relación con la teoría de Marx, nuestra problemática combina
fundamentalismo y revisionismo. Tomamos de la teoría marxista las relaciones
sociales y vemos en la lucha de clases el motor de la historia en combinación
con la gran dinámica histórica de las fuerzas productivas y las relaciones de
producción. No obstante, a partir de ahora, haría falta sustituir la estructura
binaria por una ternaria. Definimos a los cuadros gerenciales como clase en
referencia a su posición específica frente a los medios de producción
-incluyendo la fuerza del trabajo de otros empleados-, teniendo en sus manos el
control sin ser propietarios. La similitud de su actividad profesional y de su
modo de vida nos lleva a asociar los cuadros gerenciales del sector público a
los del privado. Este marco teórico que viene apoyándose en las observaciones
empíricas, principalmente en lo que concierne a las rentas, nos obliga a
aplicar en dichos ámbitos una definición más ajustada que la estatutaria dada
en Francia. Si nuestra evidencia es una de las más asentadas respecto a esta
estructura ternaria, formulamos una hipótesis más audaz por la que el
capitalismo podría llegar a dejar sitio a un nuevo modo de producción
postcapitalista llamado gerencialismo, cuya clase superior sería la de los
cuadros gerenciales. Esta hipótesis gerentista nos empuja a ver en el
capitalismo ternario actual una transición entre dos modos de producción a los
cuales llamamos capitalismo gerencial o, aplicando el concepto anglosajón,
capitalismo managerial. La estructura de clase ternaria puede, así, ser
interpretada como una expresión de la superposición de dos antagonistas de
clase, cada uno cercano a un modo de producción en concreto:
capitalistas-proletarios (capitalismo) y cuadros gerenciales-clases populares (gerencialismo).
El modo de producción gerencialista postcapitalista, como toda sociedad de
clases, no viene dado sin contradicciones. Se puede apreciar que la experiencia
soviética gozaba de esta misma naturaleza. Esta fracasó por sus propias
contradicciones internas y acabó en una vuelta al capitalismo por culpa de las
persecuciones que sufrieron las luchas populares dentro del contexto de una
represión radical. En los años inmediatos a la Segunda Guerra Mundial, y
continuando con el ala reformista del movimiento obrero, la sociedad inició una
transición similar y, del mismo modo, acabó ahogándose en sus propias
contradicciones. Pensamos que la estructura de clase tripartita permite hacer
una lectura de las transformaciones sufridas por el capitalismo desde finales
del siglo XIX; más concretamente, del compromiso keynesiano de la posguerra y
del neoliberalismo. Su poder explicativo frente a las dinámicas económicas y
políticas es, para nosotros, una de las justificaciones principales de este
cuadro analítico. Resumiendo a grandes rasgos: prolongar a Marx en lugar de
abandonarlo, con el fin de comprender la historia de nuestras sociedades y sus
configuraciones contemporáneas, además de tener el objetivo de contribuir, en
la medida de nuestras posibilidades, al reinicio de las trayectorias para el
progreso.
¿Cuál es el origen de su aproximación con
relación a los otros trabajos que insisten en la división entre gerentes y
propietarios, dentro y fuera del marxismo?
Hay mucha
literatura sobre la revolución gerencial y la caracterización social de los
cuadros gerenciales que han obtenido como resultado: funciones, suposición de
clase, opciones políticas… Habiendo optado por un formato limitado como es el
formato libro, y acotando la amplitud de campo, optamos por presentar nuestros
análisis como tal, sin que ello nos libre de la confrontación. Durante la
Revolución Francesa, los primeros teóricos de la comunidad de bienes y
trabajos, especialmente Gracchus Babeuf cuando el término comunismo aún no se
había impuesto, ya se planteaban el problema del papel de los dirigentes en los
establecimientos de una sociedad nueva. Todos los socialismos utópicos (Owen,
Fourier) o pequeñoburgueses (Proudhon), debieron enfrentarse a esta tesis sin
hablar de sí mismos, como Saint-Simon, para quien el socialismo debía estar en
manos de una casta dirigente de sabios y directores de empresa. La cuestión
tendría un papel central en el seno de la Primera Internacional, dentro de la
controversia entre las corrientes marxistas autoritarias y las anarquistas. En
el contexto de la Revolución de Octubre se plantearía rápidamente la cuestión
de subtitutismo como toma del poder por los cuadros políticos. Podemos citar a
todos los pioneros teóricos que hicieron de los cuadros gerenciales una clase:
Robert Michels o Alexander Bogdanov, y unos trámites que contribuirían a la
denuncia de la naturaleza de clase de la sociedad soviética. Veinte años
después, James Burnham generalizó esta
tesis sosteniendo en su obra de 1941, "La revolución gerencial", que el
capitalismo cedería el puesto a una sociedad gerencial y que la Unión Soviética
sería el primer ejemplo. Un año más tarde, Joseph Schumpeter afirmaba que el
socialismo (un modelo muy gerentista) sucedería al capitalismo. Lejos del
marxismo o del socialismo, es necesario citar a Kenneth Galbraith y su
tecnoestructura, así como a Alfred Chandler, cuyos trabajos van en la línea de
la extensa literatura estadounidense consagrada a las consecuencias de la
revolución gerencial. Más cercano a nosotros, tenemos la confrontación de los
sociólogos con este fenómeno. Pierre Bourdieu, por ejemplo, añadiendo el
capital cultural al económico, abría una vía a la caracterización social de los
cuadros gerenciales, pero el estudio de las prácticas de gestión no era una de
sus tesis preferidas. En su análisis del neoliberalismo veía en la acción de
los cuadros financieros un poder que oponía al de las clases capitalistas
(digamos que la verdadera relación es que las clases capitalistas consiguieron
imponer una gestión de empresas según sus criterios, dado que los cuadros
financieros ejercieron el poder sobre los medios de producción). Un sociólogo
de la talla Luc Boltanski muestra un gran interés en el proceso de formación de
la categoría social de los cuadros gerenciales, y no por su posición social
como tal. Debe prestarse especial atención a la socioeconomía de inspiración
marxista de los últimos decenios. Empezando por los menos revisionistas, no
podemos dejar de mencionar a Eric Olin Wright, quien permanece en la
problemática marxista tradicional de las dos clases, capitalistas y asalariados.
La fracción superior de los asalariados, los gerentes o mánagers (que distinguen
el poder y la competencia) son mejor remunerados por los capitalistas. Nicos
Poulantzas veía en los cuadros gerenciales una nueva pequeña burguesía, pues
extraen sus salarios del beneficio, y de ahí la plusvalía. Desde el inicio de
los años '70 sostenemos una tesis perecida afirmando que esta interpretación
era la más satisfactoria desde que se pretendía respetar las categorías
marxianas, pero apuntando, como conclusión, la necesidad de salir de ese cuadro
analítico; reconocer, con el mismo rigor, su poder explicativo y sus límites.
Nuestro trabajo, llevado a cabo a lo largo de las últimas décadas, continúa
este camino. Ateniéndonos a lo esencial, la interpretación más cercana a la
nuestra es, irrefutablemente, la que Alain Bihr expresa en su obra de 1989, "Entre
burguesía y proletariado. El marco capitalista". Bihr comprende a la perfección
la exigencia del rebasamiento de la problemática de "El Capital" para dar
cuenta del marco capitalista: "observamos que es totalmente imposible dar
cuenta del marco capitalista en cuanto clase sustentada sobre la sola base de
las relaciones capitalistas de producción".
Parece que ha considerado que el neoliberalismo
no es más que la reafirmación del antiguo liberalismo. ¿Esta ideología no tiene
ninguna cualidad de naturaleza política que consista en la construcción
voluntaria de una lógica competitiva a todos los niveles de la esfera social?
Esta
cuestión da muestra de que, respecto a dos puntos estrechamente vinculados, no
conseguimos hacer que se nos entienda. Nunca hemos definido el neoliberalismo
como una ideología, pero sí como una etapa del capitalismo -lo que venimos
llamando orden social-caracterizado por una alianza de la clase específica y
un conjunto de prácticas de clase. En la secuencia de órdenes sociales de
principios del siglo XX distinguimos: la primera hegemonía de las finanzas,
hasta el crack del '29; el compromiso socialdemócrata de la posguerra, hasta la
crisis de finales de los '70; y el neoliberalismo como segunda hegemonía de las
finanzas. Por finanzas entendemos las fracciones superiores de las clases
capitalistas y sus instituciones financieras. Lo que el primer y el tercer
orden social tienen en común es esta hegemonía de clases capitalistas y la
alianza con los cuadros gerenciales. Dejando esto a un lado, las diferencias
entre estas configuraciones son considerables y, en nuestra problemática, están
asociadas a la progresión de la socialización de la producción y a los aspectos
gerentistas cada vez más avanzados en las sociedades actuales. En ningún
momento decimos que "el neoliberalismo no es más que la reafirmación del
antiguo liberalismo". En segundo lugar, claro que hay una ideología neoliberal
que corresponde a las finalidades de este orden social, haciendo eco de su
naturaleza de clase. Pero de esta ideología -la referencia a los mercados, a su
autodisciplina, a su capacidad de garantizar situaciones óptimas, etc.- a la
realidad social hay una distancia considerable. Por poner un solo ejemplo: la
existencia de políticas macroeconómicas verdaderamente activas dentro del
propio neoliberalismo y su fortalecimiento a pasos agigantados en Estados
Unidos.
Su posición sobre la cuestión europea parece
poco contundente ante la gravedad de la situación. ¿No quedan desatendidos los
efectos de camuflaje utilizados por el dispositivo político europeo respecto a
la degradación de la situación social y política de las clases populares? Del
mismo modo, usted afirma que "el espacio económico es necesariamente europeo",
subrayando que desde el punto de vista de la propiedad del capital "los
diferentes países de la Europa continental están relativamente poco aliados
entre sí". ¿No es esto una clara contradicción? El enfrentamiento con las
instituciones de la Unión Europea y la puesta en riesgo de este plan de clases
dominantes, ¿no es un giro necesario para la realización de todo proyecto
emancipador?
Empecemos
por la primera parte de su pregunta. Evidentemente hay "efectos de camuflaje
utilizados por el dispositivo político europeo" en el origen de "la degradación
de la situación social y política de las clases populares". De hecho, se ha
consagrado un gran parte del libro a su análisis. La diferencia entre su punto
de vista y el nuestro es que nosotros no ubicamos el origen en los mismos
mecanismos. No es Europa la que está en juego, sino la Europa neoliberal. Es en
el neoliberalismo donde hay que situarlo. Los hay que piensan que Europa es
necesariamente neoliberal por naturaleza -ya desde el inicio de la construcción
europea-, que sólo hay salvación saliendo de la Unión Europea y la Eurozona.
Esta no es nuestra opinión. El repliegue nacional sería una de las peores soluciones.
Volvemos a ello respondiendo a la segunda parte de su pregunta, la
contradicción que ha señalado. La primera observación es que, desde la
perspectiva de la propiedad, Europa está menos integrada en la gran nebulosa
del neoliberalismo anglosajón de lo que se podría pensar. Si uno cree en la
construcción europea, tendrá que lamentarlo. El punto fuerte es que las redes
de gestión (entre consejos de administración) existen y toman fuerza a escala
continental, y esto no se ha destruido en Europa como ocurre en el mundo más
directamente sumiso de la finanza anglosajona. Este es un factor que juega a
favor de una dinámica europea alternativa. Para finalizar, tenemos el
enfrentamiento con "las instituciones de la Unión Europea y la puesta en riesgo
de este plan de clases dominantes". ¿No es algo necesario? Efectivamente, es
una de las tesis centrales del libro.
Uno de los hechos más significativos de los
últimos decenios es la integración de China en el capitalismo globalizado, la
caída del bloque soviético y el abandono de las estrategias de progreso en los
países en vías de desarrollo. ¿Cómo interpreta las reconfiguraciones de clases
internas que corresponde a estos virajes? Según su punto de vista, ¿a qué tipo
de nueva orden internacional da lugar el surgimiento de estos nuevos poderes
capitalistas? Dicho de otro modo, ¿en qué lugar se ubica usted dentro del
espectro de posiciones con relación al imperialismo contemporáneo, el cual iría
de Panitch a Arrighi?
Empecemos
por la primera pregunta, la cual es bastante considerable, ya que reenvía a
configuraciones bien diferenciadas y variadas. Muy esquemáticamente: Rusia,
China, países emergentes (utilizaremos Brasil y México como ejemplos). La clase
superior de cuadros gerenciales que dominaba la Unión Soviética antes de la
caída del muro (dentro de un gerentismo autoritario y burocrático, y no un
capitalismo de Estado) eligió una transición brutal hacia el capitalismo, una elección
colectiva política. Esto se debe a que veía la posibilidad de mejorar de manera
formidable su posición social (empleando todos los medios, los más ilegales
incluso). Las vías reformistas de Gorbachov fueron abandonadas igual de
rápidamente pese a los riesgos expuestos concernientes a la Unión. China, con
la misma intención, emprendió una transición hacia el capitalismo siguiendo la
conducta de dichas clases de cuadros gerenciales. Estas sustentaban el poder,
así como la de los nuevos capitalistas (los primeros se mudaron durante mucho
tiempo a la posición de los segundos, y estos se pusieron en cabeza dentro de
las jerarquías del partido y las gubernamentales). No obstante, la observación
de la experiencia soviética (el estancamiento de su industria y su
descomposición territorial), así como las crisis del neoliberalismo -en Asia o América
Latina- mantenidas por un fortísimo nacionalismo (la voluntad de reencontrar un
estatus histórico ridiculizado por el imperialismo occidental) han conducido a
las clases dirigentes chinas a unirse bajo la bandera del Partido Comunista con
el fin de llevar a buen puerto esta empresa. Todas las potencialidades de una
gran intervención estatal -así como de un control social y de potentes
intervenciones económicas- fueron llevadas a cabo para asegurar esta
acumulación de capital, una forma especial de neogerencialismo. En conclusión,
se aprecia que los países de la periferia han abandonado las políticas de
sustitución de importaciones. Por ahora, algunos han rechazado integrarse en la
mundialización neoliberal (lo que no significa, necesariamente, un abandono de
las reglas neoliberales en su organización interna). Brasil es un buen ejemplo
de integración: reorienta su comercio exterior hacia circuitos menos centrados
que Estados Unidos, así como las estructuras sociales, consagrando
simultáneamente la preeminencia del sector financiero y estabilizando ciertos
tipos de protección social. Actualmente numerosos economistas del país
sostienen esta tesis, la de una vuelta hacia las políticas de desarrollo.
México es el mejor contraejemplo: anclado a Estados Unidos y Canadá por un
acuerdo de libre intercambio y con consecuencias catastróficas. Allí continúan,
inequívocamente, con opciones neoliberales después de mucho tiempo, por lo que
ya prevemos los dramáticos resultados. Podemos comprobar que ambos países tienen
en su haber poderosos millonarios. En lo que respecta a Leo Panitch y Giovanni
Arrighi, nos percatamos que en su pregunta hace alusión a los artículos
publicados recientemente por Leo Panitch y Sam Gindin, y la manera en la que
ambos se posicionan respecto a los análisis de Arrighi (en concreto, "La
geometría del imperialismo", de 1978). Este sostenía que el concepto de
imperialismo, tras haber sido considerado en todas sus acepciones, quedaba
vacío. La tesis de Panitch y Gindin es la del gran imperialismo estadounidense,
el cual domina mundialmente, incluyendo a los otros países capitalistas tanto
del centro como de la periferia. Estos son temas de los que hemos hablado largo
y tendido desde los inicios del siglo XXI cuando trabajamos sobre América
Latina. No nos posicionamos entre Panitch-Gindin y Arrighi. Incluso si su
morfología ha cambiado, la noción de imperialismo conserva todo su sentido en
los planos económico, político y militar. El imperialismo pasa por fases, pero
su naturaleza es de carácter estructural, permaneciendo así las sociedades de
clase. En el plano económico, trata siempre de apropiarse del excedente de
otras regiones del mundo (por eso se pueden importar esclavos o materias primas
a bajo costo y realizar importaciones o exportaciones de capital). En el plano
político, es siempre un sistema de dominación jerárquica entre países dirigidos
por sus Estados. Cualquier medio es bueno, diplomático y militar (corrupción,
subversión y guerra). A la dominación se le suma la colaboración de las clases
superiores locales. En según qué periodos históricos, un país domina -España,
Inglaterra, Estados Unidos- en esta gran nebulosa donde el más fuerte
explota al más débil, donde hay bajos imperialismos, concepto que comprende la
Europa actual (también ella tiene centro y periferias), pero podríamos pensar
igualmente en Rusia o China. ¿O es que lo acontecido ahora en Ucrania no es un
enredo entre imperialismos? En resumen: ni Panitch-Gindin ni Arrighi;
simplemente, imperialismo en todos sus estados.