8 de marzo de 2025

Franco Berardi: "Hoy, el fascismo del que hablamos es el fascismo de los impotentes" (2/2)

Franco “Bifo” Berardi debutó como ensayista en 1970 con “Contro il lavoro” (Contra el trabajo), y desde entonces ha publicado medio centenar de ensayos entre los que pueden citarse “La fabbrica dell'infelicità” (La fábrica de la infelicidad), “Fenomenologia della fine” (Fenomenología del fin), “L'anima al lavoro” Dall'alienazione all'autonomia” (Almas al trabajo. De la alienación a la autonomía), “Heroes. Suicidio e omicidi di massa” (Héroes. Asesinato masivo y suicidio), “Futurabilità” (Futurabilidad), “Dopo il future. Dal futurismo al cyberpunk. L'esaurimento della modernità” (Después del futuro. Del futurismo al cyberpunk. El agotamiento de la modernidad), “La sollevazione” (La sublevación), “Cronaca della psicodeflazione” (Crónica de la psicodeflación), “La nonna di Schäuble. Come il colonialismo finanziario ha distrutto il progetto europeo” (La abuela de Schäuble. Cómo el colonialismo financiero destruyó el proyecto europeo).
En sus ensayos ha explorado, recurriendo habitualmente a la teoría de la comunicación, el psicoanálisis y el materialismo histórico, el papel que juegan los medios y la tecnología en el actual capitalismo postindustrial, examinando cuestiones como la conectividad digital, la alienación, la sobreestimulación y la automatización. Muchos de los escritos que el pensador y activista italiano elaboró entre los años ‘70 y la actualidad fueron recopilados en “Quarant’anni contro il lavoro” (Medio siglo contra el trabajo), el cual fue publicado en la Argentina en 2023. Al ser consultado sobre la actual situación política argentina, opinó que “junto a la inteligencia artificial, la demencia se expande por el mundo: no son las máquinas las que se alinean a valores humanos; nuestros cerebros toman sus lógicas”. “Hablan mucho de libertad -agregó-, pero lo que hacen concretamente es destruir las reglas que la modernidad ha creado para proteger de una cierta manera la vida y la libertad misma de las personas frente a la agresividad del capitalismo. ¿Esa es la libertad de la que hablan los nazistas liberales de hoy?”.


También aseguró que la “libertad” que difunde el presidente libertario es la de “los mercantes de esclavos”. A renglón seguido puede leerse la segunda parte de los fragmentos seleccionados de la video entrevista difundida en el programa de televisión “Periodismo Puro” el 28 de diciembre de 2024 y del 4 de enero de 2025.
 
¿Las categorías políticas izquierda o derecha quedaron obsoletas hoy en día?, ¿sirven para algo?

Tengo que dar dos diferentes respuestas a esta pregunta. Una es una respuesta política, un poco pasatista. La política de la izquierda italiana o europea o norteamericana es un poco diferente en el mundo español, en España, Argentina, etcétera. Pero en Europa la política de la izquierda ha sido indistinguible de la política de la derecha. La izquierda europea ha preparado el neoliberalismo, la privatización, la destrucción del sistema público de la sanidad, la destrucción del sistema público de la educación, etcétera. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los democráticos europeos y los fascistas europeos? No la veo en el fondo. Es un escándalo lo que los fascistas italianos están haciendo contra los migrantes, la deportación, etcétera. Pero la mente que ha pensado la política de Meloni se llama Marco Minniti, era ministro del Interior del Partido Democrático. Un asesino, un racista como lo es Meloni. Entonces, no hay derecha, no hay izquierda en la historia reciente de Europa. Pero hay otra respuesta que tengo que dar. Me parece que todo el sistema categorial de la modernidad, todo el sistema conceptual de la política, no tiene sentido hoy. Porque es la voluntad humana lo que no tiene ninguna potencia. Y cuando la voluntad no tiene potencia, la política no significa nada. Claro que hay personajes como Donald Trump o como en el señor Javier Milei, que aparecen y que son diferentes de la izquierda a muchos niveles, antes que nada, en su gesticulación, en su verborragia, etcétera, son diferentes. Pero al final, por qué tengo que preferir a Joe Biden o Kamala Harris a Donald Trump, no lo puedo entender muy bien. Barack Obama es el presidente norteamericano que ha expulsado más migrantes, más que Donald Trump. Sé que ahora Donald Trump se está preparando a hacer cosas inimaginables, pero son desde un punto de vista substancial, las mismas cosas que han hecho los demócratas. Entonces, izquierda, derecha, por muchas razones, no son categorías interesantes hoy. Me parece mucho más interesante la dicotomía entre humanos e inhumanos, humano y poshumano, humano y transhumano, esa es la problemática del tiempo que viene.

¿Cuál cree usted que es el lugar que ocupará China en este auge de las extremas derechas y en un orden mundial disputado entre capitalistas, globalistas y capitalistas nacionalistas?

Como no soy un chinólogo y culpablemente no hablo el idioma chino, no me permito decir cosas que no conozco lo suficiente. Lo que puedo hacer es observar una diferencia que, en mi sentido, por lo poco que puedo conocer, no es una diferencia política, es mucho más profunda que la política. Es decir, es una diferencia antropológica y cognitiva. Yo creo que el pueblo chino, en su larga historia, ha sido capaz de mantener una condición de colectivismo natural, de colectivismo antropológico que no pertenece al orden de la decisión política. Pertenece mucho más al orden de la diferencia antropológica y también, quiero subrayarlo, al orden de la diferencia cognitiva en la relación entre escritura e idioma. China es totalmente diferente, es una civilización que ha producido una forma de comunicación escrita, que no es solo diferente a nivel lingüístico, es diferente también a nivel cognitivo. Esta especificidad, esta diferencia específica de la cultura china puede jugar un papel fundamental en este período. Nunca he sido maoísta, pero reconozco que hoy la experiencia de Mao Tse-Tung, que no era un comunista, era un chino, fue un gran pensador chino, un gran político chino que se refirió al marxismo de manera muy metafórica, pero esa experiencia hoy podría devenir importante para resistir a los efectos catastróficos del declive occidental que los occidentales no pueden aceptar. Los occidentales están listos para destrozarlo todo para evitar su propio declive. Espero que el pueblo chino, como las mujeres del mundo hispánico, puedan salvar algo de la buena herencia de la modernidad.

¿Usted percibe algo como un goce de la crueldad en estas nuevas formas políticas de la extrema derecha?

Gracias por preguntarme esto, porque es un tema que me concierne mucho, que estoy interrogando mucho. Estoy terminando de escribir un libro que aparecerá en Italia al comienzo del año próximo, que se llama Pensar después de Gaza, y está dedicado a la ferocidad, no a la crueldad. ¿Qué es la ferocidad? Un personaje de la trilogía de ciencia ficción distópica china que se llama El problema de los tres cuerpos de un escritor chino que se llama Liu Cixin, este personaje dice en cierto punto: “Si perdemos nuestra humanidad, perdemos mucho; si perdemos nuestra animalidad, nuestra ferocidad, lo perdemos todo”. Es una frase muy contundente, terrible. Porque nos explica por qué la violencia feroz, en el sentido etimológico de la palabra que significa animal, no humana. ¿Por qué la ferocidad ha vuelto en la historia del mundo? Israel es una prueba evidente de eso. El pueblo judío ha sufrido la violencia extrema de un genocidio que ha producido un trauma que hoy se manifiesta de manera pervertida. Hoy el trauma del Holocausto se manifiesta como conciencia del hecho de que o somos racistas o morimos. Ser racistas, esa es la única manera de sobrevivir al nazismo. Y como el nazismo sigue existiendo, tengo que ser racista. Eso se llama ferocidad. Claro que hay también crueldad. La crueldad es diferente de la ferocidad. La ferocidad es una reacción animal del instinto de conservación; la crueldad es algo humano, elaborado, cultural, es el deseo de producir sufrimiento. ¿Es un efecto de la ferocidad? Lo es parcialmente. Pero hay algo más sádico, más perverso, más doloroso en la crueldad. La crueldad no es necesaria ni a los animales. Los humanos hoy son feroces y también crueles.

Usted dijo que el capitalismo financiero no nos domina a través de la imposición política, sino a través de automatismos técnico-lingüísticos. ¿Podría ampliar esa idea con nuestra audiencia?

En el pasado el capitalismo dominaba la vida de los humanos a través de decisiones políticas, imposiciones políticas. A un cierto punto, el dominio económico del capitalismo se ha transformado en automatismos financieros que implican el hecho de que, si no haces las cosas así, no perteneces al juego. Hay juegos libres en que se pueden cambiar las reglas. Hay juegos en que, si cambias las reglas, estás afuera. Bueno, el dominio financiero es de este tipo. Lo hemos descubierto en 2015, cuando Grecia decidió no aplicar la imposición financiera europea, pero fue obligada, contra su misma voluntad democrática, a aceptarla, porque no había una manera técnica de seguir existiendo. Pero, hay otro aspecto del dominio tecno-lingüístico, la introducción en la mente humana de reglas automáticas. La nueva generación creo que vivirá en condiciones de compatibilización, de adecuación al dominio técnico.

La palabra libertad, desde el confinamiento durante la pandemia, ha sido utilizada por políticos de todos los colores, y al mismo tiempo usted en “El tercer inconsciente” habla de libertad y potencia, ¿qué ocurre con la voluntad y la autonomía respecto de la libertad, y por qué cree que la libertad es una palabra que ha sido tan usada en los últimos años después de la pandemia?

Me acuerdo de una frase del ensayista británico Samuel Johnson, que a mediados del siglo XVIII decía: escucho la palabra libertad sobre todo por los mercantes de esclavos. Son los mercantes de esclavos que gritan ¡Libertad, Libertad! ¿De qué libertad están hablando estos señores mercantes de esclavos como Javier Milei? Están hablando de la libertad de explotación completa, total, definitiva, del tiempo de la vida humana. De hecho, hablan mucho de libertad, pero lo que hacen concretamente es la destrucción de las reglas que la modernidad ha creado para proteger de una cierta manera la vida y la libertad misma de las personas frente a la agresividad del capitalismo. ¿Esa es la libertad de la que hablan los nazistas liberales de hoy? Pero hay un otro aspecto de la palabra libertad, es un aspecto filosófico que me interesa muchísimo, porque hay toda una mitología de la libertad en la época moderna y olvida la verdadera relación entre libertad y potencia. Es decir, yo puedo decir que soy libre de abrir la ventana y de lanzarme desde el quinto piso. Sí, soy libre, pero me mato porque no tengo la potencia para volar. Entonces, el concepto de libertad que ha nacido al comienzo de la modernidad con el humanismo italiano... hay un pensador italiano que se llama Pico della Mirandola, que concibió la libertad como la condición de los hombres y de las mujeres, cuando no se encontraban bajo la decisión divina. En cierto punto, cuando Dios decide que los hombres y las mujeres, sobre todo las mujeres, tienen que salir del paraíso terrestre, ¿qué dice Dios? Ahora ustedes tienen que decidir libremente, es el libre albedrío del que se habla en este momento. Pero el libre albedrío no significa que podemos hacer todo lo queremos, podemos hacer todo lo que podemos. Entonces la potencia es el verdadero momento de fundación de la libertad misma. No hay libertad sin potencia.

Trump y Milei, llaman comunistas a todos los opositores. ¿Usted cree que se refieren a una forma de marxismo cultural? ¿Existe un marxismo cultural que esté más vivo que nunca?

La pregunta me hace un poco reír. No es la pregunta que me hace reír. Me hace reír la retórica de la derecha, que considera hasta a la señora Kamala Harris como una peligrosa comunista. Me parece que hay un volver al macartismo, la necesidad de identificar un enemigo absoluto, etcétera, todo eso hace parte de la dinámica política. Pero me parece que hay también una mala fe profunda, un desprecio de los electores derechistas mismos. Es decir, los electores derechistas que son personas como yo, como usted más o menos, son obreros, son estudiantes, pero se encuentran en una condición de ser completamente despreciados por sus líderes, como el señor Trump y el señor Milei. Milei piensa que sus electores son idiotas, y tiene un poco de razón, porque el efecto de su relación con sus electores es transformarlos en idiotas. El uso de la palabra comunista de manera totalmente falsa desde un punto de vista histórico, ideológico, teórico, etcétera, es la demostración evidente que considera a sus electores como personas que no saben nada de la historia real, que no saben que el comunismo ha sido una experiencia extraordinaria de organización de los trabajadores industriales. Este proyecto fracasó. Como comunista, porque soy comunista, pero soy un comunista que reconoce el fracaso de su proyecto, ahora tengo que analizar una realidad que se ha producido después del fracaso del comunismo, después del fracaso del internacionalismo. Esa es la realidad. Y hay también la fabulación idiotizante de los líderes de la derecha.

Milei utiliza la palabra “casta” y con casta resume todo aquello que sería el sistema, los dirigentes, la política, los que están siempre. En Italia se utilizó la palabra casta también, Milei la tomó de allí. Y usted mencionaba el fracaso del comunismo como sistema político y quiero llevarlo al planteo de Pareto 80-20 más usado para el marketing, que se lo puede llevar a la política: ¿no importa qué sistema haya, siempre va a haber un 20% que conduzca a un 80% porque el sistema piramidal es inmanente a la organización?

La palabra casta sería una palabra muy importante si queremos analizar, por ejemplo, la sociedad mundial. Si queremos analizar sociedades donde la casta existe verdaderamente, es algo muy serio, no solo a nivel social, también a nivel sexual, a nivel psíquico, etcétera, etcétera. El uso de la palabra casta por algunos bienintencionados periodistas italianos en los años 80 ha sido una catástrofe conceptual completa. Porque en estos periodistas, he olvidado el nombre, el uso de la palabra casta es la demostración de ignorancia y de cinismo. Cuando hablamos de clases sociales, de la estratificación social, estamos hablando de algo científicamente fundado. Cuando los marxistas hablamos de clase, hablamos de una figura social determinada al interior de la relación productiva, de la distribución de la riqueza, etcétera, etcétera. Los que hablan de casta toman la palabra india para traducirla en algo que significa prácticamente nada. La élite, los que tienen el poder, pero los que tienen el poder no es una definición científica porque cambian. A partir de esta definición ignorante, definición que desde el punto de vista social y económico no significa nada, han producido un efecto de cinismo generalizado. El problema es eliminar la casta política, la derecha, la izquierda, los comunistas, los democristianos, la casta política, no importa quién. A partir de eso, se ha abierto la puerta a una ficción de gobierno de los que representan a la sociedad real. Por ejemplo, Donald Trump, que es un tipo que con la sociedad real no tiene ninguna relación hasta el punto que no le gusta tocar la piel de los otros, no da la mano a las personas, etc. Y la palabra casta es una regresión cultural espantosa que ha producido lo que estamos verificando hoy.

7 de marzo de 2025

Franco Berardi: "Hoy, el fascismo del que hablamos es el fascismo de los impotentes" (1/2)

El filósofo, escritor y activista italiano Franco Berardi (1949) se graduó en Estética en la Università di Bologna y ha trabajado como profesor de Historia Social de los Medios en la Accademia di Belle Arti di Brera en Milán, y como maestro en el Istituti di Istruzione Superiore Aldini Valeriani en Bolonia. En los años ’70, 
Bifo -el seudónimo con el que se lo conoce popularmente- participó de la creación de Radio Alice, una de las más famosas experiencias europeas de comunicación cooperativa en la que se difundía una gran variedad de temas: protestas laborales, lecciones de yoga, análisis políticos, recetas de cocina, etc. También se leían textos de filósofos, sociólogos, psicólogos y escritores, y se reproducían áreas de Ludwig van Beethoven (1770-1827) y rocks de la banda estadounidense Jefferson Airplane.
Tal como contó el propio Bifo en 2002 en “Alice è il diavolo. Storia di una radio sovversiva” (Alice es el diablo. Historia de una radio subversiva), “Radio Alice fue una de las primeras experiencias de empresa social, en la cual se crearon las condiciones para construir una audiencia, un mercado, si se quiere usar esta expresión. Ella constituyó el primer paso consciente hacia la formación de un proceso de organización autónoma del trabajo social”. No fue necesario que pasara mucho tiempo para que, en el contexto de las persecuciones contra militantes de la autonomía obrera implementadas por el gobierno demócrata cristiano encabezado por el corrupto Giovanni Leone (1908-2001), la emisora ​​fuera clausurada por los carabineros el 12 de marzo de 1977.
Tras ser arrestado, consiguió exiliarse en París, donde se vinculó con el filósofo Michel Foucault (1926-1984) y el psicoanalista Félix Guattari (1930-1992). También vivió un tiempo en Nueva York y San Francisco y, desde su regreso a Italia, desarrolló una prolífica obra crítica en la que estudió las transformaciones del trabajo y de la sociedad producidas por la globalización, especialmente en cuanto al rol de los medios de comunicación en las sociedades postindustriales, una tarea que inició con la fundación de la revista “A/Traverso” y continuó a lo largo de los años colaborando en las revistas “Chimeres” (París), “Semiotexte” (Nueva York), “Metropoli” (Roma), “Alfabeta2” (Milán) y “Derive Approdi” (Bolonia).


Berardi concedió una extensa video entrevista al periodista Jorge Fontevecchia, la cual se difundió en el programa de televisión “Periodismo Puro” el 28 de diciembre de 2024 y el 4 de enero de 2025. La primera parte de algunos fragmentos de ella se reproducen a continuación.

Usted dijo en una entrevista en el año 2019, antes de la llegada de la pandemia, “lo más preocupante hoy es la muerte del pensamiento crítico”. ¿Ve posible con la muerte del pensamiento crítico salvar al humanismo?

La muerte del pensamiento crítico no es un peligro, es algo a lo que ya asistimos. ¿Qué significa pensamiento crítico? Significa la capacidad del pensamiento humano de discriminar entre verdadero y falso, entre bueno y malo, en los enunciados que enfrentamos durante el discurso, durante la existencia. La aceleración extrema del flujo de información ha puesto la mente humana, no solo la mente en sentido psicológico sino también en un sentido neurológico, en una condición en que la discriminación secuencial entre bueno y malo, verdadero y falso, se ha hecho imposible. Este año, hace algunos días, el Oxford Dictionary ha decidido que la palabra más significante, más importante, más veces repetida del año pasado, es la expresión “brain rot”, que significa cerebro incapaz de funcionar. Parece que los jóvenes, los usuarios de los medios de comunicación han utilizado esta palabra un 230% más que el año pasado. Es decir, es una palabra muy popular. Los psiquiatras hablan de trastornos de la atención. No se trata de un trastorno de la atención, se trata del hecho muy sencillo de que la atención humana ha sido totalmente sobrecargada por una masa innumerable de información. Entonces el pensamiento crítico se queda como algo muy marginal. Algunos pueden seguir pensando críticamente, para la gran mayoría eso se ha vuelto imposible, el “brain rot” es la condición real de una humanidad que tiene y sigue siendo humana sólo en algunos aspectos, pero no lo es desde el punto de vista de la posibilidad de entender críticamente lo que pasa.

En su libro “Futurabilidad. La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad” ya usted hablaba de un presente en el que se desarrollaba la era de la impotencia caracterizada por el retorno del fascismo, la apoteosis de las políticas neoliberales, el imperio de las leyes financieras y la guerra civil global fragmentaria. Lo publicó en 2019, cuando todavía Rusia no había invadido Ucrania ni había ocurrido el 7 de octubre en Israel, con las consecuencias que trajo en toda la zona de Medio Oriente. ¿Qué reflexión hace sobre estos dos conflictos bélicos que están poniendo al mismo tiempo en jaque a Occidente?

Antes que nada, ¿qué significa impotencia? Eso es lo que tenemos que entender. Impotencia significa la incapacidad de determinar nuestro futuro, de determinarlo políticamente. La política ha sido, durante la era moderna, una técnica, un arte que nos ha permitido decidir de manera consciente, crítica, si quiere, y realizar transformaciones de manera consciente, voluntaria. La voluntad es la facultad cognitiva que nos permite decidir en la historia del mundo. Yo creo que la voluntad política se ha vuelto incapaz de decidir algo. Lo hemos descubierto paulatinamente en las últimas décadas, cuando los ciudadanos se han enfrentado con la fuerza imparable del poder financiero o del poder militar. Entonces, la impotencia política es algo muy claro en la percepción espontánea de la sociedad contemporánea. Todo eso nos dice mucho de lo que llamamos fascismo. ¿Es fascismo lo de Javier Milei, de Donald Trump, de Giorgia Meloni? No sé si es fascismo. Históricamente hablando, el fascismo fue un fenómeno de jóvenes. Fue un fenómeno esencialmente juvenil, de una población que al comienzo o a la mitad del siglo XX podía determinar cosas, expandirse. Los italianos que seguían a Mussolini querían expandirse, conquistar África para someter a las poblaciones civiles, civilizar, bla, bla, bla, bla, eso es el fascismo. Hoy, el fascismo del que hablamos es un fascismo de los impotentes. Sé que muchos jóvenes que votan para Milei o para Meloni son jóvenes que no tienen ningún futuro y lo saben. Son jóvenes que viven en condiciones de impotencia política y también, si puedo decirlo, de impotencia psíquica que se manifiesta, por ejemplo, a través de una epidemia de depresión. Entonces no es fascismo, es algo, si se puede, peor que el fascismo, porque sigue siendo violento y racista como fue el fascismo del siglo pasado, pero es una violencia que no puede lograr obtener sus objetivos. Es una impotencia que sigue reproduciendo las condiciones de la impotencia misma. Por eso, no creo que el siglo XX vaya a repetirse. No creo que abramos una resistencia antifascista que combatirá y ganará. No lo creo. Si queremos llamarlo fascismo, este fascismo de la impotencia va a producir una tragedia que ni podemos imaginar las dimensiones. El fascismo siempre produce tragedia. Pero ahora estamos al borde de una tragedia peor que la tragedia que ya hemos conocido.

Usted habla de “desertar”, la palabra desertar, desertar de las guerras, desertar del trabajo, desertar de la reproducción de la especie. Me gustaría que nos hablase un poco de esa idea o concepto de desertar de todo y cómo sería en el futuro si desertáramos de todo.

Usted insiste en la idea de que tenemos que pensar el futuro. ¿Por qué insistir en esta idea? No hay un futuro humano, no lo podemos imaginar de ninguna manera. Empezamos con el colapso climático. Ahora sabemos que el colapso climático no pertenece al campo de las decisiones políticas. Las bromas sobre el “green deal”, mentiras. La guerra es el futuro, no el “green deal”. Entonces, si el futuro es la guerra, ¿qué podemos hacer? Antes que nada, tenemos que hacer como hacen miles y miles de jóvenes rusos y de jóvenes ucranianos, escapamos. Cuando hay guerra, cuando te imponen matar o ser matado, hay una sola elección ética, esta elección es escapar. Desertar. Pero el problema es que la deserción hoy no es una elección solo militar. La misma elección tenemos que hacer cuando pensamos el futuro. Cómo generar hoy significa generar víctimas. Víctimas del cambio climático, antes que nada, de un mundo de sofocamiento, invivible. Significa generar las víctimas de una guerra que se va generalizando y que se acerca cada día a la guerra nuclear. En Europa, la palabra guerra nuclear parecía una cosa muy lejana, hoy sabemos que la solución nuclear es muy probable a la frontera oriental. ¿Por qué generar las víctimas de la infelicidad? Seguramente de la infelicidad. Lo digo también cuando me doy cuenta de que en la Franja de Gaza hay niños recién nacidos que mueren. Esta noche ha muerto una niña de tres semanas. ¿Se puede generar una niña en un lugar que parece Auschwitz? Me doy cuenta de que estoy diciendo cosas horribles, porque no tengo el derecho de discutir las elecciones de una pareja de palestinos. No es mi derecho. Pero no puedo impedir pensar cómo se puede generar una niña en estas condiciones. ¿Coraje? No. No es un signo de coraje. Es un signo de violencia al final. Bueno, las mujeres de todo el mundo están decidiendo de manera consciente o inconsciente, cada vez más, generar víctimas. No es bueno generar personas que serán seguramente infelices, no es bueno. Esa es la decepción sobre la cual pienso.

Usted habla del futuro como una categoría cultural. ¿Cuál es la relación de la idea del futuro con la cultura? La idea del futuro, por ejemplo, impuesta por Silicon Valley con esas ideas de colonizar Marte.

Qué significa que el futuro es una categoría cultural. Significa que, claro, desde un punto de vista físico el futuro no puede terminar, no hay un fin del futuro como dimensión física. Pero cuando en la modernidad hemos pensado el concepto de futuro, hemos pensado en un proceso más o menos lineal de progreso, de mejora de las condiciones económicas, sociales, etcétera, esto ha sido eficaz, verdadero. En los últimos dos siglos las condiciones de vida de la población occidental, y en cierta medida también de las poblaciones del mundo han mejorado. Pero sabemos muy bien que esta mejora se paró, se ha parado a partir de los años ‘60, ‘70, ‘80 del siglo pasado. Por qué se ha parado esta posibilidad de expansión que está vinculada al concepto de futuro, porque es un discurso complicado. Hay una responsabilidad del neoliberalismo en esto, yo creo que sí, pero no es suficiente hablar de la forma económica o política para entender el hecho de que un planeta limitado no puede vivir un crecimiento sin límites. Eso lo decía el Club de Roma en 1970 en su reporte sobre los límites del crecimiento, la idea de un crecimiento infinito es una idea falsa. Ahora lo sabemos. El crecimiento que pretende ser infinito ha producido una condición de catástrofe ambiental, climática, de catástrofe económica y social, pero sobre todo de catástrofe psíquica. Lo que estamos viviendo hoy. Entonces, ¿el futuro se acabó? No lo sé. Está Elon Musk, que nos permitirá continuar el futuro más allá del fin del género humano. Porque las cosas que estamos descubriendo es que dos fenómenos se verifican, dos procesos se están verificando al mismo tiempo. De un lado, la sociedad humana entra en una condición de caos creciente, de creciente devastación ambiental, psíquica y geopolítica. Pero, del otro lado seguimos creando tecnologías que nos permiten reemplazar el humano a través de máquinas. Es una manera paradójica y perversa de realizar lo que Karl Marx ha previsto en Fragmentos sobre las máquinas, donde dice, las máquinas harán lo que los hombres han hecho, trabajar, y los hombres serán libres, serán poetas, pescadores, etcétera, etcétera. Era una ilusión, porque lo que hoy estamos constatando es que de un lado los hombres se vuelven incapaces de vivir, de pensar, de ser hombres. Pero del otro lado, está la máquina automática, el autómata y el caos. La perspectiva me parece definirse a través de estas dos figuras que no están integrándose como pensaba Marx. Están reemplazando la una a la otra, el autómata está reemplazando al humano que entra en una dimensión de caos mortal.

Usted dijo textualmente: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. ¿Es lo contrario al fin de la historia de Fukuyama?

Antes que nada, esta frase no es mía, es de Slavoj Zizek, me parece, pero no lo sé. Estoy de acuerdo, sí. Sabemos que el fin del mundo es perfectamente imaginable. Diría que mucho más que imaginable, es muy realista, muy probable. El fin del capitalismo ha desaparecido en un pasado de posibilidades perdidas. Pero significa fin del mundo, naturalmente. Es una expresión fuerte, muy fuerte. Hay un antropólogo italiano que se llama Ernesto de Martino, que escribió un libro titulado “El fin del mundo” en el año 1977. Mi visión, en mi cabeza, es el año en que descubrimos esta posibilidad de un fracaso del futuro humano mismo. De Martino, en su libro sobre el fin del mundo, dice que el fin del mundo es una experiencia que los hombres ya han hecho muchas veces. Los indígenas del mundo precolombino han conocido el fin del mundo. Los indígenas de Norteamérica han conocido el fin del mundo. Porque el mundo no es un planeta. El mundo es un ambiente de valores compartidos, de experiencias, de expectativas compartidas, de imaginaciones compartidas. Todo eso está desapareciendo claramente. La imaginación que se está formando es la imaginación de la mente que está atravesando la experiencia de una mutación cognitiva profunda. La mutación cognitiva es el tema fundamental para entender lo que estamos pasando. ¿Qué es la mutación cognitiva? Es el hecho de que durante un millón de años los humanos han aprendido las palabras por la voz de su madre, hoy hay una generación que ha aprendido más palabras por una máquina que por la voz de un ser humano. Mutación cognitiva es la hiperaceleración de la circulación informacional, que no es solo información, es una esfera de estimulaciones infoneurales. Cuando el cerebro puede conocer los signos de manera secuencial, podemos decir “conocimos”. Cuando el cerebro está expuesto a una velocidad infinita del ambiente infoneural, algo muy profundo se verifica en la mente. La mente no puede estar en condiciones de controlar emotiva y cognitivamente su entorno. La mente está sumergida en esta aceleración y por esta inflación semiótica. Por todo eso, el fin del mundo es aquí, ya lo estamos viviendo. Puede ser que la bomba nuclear va a transformar el fin del mundo en algo más visible, pero a un nivel no totalmente visible pero parcialmente sí, el fin del mundo ya está aquí.

2 de marzo de 2025

Wayne Shorter: “La música es como barro que hay que modelar”

Un día como hoy, hace dos años, fallecía el saxofonista norteamericano Wayne Shorter (1933-2023), una de las últimas grandes leyendas del jazz. En él, John Coltrane (1926-1967) vio un dignísimo sucesor tanto en el saxo tenor como en el soprano; Art Blakey (1919-1990) -cuya formación integró entre 1959 y 1964- lo convirtió en su director musical y principal arreglador; Miles Davis (1926-1991) -de quien integró su segundo gran quinteto entre 1964 y 1970- lo proyectó al campo de los grandes compositores del jazz. Luego, a partir de su encuentro con el tecladista austríaco Joe Zawinul (1932-2007), con quien fundara el grupo Weather Report, terminó de definir el jazz-rock, el estilo musical dominante en los años '70 y parte de los '80.
A la hora de grabar, Shorter fue particularmente pródigo: grabó veintiséis discos como líder (“Blues á la carte” en 1959 fue el primero, “Portrait” en 2014 fue el último), a los que se suman los veinte que registró con Art Blakey & the Jazz Messengers, los doce discos con Miles Davis, los quince discos con  Weather Report y un par de docenas más con diversos músicos como Gil Evans (1912-1988), Wynton Kelly (1931-1971), Lee Morgan (1938-1972), Michel Petrucciani (1962-1999), Herbie Hancock (1940), Milton Nascimento (1942), Joni Mitchell (1943) y Carlos Santana (1947), entre muchos otros.
Nacido en Newark, en el estado de Nueva Jersey, hijo de un operario de la fábrica de máquinas de coser “Singer” y una costurera, desde niño comenzó a tocar el clarinete para luego, en su adolescencia, pasar el saxo tenor. Estudió música en la New York University y al graduarse en 1956, tocó un tiempo en la orquesta del pianista y compositor de jazz Horace Silver (1928-2014). Luego, tras prestar servicio durante dos años en el Ejército de los Estados Unidos (United States Army), se unió a la orquesta del trompetista Maynard Ferguson (1928-2006). A continuación tocó en varios clubes de jazz con el saxofonista Sonny Rollins (1930) y después, sucesivamente, integró las bandas de los citados Joe Zawinul, Art Blakey y Miles Davis.
Además de su extensa carrera en distintas orquestas de jazz, en 1977 colaboró en el disco “Aja” de la banda de rock estadounidense Steely Dan y, veinte años después, hizo lo propio en el disco “Bridges to Babylon” de la banda de rock británica Rolling Stones. Por entonces también hizo interpretaciones de saxofón en las bandas sonoras de las películas “Glengarry Glen Ross” (Éxito a cualquier precio) de James Foley (1953), “The fugitive" (El fugitivo) de Andrew Davis (1946) y “Losing Isaiah” (Perdiendo a Isaías) de Stephen Gyllenhaal (1949). Sin embargo, nunca fue contratado para componer él personalmente la banda de sonido de algún film. Ya en los años 2000, formó un excelente cuarteto junto al pianista panameño Danilo Pérez (1965), el contrabajista estadounidense John Patitucci (1959) y el baterista estadounidense Brian Blade (1970). Con ellos dio recitales en numerosas ciudades del mundo, entre ellas Amsterdam, Barcelona, Berlín, Bonn, Buenos Aires, Estocolmo, Lisboa, Londres, Madrid, México, Milán, Montreux, París, Rio de Janeiro, Tokio, Toronto y Viena.
En 2018 anunció que se retiraba de los escenarios debido a problemas de salud, pero, aun así, siguió trabajando en composiciones y grabaciones. Fue así que, a sus ochenta y ocho años concluyó la composición de la ópera “Iphigenia” (Ifigenia) basada en la antigua tragedia griega de Eurípides de Salamina ​​(480-406 a.C.). Con libreto de la cantante y contrabajista estadounidense Esperanza Spalding (1984), la ópera se estrenó en noviembre de 2021 en la sede del John F. Kennedy Center for the Performing Arts ubicada en Boston, Massachusetts, con el auspicio de la ArtsEmerson, una organización profesional sin fines de lucro que se dedica a la presentación y producción de obras teatrales y cinematográficas.
Entre los reconocimientos que recibió a lo largo de su carrera figuran los doctorados Honoris Causa otorgados por el Berklee College of Music y por la New York University, los premios a la trayectoria concedidos por el Herbie Hancock Institute of Jazz y la National Academy of Recording Arts and Sciences, y doce premios Grammy. Así tituló el diario “New York Times” su edición del viernes 3 de marzo de 2023: “Wayne Shorter, innovador en una era de cambio en el jazz, muere a los 89 años. Su carrera como influyente saxofonista tenor y compositor se extendió a lo largo de más de medio siglo, siguiendo la compleja evolución del jazz durante ese lapso”. En el desarrollo de la noticia, detalló que había fallecido en un hospital en Los Ángeles y que no había información inmediata sobre la causa. El crítico especializado en jazz Nate Chinen (1970), periodista de ese diario, escribió: “Wayne Shorter, el enigmático e intrépido saxofonista que dio forma al color y contorno del jazz moderno como uno de sus compositores más intensamente admirados, murió el jueves en Los Ángeles. El Sr. Shorter tenía un estilo astuto y confiado en el saxofón tenor, identificable al instante por su tono de bajo brillo y sentido elíptico de la frase. Su sonido fue más brillante en el soprano, instrumento en el que dejó una influencia incalculable. Podía ser inquisitivo, bromista o esquivo, pero siempre con una entonación precisa y claridad de ataque”.


En octubre de 2005, unos días antes de viajar a Buenos Aires para actuar con su cuarteto, mantuvo una charla telefónica con el poeta, traductor y periodista argentino Jorge Fondebrider (1956), la que se reprodujo en el nº 108 de la revista Ñ que apareció el día 22 del mes y año citados.
 
Desde sus días con Art Blakey, da la impresión de que su creatividad como compositor e intérprete funciona mejor en un contexto estable. ¿Es así?

Probablemente. Ahora, por ejemplo, me siento muy cómodo tocando con los músicos con quienes toco, cada uno de los cuales es, a su vez, líder de sus propios proyectos. Con ellos me divierto tanto como en los tiempos de Miles. Fíjese que jamás ensayamos, todo lo que hacemos en el escenario sale así. La razón es que todos vivimos en distintos lugares, muy alejados unos de otros y no tenemos tiempo de ensayar. Sólo ahora, que empezamos a trabajar con orquestas, ensayamos un poco. Hace un par de semanas tocamos con la Orquesta Sinfónica de Saint Louis, y en enero vamos a tocar con la Filarmónica de Los Angeles. Después, creo, vienen la orquesta de la BBC, la Sinfónica de Londres y, más tarde, la Orquesta de Cámara de San Diego. Ahora mismo estoy escribiendo algo para la soprano Renée Fleming, que me pidió algunas composiciones.

Usted dijo que “el jazz es una suerte de democracia que se construye permanentemente”. ¿A qué se refería?

Cada persona que habla del jazz supone que se refiere a una música determinada que debe sonar de cierta manera. Así, si no suena como, por ejemplo, ragtime, dixieland, swing o incluso bebop, muchos creen que no es jazz. Esa gente se está perdiendo el verdadero significado de lo que es el jazz, que significa en realidad obra en permanente construcción.

En cierta oportunidad usted dijo que “componer es improvisar lentamente”. ¿Podría desarrollar esa idea?

Cuando uno compone tiene que disminuir velocidad de la marcha, ir a un paso más lento del que normalmente iríamos en otras circunstancias. Uno va y viene. Fíjese por ejemplo en la “Quinta Sinfonía” de Beethoven. Si observa la partitura original, va a ver que él hizo un montón de versiones de esas primeras notas tan famosas que todos conocemos, hasta que finalmente se decidió por una y descartó las otras. Así es como suelen trabajar muchos compositores, aunque después uno lea en sus biografías que súbitamente, la inspiración descendió sobre él y bla, bla, bla. No, se trabaja lentamente y se busca lo que mejor funciona para la música, y esa es la única forma que tiene un músico para comprometerse, ya no con lo que hace, sino con toda la humanidad.

Ya que menciona a un compositor de los llamados “cultos”, ¿qué fue lo que lo llevó en sus últimos discos a trabajar sobre lo escrito por compositores como Mendelssohn y Sibelius?

Y también Villalobos y, ya que lo dice, próximamente sobre Ginastera; en 1972 o 1973, no recuerdo exactamente, estuve con Weather Report en la Argentina y la viuda de Ginastera era la productora de esos conciertos, en los que también estaba Friedrich Gulda. Ahora bien, decidí trabajar sobre obras de esos compositores que menciona porque no es cuestión de que todo sea yo y nada más que yo y mis composiciones. Para mí, humanidad es la capacidad de poder apreciar lo que otros hicieron o están haciendo, con independencia de lo que yo mismo haga.

Por eso, imagino, también incluyó temas folclóricos irlandeses en alguno de sus discos.

Sí, para que otros también puedan descubrir esas cosas. Es como cuando Johnny Depp hace de James Barrie y a uno le dan ganas de leer de nuevo “Peter Pan”. Así se descubre el “Neverland” (País de nunca jamás)... Y ya que usted es argentino, le diría que gracias a un escritor como Borges también se llega a esos lugares.
 
Además de la gran consideración que goza como intérprete, buena parte de su reputación proviene de la composición. Sin embargo, usted toca muchos de sus propios temas y, con el tiempo, va introduciendo modificaciones que, en ocasiones, los aleja mucho de lo que alguna vez fueron.

¿Y no pasa lo mismo con todos nosotros? ¿Acaso no crecemos y nos convertimos en otra cosa? Supongo que la esencia de mis temas, como la de todo lo que existe, es eterna. Pero la música, como los seres humanos, debe crecer y, en cierta forma, morir para llegar a ser algo nuevo.

Entiendo que su punto de vista tiene que ver con su religión. ¿Cómo se hizo budista?

En 1973, mi mujer Ana María, brasileña -que murió en el atentado al avión de TWA de 1996-, me enseñó lo que sabía. Ella venía estudiando budismo desde los veinte años y consiguió contagiarme su interés. De pronto descubrí que se trataba de una filosofía que hablaba de las cosas en las que venía pensando desde la adolescencia sin tener con quién hablarlas, sin saber cómo ponerlas en palabras.

Volviendo a sus composiciones, ¿cómo se siente cuando las oye interpretadas por otros?

No es asunto mío, sino de quien se toma el trabajo de usar mis composiciones para lograr algo distinto. Si yo me opusiera a eso -y sólo lo hago cuando el propósito es exclusivamente comercial-, estaría contradiciendo lo que creo. Lo mío es la sustancia, no la forma que algo que escribí vaya a asumir. La música es como barro que hay que modelar. Y, repito, lo que importa es la sustancia, no la forma. No sentirme atado a nada es algo que aprendí del budismo. La sujeción a lo que sea causa sufrimiento.

¿Qué lo inspira para componer?

Todo. La música, pero también leer un libro y también ver una película. Hay cosas que quise hacer después de haber visto actuar a ciertos actores... Humphrey Bogart o Marlon Brando, por ejemplo. Pero, a decir verdad, cualquier cosa puede desencadenar una idea a partir de la cual termine componiendo algo.

Tengo entendido que es fanático de las películas. ¿Alguna vez compuso música para el cine?

No, y me habría gustado. Entiendo que la gente que maneja el negocio del cine probablemente ni siquiera me conozca.

¿Y por qué le interesa la ciencia ficción?

Porque la ciencia ficción nos plantea la obligación de ir para adelante, de adentrarnos en dominios que muchas veces parecen estar más allá de nuestras posibilidades de comprensión.

De hecho, eso es lo que muchas veces nos plantea la ciencia a secas...

O el trato con otras personas que no profesan nuestras mismas ideas. Como cuando, por ejemplo, nos confrontamos a una cultura que no es la nuestra. Lo primero que notamos es que se trata de algo diferente, pero al cabo de un rato vemos que las diferencias pueden no ser tantas.

¿Es eso lo que lo llevó a grabar con músicos de otras culturas, como por ejemplo Milton Nascimento?

Sí, porque, aunque provengamos de diferentes culturas, el desafío es siempre el mismo: encontrar algo nuevo que no suene ni a la cultura de uno ni a la del otro, sino a otra cosa. Lo mismo ocurre cuando uno trabaja con músicos de la propia cultura, pero que se dedican a otro género.

¿No es ése el caso de Joni Mitchell, con quien usted trabajó mucho a lo largo de los últimos veinticinco años?

Joni Mitchell está adelantada en muchos aspectos. Tuvo el valor de querer romper con el mercado y con los especialistas en "marketing", lo que no es poco. A nivel humano, trabajar con ella es fantástico. La conocí por casualidad, yendo a un concierto de Miles Davis en el Roxy de Los Ángeles. La primera vez que nos juntamos fue durante la grabación de su disco “Don Juan's reckless daughter” (La hija temeraria de Don Juan). Después volvimos a encontrarnos cuando grabó la música de Charles Mingus.

¿Es cierto que conoció a Albert Einstein?

Lo vi hace mucho tiempo, cuando yo tenía dieciocho años. Estaba en la Universidad de Princeton, preparando los instrumentos para un baile, y de pronto vi pasar a un hombre canoso y con el pelo largo, que le sobresalía debajo de la gorra roja de baseball. Uno de los chicos que nos ayudaban lo vio y dijo: “Uy, es mi profesor. Me tengo que ir o llego tarde a clase”. Le pregunté quién era y me dijo: “Albert Einstein”.

¿Y sabe si le gustaba el jazz?

No estoy seguro, pero supongo que sí. Hace poco recibí una carta del doctor Stephen Hawking, a quien conocí en Tokio, cuando yo grababa un disco sobre el universo con un guitarrista japonés. El doctor Hawking, con esa voz metálica que le impone su enfermedad, abría el disco con unas palabras sobre el número de estrellas que hay en nuestra galaxia. Unos días después de haber grabado el disco me escribió para decirme que le había encantado la experiencia, que le encantaba el jazz moderno y que era fanático de Stravinsky.