Daniel Feierstein: “Lo que busca y logra la nueva derecha, en esto que llama batalla cultural, es poner en cuestión los sentidos aceptados colectivamente” (3/3)
La prolífica obra
ensayística de Daniel Feierstein comprende “El pasado en la batalla cultural.
La disputa por el sentido de los genocidios”, “Pandemia. Un balance social y
político de la crisis del covid-19”, “Nuevos estudios sobre genocidio”, “Los
dos demonios (recargados)”, “Introducción a los estudios sobre genocidio”, “Memorias
y representaciones. Sobre la elaboración del genocidio”, “Juicios. Sobre la
elaboración del genocidio”, “El genocidio como práctica social (entre el
nazismo y la experiencia argentina)”, “Seis estudios sobre genocidio. Análisis
de las relaciones sociales: otredad, exclusión y exterminio” y “La construcción
del enano fascista. Los usos del odio como estrategia política en Argentina”. También ha publicado en coautoría
con otros sociólogos, filósofos, economistas y profesores los ensayos “Memoria
y Derechos Humanos”, “Violencia estatal y genocidio en América Latina”, “La
discriminación en Argentina. Diagnósticos y propuestas”, “Hasta que la muerte
nos separe. Poder y prácticas sociales genocidas en América Latina”, “Tinieblas
del crisol de razas”, “Ensayos urgentes para pensar la Argentina que asoma”, “Terrorismo
de Estado y genocidio en América Latina”, “Nombrar la dictadura” y “Genocidio.
La administración de la muerte en la modernidad”. Además, ha prologado “La
extrema derecha en América Latina”, un volumen que contiene ensayos de autores
y autoras reconocidos internacionalmente como Tariq Ali (1943), Chantal Mouffe
(1943), Ignacio Ramonet (1943), Wolfgang Streeck (1946), Nancy Fraser (1947), Rita
Segato (1951), Branko Milanovic (1953), Judith Butler (1956), Enzo Traverso
(1957) y Pablo Stefanoni (1972). En el día de hoy se cumple
el cuadragésimo noveno aniversario de la instalación en la Argentina de la
genocida dictadura cívico-eclesiástica-militar conocida como “Proceso de
Reorganización Nacional”, sobre la cual Feierstein precisó que “a partir del
ejercicio de tareas de inteligencia sobre el conjunto de la población y de la
creación de fuerzas estatales y paraestatales encargadas de la intimidación,
secuestro, tortura y en muchos casos posterior asesinato de los opositores
políticos, la ‘desaparición forzada’ constituyó una de las modalidades más
comunes para, simultáneamente, eliminar las pruebas de los asesinatos, instalar
el terror en las comunidades e impedir el duelo a los familiares de los
asesinados. En Argentina los asesinatos se cuentan por miles o decenas de
miles, atravesando todo el espectro de la población y revelando que la
sistematicidad de las prácticas, en estos casos, no se vinculaba sólo a los
modos de ejercicio represivo, sino también a una decisión de producir dichas
transformaciones sociales a través del aniquilamiento sistemático de grupos de
población ‘en tanto tales’”.
A continuación, la tercera y última parte del compilado de las
entrevistas que fueron publicadas en los diarios argentinos “Página/12” y
“Clarín” el 10/4/2023, el 6/9/2024 y el 10/4/2025 a cargo de María Daniela
Yaccar, Bibiana Ruiz y Martín Porto respectivamente. ¿Cuáles son esas
construcciones y relaciones que el fascismo busca construir? Se dan tres elementos: la
búsqueda de una movilización reaccionaria, movilizar a la población, pero en un
sentido regresivo. No es para conquistar derechos sino para recortarlos.
Podemos verlo en la estigmatización de los beneficiarios de planes sociales. Un
segundo eje tiene que ver con la irradiación capilar del odio, el mecanismo de
la proyección: esa movilización busca encontrar algún grupo o algunos para
dirigir toda nuestra frustración y enojo por la situación de nuestra vida,
responsabilizándolos en lugar de enfrentar las condiciones que hacen que
estemos en esta situación. Por último, la realización de la victoria del
capital. Lo que busca esa movilización reaccionaria es consolidar una
redistribución regresiva del ingreso. ¿Cuáles son los riesgos? Esto lleva a la
posibilidad de un profundo incremento de la violencia, a la ruptura de los
pactos políticos democráticos. Porque el eje del fascismo es que la vía de
salida de los enojos y frustraciones, que genera un empeoramiento permanente de
las condiciones de vida de las grandes mayorías, sea la agresión hacia el grupo
que es visto como responsable de nuestro sufrimiento. Al no ser direccionada,
conducida, desde el aparato del monopolio de la violencia legítima que es el
Estado, genera una situación de irradiación capilar del odio y la violencia. Es
lo que estamos comenzando a ver: episodios crecientes de justicia por mano
propia, llamados a la agresión de determinados grupos, recorte de derechos para
legitimar formas de agresión. Lo que es novedoso para nosotros es que esa
agresión, en la mayoría de los casos, aparece como espontánea. No lo es
realmente; está generada por distintas usinas de promoción y difusión. Pero la
lleva a cabo cualquiera: un grupo de vecinos, una persona que fue agredida...
Puede ocurrir en un hecho de criminalidad común, un evento de tránsito, eventos
políticos donde, de la mano de la antipolítica, el fascismo también busca la
imposibilidad de circulación de distintas figuras por la vida cotidiana. El asesinato del
colectivero Daniel Barrientos y todo lo que ocurrió alrededor del crimen
condensa mucho de lo que está diciendo. Es un hecho muy complejo y
contradictorio. Lo que yo veía hace cuatro años, que se ha potenciado, es que
cualquier hecho o sufrimiento encendía la mecha. Es lo que se ve en el crimen
del colectivero. Es realmente un sufrimiento, una persona que estaba al borde
de la jubilación, ya cerrando su vida laboral, lo que pueden sentir sus
compañeros... un caso que se viene repitiendo con esa línea y en esa región.
Hace estallar la mecha. Pero lo preocupante es cómo. No es que la hace estallar
para la organización de los colectiveros en función de enfrentar las causas que
están generando esta situación, sino que viene de la mano de comenzar a
plantear estigmatizaciones y acusaciones hacia grupos de población que no
tienen nada que ver con ese hecho de inseguridad. Que aparezca, por ejemplo, un
discurso frente a los planes sociales no tiene ninguna vinculación; hasta
podríamos decir que es absolutamente contrario a la lógica que se está
queriendo plantear. Si desaparecieran los subsidios y planes tendrías mayores
situaciones de inseguridad, más allá de que las grandes mayorías de los
sectores populares que sufren consecuencias económicas no caen en la
delincuencia común. Es un hecho contradictorio porque el que sufre la agresión
de los colectiveros es Berni, una de las figuras que viene atizando este tipo
de discursos, planteando hace años la estigmatización de los inmigrantes, los
planes sociales... Por eso en Twitter algunes
festejaban la agresión... Exactamente. Es como decir
“ha recibido su propia medicina”. Esto es muy importante en el fascismo. Cuando
uno atiza los odios de esta manera no tiene un manejo de cómo van a expresarse.
Berni va muy tranquilo a esa manifestación porque siendo una de las personas
que atiza esos odios cree que puede encontrar apoyo en esta postura de salir
con una ametralladora y plantear que la solución al problema social es meter
bala. Y se encuentra con el resultado de lo mismo que él ha ido atizando junto
a Bullrich, Milei y otra cantidad de figuras, sufriéndolo en carne propia. Más
allá de que la agresión haya sido más organizada o más espontánea, me parece
que da cuenta del peligro al que se expone la antipolítica. Se lleva puestos
también a aquellos funcionarios que la atizan y puede dar lugar a figuras que
parecen excluidas del mundo de la política, como Milei. Figuras que pueden
correr el límite de lo aceptable porque no participan de una construcción que
debiera tener algún nivel de responsabilidad por las consecuencias de acciones,
discursos y prácticas. Varios filósofos
extranjeros vienen hablando de la ruptura de lo común. En la Argentina
pareciera que la grieta -mencionada en tu libro más de una vez- llegó a un
punto de no retorno. ¿Se perdió toda posibilidad de diálogo entre los que
piensan distinto, que, encima, piensan cada vez más distinto? Hay un quiebre en las
formas de subjetividad que es un salto por sobre las experiencias fascistas
previas. Tiene que ver con la articulación del fascismo con algunas
consecuencias del neoliberalismo. El fascismo del siglo XX, europeo, plantea
que hay grupos que no son parte de la comunidad. Todavía hay alguna noción de
comunidad. En este neofascismo del siglo XXI no se recorta la noción de
comunidad, sino que se busca hacerla implosionar directamente. Es la
desaparición de la posibilidad de pensarse como parte de una comunidad. También
está la pérdida del arte del diálogo con el que es distinto. Y esto va mucho
más allá de la nueva derecha, atraviesa también a todo el campo popular y todas
las representaciones de la izquierda, los sectores de centro. Es producto de la
desaparición o destrucción progresiva de los espacios de encuentro de lo
diverso, que en nuestro país fueron históricamente la escuela y la salud públicas,
el barrio, la calle, instancias donde uno se encontraba con gente muy distinta
a uno, social, económica, cultural y políticamente, y era capaz de construir
herramientas para dialogar. Eso, producto también de una serie de
transformaciones subjetivas de este momento neoliberal se ha ido destruyendo,
entonces cada uno no sabe cómo hablarle a alguien que piensa distinto. Esto
también está muy potenciado por las redes sociales, que nos ofrecen un filtro
burbuja: potencian lo que pensamos y nos hacen desaparecer del entorno toda
disonancia cognitiva. Entonces todos los que no piensan como nosotros son
imbéciles, y son tratados como imbéciles. Eso impide cualquier diálogo porque
nadie puede dialogar sobre la base de que el otro lo trata como un imbécil que
no entiende. Esto se puede ver también en el campo del periodismo. Los medios
tienen un alineamiento que hace que solamente publiquen noticias en un sentido
y dirección, con una imposibilidad de incorporación de cualquier información
disonante. El enano fascista del que
habla el libro, o el odio... ¿en qué proporción están en nosotros y en qué
proporción son construidos por los medios? Son las dos cosas. Todos
nacemos con todo el acervo de emociones. Por supuesto que tenemos muchísimo
odio dentro nuestro. La pregunta es qué hacemos con eso. La transformación en
la sociedad se vincula a transformaciones en el periodismo y los medios, que
atraviesan todo el espinel político y potencian lo peor de nosotros. En los
últimos años de los '90 y a comienzos del siglo XXI, el Grupo Hadad encaró una
transformación que liberó la lógica de legitimar el insulto, la
descalificación, las formas soeces y la denigración como parte de algo
aceptable y festejado dentro del medio. Como este estilo logró escucha y rating,
irradió hacia otro montón de periodistas y medios. También hacia su escucha. El
periodismo tenía un modo de hablar mucho más profesionalizado, un cuidado en el
lenguaje, las formas, el modo de plantear que también irradiaba hacia el
oyente. Un respeto hacia la opinión del otro que incluso uno podía encontrar en
los periodistas de la derecha más dura. La transformación impulsada por Hadad
se volvió hegemónica. Si somos formados en un espacio donde se nos muestra que
la forma no es esa, nos la guardamos. Si participamos de un espacio donde se
nos muestra que todos la dejan salir y eso está bárbaro, nosotros también la
dejamos salir y así es como crece. ¿Qué escenario electoral
imagina? Profunda fragmentación de
todos los campos, no sólo del partido de gobierno. El problema es que en esas
situaciones puede pasar cualquier cosa. Esta nueva derecha constituye uno de
esos sectores fragmentados, si no más de uno. Es muy relevante para el conjunto
de los movimientos sociales entender la necesidad de crear lazos entre todas
las fuerzas que no están dispuestas a avalar estas modalidades neofascistas
para poder cerrarle el camino a aquellas figuras que lo plantean. Hoy el mayor
peligro es la posibilidad de que alguna de estas expresiones pueda acceder al
gobierno. Hay que pensar en cómo blindar al resto del sistema político ante
este peligro. No parece ser lo que prima. Pareciera que hay una confusión, en
la que cada uno está muy centrado en sus objetivos, enemigos y propias lógicas
internas. Y esas son las circunstancias en las cuales no se observa cómo va
creciendo ese huevo de la serpiente. Cuando uno lo deja crecer después se
vuelve mucho más difícil de confrontar. ¿Cuáles son los límites
del peronismo y de la izquierda? ¿En qué están fallando? Mucho del crecimiento de
las nuevas derechas se basa en la incapacidad de escucha de las distintas
formaciones políticas del campo popular, que no puede hacer lugar a la palabra
del otro, la estigmatiza, mientras que la nueva derecha ofrece una respuesta
espantosa, pero lo está escuchando. ¿Qué escucha se tiene ante el nivel de
sufrimiento y transformación de la vida que genera el aumento sostenido de la
inseguridad a lo largo del tiempo, desde el fin de la dictadura hasta hoy? La
mayoría de las respuestas del garantismo hacen una negación: “esto no es tan
grave” o “no existe”. Este tipo de transformación de la vida que afecta sobre
todo a los barrios populares se encuentra entonces, de un lado con la negación,
del otro con la propuesta del “meta bala” que termina siendo la única que
reconoce el problema. Un segundo nivel es el rol del narcotráfico en la
transformación de los lazos sociales en los barrios populares. Un tema
absolutamente ignorado por la mayoría del campo popular, y escuchado y
utilizado como caballito de batalla por las nuevas derechas que ofrecen una
salida absolutamente inefectiva, que es la intervención de las fuerzas armadas
como estrategia de represión. Por último, lo que explica la adhesión de tantos
varones jóvenes a las nuevas derechas es el efecto que ha generado un conjunto
de injusticias y sufrimientos de varones muy jóvenes en relación a la marea
verde y el avance del feminismo. Su impacto es tremendamente positivo en la
mayoría de los planos, pero ha implicado situaciones concretas de problemáticas,
sufrimientos e implementaciones discutibles de muchas lógicas, sobre todo la
del escrache entre pares en el ámbito escolar. Esto también es ignorado y
estigmatizado por distintos espacios del campo popular, y escuchado y
aprovechado por las nuevas derechas, que montan sobre eso una salida terrible:
la estigmatización de las luchas de género. ¿Nos debemos un debate
acerca de la libertad expresión? ¿Debería haber cambios en la legislación para
hacerle frente al fascismo? Estoy bastante en
desacuerdo con esa línea. ¿Esto se resuelve con una intervención legal o con
una de carácter sociopolítico? Ahí es donde está un nudo importante. Los
intentos de legislación sobre el negacionismo en general le han dado estatus de
contrahegemónico. Han terminado siendo muy contraproducentes. La confrontación
se tiene que dar en nuestra intervención en cualquier instancia. Preguntarnos
qué hacemos en los medios, con la estructura política, cómo recomponer ciertos
principios fundamentales del funcionamiento de la institucionalidad política.
Tiene más que ver con acuerdos, diálogos, formas de reducir al mínimo a estos
grupos. Plantear un rechazo generalizado que con formas de intervención legal
que implicarían darle demasiada importancia a la formalización jurídica de algo
que no se resuelve jurídicamente. Si tomamos esto como aceptable va a seguir
creciendo, haya o no una condena. El derecho penal está para condenar acciones,
no opiniones ni formas de opinión.