7 de marzo de 2025

Franco Berardi: "Hoy, el fascismo del que hablamos es el fascismo de los impotentes" (1/2)

El filósofo, escritor y activista italiano Franco Berardi (1949) se graduó en Estética en la Università di Bologna y ha trabajado como profesor de Historia Social de los Medios en la Accademia di Belle Arti di Brera en Milán, y como maestro en el Istituti di Istruzione Superiore Aldini Valeriani en Bolonia. En los años ’70, 
Bifo -el seudónimo con el que se lo conoce popularmente- participó de la creación de Radio Alice, una de las más famosas experiencias europeas de comunicación cooperativa en la que se difundía una gran variedad de temas: protestas laborales, lecciones de yoga, análisis políticos, recetas de cocina, etc. También se leían textos de filósofos, sociólogos, psicólogos y escritores, y se reproducían áreas de Ludwig van Beethoven (1770-1827) y rocks de la banda estadounidense Jefferson Airplane.
Tal como contó el propio Bifo en 2002 en “Alice è il diavolo. Storia di una radio sovversiva” (Alice es el diablo. Historia de una radio subversiva), “Radio Alice fue una de las primeras experiencias de empresa social, en la cual se crearon las condiciones para construir una audiencia, un mercado, si se quiere usar esta expresión. Ella constituyó el primer paso consciente hacia la formación de un proceso de organización autónoma del trabajo social”. No fue necesario que pasara mucho tiempo para que, en el contexto de las persecuciones contra militantes de la autonomía obrera implementadas por el gobierno demócrata cristiano encabezado por el corrupto Giovanni Leone (1908-2001), la emisora ​​fuera clausurada por los carabineros el 12 de marzo de 1977.
Tras ser arrestado, consiguió exiliarse en París, donde se vinculó con el filósofo Michel Foucault (1926-1984) y el psicoanalista Félix Guattari (1930-1992). También vivió un tiempo en Nueva York y San Francisco y, desde su regreso a Italia, desarrolló una prolífica obra crítica en la que estudió las transformaciones del trabajo y de la sociedad producidas por la globalización, especialmente en cuanto al rol de los medios de comunicación en las sociedades postindustriales, una tarea que inició con la fundación de la revista “A/Traverso” y continuó a lo largo de los años colaborando en las revistas “Chimeres” (París), “Semiotexte” (Nueva York), “Metropoli” (Roma), “Alfabeta2” (Milán) y “Derive Approdi” (Bolonia).


Berardi concedió una extensa video entrevista al periodista Jorge Fontevecchia, la cual se difundió en el programa de televisión “Periodismo Puro” el 28 de diciembre de 2024 y el 4 de enero de 2025. La primera parte de algunos fragmentos de ella se reproducen a continuación.

Usted dijo en una entrevista en el año 2019, antes de la llegada de la pandemia, “lo más preocupante hoy es la muerte del pensamiento crítico”. ¿Ve posible con la muerte del pensamiento crítico salvar al humanismo?

La muerte del pensamiento crítico no es un peligro, es algo a lo que ya asistimos. ¿Qué significa pensamiento crítico? Significa la capacidad del pensamiento humano de discriminar entre verdadero y falso, entre bueno y malo, en los enunciados que enfrentamos durante el discurso, durante la existencia. La aceleración extrema del flujo de información ha puesto la mente humana, no solo la mente en sentido psicológico sino también en un sentido neurológico, en una condición en que la discriminación secuencial entre bueno y malo, verdadero y falso, se ha hecho imposible. Este año, hace algunos días, el Oxford Dictionary ha decidido que la palabra más significante, más importante, más veces repetida del año pasado, es la expresión “brain rot”, que significa cerebro incapaz de funcionar. Parece que los jóvenes, los usuarios de los medios de comunicación han utilizado esta palabra un 230% más que el año pasado. Es decir, es una palabra muy popular. Los psiquiatras hablan de trastornos de la atención. No se trata de un trastorno de la atención, se trata del hecho muy sencillo de que la atención humana ha sido totalmente sobrecargada por una masa innumerable de información. Entonces el pensamiento crítico se queda como algo muy marginal. Algunos pueden seguir pensando críticamente, para la gran mayoría eso se ha vuelto imposible, el “brain rot” es la condición real de una humanidad que tiene y sigue siendo humana sólo en algunos aspectos, pero no lo es desde el punto de vista de la posibilidad de entender críticamente lo que pasa.

En su libro “Futurabilidad. La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad” ya usted hablaba de un presente en el que se desarrollaba la era de la impotencia caracterizada por el retorno del fascismo, la apoteosis de las políticas neoliberales, el imperio de las leyes financieras y la guerra civil global fragmentaria. Lo publicó en 2019, cuando todavía Rusia no había invadido Ucrania ni había ocurrido el 7 de octubre en Israel, con las consecuencias que trajo en toda la zona de Medio Oriente. ¿Qué reflexión hace sobre estos dos conflictos bélicos que están poniendo al mismo tiempo en jaque a Occidente?

Antes que nada, ¿qué significa impotencia? Eso es lo que tenemos que entender. Impotencia significa la incapacidad de determinar nuestro futuro, de determinarlo políticamente. La política ha sido, durante la era moderna, una técnica, un arte que nos ha permitido decidir de manera consciente, crítica, si quiere, y realizar transformaciones de manera consciente, voluntaria. La voluntad es la facultad cognitiva que nos permite decidir en la historia del mundo. Yo creo que la voluntad política se ha vuelto incapaz de decidir algo. Lo hemos descubierto paulatinamente en las últimas décadas, cuando los ciudadanos se han enfrentado con la fuerza imparable del poder financiero o del poder militar. Entonces, la impotencia política es algo muy claro en la percepción espontánea de la sociedad contemporánea. Todo eso nos dice mucho de lo que llamamos fascismo. ¿Es fascismo lo de Javier Milei, de Donald Trump, de Giorgia Meloni? No sé si es fascismo. Históricamente hablando, el fascismo fue un fenómeno de jóvenes. Fue un fenómeno esencialmente juvenil, de una población que al comienzo o a la mitad del siglo XX podía determinar cosas, expandirse. Los italianos que seguían a Mussolini querían expandirse, conquistar África para someter a las poblaciones civiles, civilizar, bla, bla, bla, bla, eso es el fascismo. Hoy, el fascismo del que hablamos es un fascismo de los impotentes. Sé que muchos jóvenes que votan para Milei o para Meloni son jóvenes que no tienen ningún futuro y lo saben. Son jóvenes que viven en condiciones de impotencia política y también, si puedo decirlo, de impotencia psíquica que se manifiesta, por ejemplo, a través de una epidemia de depresión. Entonces no es fascismo, es algo, si se puede, peor que el fascismo, porque sigue siendo violento y racista como fue el fascismo del siglo pasado, pero es una violencia que no puede lograr obtener sus objetivos. Es una impotencia que sigue reproduciendo las condiciones de la impotencia misma. Por eso, no creo que el siglo XX vaya a repetirse. No creo que abramos una resistencia antifascista que combatirá y ganará. No lo creo. Si queremos llamarlo fascismo, este fascismo de la impotencia va a producir una tragedia que ni podemos imaginar las dimensiones. El fascismo siempre produce tragedia. Pero ahora estamos al borde de una tragedia peor que la tragedia que ya hemos conocido.

Usted habla de “desertar”, la palabra desertar, desertar de las guerras, desertar del trabajo, desertar de la reproducción de la especie. Me gustaría que nos hablase un poco de esa idea o concepto de desertar de todo y cómo sería en el futuro si desertáramos de todo.

Usted insiste en la idea de que tenemos que pensar el futuro. ¿Por qué insistir en esta idea? No hay un futuro humano, no lo podemos imaginar de ninguna manera. Empezamos con el colapso climático. Ahora sabemos que el colapso climático no pertenece al campo de las decisiones políticas. Las bromas sobre el “green deal”, mentiras. La guerra es el futuro, no el “green deal”. Entonces, si el futuro es la guerra, ¿qué podemos hacer? Antes que nada, tenemos que hacer como hacen miles y miles de jóvenes rusos y de jóvenes ucranianos, escapamos. Cuando hay guerra, cuando te imponen matar o ser matado, hay una sola elección ética, esta elección es escapar. Desertar. Pero el problema es que la deserción hoy no es una elección solo militar. La misma elección tenemos que hacer cuando pensamos el futuro. Cómo generar hoy significa generar víctimas. Víctimas del cambio climático, antes que nada, de un mundo de sofocamiento, invivible. Significa generar las víctimas de una guerra que se va generalizando y que se acerca cada día a la guerra nuclear. En Europa, la palabra guerra nuclear parecía una cosa muy lejana, hoy sabemos que la solución nuclear es muy probable a la frontera oriental. ¿Por qué generar las víctimas de la infelicidad? Seguramente de la infelicidad. Lo digo también cuando me doy cuenta de que en la Franja de Gaza hay niños recién nacidos que mueren. Esta noche ha muerto una niña de tres semanas. ¿Se puede generar una niña en un lugar que parece Auschwitz? Me doy cuenta de que estoy diciendo cosas horribles, porque no tengo el derecho de discutir las elecciones de una pareja de palestinos. No es mi derecho. Pero no puedo impedir pensar cómo se puede generar una niña en estas condiciones. ¿Coraje? No. No es un signo de coraje. Es un signo de violencia al final. Bueno, las mujeres de todo el mundo están decidiendo de manera consciente o inconsciente, cada vez más, generar víctimas. No es bueno generar personas que serán seguramente infelices, no es bueno. Esa es la decepción sobre la cual pienso.

Usted habla del futuro como una categoría cultural. ¿Cuál es la relación de la idea del futuro con la cultura? La idea del futuro, por ejemplo, impuesta por Silicon Valley con esas ideas de colonizar Marte.

Qué significa que el futuro es una categoría cultural. Significa que, claro, desde un punto de vista físico el futuro no puede terminar, no hay un fin del futuro como dimensión física. Pero cuando en la modernidad hemos pensado el concepto de futuro, hemos pensado en un proceso más o menos lineal de progreso, de mejora de las condiciones económicas, sociales, etcétera, esto ha sido eficaz, verdadero. En los últimos dos siglos las condiciones de vida de la población occidental, y en cierta medida también de las poblaciones del mundo han mejorado. Pero sabemos muy bien que esta mejora se paró, se ha parado a partir de los años ‘60, ‘70, ‘80 del siglo pasado. Por qué se ha parado esta posibilidad de expansión que está vinculada al concepto de futuro, porque es un discurso complicado. Hay una responsabilidad del neoliberalismo en esto, yo creo que sí, pero no es suficiente hablar de la forma económica o política para entender el hecho de que un planeta limitado no puede vivir un crecimiento sin límites. Eso lo decía el Club de Roma en 1970 en su reporte sobre los límites del crecimiento, la idea de un crecimiento infinito es una idea falsa. Ahora lo sabemos. El crecimiento que pretende ser infinito ha producido una condición de catástrofe ambiental, climática, de catástrofe económica y social, pero sobre todo de catástrofe psíquica. Lo que estamos viviendo hoy. Entonces, ¿el futuro se acabó? No lo sé. Está Elon Musk, que nos permitirá continuar el futuro más allá del fin del género humano. Porque las cosas que estamos descubriendo es que dos fenómenos se verifican, dos procesos se están verificando al mismo tiempo. De un lado, la sociedad humana entra en una condición de caos creciente, de creciente devastación ambiental, psíquica y geopolítica. Pero, del otro lado seguimos creando tecnologías que nos permiten reemplazar el humano a través de máquinas. Es una manera paradójica y perversa de realizar lo que Karl Marx ha previsto en Fragmentos sobre las máquinas, donde dice, las máquinas harán lo que los hombres han hecho, trabajar, y los hombres serán libres, serán poetas, pescadores, etcétera, etcétera. Era una ilusión, porque lo que hoy estamos constatando es que de un lado los hombres se vuelven incapaces de vivir, de pensar, de ser hombres. Pero del otro lado, está la máquina automática, el autómata y el caos. La perspectiva me parece definirse a través de estas dos figuras que no están integrándose como pensaba Marx. Están reemplazando la una a la otra, el autómata está reemplazando al humano que entra en una dimensión de caos mortal.

Usted dijo textualmente: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. ¿Es lo contrario al fin de la historia de Fukuyama?

Antes que nada, esta frase no es mía, es de Slavoj Zizek, me parece, pero no lo sé. Estoy de acuerdo, sí. Sabemos que el fin del mundo es perfectamente imaginable. Diría que mucho más que imaginable, es muy realista, muy probable. El fin del capitalismo ha desaparecido en un pasado de posibilidades perdidas. Pero significa fin del mundo, naturalmente. Es una expresión fuerte, muy fuerte. Hay un antropólogo italiano que se llama Ernesto de Martino, que escribió un libro titulado “El fin del mundo” en el año 1977. Mi visión, en mi cabeza, es el año en que descubrimos esta posibilidad de un fracaso del futuro humano mismo. De Martino, en su libro sobre el fin del mundo, dice que el fin del mundo es una experiencia que los hombres ya han hecho muchas veces. Los indígenas del mundo precolombino han conocido el fin del mundo. Los indígenas de Norteamérica han conocido el fin del mundo. Porque el mundo no es un planeta. El mundo es un ambiente de valores compartidos, de experiencias, de expectativas compartidas, de imaginaciones compartidas. Todo eso está desapareciendo claramente. La imaginación que se está formando es la imaginación de la mente que está atravesando la experiencia de una mutación cognitiva profunda. La mutación cognitiva es el tema fundamental para entender lo que estamos pasando. ¿Qué es la mutación cognitiva? Es el hecho de que durante un millón de años los humanos han aprendido las palabras por la voz de su madre, hoy hay una generación que ha aprendido más palabras por una máquina que por la voz de un ser humano. Mutación cognitiva es la hiperaceleración de la circulación informacional, que no es solo información, es una esfera de estimulaciones infoneurales. Cuando el cerebro puede conocer los signos de manera secuencial, podemos decir “conocimos”. Cuando el cerebro está expuesto a una velocidad infinita del ambiente infoneural, algo muy profundo se verifica en la mente. La mente no puede estar en condiciones de controlar emotiva y cognitivamente su entorno. La mente está sumergida en esta aceleración y por esta inflación semiótica. Por todo eso, el fin del mundo es aquí, ya lo estamos viviendo. Puede ser que la bomba nuclear va a transformar el fin del mundo en algo más visible, pero a un nivel no totalmente visible pero parcialmente sí, el fin del mundo ya está aquí.