23 de diciembre de 2025

Rita Segato: “Argentina tiene más que ningún otro país un problema: su política es pendular”

La antrop
óloga, escritora y activista feminista argentina Rita Segato (1951) nació en Buenos Aires y actualmente está afincada en Brasil. Particularmente es conocida por sus investigaciones orientadas a las cuestiones de violencia de género, racismo y colonialidad en los pueblos originarios y comunidades latinoamericanas. Cursó la licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo su doctorado en antropología social en la Queen's University de Belfast, Irlanda del Norte. Fue profesora de Antropología y Bioética en la Universidade de Brasília, Brasil, ha sido investigadora visitante posdoctoral en varias universidades de Estados Unidos y Francia, y ha dictado seminarios de posgrado en universidades de Argentina, Bélgica, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Estados Unidos, Italia, México, Perú, Puerto Rico y Venezuela. Entre sus obras pueden mencionarse “Las estructuras elementales de la violencia”, “Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres”, “La crítica de la colonialidad en ocho ensayos y una antropología por demanda”, “La guerra contra las mujeres”, “Contra-pedagogías de la crueldad”, “Escenas de un pensamiento incómodo. Género, violencia y cultura en una óptica decolonial”, “La nación y sus otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de políticas de la identidad” y “Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos”.


Ha afirmado: “La pedagogía de la crueldad es todo lo que modifica nuestro umbral de empatía, lo cual nos lleva a normalizar formas de causar sufrimiento y mirarlas como algo aceptable, tolerable. Hoy la humanidad tiene alta tolerancia al dolor y gran enajenación del sufrimiento ajeno. Quizás se parezca a la etapa teorizada por Michel Foucault en “Vigilar y castigar”: las hogueras y los ajusticiamientos crueles y públicos que la humanidad fue obligada a presenciar, pues aquellas eran praxis ejemplarizantes. Estamos ante un retorno a ese período del pasado”. Lo que sigue es una selección de fragmentos de las entrevistas publicadas en la “Agencia Presentes” el 27 de mayo de 2024, en “La Voz del Interior” el 22 de septiembre de 2025 y en “La Jornada” el 28 de septiembre de 2025, realizadas por Marianela Mayer, Virginia Digón y Mario Bravo respectivamente.
 
¿Cómo calificaría la situación de las mujeres y diversidades en América Latina?
 
Una de las cosas que causan perplejidad, desde hace tiempo ya, es que en América Latina tenemos una legislación amplia y políticas públicas bastante numerosas que se dirigen a la protección de la mujer y de la acción de femicidio. Pero evidentemente no hay una respuesta proporcional de la sociedad. Habría que reflexionar para entender por qué. Cuál es el impedimento de que las leyes toquen en el fenómeno de la vulneración de las mujeres, que está siempre en crecimiento. Esta situación es rara y tiene que ver con mis comentarios sobre la crisis de la fe estatal. Porque algo pasa con las medidas de Estado que, de alguna manera, tienen inmensa dificultad en llegar a la población. No quiero decir que no debería existir un Estado cuidador de las personas, pero debería haber una reflexión profunda sobre los bloqueos del Estado para llegar a las personas y pueblos de la nación.
 
¿Y por qué los movimientos antigénero y los discursos de odio, que no son algo nuevo, parecerían tener mayor eco hoy en día?
 
Eso es otro tema. En todos los gobiernos de derecha, en todos los gobiernos que apoyan los cinco grandes preceptos del capital (productividad, competitividad, cálculo de costo-beneficio, acumulación, concentración) hubo una convergencia en la diabolización de la mujer. O sea, en un ataque a todas las reivindicaciones y propuestas del movimiento de mujeres, llamémosle feminista o de otra forma. El movimiento de las mujeres en la sociedad de repente fue intervenido por todos los sectores políticos que se oponen al campo crítico, que son del campo conservador.
 
Justamente esta situación se potenció de la mano de líderes como Trump, Bolsonaro o Bukele y ahora Milei.
 
El multiculturalismo, una propuesta que vino del Norte liberal y capitalista con la caída del Muro de Berlín era una forma de distribución de la riqueza. Contemplaba lo que en ese momento se llamó las identidades políticas, que hoy llamo formas de minoritización. Tuvo su colesterol bueno y malo. Nombraba los intereses de las minorías que fueron perjudicadas por la historia (negros, indios, mujeres, sexualidades divergentes) e intentaba protegerlas con las acciones afirmativas. Tenía ese efecto benigno, pero siempre como un distribucionismo. Es decir, nunca hubo en él una reflexión sobre la riqueza. En realidad, a este distribucionismo multiculturalista se lo pensó desde el Norte como una forma más de apoyo al capital. Porque es un apoyo al consumo por parte de las diferentes “minorías”. En un momento más reciente, que se muestra claramente con la emergencia de Trump y el retorno cada vez más fuerte de los neofascismos en Europa, el multiculturalismo cae. No es más la agenda del presente. Los extraordinarios e inteligentísimos “think tanks” de la derecha se dieron cuenta de que las reivindicaciones antipatriarcales causarían realmente un daño letal en el casco del barco. Para mí, el poder no es observable, es secreto, y los poderes tienen secretos. Pero podemos apostar adónde se dirigen por los epifenómenos, por lo que sí se muestra. Evidentemente, hubo un cambio de rumbo en algún momento. En el proyecto del multiculturalismo se pensó que mujeres y minorías consumidoras no eran confiables. Se percibió que, por detrás del movimiento, que erosionaba las bases del patriarcado, ocasionarían averías al casco del capitalismo. Entonces, desmoronando el patriarcado se desmorona el edificio que tiene en él sus cimientos y se aprende que es posible modificar la historia, que se la puede orientar hacia otro horizonte.
 
¿Qué hace que esta diabolización sea efectiva?
 
Esos partidos políticos colocan sus discursos en los medios más poderosos que existen: en los medios masivos, en las redes, con los trolls. Tienen cantidad de estratos mediáticos y en todos ellos colocan el discurso de una manera muy potente. “Defendamos la vida”, por ejemplo. Es muy fácil de contestar, pero nos han tapado la boca por el gran acceso que tienen a los medios de máximo poder y sus estratos. En todos esos lugares se colocó una imagen de las reivindicaciones feministas como daño, es una contrapropaganda.
 
¿Los medios críticos a ese discurso entran sin quererlo en ese juego?
 
¡Porque no entienden lo que les está pasando! Uno de los peores problemas que hay es que el campo crítico todavía está aferrado a las ideas -pero mal eh- de izquierda y derecha. Como dice mi hija: la izquierda está en la primera mitad del siglo XX. No son capaces de leer Nicaragua ni Rusia o de darse cuenta de que la guerra en Ucrania no es una guerra ideológica, sino puramente territorial y por poder. Por eso, me digo una pensadora de campo crítico y no de izquierda, porque la manera en que la izquierda y derecha están construidas es por gente estúpida. Cuando hice mi crítica a Evo Morales, por la que me insultaron, hoy se ve que tenía razón. Él rompió el MAS por poder. Claro que hubo grandes proyectos en el primer momento de Evo, pero se decayeron y lo que los vació fue que por detrás había una búsqueda por poder, que es peligrosísima y es inclusive algo que no debemos buscar en el feminismo. Nosotras no buscamos las mismas metas que el patriarcado. No es poder lo que buscamos, sino el desmoronamiento de todos los poderes. Estoy convencida.
 
Al escucharla pienso en la Argentina, que había avanzado en derechos y políticas igualitarias y, sin embargo, eligió a un antigénero declarado como presidente.
 
Claro y es lo que tenemos que entender con urgencia: en qué nos equivocamos. Porque si no, no vamos a salir de dar vueltas en círculo. Argentina tiene más que ningún otro país un problema: su política es pendular. No sabemos hacer una de las cosas buenas que la militancia comunista en los ‘60 nos había enseñado, que es la autocrítica. No hay autocrítica, ni ellos mismos la hicieron. El significado de esta palabra fue tergiversado completamente. Nosotros tenemos que autocriticarnos porque algo se hizo muy mal.
 
A su juicio, una de las salidas al patriarcado sería “domesticar la política” y suele referirse a las sociedades indígenas. ¿Son un ejemplo de que es posible?
 
Todas las sociedades indígenas del presente tienen el impacto de la criollización, pero unas realmente están en un gran proceso. Muchas están en un proceso de reemergencia y otras están en un proceso de lo que Aníbal Quijano -que es mi autor de cabecera- llama el regreso del pasado. No se trata de volver al pasado, sino de que aquel pasado nos encuentre en el presente. Si miramos alrededor, de repente, están surgiendo una gran cantidad de liderazgos muy importantes que vienen de mundos tanto afrodescendientes -como Francia Márquez-, como de mundos indígenas -como Berta Cáceres y muchas en el Brasil en este momento-. Pero hay muchas y muy jóvenes que vienen de estructuras comunales, donde está la domesticidad que llamo de cuño femenino, estructurada de otra forma y con otras metas que la politicidad masculina. Son personajes importantísimos de la política, es decir, de aquello que impacta la vida colectiva. Mujeres que van a impactar la vida colectiva, pero viniendo de otra forma de politicidad, de mundos comunales, donde lo doméstico no es ni privado ni íntimo.
 
¿Cómo ve el futuro?
 
Yo soy una persona, en fin, bastante optimista. Es un momento difícil, muy doloroso. Pero no te olvides que el poder no sólo se desintegra y perece por los ataques que sufre desde afuera, en realidad se agusana desde adentro. Como dicen los ingleses: “Either it breaks or it makes you”. Lo que no te destruye, te construye, y es así.
 
Hay gran cantidad de videos sobre el genocidio en Palestina. ¿Por qué esa desmesurada exposición no hace más sensible al mundo?
 
La peculiaridad de Gaza es el espectáculo, la exhibición de crueldad y de impunidad. Eso me lleva a encontrarme con Ciudad Juárez. Al platicar con mujeres que hablaban de ese tema, les dije que no existía un problema de impunidad sino un espectáculo de impunidad para demostrar que el territorio tiene dueños no oficiales, los cuales no son gobernantes ni alcaldes. Me refiero a dueños ocultos, de una dueñidad innombrable.
 
¿Qué pasa con nosotros como testigos de ese espectáculo?
 
No sólo somos testigos, sino también víctimas, pues se nos señala que dicha capacidad de victimización también podría caer sobre nosotros. Es una amenaza al mundo y, en específico, a quienes no son convenientes para los intereses de los ya referidos dueños del planeta.
 
Usted afirma que en Gaza se derrumbó la ficción jurídica del Estado de derecho. Si colapsa ese bastión de la modernidad, ¿qué frenará entonces los próximos genocidios?
 
Ese es el problema. El derecho siempre tuvo un valor esencialmente discursivo: señalaba qué se puede hacer y qué no se puede, aquello que está bien y lo que está mal. Las personas consideraban ese discurso como aceptable, lógico y racional: así se volvía vigente. El derecho existió siempre como una pedagogía discursiva, así como deben ser pedagógicos el papel de un juez o de un tribunal, pero ha caído lo poco de eso que aún era vigente.
 
Usted reivindica el enojo ante los desastres actuales. ¿Esa emoción es fecunda?
 
No sé, pero en mí es inevitable. Pienso en conversación: el desafío, el límite y la pregunta me hacen pensar más y mejor. Hago una diferencia entre inocencia e ingenuidad. Hay quien no toma conocimiento de lo que ocurre cuando no le resulta conveniente; en cambio, la persona inocente no percibe ciertos proyectos ni amenazas, pero se enoja cuando los reconoce. Y se enoja, aunque no le convenga y aunque coloque en riesgo su vida. El ingenuo, no. La ingenuidad es conveniente. Me considero inocente; pero conozco a mucha gente ingenua. Y los detesto.
 
En sus intervenciones evita hablar de “izquierda” y “derecha” y prefiere otra clasificación. ¿Por qué?
 
Porque esas categorías se volvieron insuficientes. Prefiero hablar del campo crítico como opuesto al frente que promueve la acumulación-concentración. Todas las revoluciones fracasaron en algo crucial: consideraron los abusos contra las mujeres como un “crimen menor”. Y no lo es. El crimen contra las mujeres es político, no moral ni íntimo. Mientras no entendamos eso, ninguna revolución llegará a destino.
 
Estamos en un contexto nacional de negación y deslegitimación de los derechos de las mujeres. ¿Por qué cree que desde el poder se centran en esto?
 
Porque cuando las reivindicaciones de las mujeres lleguen a destino demostrarán que es posible cambiar la historia. Si se rompe esa primera jerarquía en la que la voz del varón vale más que la de la mujer, tiembla todo el edificio de poder y quedará demostrado que el mundo entero puede cambiar de rumbo.
 
¿Cómo analiza la política mundial y la sociedad en este momento histórico?
 
Estamos en una era de profunda infelicidad, donde se codicia la felicidad ajena y colapsan los valores que conocíamos. Lo que pasa en Gaza muestra el fin de la ficción jurídica. Genocidios hubo muchos a lo largo de la historia, como la conquista, el holocausto, pero el de Palestina es único, porque el genocidio se exhibe como tal. En el holocausto hay registro del asombro y espanto de las fuerzas aliadas al entrar a los campos de concentración, sus caras de horror y sorpresa porque ahí se enteraban de lo que había sucedido. Con Gaza el genocidio está expuesto y el poder de muerte se exhibe como ley. Lo mismo opera en la violencia de género: hay una exhibición de ese poder. Entonces no hay ley eficaz sin un cambio profundo de la sociedad.
 
Dice que la ley por sí sola no basta. ¿Cuál es el rol de la Justicia?
 
La ley no llega a destino si cada persona no se convierte en juez en su vida cotidiana y si los jueces no entienden su función pedagógica. Necesitamos que la Justicia enseñe, no sólo castigue.
 
También es crítica del punitivismo como única respuesta. ¿Qué hace falta para transformar?
 
Creo que tiene que haber una conciencia de género y quienes llegan al poder no deben ser “secuestradas” por la lógica patriarcal de los cargos. Los cargos tienen género y raza. Cuando una mujer llega a un cargo tiene dos opciones: o modifica el cargo desde una conciencia de género y genera un cambio, o queda “secuestrada” por el cargo y se vuelve “blanca y masculina”. No alcanza con la presencia: hay que cambiar la forma de gestionar la vida. Por eso hablo de una politicidad en clave femenina, que viene de la historia misma de las mujeres y sus prácticas de gestión y decisión.
 
¿Cuál cree que es hoy el desafío mayor del feminismo?
 
Pensar el poder. El género y la racialización son las estructuras con las que el poder se apoya para dominar. Es una torsión histórica: desarmar la “argamasa jerárquica” que no vemos, ese pegamento que mantiene el edificio de las jerarquías. Sin conciencia, no hay giro de rumbo.

18 de diciembre de 2025

Eva Giberti: "Los adolescentes están siendo informados, educados y dirigidos por los medios"

El pasado 14 de diciembre falleció Eva Giberti (1929-2025), la reconocida psicóloga y psicoanalista especializada en estudios de género y la defensa de los derechos de mujeres, niños y adolescentes. Fue profesora universitaria graduada en la Universidad de Buenos Aires. Creadora en 1957 de la Escuela para Padres -una institución internacional asesora de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), desarrolló a lo largo de su vida profesional innumerables actividades institucionales y universitarias. Entre ellas, fue jefa del Servicio Social de la Dirección Nacional de Maternidad e Infancia del Ministerio de Salud Pública; profesora adjunta de Niñez y Adolescencia de la Cátedra de Psicología Evolutiva de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Buenos Aires; docente invitada de la Facultad de Medicina dictando cursos para alumnos de Pediatría y seminarios para residentes sobre desarrollo psicosexual de la niñez; consultora para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) de Argentina; asesora de la Dirección Nacional de Registro único de Aspirantes a Guarda con fines adoptivos del Ministerio de Justicia de la Nación y creadora de la Oficina de Rescate y Acompañamiento a las Víctimas de Trata. En 2006 fue nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad Nacional de Rosario, y otro tanto ocurrió en 2010 por la Universidad Autónoma de Entre Ríos.
 

Fue autora de numerosos ensayos sobre su disciplina, entre los que se destacan “Adolescencia y educación sexual”, “Adopción y silencios”, “Madres excluidas”, “Filiación e identidad”, “La mujer y la violencia invisible”, “La familia a pesar de todo”, “Hijos del rock”, “El divorcio y la familia” y “El complejo de Edipo en la literatura”. Lo que sigue es una compilación de las entrevistas publicadas en el nº 162 de la revista “La Maga” del 22 de febrero de 1995 a cargo de Liliana Cheren, y en el diario “La Nación” el 4 de junio de 2020 a cargo de María Ayuso.
 
¿Los jóvenes coquetean con la muerte?
 
La experiencia enseña que, en general, los jóvenes fantasean con la muerte, pero la muerte como dato, como hecho en sí, no forma parte de su paisaje mental ni lo piensan como algo que les puede suceder. Los chicos no coquetean con la muerte porque no está prevista en el imaginario de los jóvenes, no es una invitada en su mundo; es una colada, una infiltrada.
 
Entonces, ¿son inducidos a jugar con el peligro y ellos, ingenuamente, se prestan al juego?
 
Nuestra sociedad está demostrando ser en extremo filicida. El filicidio es una práctica argentina: es mandar a los chicos a Malvinas y es gestar una sociedad absolutamente incapaz, de preservar la vida de sus jóvenes y de ayudarlos a pensar cómo sobrevivir. Pero hay responsabilidades que los chicos pueden asumir y no lo hacen...
 
De hecho, muchos no asumen la posibilidad de la muerte. El chico que estuvo en coma por tomar una cantidad casi fatal de vodka para ganar un torneo preguntó, apenas recobró la conciencia, si había ganado. Ni pensó en que pudo morir.
 
Ese es otro punto interesante: esta es una sociedad de la imagen y los adolescentes aprendieron que deben estar en el escenario de lo público, ser protagonistas, y para eso tienen que hacer algún tipo de mérito. Saben que el reconocimiento se obtiene apareciendo en los medios. Para lograrlo generaron una estética del hacer, hacer cualquier cosa pero hacer. Ven que los que triunfan son los que ganan; cualquiera sea el torneo, cualquiera sea la disputa. La heroicidad está dada por protagonizar estupideces o situaciones de riesgo carentes de grandeza, de trascendencia, como puede ser beber hasta quedar exhaustos.
 
O sea que el modelo que se vende es en gran parte culpable...
 
Por supuesto. Esta es una sociedad competitiva que promueve ganar. Y esto tiene que ver no sólo con los medios sino también con las políticas familiares triunfalistas. Los hijos deben competir en el mundo con proyectos triunfalistas a cualquier precio. Así, para ser aceptados los jóvenes quedan entrampados.
 
Las autoridades, ¿no son en parte responsables de que queden entrampados? Porque este no es el primer caso en que se los incita a beber sin importar los riesgos.
 
Sí, son responsables y vuelvo a mi afirmación de que esta sociedad es filicida. No hay autoridades con capacidad de decisión que puedan discernir entre represión y sensatez. No se puede autorizar la promoción simbólica del uso de drogas a través de equivalentes en jeringazos de bebidas alcohólicas ni propiciar, bajo el absurdo rótulo de competencia, la embriaguez como meta. Esto es inercia, ineptitud y falta de decisión política. Es ridículo que las autoridades exijan que los padres pongan límites cuando esa responsabilidad es netamente institucional. Yo tengo muy poca estima y escasísimo respeto por la calidad personal de los que temen tomar decisiones no represivas sino tutelares, y hacerse responsables por ellas.
 
¿Qué temen?
 
Temen que se hable mal de ellos, rehuyen la posibilidad de toda crítica porque no tienen argumentos válidos para replicar; también saben que muchos padres se opondrían a que se les prohiba algo a sus hijos y no se animan a responderles que sus nenes son ciudadanos. Es necesario instalar una discusión mayúscula entre la intervención legal estatal y las funciones familiares. Hay que discutir qué tejido hay que armar entre la responsabilidad de las autoridades respecto de los ciudadanos y los derechos de los padres respecto de la filiación, porque un hijo es un ciudadano que debe ser protegido y allí le corresponde al Estado ejercer su responsabilidad tutelar. La característica de la democracia es la posibilidad de crear poderes que permitan balancear lo que se le opone como destructivo sin tener la ilusión ni la intención de hacerlo desaparecer, o sería peligrosísimo. Hay que forjar una trama que limite a los que sólo buscan enriquecer su bolsa. Traigamos a los jóvenes a este bando de la construcción del poder creativo y no los dejemos quedar copados por lo peligroso y por la adhesión a los principios de quienes lucran a costa de ellos. La “piolada” de los chicos radica en apropiarse de la noche; son incitados a hacerlo y eso les da una sensación de autonomía. Se equivocan ellos y quienes filicidamente los autorizan. No se trata de plantear políticas represivas, pero sí ordenadoras. Los jóvenes quedan a merced de una modalidad tilinga de vivir la noche, que no es creativa, y que puede dañar el propio equilibrio psíquico y físico.
 
¿Cómo viven los adultos el copamiento de la noche por los adolescentes?
 
Los adultos se sorprenden porque parece que pensaban completar el esquema del mundo sin los jóvenes. Pero la cultura adolescente ha decidido mostrar claramente que el mundo se completa con su intervención. Los textos de los Redonditos de Ricota o de Charly García, a quienes los chicos adoran, tendrían que haber advertido que la familia y la educación iban por un lado y lo que los chicos tenían en la cabeza iba por otro. El rock, en sus textos, siempre advirtió sobre los reclamos de estas generaciones por la paz, contra la corrupción, por la búsqueda de amor. No los tomamos en serio. Pero los padres no son los únicos que educan a sus hijos, ni tampoco la escuela o la universidad. Los adolescentes están siendo informados, educados y dirigidos por los medios, así como también por las multinacionales y las transnacionales que -a través de los medios- les sugieren qué comer, qué beber, cómo vestirse...
 
¿Son los adultos responsables de estas conductas?
 
Los jóvenes comienzan a ser púberes mucho antes, pero no por razones de madurez sino de precocidad: los adultos no tienen tiempo para seguir los tiempos de infancia de los chicos y entonces los “crecen” -los “malcrecen”- mucho antes de que transcurra la etapa de disfrute de la niñez y de la adolescencia, como una necesidad de que se pongan rápido a la par, que no demanden cosas. A partir de allí aparecen mensajes como “tomen cerveza, compitan, sean modelos así se ganan unos mangos y ya son otros grandes más: ya no tenemos que ocuparnos de ustedes”. Esta actitud no es excluyente de los padres, sino que es compartida por todo el universo adulto.
 
¿Cómo reaccionan los jóvenes frente a la realidad que viven?
 
Por mi profesión yo los escucho mucho, los veo muy desencantados, pero buscando dónde encontrar el encanto. Saben que el encanto existe, lo que les cuesta es construirlo sin destruir otra cosa.
 
¿A qué denomina encanto?
 
El encantamiento es una forma de la fascinación inteligente porque uno no queda copado, subsumido o entrampado. Es una vivencia en la que -a diferencia del enamoramiento que te puede volver tonto- uno no pierde su lucidez. Los jóvenes se encantan en un recital, son capaces de encantarse en un vínculo amoroso, que no es el enamoramiento ni la excitación sexual, o sea que pueden llegar a encantarse si se bancan amar, que es una dimensión compleja porque debe ser generosa. Se encantan si forman una banda de música, si practican alguna actividad artística, si tienen un trabajo productivo que dé cabida a su creatividad. El encanto existe, está, sólo deben tener la posibilidad de llegar a él, armarlo, construirlo, generarlo.
 
Desde hace mucho tiempo usted señala al Poder Judicial, salvo lo que considera “honrosas excepciones”, como una de las estructuras más machistas que subsisten en nuestra sociedad. ¿Por qué es tan difícil modificarlo?

Es una estructura patriarcal, verticalista, machista, segregacionista y prejuiciosa. Tiene todas las idiosincrasias habidas y por haber que marcan a quienes tienen en sus manos la administración de la Justicia como personas peligrosas. Cuando caen en su órbita mujeres que son víctimas de delitos sexuales, corren serios peligros, porque son personas en las que se pueden mezclar el sadismo, el odio hacia la mujer y sus propios problemas personales en una especie de caduceo donde distintas perversiones los lleven a tener conclusiones que son a su vez perversas.

En los últimos años, ¿considera que hubo cambios? ¿Es optimista con respecto a que esas estructuras puedan transformarse?

Ha habido cambios en la Justicia con gente joven, fiscales, jueces y juezas que desde la perspectiva de género introdujeron nuevas miradas para la lectura de los delitos de integridad sexual. Soy optimista porque soy psicoterapeuta y tengo que serlo, porque creo en las posibilidades de reparación de la víctima y modificación de las conductas violentas. Pero al mismo tiempo tengo muy claro que a la gente perversa no se la puede modificar y goza haciendo perversidades, diciéndolas y comprometiéndose con ellas, porque forman parte de su vida. Todas esas perversidades han sido inoculadas a lo largo de los años en al cabeza de quienes administran Justicia. Lo doloroso es pensar en las víctimas y lo esperanzador en la lucha permanente que llevamos las mujeres adelante y en la que las jóvenes están tomando el partido con mucha energía y ganas. Hemos aprendido a denunciar, a no callarnos la boca y a empoderarnos.

Más allá de los avances, aún escasea la toma de conciencia en muchos sectores acerca del impacto y alcance del abuso sexual.

Nos falta más conciencia y más denuncia. Debemos recordar que, en la inmensa mayoría de los casos, en un 85% los abusos sexuales ocurren dentro de la familia y en general es el padre el abusador. Muchas veces, hay silencios cómplices de la familia que no quiere denunciar, por ejemplo, al padre o al abuelo. En el Programa Las víctimas contra las violencias, nos especializamos en abuso sexual porque tenemos infinidad de denuncias. Necesitamos tomar más conciencia y que los medios de comunicación nos llamen y se comprometan en difundir esta realidad. Tenemos que llevar este tema a las universidades, a todas las facultades, no solo de humanidades sino también, por ejemplo, de agronomía, porque el abuso sexual atraviesa universal y tangencialmente todas las formas de convivencia.

¿Cómo se explican esos silencios cómplices en muchas familias antes casos de abuso sexual?

Todavía los padres y las madres se sorprenden cuando aparece una situación de abuso intrafamiliar. Les cuesta darse cuenta que esto que es horroroso, es sin embargo posible. Admitir que el varón con el que se convive es el responsable del abuso es una de las situaciones más amargas y complejas, que determinan que haya una zona de silencio y distracción, y que se pasen por alto síntomas que sin embargo están advirtiendo que algo raro le pasa al chico o la chica.

Usted ha señalado en varias oportunidades prácticas aberrantes en la Justicia como el intento de revincular a los niños, niñas y adolescentes que sufren abuso sexual con sus agresores. ¿Cómo es posible que esas prácticas continúen?

Muchos jueces no quieren entender que la familia no es la institución sacrosanta que nos quieren hacer comprar, sino que es un lugar peligroso para muchos niños y niñas. He visto de forma patética intentos por revincular a chicos y chicas con sus agresores. Desde que yo tenía treinta años, cuando trabajaba en el Hospital de Niños (hoy Pedro Elizalde), nos peleábamos con los fiscales por estos temas. Recuerdo una época cuando se intentaba hacer estas revinculaciones en el Jardín Japonés y los chicos salían corriendo gritando: “no quiero estar con él”, “no quiero verlo”, mientras una asistente social intentaba sujetarlos.

Y aún persiste…

Así es. Es un padecimiento y una revictimización que aún hoy persiste. Y atrás está la idea de que la familia no se puede deshacer, que la madre le mete ideas al chico o la chica en la cabeza, cuando ningún niño o niña es un títere que va a repetir lo que dice la madre y basta mirar los dibujos que hacen o escuchar sus declaraciones para darse cuenta que no inventan. Los jueces tienen una cabeza atravesada por los prejuicios acerca de lo que es la vida sexual en la familia y no quieren aceptar que puede estar absolutamente corrompida y los chicos absolutamente dañados. El intento de revincular a los niños y niñas con sus victimarios es para que la familia siga entera: les interesa más que se mantenga de modo artificial que exponer a un padre violador, que no es un padre, es un monstruo.

No sólo se pone infinidad de veces en duda el testimonio de los chicos y las chicas, sino también de las mujeres. Eso hace que, muchas veces, elijan no denunciar o den marcha atrás, para no continuar siendo revictimizadas. ¿Por qué ocurre esto?
 
Si leemos la historia de la violación, que viene desde tiempos inmemoriales, siempre se acusó a la mujer de mentir cuando se señalaba al varón. Esto fue así en la sociedad arcaica primero; industrial, después y de consumo, ahora. Siempre los varones fueron los que llevaron la delantera y no quieren ser acusados por las mujeres. Los varones con poder, que son los jueces, ponen en marcha la denigración de la mujer diciendo que miente y exagera. Hay una tendencia a denigrar la vida intelectual de la mujer. Esto es algo que tenemos que ir deshaciendo y desarticulando poco a poco, mostrando que somos capaces de defendernos, pero, sobre todo, de acusar con verdades. Las mujeres deben ir siempre acompañadas de un buen abogado o abogada que esté dispuesto a pelear, a no retroceder, a sostener la denuncias, buscando el acompañamiento en organizaciones de mujeres. Hay que denunciar y dejar de lado el miedo.

14 de diciembre de 2025

Los jóvenes de hoy y el futuro del país

Hace medio siglo atrás, allá por 1976, el director cinematográfico italiano Franco Zeffirelli (1923-2019), quien dirigió grandes películas como “Romeo e Giulietta” (Romeo y Julieta) y “Fratello sole, sorella luna” (Hermano sol, hermana luna), declaraba compungido: “El mundo entero está en crisis. No hablo de la crisis económica sino de una enfermedad de las ideas, de una crisis de identificación con la cultura. Estamos a punto de perder la visión humana de la vida”. Años más tarde, en 1994, el filósofo argentino nacionalizado canadiense Mario Bunge (1919-2020), autor entre otros ensayos de “The sociology-philosophy connection” (La relación entre la sociología y la filosofía) y “Finding philosophy in social science” (Buscar la filosofía en las ciencias sociales), decía atribulado que “de las tres ciencias sociales centrales -la sociología, la politología y la economía- esta última es la más contaminada, como lo ha sido siempre, por intereses creados”. Y, por otro lado, aseveraba que “nuestros gobernantes no tienen la menor idea del valor de la ciencia para la cultura”.
Un par de años después, el escritor alemán Günter Grass (1927-2015), autor de reconocidas novelas como “Die blechtrommel” (El tambor de hojalata) y “Unkenrufe” (Malos presagios), manifestaba afligido en una entrevista: “Me doy cuenta de que, a veces, la risa se me queda atravesada y no logra salir. Lo que ocurre actualmente en el mundo es totalmente ridículo. Pero sus consecuencias son tan terribles que me preocupa seriamente lo que dejaremos a nuestros hijos y nietos cuando nuestra generación ya no esté. Les dejamos un desastre, desde el punto de vista económico, ecológico y social. Y eso a pesar de todos los esfuerzos realizados, de tantas esperanzas y anhelos. Este balance, sinceramente, no da pie para reírse de nada”.
¿Ellos eran videntes, precognitivos, adivinos? ¿O simplemente eran personas cultas e instruidas? Porque no hace falta ser un intelectual erudito para advertir cuánta razón tenía el filósofo alemán Georg W.F. Hegel (1770-1831) cuando en las conferencias que dio en la Universität zu Berlin (Universidad de Berlín) en los años ’20 del siglo XIX -las que fueron reunidas y publicadas en “Vorlesungen über die philosophie der weltgeschichte” (Conferencias sobre la filosofía de la historia universal) seis años después de su fallecimiento- aseguraba que los grandes hechos y personajes históricos aparecían dos veces, que la historia tendía a repetirse. Quince años después, el filósofo, economista y sociólogo alemán Karl Marx (1818-1883), complementó esta idea en “Der achtzehnte brumaire des Louis Napoleon” (El 18 de brumario de Luis Bonaparte) añadiendo que, efectivamente, la historia se repetía y lo hacía una vez como tragedia y la otra como farsa. “Los hombres hacen su propia historia -escribió-, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
Viendo lo que ocurre actualmente en buena parte del mundo en general y en la Argentina en particular, parece evidente que se está viviendo una coyuntura a la cual se le pueden aplicar en simultáneo las dos adjetivaciones: la situación no sólo es trágica sino también farsesca. Al cumplirse dos años de gestión del gobierno libertario, el balance que puede hacerse exhibe una doble lectura. Mientras por un lado el gobierno celebra la desaceleración inflacionaria, la reducción del Estado y la supuesta caída de la pobreza, por otro lado, la indigencia continúa en niveles altos y la recomposición salarial sigue muy lejos de recuperar lo perdido en los últimos años. En la mayoría de los barrios, ya sean de la capital, del conurbano o de las ciudades del interior del país, el impacto del ajuste es visible a simple vista: comedores comunitarios desbordados, familias que no logran cubrir la canasta básica y trabajadores formales que cayeron en la pobreza pese a conservar sus empleos, lo cual ha generado un entramado social sumamente frágil.


El pasado 6 de diciembre, el periodista y psicólogo y argentino Ernesto Tenembaum (1963) publicó un artículo en el diario “Infobae” en el que expresó que “el programa económico de Milei ha sido atravesado desde el comienzo por dos preguntas. Una atañe a su sustentabilidad. ¿Es posible mantener la estabilidad con este esquema cambiario o con este ritmo de acumulación de reservas? La mayoría de los economistas sostuvieron que no. Y tuvieron razón, salvo por un detalle extraño al programa, que fue la intervención de Trump. La segunda pregunta refiere a sus costos en términos de entramado productivo y social: ¿no se trata de un esquema que tiene efectos durísimos sobre las familias, y por ende sobre la sociedad? ¿No repite pecados tantas veces repetidos de la historia argentina? Si se mira la combinación de caída del consumo con la avalancha de bienes importados, todo parece indicar que sí. Pero el presidente sostiene que es sólo un paso hacia una reconversión positiva. Un error de percepción en este caso se puede pagar muy caro, en todos los aspectos”.
Esta última afirmación lleva a preguntarse si existen sectores de la sociedad que perciben erróneamente la situación actual. La respuesta es: sí. Dejando de lado a los grandes empresarios ligados al establishment financiero que ostentan patrimonios que ascienden a miles de millones de dólares y que son beneficiados por las políticas de Estado aplicadas por el gobierno libertario -quienes obviamente lo apoyan-, lo llamativo es que el oficialismo mantenga una fuerte adhesión entre los votantes más jóvenes (sobre todo los varones). Ellos constituyen el único sector de la sociedad que aún registra más apoyo que rechazo al presidente de la Nación y que cree que está llevando al país por el rumbo correcto y que el esfuerzo que están realizando vale la pena.
Recientes estudios realizados por diversas consultoras describen una escena política juvenil muy compleja: ante el desencanto y las percepciones negativas que tienen los jóvenes sobre estructuras históricas del sistema democrático como los partidos políticos, los sindicatos y los medios de comunicación, ven con buenos ojos la “rebeldía” del presidente a quien califican como un líder “disruptivo” y “anti casta” que representa un cambio respecto al sistema político tradicional. ¿Será nomás que ese segmento de la sociedad no escribe la historia a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado? Parecería ser que sí.
Durante la juventud, naturalmente las experiencias vividas no son iguales en aquellos que nacieron en el seno de una familia acomodada a los que lo hicieron en las barriadas más pobres. Para los primeros, todo parece estar colmado de entusiasmos, de ilusiones, de excitaciones; mientras que para los segundos lo que predomina son las angustias, las soledades, las desdichas. Para los primeros, es un momento de la vida que se presenta como una gran oportunidad ya que su origen social es un factor decisivo para la obtención de mejores empleos y mayores ingresos. Para los segundos, en cambio, esa etapa no es más que un tiempo perdido y lo que les queda es sumergirse en alguna de las posibilidades que ofrece la sociedad y que, en el fondo, no son más que una condena al sufrimiento.
Hacia fines de 2023, buena parte de la juventud argentina -proviniese del sector social que fuese- se sentía profundamente indignada con los políticos por su desconexión con la realidad de su generación. Lo notable es que, en tiempos preelectorales creyeran que el presidente libertario sabría canalizar muy bien ese rechazo. Lo consideraron un “apasionado”, una figura disruptiva del sistema y encontraron en su “plan de acción” la esperanza de un cambio sustancial en el país. Esa juventud expresaba una derecha que estaba orgullosa de ser de derecha.  Se trata, en definitiva, de un inédito paradigma en el que la derecha se amplió geométricamente entre los jóvenes hasta asumirse revolucionaria, contestataria e irreverente.


Es notorio que el hartazgo predomina en muchos jóvenes argentinos cualquiera sea su nivel de instrucción. Decepcionados con la gestión de los distintos partidos políticos que gobernaron el país en los últimos años, vieron en el presidente a alguien que venía a confrontar con ese estado de las cosas, en particular en lo que respecta a cuestiones sociales o políticas. Vieron en el libertario a alguien que venía “a romper todo”. Después de dos años de gestión, es evidente que lo que ha roto es la industria nacional, la salud, la educación y las obras públicas, la ciencia, los organismos culturales, la seguridad social, el consumo masivo y el poder adquisitivo de las poblaciones más empobrecidas. Todo esto mientras, tanto él como sus funcionarios, siguen haciendo millonarios negocios relacionados con escandalosos casos de corrupción.
Allá por febrero de 1995, la recientemente fallecida psicóloga y profesora universitaria argentina Eva Giberti (1929-2025) decía en una entrevista publicada en la revista “La Maga”: “Esta es una sociedad de la imagen y los adolescentes aprendieron que deben estar en el escenario de lo público, ser protagonistas, y para eso tienen que hacer algún tipo de mérito. Saben que el reconocimiento se obtiene apareciendo en los medios. Para lograrlo generaron una estética del hacer, hacer cualquier cosa pero hacer. Ven que los que triunfan son los que ganan; cualquiera sea el torneo, cualquiera sea la disputa. La heroicidad está dada por protagonizar estupideces o situaciones de riesgo carentes de grandeza, de trascendencia. Esta es una sociedad competitiva que promueve ganar. Y esto tiene que ver no sólo con los medios sino también con las políticas familiares triunfalistas. Los hijos deben competir en el mundo con proyectos triunfalistas a cualquier precio. Así, para ser aceptados los jóvenes quedan entrampados. Los adolescentes están siendo informados, educados y dirigidos por los medios, así como también por las multinacionales y las transnacionales que -a través de los medios- les sugieren qué comer, qué beber, cómo vestirse”.
Y unos años después, en otra entrevista aparecida en noviembre de 2010 en el diario “Página/12”, quien fuera una figura central de la defensa de los derechos humanos y los estudios de género focalizando su trabajo en las violencias contra las mujeres, niños, niñas y adolescentes, y autora de ensayos como “Políticas y niñez” y “Mujeres y violencias” afirmaba -¿premonitoriamente?- que “como sabemos, los jóvenes actuales son un desastre: drogadictos (no todos, pero muchos), violentos (odiando y faltando el respeto), indiferentes ante los problemas serios de la vida (sólo se ocupan de esa cosa que llaman rap), cometiendo delitos (todos los días hay ejemplo de delincuencia juvenil), y podríamos enumerar varias otras características semejantes. Acerca de esta grave situación sólo podemos esperar que suceda lo inevitable, que crezcan y sean adultos y adultas como nosotros. Pero, ¿qué clase de adultos resultarán con esos antecedentes? No hay garantías para el futuro del país”.
Desde que asumió La Libertad Avanza se perdieron más de doscientos cincuenta mil puestos de trabajo registrados y cerraron casi treinta empresas por día. Los sectores más golpeados fueron la administración pública, la construcción, el transporte y la industria. Las importaciones de alimentos y productos de consumo masivo de la canasta básica afectan enormemente al sector de las pequeñas y medianas empresas. Ha crecido enormemente el trabajo informal sobre todo en los jóvenes. Este grupo se ha convertido en el más afectado por la precarización, superando incluso al nivel general. Sin embargo, ante esta realidad, según algunas encuestas seis de cada diez jóvenes de dieciocho a treinta años siguen apoyando al gobierno. Esto entre los varones. En cambio, entre las mujeres jóvenes, ese porcentaje cae a cuatro de cada diez.
La Doctora en Ciencias Políticas Ariadna Gallo (1975) en un artículo publicado recientemente en el diario digital “Diagonales” afirmó: “Milei se construyó como personaje antes que como dirigente: un panelista, forjado en los sets televisivos, donde el grito, la provocación y la exageración funcionaban como recursos propios de un show mediático. Pero lo que en televisión parecía comedia, en el Estado se transformó en tragedia. Efectivamente, el gobierno libertario actúa con un guion explícito, una escenografía de crueldad y una narrativa de batalla cultural que convierte el ajuste en espectáculo. Pero toda obra necesita algo más que un elenco: requiere un público. A dos años del inicio del experimento libertario, vale la pena preguntarse no sólo por la responsabilidad de quienes ejecutan el programa, sino también por la de aquellos que vitorean, aplauden, justifican o aceptan pasivamente desde la platea -o desde la tertulia- las consecuencias de un modelo anunciado y cumplido”.


Y agregó más adelante: “Una pregunta central de esta etapa ha sido cómo se podía sostener políticamente lo que, en términos materiales, se volvía cada vez más difícil de defender. La respuesta no está sólo en la economía, sino en el plano simbólico. La llamada ‘batalla cultural’ funcionó como el complemento indispensable del ajuste: a medida que los efectos del modelo se hicieron visibles -caída del consumo, deterioro social, conflicto- el oficialismo reforzó el embate hacia los enemigos previamente definidos e identificados. Esa narrativa se organizó a través de un ecosistema de operadores mediáticos, ‘trolls’ organizados y plataformas digitales que reprodujeron, simplificaron y radicalizaron el mensaje. Panelistas que banalizan la represión, cuentas anónimas que hostigan y deshumanizan, algoritmos que premian la provocación y el odio: la crueldad se volvió rentable en términos de visibilidad. Así, el ajuste material fue acompañado por un ajuste simbólico que naturaliza el daño y convierte a las víctimas en sospechosos”.
Si se tiene en cuenta que siete de cada diez argentinos utilizan redes sociales y que los jóvenes son los que más tiempo pasan en ellas, es inevitable relacionar esta usanza con la influencia que ejerció el presidente anarco-capitalista, ya que fueron precisamente estas plataformas digitales las que utilizó para darse a conocer ante la opinión pública. Y no sólo eso, también utiliza un equipo digital compuesto mayoritariamente por hombres jóvenes de veinte a treinta años, que emite decenas de tuits diarios destilando odio y violentas provocaciones. Y como si fuera poco, un informe de la consultora “Ad Hoc” reveló que Milei es el usuario no troll que más insultos y agresiones realizó en las redes en los últimos dos años.
Las necedades, las mentiras, las falsedades, las incoherencias son sustantivos que sobresalen en las alocuciones del presidente y, lamentablemente, son aceptados inconscientemente por buena parte de la juventud. El discurso libertario sedujo a buena parte del electorado joven con promesas de meritocracia, eficiencia y fin de los privilegios. Pero tras dos años de gobierno, los números hablan por sí solos: la desocupación en menores de treinta años se disparó y siete de cada diez trabajadores jóvenes trabajan en condiciones informales sin aportes jubilatorios, sin cobertura de salud, sin protección frente al despido, sin aguinaldo y sin vacaciones pagas. Los jóvenes registran niveles de informalidad laboral sensiblemente más altos que el resto de los grupos etarios.
En su novela “Ensaio sobre a cegueira” (Ensayo sobre la ceguera), el escritor portugués José Saramago (1922-2010) hizo una aguda reflexión sobre la naturaleza humana frente a las adversidades. Mediante el uso metafórico de la ceguera, analizó la fragilidad de la existencia y cuestionó las convicciones arraigadas. El propio autor la definió tiempo después como una “novela que plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y desencajada”, adjetivos que bien podrían aplicarse a la Argentina de hoy. En un ámbito en el que no existen partidos políticos que ejerzan una oposición coherente y racional con propuestas verosímiles y asequibles, lo que ha promovido un electorado adulto desencantado y harto de las peleas internas entre los dirigentes de esos partidos, es inevitable recaer en el pronóstico de la citada psicóloga Eva Giberti: no hay garantías para el futuro del país.

9 de diciembre de 2025

García Márquez y su relación con el cine (2/2)

En 1983, durante la filmación de “Eréndira” basada en su cuento “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada” -el que, según el propio García Márquez, fue escrito originalmente para el cine-, el colombiano escribió para la revista mexicana “Plural” una serie de breves artículos en los que indagó sobre la relación entre cine y literatura. A continuación, algunos de ellos:

LA IDEOLOGIA EN RELACION A LA CREACION ARTISTICA
Yo tendría que empezar por una definición que no sé si es demasiado personal para poder explicar lo que quiero decir. Creo que la ideología no es más que la concepción que el creador tiene del mundo. Entonces es inevitable que la ideología condicione e influya en la creación artística. Lo que sucede es que hay escritores y directores de cine y artistas en general, que no confían mucho en su vehículo de expresión y entonces tratan a cada paso de ser demasiado explícitos en cuanto a cuál es su ideología, y crean episodios y capítulos completos destinados a que no quepa ninguna duda de cuál es su ideología y descuidan el problema principal como es el de la creación, el de la expresión del mundo personal. Esto, lamentablemente, donde más ha ocurrido es en lo que se llama "él arte comprometido", que termina por crear cátedras ideológicas antes que verdaderas obras artísticas. En mi caso personal, yo me preocupo, porque yo tengo mi concepción del mundo, yo veo el mundo y trato de contar el mundo que veo y cómo lo veo. Y creo que ahí va implícita, y no sólo va implícita, sino que todo eso está sustentado por la ideología. Y que no se equivoquen los que traten de disfrazar su ideología en la creación literaria o artística en general, porque de todas maneras la ideología se ve, la ideología sale y el fascista, por ejemplo, que trata de decir que no lo es en la creación, por algún lado le sale, de todas maneras, se le ven las orejas. De manera que yo no me preocupo mucho porque se vea de una manera demasiado concreta mi ideología en lo que estoy escribiendo. Yo trato de ser sincero con lo que estoy contando, trato de ser fiel, coherente con mi mundo y estoy tranquilo porque ahí va implícita mi ideología.
 
LA IMAGEN INICIAL

Casi siempre, el origen de mis historias es una imagen: una imagen cuyo final casi nunca tiene que ver con el resultado último. Pero, curiosamente, en “Eréndira” la imagen original está prácticamente intacta en toda la historia. Eso ocurrió hace muchos años. Yo estudiaba bachillerato; tendría unos catorce o quince años, y encontré en un pueblo un burdel ambulante. Es decir, una señora, una proxeneta, que había logrado ligar las fiestas patronales de todos los pueblos de una región, y entonces iba de uno a otro llevando un burdel, un grupo de mujeres, que a veces se instalaban en una carpa como de circo, con compartimientos internos y a veces simplemente alquilaban una casa muy grande. En este caso era una carpa. Yo noté en una ocasión que había una cola mucho más grande que las otras y pregunté qué pasaba. Entonces me explicaron que era una muchachita de no más de once o doce años, que había sido prostituida por un tendero a cambio de una bolsa de caramelos o algo así y que esta mujer la había enrolado y tenía un gran éxito... Era realmente la vedette de ese burdel ambulante. Me impresionó muchísimo esta visión. Con el tiempo la proxeneta se transformó en abuela, y lo curioso de esta historia es que no pensé jamás que la escribiría como novela, porque desde el primer momento la vi como una historia visual. Desde el primer momento pensé que era una historia exclusivamente para el cine y por consiguiente yo no debía tratar de darle una transposición literaria. Y por eso empecé a trabajarla como guion, y fue primero guion antes que novela o cuento. Si te pones a pensar, la gestación de esto debió durar unos veinte años, más doce que pasaron entre el primer tratamiento para el cine y la realización de la película, pues... es una historia antigua.
 
LA ADAPTACIÓN LITERARIA

“Eréndira” se transformó en novela porque siempre es más fácil escribir una novela que filmar una película: pasaron unos cuatro años desde que el guion estuvo terminado y la producción no se armaba. Hubo un momento en que casi me desesperé. Era una lástima que esta historia, simplemente porque yo me empeñaba en que fuera cinematográfica y no literaria, pues no se fuera a conocer. Entonces me senté y la escribí, pero en realidad lo que hice no fue tratarla literariamente, sino que hice una adaptación literaria del guion. Es decir, casi todo el proceso contrario al de adaptar una novela al cine, pues era adaptar un guion a la literatura. Si yo tuviera que reescribir esta historia, realmente como una concepción literaria, me pregunto si no sería completamente distinta; pero sí, bastante distinta. Es que en el cuento casi casi se ven los emplazamientos de cámara, el montaje, todos los elementos cinematográficos que yo había tenido en cuenta para el guion y que no me tomé el trabajo de borrar o eliminar en la literatura. Yo te diría más bien que se trata de una “literaturalización” del guion y no de un desarrollo literario de la misma historia. Esa es una diferencia que para mí resulta muy neta, la de cine y literatura, y el ejemplo de “Eréndira” es muy bueno. Hay un ejemplo, anterior, guardadas todas las proporciones, que es el de “El tercer hombre”, de Graham Greene. El mismo en el prólogo, cuenta cómo fue primero, cómo lo trabajó con el director (Orson Welles) y cómo después decidió hacerlo cuento. Cuando uno ve la película y lee el libro se da cuenta de la gran diferencia que hay entre cine y literatura y cómo sí hay algunos canales de comunicación, pero que son dos géneros totalmente distintos.
 
AUTONOMIA DEL CINE
Ya lo he dicho en otras ocasiones y vuelvo a reafirmarlo: que el cine no será un arte autónomo, mientras no logre liberarse de la literatura y esta dependencia actualmente es muy grande. Es decir, esto de no poder hacer una película mientras no haya una base literaria terminada es bastante grave para la autonomía del cine. Y esto es mucho más grave, por supuesto, en los Estados Unidos, donde el director o la mayoría de los directores no tienen ni siquiera participación en la elaboración del guion, sino que éste es escrito entre un escritor y los delegados de producción, y el director termina simplemente por ser el realizador de una norma escrita, de la cual le es casi imposible desviarse. En Europa y particularmente en el cine primario latinoamericano, dado que los sistemas de producción no son tan rígidos, tan “profesionales” como los de Hollywood, el director goza de un gran margen de independencia. Pero, de todas maneras, mi idea es que mientras el director no esté en condiciones de hacer su película, es decir, concebirla y realizarla guiado por unas notas y crearla realmente durante la filmación, el cine será un arte dependiente de la literatura y yo creo que eso está mal.
 
NO CONFUNDIR LOS GENEROS

Ni el cine, ni la literatura ni el teatro están ligados entre sí, porque son tres géneros completamente diferentes; y hay que distinguirlos. Esta confusión es precisamente lo que se presta a que cada vez que aparece una novela que parece muy buena, los productores le caen encima para hacerla en cine. Es como si nosotros, novelistas, cada vez que vemos una película que es muy buena, tratemos de adquirir los derechos para hacer la novela. Y esto es algo que se hace en Hollywood. Contratan una historia y a su vez contratan la posible novela que se puede hacer de esa historia. Tengo un ejemplo: yo vendí la opción de una historia original para el cine a un productor de Hollywood y él quería incluir dentro del contrato el derecho de hacer luego una novela a partir de la película y que no fuera escrita por mí, sino por un especialista en novelas extraídas del cine. Y esto para mí es un caso más de corrupción, de corrupción artística. Yo estoy en contra de este sistema. En contra de que cuanta novela sale buena hay que hacerla en cine. Yo no sé si me equivoco, pero no recuerdo una buena película de una buena novela, y en cambio sí recuerdo muy buenas películas hechas de malas novelas. En el caso concreto de mis libros, me he resistido siempre a que se filmen, porque tengo una noción muy clara de las diferencias entre cine y literatura. Con “Cien años de soledad”, por ejemplo... yo prefiero que los lectores sigan imaginándose a los personajes como se los imaginan: como sus tíos, sus abuelos o como alguien que conocieron e idealizaron y al mismo tiempo crearon una imagen de mis personajes. Yo creo que el relato pierde mucho en el momento en que se muestra en la pantalla y que la imagen, que es mucho más impositiva que la letra escrita, al imponerse al espectador, le dice: no, cuidado, el personaje no era como tú lo imaginabas, sino que es así, y tiene la cara de este actor. A mí me parece que esto destruye por completo el valor literario de la novela. Yo tengo la vocación de contador de cosas. Esa es mi vocación real. Entonces, yo cuento lo mismo en cine, que en periodismo o que en novela, pero cada vez en cada uno de los géneros. No hago confusiones. Por lo tanto, lo que les digo a todos mis amigos directores de cine, cuando me piden que hagamos un libro mío en cine, es no, esos libros son literatura y ahí están; ahora, si quieren que hagamos cine, yo tengo historias que creo que son más aptas para el cine y podemos trabajarlas directamente para el cine. Pero, de todas maneras, si un director necesita de mi historia literaria para hacer su película, no hace más que continuar con la servidumbre del cine a la literatura, contra lo cual creo que hay que luchar porque va en desventaja del cine.
 
LOS REALISMOS

Una escritora norteamericana acaba de publicar un libro sobre su visita a El Salvador y empieza diciendo que, al llegar a ese país, ella, que pensaba que García Márquez era un realista mágico, se dio cuenta de que en realidad era un realista social. Y coincide exactamente con lo que me canso de decir. Que lo que parece mágico no es más que las peculiaridades de la realidad latinoamericana. A cada paso, nos encontramos con cosas que a los lectores de otras culturas parecen fantásticas y que para nosotros son la realidad de todos los días. Pero yo creo que se trata no sólo de nuestra realidad sino también de nuestra mentalidad, de nuestra propia cultura. Nosotros estamos dispuestos a creer en la existencia de una realidad que va mucho más lejos de donde la han limitado los racionalistas. Los racionalistas llegan a un punto en que se dan cuenta de que está sucediendo algo, incluso lo ven, saben que existe, y sin embargo lo niegan, porque no cabe dentro de sus normas, porque rompe sus fronteras y entonces dicen que es algo misterioso y que necesita una explicación científica, porque su método de interpretación es mucho más limitado que el nuestro. Nosotros, que hemos recibido influencias de todas partes y que estamos hechos, como se dice, con desperdicios del mundo entero, somos mucho más amplios y nuestra capacidad de captación es mucho más ensanchada, de tal suerte que entendemos por realidad, realidades reales; cosas que a otros parecen fantásticas y que tratando de explicarlas le han encontrado el calificativo de realismo fantástico o de realismo mágico. Para mí es simplemente realismo. Yo, personalmente, creo que soy un realista social. Yo no soy capaz de imaginar nada, no soy capaz de inventar nada. Yo me limito a lo que veo y lo cuento.
 
POR QUE ES VERDE LA SANGRE
Después de lo que acabo de decir, no me queda más remedio que reafirmarlo: la sangre verde de la abuela es verde... porque era verde. Al morir la abuela descubrimos que su sangre no era roja, sino verde. Yo pensé que una mujer dentro de nuestra lógica cotidiana, dentro de la concepción que tenemos del mundo, una mujer que tiene tantas cosas diferentes como es esta abuela, no tiene nada de raro que tenga la sangre verde. Sólo que tenemos el valor de decirlo o escribirlo... esto siempre que tengamos la capacidad de hacerlo creer. Porque el gran problema de la creación es que tú puedes decir lo que quieras, siempre que seas capaz de hacerlo creer. Cuando tú dices que esta sangre es verde, es porque ya lo creíste. No me has dicho en ningún momento: “eso es un absurdo”, porque nadie tiene la sangre verde. Simplemente me preguntas por qué es verde, ya lo creíste... pues era verde. Y respecto del problema de la doble lectura, diré que he llegado a ella inconscientemente, tratando de hacer esta transposición poética de nuestra realidad. Y encuentro que en mis libros coexisten distintos niveles de lectura y creo que a eso se debe que los puedan leer tanto un taxista como un miembro de la Academia.
 
EL AMOR O LA MUERTE

Eréndira apela a cualquier recurso para lograr su liberación. Se vale de cualquier recurso para lograrlo, y eso no está muy disimulado en la novela. Se vale inclusive del amor para llegar a la liberación. Eréndira lo que busca es su liberación a toda costa. No es capaz de matar porque probablemente piensa que la muerte no sería tan liberadora como el amor, que puede ser mucho más fuerte como fuerza liberadora que la muerte misma. Entonces ella no se ensucia las manos.
 
LAS INFLUENCIAS
Uno aprende a escribir con los otros escritores. Yo siempre he dicho que uno aprende a escribir leyendo y escribiendo. Que nadie le enseña a uno sino los otros escritores. El mundo de Faulkner, su mundo geográfico y cultural, tiene mucho que ver con el mío, por lo menos con el que a mí me interesaba contar. A uno se le olvida que Faulkner es prácticamente un escritor del Golfo de México. Yo lo tengo como un escritor del Caribe. Y lo que él me dio es una estética. Para mí, la estética no es más que la voz con que se canta. El me enseñó con qué voz había que cantar ese mundo. A Faulkner le dieron el Premio Nobel precisamente en el momento en que yo estaba descifrándolo para que me enseñara a descifrar mi mundo. Es probable que su influencia se notara en mis primeras obras. Lo que es curioso es que ahora yo no podría leerlo, porque lo usé para lo que necesitaba en un comienzo y hoy sé que le sobran muchas cosas que ya no me interesan. Otro autor que me enseñó con qué voz había que cantar en el mundo del Caribe y que me ayudó mucho es Graham Greene, que no es un escritor nuestro, sino un escritor prestado. Un escritor que ha venido y nos ha visto muy bien y nos ha enseñado cómo descifrar el trópico, cómo descifrar el Caribe. En tanto que Rulfo... sí es un escritor de nuestro mundo. Ahora bien, con Rulfo hay que tener mucho cuidado. “Pedro Páramo” es un libro mucho más profundo y mucho más misterioso y muchísimo más de todo lo que hemos dicho hasta ahora. Rulfo es el único escritor que yo conozco que en “Pedro Páramo” da la impresión real e ineludible de que estuvo en la muerte y volvió para contárnoslo. Para mí esto es definitivo.

Tras todas estas elucubraciones, en agosto de 1987 escribió en “El Espectador”: “En mis tiempos libres no me queda más remedio que escribir novelas”.

8 de diciembre de 2025

García Márquez y su relación con el cine (1/2)

Gabriel García Márquez (1927-2014) estudió cine durante la década del '50 en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, junto con futuros prestigiosos directores de cine hispanoamericanos como el argentino Fernando Birri (1925-2017) y los cubanos Julio García Espinosa (1926-2016) y Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996). Muchos años después declararía que “desde aquellos tiempos hablábamos del cine que había que hacer en América Latina, y de cómo había que hacerlo, y nuestros pensamientos estaban inspirados en el neorrealismo italiano, que es el cine con menos recursos y el más humano que se ha hecho jamás. Pero sobre todo, ya desde entonces teníamos conciencia de que el cine de América Latina, si en realidad quería ser, sólo podía ser uno”.
Las películas del director italiano Vittorio de Sica (1901-1974) “Ladri di biciclette” (Ladrón de bicicletas) y “Miracolo a Milano” (Milagro en Milán), ambas emblemáticas del neorrealismo italiano, impactaron profundamente su visión del realismo y la fantasía, algo que ejercería una gran influencia en su estilo literario. Por esa época, anhelaba convertirse él mismo en director y durante un tiempo vivió su vocación como crítico cinematográfico en varios periódicos colombianos, entre ellos "El Espectador" de Bogotá, “El Heraldo” de Barranquilla y “El Universal” de Cartagena.
Su primera incursión en el ámbito del cine fue en 1955 como tercer asistente del realizador Alessandro Blasetti (1900-1987), en la comedia “Pecatto che sia una canaglia” (La ladrona, su padre y el taxista), para luego continuar en México, donde en 1964 escribió el guión de “El gallo de oro” de Roberto Gavaldón (1909-1986), y proporcionó el argumento a “En este pueblo no hay ladrones” de Alberto Isaac (1923-1998). Un año después compartió con Carlos Fuentes (1928-2012) el guión de “Tiempo de morir” de Arturo Ripstein (1943), para quien volvería a ser guionista en “Juego peligroso” de 1966. Luego siguió con “Patsy mi amor” de Manuel Michel (1928-1983), “Presagio” de Luis Alcoriza (1918-1992), “La viuda de Montiel” de Miguel Littín (1942), “María de mi corazón” de Jaime Humberto Hermosillo (1942), “El año de la peste” de Felipe Cazals (1937-2021) y “Eréndira” de Ruy Guerra (1931).
Inspirados en sus relatos se filmaron varias películas, entre ellas “El mar del tiempo perdido” de la directora Solveig Hoogesteijn (1946), “Crónica de una muerte anunciada” de Francesco Rosi (1922-2015) y la serie “Amores difíciles” comprendida por “Fábula de la bella palomera”, “Milagro en Roma”, “Cartas del parque”, “Un domingo feliz”, “El verano feliz de la señora Forbes” y “Yo soy el que tú buscas”, dirigida por los directores Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996), Jaime Humberto Hermosillo (1942-2020), Jaime Chávarri (1943), Lisandro Duque (1943), Olegario Barrera (1947) y el citado Ruy Guerra.
En 1989 se realizaron otras dos películas con argumento del novelista: “Un señor muy viejo con unas alas enormes” de Fernando Birri (1925-2017) y “Me alquilo para soñar” del susodicho Ruy Guerra, a las que siguieron en 1996 “Edipo Alcalde” de Jorge Alí Triana (1942) -escrita por García Márquez-, en 1999 “El coronel no tiene quien le escriba” del mencionado Arturo Ripstein, en 2001 “Los niños invisibles” de Lisandro Duque Naranjo (1943), en 2006 “El amor en los tiempos del cólera”de Mike Newell (1942), en 2009 “Del amor y otros demonios” de Hilda Hidalgo (1970), en 2012 “Memoria de mis putas tristes” de Henning Carlsen (1927-2014), y en 2022 “Noticia de un secuestro”, una miniserie de seis capítulos dirigidos por Andrés Wood (1965).
Hacia fines de 1985, estando en Cuba, fundó en La Habana la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) y en San Antonio de Los Baños la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), al tiempo que llevaba ya algunos años escribiendo guiones. A la pregunta que le hicieron por entonces en una entrevista sobre cuál era la misión de esas instituciones, respondió: “A mí me hacen mucho una pregunta: ¿qué interés político hay detrás de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, qué interés político hay detrás de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños? Les contesto: el interés político no está detrás, está delante. Es decir, el desarrollo del cine latinoamericano es hoy una necesidad cultural cuyo valor político es indudable: en primer término contribuye al desarrollo de la cultura en América Latina, a la divulgación de la cultura latinoamericana, a la integración de la América Latina, al sentido de independencia, de autonomía creativa de la América Latina, a la búsqueda de la identidad de los países de América Latina, a que sea un cine único el cine latinoamericano, que sea uno, a pesar de que cada país conserve sus características propias. Un cine único y un mercado latinoamericano. Debe haber un cine latinoamericano en el que cada país tenga su propia identidad. Pero que sea un sólo cine, un sólo mercado”.
En otras entrevistas a lo largo de los años habló de su relación con el cine. Así, por ejemplo, manifestó: “Estuve en una encrucijada de vocaciones. Estudié Derecho y lo interrumpí. En algún momento pensé que podría ser director de cine, siempre me ha gustado el cine, hasta el punto de que lo único que he estudiado sistemáticamente fue en una escuela es el cine. Nunca estudié literatura en ninguna escuela, ignoro por completo las leyes de la gramática castellana, escribo de oído, pero hice mi curso de Dirección de Cine lo mejor que pude en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma. Hice la carrera completa. Pero me di cuenta luego de que es un trabajo muy duro, sobre todo porque no sólo el cine depende de la literatura, sino también depende demasiado de un aparato industrial del cual no depende tanto la literatura. Entonces me encontré con que era verdaderamente muy difícil y muy complicado expresarse uno personalmente e individualmente en cine y me quedé en la modesta soledad de la literatura”.
En otra ocasión afirmó: “La gran revelación del cine fue para mí el neorrealismo italiano, especialmente el guionista Zavattini. Él creó un cine que era barato, sentimental y muy simple, pero muy buen cine. Esa fórmula, siempre me ha parecido, es la gran fórmula para América Latina. El día que el cine se identifique con la realidad del país, del continente, ese día la gente irá a verlo y los distribuidores se desnucarán por exhibirlo”. Además de su admiración por Cesare Zavattini (1902-1989), destacado por su colaboración con el director Vittorio De Sica (1901-1974) con quien realizó películas tan valiosas como “Ladri di biciclette” (Ladrón de bicicletas), “Miracolo a Milano” (Milagro en Milán) y “L'oro di Napoli” (El oro de Nápoles), García Márquez también mostró su fascinación por Akira Kurosawa (1910-1998), el director de cine japonés célebre por películas como “Rashōmon” (Rashomon),Akahige” (Barbarroja) y “Shichinin no samurai” (Los siete samuráis).
“Soy un kurosawiano de muchos años -aseguró-, siempre lo he seguido. Es, no lo dudo, el más grande director que ha dado el cine. He visto ‘Barbarroja’ seis veces en veinte años, y le hablé de ella a mis hijos casi todos los días hasta que pudieron verla. Así que no sólo es la película de Kurosawa que más nos gusta a mí y a la familia, sino una de mis favoritas en toda la historia del cine. Dentro de la película hay dos escenas extremas en relación con la totalidad de la obra de Kurosawa, y ambas son inolvidables: una es el hermoso episodio de la ‘Mantis religiosa’ y la otra es el pleito a golpes de kárate en el patio del hospital. La fe que le tengo al ser humano se la debo en gran parte a las películas de Kurosawa”.
En julio de 1967, dos meses después de publicar “Cien años de soledad”, García Márquez, aseguró que “escribir para el cine exige una gran humildad. Esa es su gran diferencia con el trabajo literario. Mientras el novelista es libre y soberano frente a su máquina de escribir, el guionista de cine es apenas una pieza en un engranaje muy complejo y casi siempre movido por intereses contradictorios. El cine y la literatura son una especie de matrimonio mal avenido: no pueden vivir ni juntos ni separados”. Indudablemente “Cien años de soledad” fue la obra maestra de García Márquez, la cual fue traducida a medio centenar de idiomas convirtiéndose en una de las novelas más traducidas y leídas a nivel mundial, con millones de copias vendidas desde su publicación.
Un par de años después, en 1969, el actor mexicano-estadounidense Anthony Quinn (1915-2001) le ofreció un millón de dólares por los derechos de esa obra para llevarla al cine, pero el escritor rechazó la generosa oferta. En una de sus columnas en “El Espectador” escribió: “Anthony Quinn, con todo y su millón de dólares, no será nunca para mí ni para mis lectores el coronel Aureliano Buendía. Yo deseo que la comunicación con mis lectores sea directa, mediante las letras que yo escribo para ellos, de modo que ellos se imaginen a los personajes como quieran, y no con la cara prestada de un actor en la pantalla”. También el director italiano Francesco Rosi (1922-2015), el brasileño Glauber Rocha (1938-1981) y el estadounidense Francis Ford Coppola (1939) sucesivamente intentaron convencerlo de lo mismo, pero siempre se negó.
Años después, en 1988, en una entrevista realizada en Cuba explicó que la familiaridad de sus personajes le hizo reafirmarse en su posición de no permitir la adaptación de la novela a una filmación. “Los lectores de ‘Cien años de soledad’ y de todos mis libros en general, me dicen: ‘mira, a mí me gustó tu libro, porque Úrsula Iguarán se parece mucho a mi abuelita; porque Amaranta es igualita a una tía que yo tenía; porque el coronel Buendía era igualito al papá de un amigo…’ entonces tú sientes que están viviéndolo… En cine no se puede. En cine tienes la cara de Anthony Quinn, de Sofía Loren, de Robert Redford. Eso es inevitable y es muy difícil que un abuelito de nosotros se parezca a Robert Redford. Prefiero que mis lectores sigan imaginándose mis personajes como sus tíos y mis amigos y no que queden totalmente condicionados a lo que vieron en pantalla”.
Más adelante, en 1991, en una entrevista que le hicieron en la cadena de radiofonía colombiana “Caracol Radio” insistió: “La razón por la cual no quiero que ‘Cien años de soledad’ se haga en cine es porque la novela, a diferencia del cine, deja al lector un margen de creación que le permite imaginarse a los personajes, a los ambientes y a las situaciones como ellos creen que es. Y entonces, cuando ven a un personaje, se les parece a un tío, y hay una señora que es exactamente igual a una señora que ellos conocieron cuando eran niños o que conocieron la semana pasada. Y en esa forma van pegando caras y van pegando lugares y ellos reconstruyen la novela dentro de su imaginación y hacen una novela para ellos. Ahora, en cine eso no se puede. Porque en cine la cara es la cara que tú estás viendo, la imagen es de tal manera impositiva que tú no tienes escapatoria, no te deja la mínima posibilidad de creación porque te está diciendo todo como es, con una plasticidad, una perentoriedad que no te escapas”.
Debieron pasar cinco años tras su fallecimiento para que Rodrigo García Barcha (1959) y Gonzalo García Barcha (1964), los hijos que había tenido con su esposa Mercedes Barcha (1932-2020), vendieran los derechos a la plataforma de transmisión digital estadounidense Netflix. La adaptación televisiva se estrenó en 2024 con la dirección de la colombiana Laura Mora (1981) y el argentino Alex García López (1980), con un guion escrito por el puertorriqueño José Rivera (1955) junto a los colombianos Natalia Santa (1977), Camila Brugés (1982) y Alberto González (1976).
Sobre la relación del gran escritor colombiano con el cine se han publicado numerosos artículos en revistas como “Estudios de literatura colombiana”, “Rassegna iberistica” y “Secuencias. Revista de historia del cine” por citar sólo algunas, además de varios ensayos, entre ellos “Gabriel García Márquez and the cinema. Life and works” (Gabriel García Márquez y el cine. Vida y obras) del escritor y docente argentino radicado en Estados Unidos Pablo Brescia (1968); “Los amores contrariados: García Márquez y el cine” de la docente e investigadora costarricense especializada en la historia del cine María Lourdes Cortés (1964); “Gabriel García Márquez y el cine. La formación de un espectador cinéfilo en Colombia (1927-1961)” del Doctor en Lenguas, Culturas y Sociedades Modernas colombiano Santiago Alarcón Tobón (1985), y “El cine según García Márquez” del periodista y crítico cinematográfico cubano Joel del Río (1963).
En este último, del Río -quien ha sido profesor de historia del cine y géneros cinematográficos en Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes de Cuba- escribió: “Cuatro años tenía Gabriel García Márquez cuando descubrió el cine, de la mano de su hermano Luis Enrique. En ‘Vivir para contarla’ se alude al terror provocado por la versión latina de ‘Drácula’, sobre todo en el momento en que el conde se disponía a hincar sus colmillos de vampiro en el cuello de la bella protagonista. A los once o doce años tuvo el permiso del padre para ir solo a la matiné de los domingos en el teatro Colombia, donde por primera vez se pasaban seriales con un episodio cada domingo, y se creaba una tensión que no permitía tener un instante de sosiego durante la semana”.
Reprodujo una frase de García Márquez en la que recordó aquella época: “‘La invasión de Mongo’ fue la primera epopeya interplanetaria que sólo pude reemplazar en mi corazón muchos años después con la ‘Odisea del espacio’ de Stanley Kubrick. Sin embargo, el cine argentino, con las películas de Carlos Gardel y Libertad Lamarque, terminó por derrotar a todos’”. En ese sentido, del Río mencionó otros ejemplos cinematográficos argentinos “en los cuales pueden rastrearse las huellas eminentes del realismo mágico, asentado por la literatura y el cine garcíamarquianos”. Y citó películas como “Tangos, el exilio de Gardel” y “Sur” de Fernando “Pino” Solanas (1936-2020), “Últimas imágenes del naufragio” y “El lado oscuro del corazón” de Eliseo Subiela (1944-2016) y “El viento se llevó lo que” de Alejandro Agresti (1961), además de varias otras de directores latinoamericanos que mostraron “realidades tan irracionales y personajes demenciales, consanguíneos con los Buendía de Macondo”.