13 de octubre de 2009

René Bascopé: "La guerrilla del Che generó una estampida literaria, un cambio radical del sentido de nuestras letras"

René Bascopé Aspiazu (1951-1984), narrador, poeta y periodista boliviano nacido en La Paz, fue fundador y codirector de la revista "Trasluz". Quedó a cargo del semanario "Aquí" cuando el sacerdote jesuita Luis Espinal (1932-1980), su director, fue asesinado durante el golpe militar del general García Meza. Bascopé fue perseguido y en 1974 debió exiliarse en México, donde siguió trabajando como periodista en el diario "El Día". Pese a su juventud y a tener que alternar la literatura con otros trabajos -había estudiado ingeniería y esporádicamente daba clases- en poco tiempo desarrolló una obra singular que abarcó distintos géneros: la poesía, la novela, el cuento y el ensayo, por la que recibió varias veces el Premio Nacional y otros galardones tanto en su país como en el exterior. Con la elección de Hernán Siles Suazo como presidente en 1982, Bascopé regresó a su país para reanudar la edición del semanario "Aquí" y lanzar la colección "Palabra encendida". Pronto se constituyó en uno de los más destacados narradores de su generación. Tuvo, pese a la censura y al exilio, una producción intensa. Sus obras principales son "Primer fragmento de la noche y otros cuentos" (1977), "La veta blanca. Coca cocaína en Bolivia" (1982), "La noche de los turcos" (1983), "La tumba infecunda" (1985), "Los rostros de la oscuridad" (1988) y "Niebla y retorno" (1988). También fue autor de numerosos poemas que publicó bajo el seudónimo de Ernesto Javier y Martha Gantier Balderrama. Bascopé fue asesinado en Bolivia en 1984. Tenía treintidós años y era una de las voces más promisorias de la literatura latinoamericana. La siguiente entrevista fue realizada en 1980 por el poeta y periodista argentino Jorge Boccanera (1952) en México y forma parte de su libro "Entrelíneas". En tu caso se conjugan juventud y experiencia; con veintiocho años quedaste a la cabeza del semanario "Aquí", y además anteriormente habías participado en otra publicación.



Sí, había fundado en el '76 la revista "Trasluz". Por su parte el semanario "Aquí" alcanzó los setenta números. Quienes allí laborábamos buscábamos la unidad de los sectores progresistas. Fue una tarea de denuncia, de periodismo combativo. Con el asesinato de Espinel, tuve que vivir en la clandestinidad, luego me asilé en la embajada de México, donde permanecí durante cincuenta días hasta que obtuve papeles para salir.



Hacia fines de los '70 comenzaste a publicar tus textos en Bolivia; pese al trabajo periodístico y a otras labores, fue intensa tu producción literaria varias veces premiada. Sé que no te gusta hablar de eso, pero es una información que no tengo.



Bueno, mi libro de cuentos "Primer fragmento hacia la noche" ganó el Premio Nacional de Literatura de 1971 y fue publicado un año después. Después volví a ganar ese premio con "Angela desde su propia oscuridad", que además se alzó con un premio universitario. En 1979 la rematé con la novela "Niebla y retorno" que me dio la satisfacción de otro premio nacional, esta vez compartido con Néstor Taboada Terán, el autor de "El signo escalonado" y "El precio del estaño". Un año antes me habían dado el segundo lugar en ese mismo certamen, pero no estaba del todo conforme con el libro y lo desheché. Como poeta (bajo un seudónimo de mujer) obtuve en dos ocasiones, 1979 y 1980, el primer Premio de Poesía del concurso nacional Franz Tamayo auspiciado por la Municialidad de La Paz.



¿Cuál es el panorama, a grandes rasgos, de la narrativa boliviana y en qué marco se inserta tu obra?



Pienso que existen tres hitos, tres momentos muy importantes en la narrativa boliviana de este siglo. Primero la guerra del Chaco con Paraguay de 1932 a 1935, que produjo una verdadera conmoción nacional y, entre los muchos fenómenos que originó, aparece una corriente muy clara. El máximo exponente de esta línea es, sin lugar a dudas, Augusto Céspedes, autor de "Sangre de mestizos", un libro precursor de toda la literatura de ese enfrentamiento e inclusive de la posguerra.



Ya que nombras referentes históricos, seguramente años después la guerrilla del Che Guevara sirvió de eje temático.



Es otro punto importante. La guerrilla del Che generó otra estampida literaria, un cambio radical del sentido de nuestras letras y una nueva generación de escritores. Se hace entonces una literatura de la guerrilla que, en poco tiempo, da numerosos libros. Aquí hay que nombrar dos títulos fundamentales: "Los fundadores del alba" de Renato Prado Oropeza y "Matías, el apóstol suplente" de un poeta muy respetado en Bolivia, Julio de la Vega. Pero también se da un valioso libro de relatos de Jesús Lara escrito en lengua quechua y que las sucesivas dictaduras se han encargado de requisar y quemar; se trata de "Ñancahuazú-sueños". Su autor, Lara, es el único escritor boliviano que desarrolló la narrativa en lengua quechua; murió hace sólo unos meses, era suegro del Inti Peredo, los hermanos Peredo combatieron junto a Guevara.



En Bolivia hay muchos años de literatura silenciada...



Todo el tiempo. Tras el golpe del '71 -cuando Banzer desplaza del poder al general Juan J. Torres- se produce un vacío. Es la época abiertamente fascista. Siete años en los cuales la literatura y otras formas de arte son prácticamente silenciadas. Aparece una literatura oficialista y escritores como Fernando Diez de Medina, que fue ministro del general Barrientos y ahora con García Meza ministro sin cartera. Este tiempo origina una visión reflexiva de la realidad, una interpretación de los hechos y una crítica objetiva del momento. El desarraigo, la soledad, el silencio, sirvieron para pensar. Aquí hay que nombrar a los poetas Jaime Nisttahuz -también excelente narrador-, Eduardo Mitre y Matilde Casazola Mendoza, y a los narradores Manuel Vargas, Ramón Rocha Monroy y Alfonso Gumucio. Todos ellos encuadrados en una especie de movimiento de resistencia, cuya intención era y es, ya que el movimiento pervive en el plano de la cultura, replantear el problema nacional, analizarlo. Yo creo estar inserto en esta generación, me identifico en todo caso con esta gente, con esta conducta.



¿Cuáles son los núcleos temáticos de tu obra?



Tengo algunos ejes recurrentes, centrales, en los que he basado mi narrativa. Uno es el ámbito de las capas medias de las ciudades, que casi siempre se mueven en un contexto claramente diferenciado. No es un contexto obrero ni son capas medias a secas; viven en conventillos, casas de vecindad que abundan en La Paz. Son una clase desplazada inclusive del aparato burocrático, son marginados que abordan las más diversas tareas sin entrar en el marco del proletariado.



Un sector desarraigado dedicado a la economía informal.



Me explico. Cuando termina la guerra del Chaco, el campesinado que había tomado parte en la contienda no regresó a su tierra, sino que se quedó en la ciudad pero sin integrarse. No está en su medio, se siente desarraigado y el alcoholismo los gana. La denominación de "artilleros" tiene que ver con su regreso de la guerra y su dedicación a la bebida. Si bien ya no existen esos "artilleros", por extensión se les llama así a la gente que emigra del campo a la ciudad.

Volviendo a tu obra, al momento del golpe de García Meza estabas pasando por un momento creativo intenso.

Cuando se abrió la brecha democrática, a partir del '77, me inserté en el panorama literario boliviano. Durante los tiempos del fascismo, yo no tenía una intención literaria, sino más bien vivencial. La acumulación de esa realidad se volcó hacia el testimonio, aunque trato de no quedarme en la mera denuncia, trato de penetrar en un terreno más profundo de estas realidades.

Por último, una pregunta que en general se hace al comienzo de las entrevistas, ¿qué escritores reconoces como tus influencias?

En el aspecto formal, algunos escritores rusos como Isaac Babel y Dostoievsky; a mi entender Babel es más grande que Chejov. Y en el plano latinoamericano me ha interesado siempre la obra del chileno José Donoso y el uruguayo Juan Carlos Onetti.