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Entre los días 13 y 16 de marzo de 2008, se llevó a cabo en Roma la segunda edición del Festival de la Matemática con la dirección científica de matemático italiano Piergiorgio Odifreddi. El evento estuvo dedicado a la aplicación de las matemáticas a los diversos campos del conocimiento y contó con la participación, entre otros, del economista hindú Amartya Sen, el matemático israelí Robert Aumann, los matemáticos estadounidenses Stephen Smale y John Nash, el ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger, los físicos estadounidenses Sheldon Glashow y Frank Wilczek, y Umberto Eco, quien se encargó de la inauguración del Festival. El semiólogo italiano dedicó su exposición a fustigar a los supuestos poderes mágicos que le atribuyen a los números ciertos malabaristas que enhebraron cósmicas conspiraciones algebraicas en torno a los atentados a las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York el 11 de de septiembre de 2001.
La alocución de Eco -que fue reproducida por el diario turinés "La Stampa" en su edición del 14 de marzo de 2008- decía así:
Según una de las definiciones más difundidas, un signo es algo que sustituye a otra cosa en algún aspecto o carácter. En ese sentido, no sólo las palabras, los dibujos, los diagramas sino cualquier objeto o fenómeno del mundo puede, en ciertos aspectos, actuar o ser entendido como signo, y eso es lo que ocurre con los síntomas atmosféricos como nubarrones negros que significan lluvia inminente, o los síntomas médicos, y hasta con las piedritas y los porotos arrojados por el personaje de la fábula para señalar los caminos que recorre. Sin embargo, hay algo que parece resistirse a ser utilizado para significar otra cosa, y son las entidades matemáticas. Me refiero a las cantidades en sí mismas. La cantidad significada por zwei, due, two, deux, dos, no significa otra cosa que lo que es. No obstante, los discursos de una antiquísima tradición numerológica que se empeñan en atribuir significaciones remotas funcionan aún hoy.
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¿Cuáles son las objeciones a estas coincidencias aparentemente prodigiosas? New York tiene 11 letras si se agrega City, Afghanistán tiene 11 letras pero los secuestradores provenían de Arabia Saudita, Egipto, Líbano y de los Emiratos Arabes, Ramsin Yuseb tiene 11 letras sólo si se utiliza expresamente una transliteración determinada, pero si en vez de Yuseb se hubiera transliterado Yussef el juego no habría funcionado. George W. Bush tiene 11 letras únicamente si se pone la inicial del medio, y como inicial y no en su totalidad, las torres gemelas dibujan un 11 pero también un 2 en números romanos, el vuelo 77 no atacó a una de las torres sino al Pentágono y no llevaba 65 sino 59 pasajeros, el total de las víctimas no fue de 254 sino 265, y así sucesivamente. Una vez más, para hacer coincidir las cuentas lo numerológico tuvo que limar asperezas, como Piazzi Smith en la Pirámide. Por otra parte, escogiendo bien los ejemplos, se podría obtener de ese conjunto de hechos no el 11 sino el 13, el 10 o el 666. Y efectivamente, para terminar con mi aporte original a la numerología, hace tiempo escribí una parodia del "Código da Vinci" de Dan Brown, y concluyo citando los resultados admirables a los que llegué.
Si observamos la "Ultima Cena" de Leonardo (cuyo nombre es de 13 letras) vemos que son 13 los recuadros (paneles laterales y ventanas) que aparecen en el fresco, y 13 los invitados. Sin embargo, eliminando a Jesús y luego a Judas (que morirán poco después), los comensales del Cenáculo quedan reducidos a 11. 11 es el número de las letras de los dos nombres de Petrus y Judas, 11 el número de las letras de la palabra Apocalipsis, 11 son también las letras de la "Ultima Coena", a ambos lados de Jesús aparece en dos oportunidades un apóstol con las manos abiertas y uno con el dedo índice extendido, formando entre los dos casi la cifra 11. Además, siguiendo un principio cabalístico elemental, si asignamos a las 26 letras del alfabeto un número progresivo, sustituyendo cada letra con un número, el nombre Leonardo da Vinci da 12+5+15+14+1+ 18+4+15+4+1+22+9+14+3+9=146 , y la suma interna de 146 da 11. Hagamos ahora la misma operación con el nombre de Matteo: la suma de los valores numéricos de las letras es igual a 56, cuya suma interna da 11. 11 por 11 da 121: sustrayendo de esa cifra los diez mandamientos, tenemos 111. Veamos qué sucede con el nombre de Johannes y Giuda (Judas). La suma de los valores numéricos de las letras de Johannes da 78 cuya suma interna da 15, cuya subsiguiente suma interna da 6; la suma de los valores numéricos de las letras de Giuda da también 78, cuya suma interna es 15, cuya suma interna subsiguiente da 6. Esta aparición doble y subrayada del número 6 nos induce a multiplicar 111 por 6, y resulta que obtenemos 666, el Número de la Bestia.
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