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La tensión social generada por la opresión política y la violencia recíproca entre los hombres, marca la temática predominante de su producción literaria. Entre sus novelas figuran: "Stamboul train" (El tren de Estambul), "The confidential agent" (El agente confidencial), "The power and the glory" (El poder y la gloria), "The heart of the matter" (El revés de la trama), "The third man" (El tercer hombre), "The end of the affair" (El fin de la aventura), "The quiet american" (El americano impasible), "Our man in Havana" (Nuestro hombre en La Habana), "The comedians" (Los comediantes), "Travels with my aunt" (Viajes con mi tía), "The honorary consul" (El cónsul honorario) y "The human factor" (El factor humano). También fue autor de colecciones de cuentos, obras teatrales, guiones cinematográficos y ensayos.
Durante muchos años, Greene tuvo la costumbre de anotar sus sueños en una libreta que guardaba en su mesa de luz. Poco tiempo antes de morir hizo una selección de esos relatos oníricos en los que aparecen una sorprendente cantidad de personajes de la política y la literatura como protagonistas de situaciones concretas. Estos sueños fueron reunidos en un libro -"A world of my own. A dream diary" (Un mundo propio. Diario de sueños)- y publicados en 1992, un año después de su muerte. A continuación se reproducen la introducción y algunos de los particularmente extraños sueños de Graham Greene.
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FORD MADOX FORD. Hablando con Ford Madox Ford quise expresar mi admiración por uno de sus libros, que trataba sobre la Guerra Civil Española. Dijo que jamás había escrito tal libro. Incapaz de recordar el título, acudí a mi biblioteca en busca de otro libro suyo que tuviera una lista de sus obras. Hallé sólo dos volúmenes en la edición de Bodley Head, uno de ellos un libro de ensayos que nunca había visto antes y que no contenía el listado que buscaba. De repente (estuve varias veces a punto de decir "Por quien doblan las..." pero me contuve) lo encontré: "Some do not" (Algunos no lo hacen). Dimos un muy agradable paseo por el campo. Me contó una leyenda acerca de la Santa Virgen, quien parada sobre una colina se había inclinado para sacar del río que bordeábamos a un hombre que se ahogaba a siete millas de distancia. "Pero si acá no hay colinas" comenté. "Parece. Tienes que mirar bien. Del molino a la esclusa hay una perceptible inclinación", me contestó. Me habían hablado acerca de la cuidadora de la esclusa, una gran cocinera, con gran conocimiento de la historia local, que había legado a sus hijos. Cruzamos un campo. Me puse nervioso a causa de los dos toros, uno enorme, el otro joven y muy interesado en nuestros movimientos que se encontraban en él. Me fui arrimando al camino y, al mirar atrás, noté que el toro joven estaba montado sobre los hombros de Ford. El no parecía estar molesto. En la esclusa me detuve a esperarlo. Había olor a comida y la cuidadora hablaba con una vecina. La esclusa estaba a la entrada de un pequeño pueblo. Ford se me unió. La mujer nos recomendó probar la sopa y el pescado. Decidimos ir hasta el pueblo a comprar una botella de vino. Ella ofreció mandar a su hijo, quien vestía una especie de mandil que lo hacía parecer un trabajador rural de antaño, pero insistimos en ir personalmente. Ya en camino, Ford comentó: "¿Has notado que a los hombres no les gusta usar nada por debajo de la rodilla?".
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NIKITA KRUSCHEV. A pesar de la invasión a Hungría, siempre sentí algo de afecto por Kruschev en el Mundo Común. Pienso que negoció bien con John F. Kennedy en la crisis cubana: no más invasiones a cambio de no dar a los cubanos armas nucleares defensivas, que de todos modos no habrían llegado más lejos que Miami. Me gustó la manera en que pateó la mesa en una reunión de las Naciones Unidas. Mi afecto puede deberse también a los encuentros que tuvimos, entre 1964 y 1965, en mi Mundo Propio. El primero fue en el Savoy, con un grupo de rusos que incluía al señor Tchaikovsky, el editor de la revista "Foreign Literature", a quien yo conocía del Mundo Común. A Kruschev se lo veía saludable, relajado y de buen humor, y cuando dos de su grupo se trenzaron en una discusión, él simplemente se divirtió. Hablamos sobre el financiamiento de películas en Inglaterra y de la mala influencia de los distribuidores. Cuando comenté que ellos no tenían esos problemas, Kruschev contestó que en Rusia las películas en las que se gastaba de más podían sufrir hasta seis meses de demora esperando que se levantaran las trabas burocráticas al presupuesto. Fue muy amable y me invitó a almorzar al día siguiente. En la siguiente ocasión cenamos codo a codo (no recuerdo cómo fue el almuerzo) y no me dirigió la palabra hasta el final, cuando comentó que casi no había probado el pollo. "Mejor para los empleados de la cocina -dije-. Seguramente un marxista cree en la caridad". "No en la variante vaticana" contestó con una sonrisa. Probablemente el recuerdo de esa conversación permaneció con él hasta nuestra siguiente cena, un viernes. Yo comía carne y echándole un vistazo a mi plato comentó: "¿Carne en viernes? Lo creía católico". En nuestro último encuentro se estaba ocupando personalmente de las visas para la Unión Soviética. Notó que bajo profesión yo había puesto escritor y expresó sus deseos de que yo escribiera sobre su país. Advertí lo claros y azules que eran sus ojos, y al unirme a mi grupo comenté: "De cerca su rostro es hermoso, como el de un santo". Mi opinión, descubrí más tarde, no reflejaba la de la mayoría moscovita. Yo estaba cerca del Kremlin, donde se había levantado un podio, y esperaba la llegada de los líderes junto a la multitud. Un hombre joven comenzó a arengar a la gente desde otro podio. Se burlaba de Kruschev, imitando su actuación en una reunión internacional en la cual el mandatario había sacado rublos de sus bolsillos y los había arrojado al aire para mostrar su inutilidad. Resulta extraño, pero a veces mi Mundo Propio sufre las influencias del mundo que compartimos. J.W. Dunne en su "Un experimento con el tiempo" habría dicho que cuando vi en Kruschev el rostro de un santo (de un muerto) estaba teniendo un presentimiento sobre su destitución, de la cual me enteré el 15 de octubre de 1964, durante la transmisión de la noche de elecciones, en el Savoy, el mismo lugar de mi Mundo Propio en el cual habíamos cenado nueve días atrás.
El título del pequeño libro surge de una cita de Heráclito de Efeso (540-470 a.C.): "Los que están despiertos tienen un solo mundo común; los que duermen se vuelven cada uno a su mundo propio". Greene distinguía entre el Mundo Común, el de la vigilia, y el "Mundo Propio", el de sus sueños. "En esta región, la del otro lado de la frontera -dice el periodista Roberto Merino en su artículo 'Los sueños de un novelista' publicado por 'El Mercurio' de Chile el 15 de marzo de 2009-, solía conversar con políticos, reyes y escritores. Sin duda Graham Greene orientó el relato de sus sueños a su estilo de pensamiento, de escritura o de entendimiento del mundo. Lo que dejó en este rubro fueron estrictamente relatos precisos, sintéticos, luminosos en el mismo grado de su objetividad".
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JEAN PAUL SARTRE. Recuerdo haber tenido una discusión con Sartre. Había hecho una lista con las preguntas que quería hacerle e intenté ser muy preciso. Me disculpé por las falencias de mi francés, que me impedían ser todo lo preciso que hubiera deseado, a lo que Sartre respondió amigablemente: "Usted habla muy bien el francés, pero no entiendo una palabra de lo que está diciendo". Luego, se refirió amablemente a uno de mis libros, publicado en Francia por Robert Laffont, titulado "Brighton Rock" (El origen de Brighton Rock). Era la reproducción de un manuscrito infantil, en tinta marrón, de un relato con animales como personajes, ilustrado por Beatriz Potter. Sartre mostró gran admiración por los dibujos, pero sobre mi escritura, nada.
EL TRABAJO DE ESCRITOR. La escritura sólo representa una pequeña parte en mi Mundo Propio. Una vez se me ocurrió una idea para un cuento breve titulado "La geografía de la conciencia" acerca de una mujer en Canadá, de origen irlandés y católica, a punto de reunirse con su marido en Italia. Llamó por teléfono a su obispo para pedirle el permiso para usar píldoras anticonceptivas y tomó una cuando éste le contestó que siguiera los dictados de su conciencia. Pero cuando estaba en Roma el clima moral era diferente y se sintió mal por lo que había hecho. Iba a escribirlo en tono de comedia en cuanto le encontrara otra vuelta al asunto de la conciencia geográfica. Me sigue pareciendo una buena idea, pero el Mundo Común jamás me proporcionó esa otra vuelta. También me surgió una idea para una novela que estaría situada en un antiguo caserón en ruinas, y en el relato pasaríamos constantemente de un cuarto a otro sin entrar nunca en el desván, hasta que el lector se preguntara qué era lo que había allí. Recién el último capítulo nos abriría sus puertas y lo encontraríamos cubierto de trozos de diarios viejos, que unidos nos revelarían de qué trataba la novela. Apenas los párrafos iniciales del relato lograron pasar al Mundo Común.JEAN COCTEAU. En noviembre de 1983 conocí a Jean Cocteau en una fiesta y fue para mí una grata sorpresa. Le dije con absoluta franqueza que había imaginado que sus ojos serían fríos, pero que en cambio resultaron ser comprensivos, hasta afectuosos. Su novio apareció más tarde, completamente borracho.
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En el prólogo de la edición en castellano escrito por el novelista argentino Luis Gusmán (1944) se puede leer la génesis del Greene narrador: "En su autobiografía 'A sort of life' (Una especie de vida) Graham Greene nos cuenta una especie de sueño, de su análisis con un jungiano al que llama Richmond. Greene acudía puntualmente a las citas con la obligación previa y convenida de que debía anotar en un libro de contabilidad a doble entrada, es decir, separada por una línea, el relato de su sueño y sus asociaciones concomitantes. Cierto día en que no había tenido ningún sueño, el analista, que con un reloj controlaba el tiempo que el joven Greene disponía para la tarea, debió confesar -ante la desolación de éste- que su mente estaba en blanco. Fue exhortado, entonces, a inventar un sueño. A partir de ese mito nació un escritor".