9 de septiembre de 2009

Entremeses literarios (LXXIII)

UN SUEÑO
Jorge Luis Borges

Argentina (1899-1986)

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular... El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.


DESHABITADO
Roxana Heise Venthur
Chile (1964)

Concluía la terapia. Paciente y psiquiatra eran un cuadro de Goya recién pintado. Ella le preguntó: "¿Nos volveremos a ver?". "Si la situación lo amerita", le respondió el facultativo. Ella se despidió agradecida. El se quedó... deshabitado ante su ausencia. Cerró el despacho, apagó la luz, cogió el citófono y pidió a la secretaria no ser interrumpido a partir de ese momento.


HISTORIA DE MIS PADRES CON CANCION
Susana Degoy

Argentina (1943-2008)

Mis padres se llamaban Norberto y Lía, y el 23 de noviembre de 2006 hubieran cumplido setenta años de casados. Pero murieron bastante jóvenes, hace ya muchos años. Papá sostenía que la tintura del pelo penetraba en el cerebro y volvía tontas a las mujeres: como prueba, se remitía a las amigas de mamá. Nunca supo que ella, a partir de los cuarenta, se teñía cada mes sin confesárselo y limi­tándose a decirle "no seas malo" cuando él exponía su teoría. No­sotros vivíamos en Córdoba, y la familia de mamá en Rosario; un día, mi abuela materna quedó postrada por una fractura, y mamá viajó a cuidarla, encerrándose con ella durante cuarenta días... al cabo de los cuales, papá fue a buscarla. Las hijas, adolescentes por entonces, esperamos temblando el resultado del encuentro. A la noche, papá nos llamó por teléfono, como un conspirador, des­de una cabina pública:
- Queridas, prefiero prepararlas para que no se sorprendan en la Terminal cuando lleguemos; su madre ha sufrido tanto en este mes, que tiene la cabeza completamente blanca. No le digan nada y, cuando puedan, acompáñenla a la peluquería...
Norberto y Lía bailaban maravillosamente el tango. Adoraban "Vida mía", por Fresedo. Cada vez que lo escucho, les sonrío desde acá.



EL LEON Y LA ESPINA
Ambrose Bierce

Estados Unidos (1842-1914)

Un león rondaba por el bosque cuando se le clavó una espina en la pata. Se encontró poco después con un pastor y le pidió que se la quitase. El pastor arrancó la espina y el león que acababa de devorar a otro pastor se fue sin hacerle daño. Pasó el tiempo, y el pastor fue acusado por un crimen que no había cometido y condenado a ser arrojado a los leones. Cuando las fieras estaban a punto de devorar­lo, una de ellas dijo:
- Ese es el hombre que me sacó una espina de la pata.
Los otros leones se alejaron entonces de la víctima y el que acababa de hablar se la de­voró él solo.



REQUIEM CON TROMPETA
Diego Tatián
Argentina (1965)

La mañana del día de mi muerte no tendré ningún recuerdo de la infancia, nadie golpeará mi puerta, no tomaré agua. A la mañana siguiente de ese día, mi mujer saldrá a la calle sin dinero, sólo para caminar y mirar, y las cosas estarán allí; le asombrará sentir el aire más intenso, el cuerpo más leve, una inmensa despreocupación. Mi hija mandará al colegio a la suya, que aún no ha nacido, alguien escuchará "Love is here to stay" mientras se lava la cara, en la tumba contigua de la mía una anciana dejará flores como siempre. Esa mañana nacerá un perrito que muchos años después morderá a un poeta cuando aún no había escrito nada, una mujer que en alguna parte de su casa conserva una foto mía sin recordarlo tomará su té, alguien que leyó mi nombre en el periódico con el que mata el tiempo saldrá de prisión. Y esa noche, la noche de esa mañana ya sin mí, un trompetista tocará en la oscuridad sin que nadie lo escuche, sin saber que he muerto, sin saber siquiera que había nacido.


PRETEXTO PARA FUNDAR CINCO IMAGENES
Alejandro Arciniegas
Colombia (1980)

La escena ocurre conforme a un desarreglo en la conciencia del sujeto que la encarna. Los analistas emplean el término psicosis para designar los movimientos alterados que ejecuta una mente fuera de la realidad. El personaje va caminando por una calle a las cinco de la tarde. La cámara lo sigue por detrás en un primer plano cerrado sobre los hombros, el cuello y la cabeza. La cámara debe repetir el "tumbadito" del hombre; el movimiento desacordado que producen los pasos cuando uno va caminando. El personaje voltea la esquina de la casa en la que vive con su novia. He conocido sicóticos y muchos tienen obsesión por la línea recta. Los he visto dibujar cuando están ansiosos. El pentagrama y la cuadrícula son sus favoritos. Imagine que la inteligencia haya trazado una retícula en el cerebro sobre la cual aparece el mundo percibido. Cuando el trastorno hace presa en el sujeto y la agitación psicomotora va en aumento, ese conjunto de las apariencias sensuales amenaza desbordar los límites dispuestos por la mente. Ej.: el colorete de una mujer se corre desfigurándole la cara. La recta significa un deseo manifiesto de ordenar. Es el regreso de todo lo inconexo a una estructura definida y regular. Por eso, cuando el personaje voltee sobre sus pies para alcanzar la cuadra en la que vive con su novia, la cámara se detiene un instante sobre el paisaje que deja la ausencia del sujeto en la pantalla y -acto seguido- ejecuta un giro más o menos rápido, más o menos brusco, cerrando un ángulo de 90°. El personaje vuelve a la pantalla. A partir de entonces ha de mantenerse estático el encuadre. Empuja la puerta; arrastra con el pie una caja de herramientas que está en el corredor; le pone un pie sobre la tapa mientras saca una pipa del canguro que tiene en la cintura; prende un fósforo y le mete dos pitazos bien calados expulsando afuera todo el humo. El personaje se agacha, abre la caja, toma un destornillador y empieza a desprenderle una por una las bisagras a la puerta; la coge con las manos y la tira en el jardín. Arranca unas begonias, las siembra en unos tenis y los pone con cuidado en una mesa. Atraviesa el corredor; sube las escaleras que están a mano izquierda; la cámara lo sigue, entra al baño y enfocando la tina aparece una mujer, anémica, llevada, perdida. El personaje le arroja un Alka-Seltzer que trae en el bolsillo y luego otro; le arroja todos los que encuentra hasta llenar la tina de Alka-Seltzer y le dice: "borracha". La escena se apresura. El personaje sale de la casa y echa a andar por la avenida, anochece, dobla la esquina y escucha carcajadas que provienen de alguna alcantarilla, se asusta y de acuerdo al cuadro clínico, también se desorienta. Y corre. Prefiere un taxi, lo llama con el dedo, el taxi para y lo conduce hasta la casa de su madre, entra, le pide plata, ella protesta, se para de la cama en una bata vuelta nada y con el pelo hecho un desorden busca la alcancía (marrano de barro que sirve para ahorrar monedas), la levanta con esfuerzo mientras su hijo encuentra coca cola en la hielera; se sienta con el cerdo entre las piernas y lo rompe a martillazos; agarra suficiente en un puñado y se lo mete a su muchacho en los bolsillos; él da un paso aparte, llega hasta la calle, va... y le alega al taxi "estos hijueputas se ganan la vida fácil".


EL REGIMEN ALIMENTICIO DE LOS CABALLOS
Fernando Sorrentino
Argentina (1942)

Tampoco es cierto que los caballos sean ani­males excluyentemente herbívoros. El doc­tor Ludwig Boitus ha probado que fueron los hombres de primitivas civilizaciones quienes los acostumbraron a ese régimen: así lo aconsejaban razones de economía y, sobre todo, de seguridad. El hecho es que en todo caballo está latente un temible instinto carnicero. Más aún, los caballos son los únicos animales primigeniamente carniceros. En efecto, si se alimenta durante sólo un mes con carne cruda a un caballo, el aspecto y los hábitos del animal sufren una trans­formación: los inocentes ojos pardos adquieren un maligno tinte ocre; los colmillos crecen y se arquean; el andar se hace sinuoso y afelpado; los movimientos tienden a ser furtivos; las uñas, libe­rándose de los cascos, se convierten en garras. El caballo es ahora el más fuerte, el más grande, el más veloz y el más ágil de todos los animales carniceros. Aquellos hombres primitivos que encauzaron hacia tareas útiles la fuerza del único animal feroz que asolaba sus poblaciones se dieron cuenta, más tarde, de que necesitaban también matizar el mundo con un tranquilo horror. Entonces, eligiendo a unos inofensivos, hermosos e inservibles animales que solían devorar sus cosechas, los acostumbraron al sabor de la carne: así surgie­ron los tigres y los leones, las panteras y los jaguares.


TRES COCINEROS Y UN HUEVO FRITO
Macedonio Fernández
Argentina (1874-1952)

Hay tres cocineros en un hotel; el primero llama al segundo y le dice: "Atiéndeme ese huevo frito; debe ser así: no muy pasado, regular sal, sin vinagre"; pero a este segundo viene su mujer a decir que le han robado la cartera, por lo que se dirige al tercero: "Por favor, atiéndeme este huevo frito que me encargó Nicolás y deber ser así y así", y parte a ver cómo le habían robado a su mujer. Como el primer cocinero no llega, el huevo está hecho y no se sabe a quién servirlo; se le encarga entonces al mensajero llevarlo al mozo que lo pidió, previa averiguación del caso; pero el mozo no aparece y el huevo en tanto se enfría y marchita. Después de molestar con preguntas a todos los clientes del hotel se da con el que había pedido el huevo frito. El cliente mira detenidamente, saborea, compara con sus recuerdos y dice que en su vida ha comido un huevo frito más delicioso, más perfectamente hecho. Como el gran jefe de fiscalización de los procedimientos culinarios llega a saber todo lo que había pasado y conoce los encomios, resuelve: cambiar el nombre del hotel (pues el cliente se había retirado haciéndole gran propaganda) llamándolo "Hotel de los 3 Cocineros y 1 Huevo Frito", y estatuye en las reglas culinarias que todo huevo frito debe ser en una tercera parte trabajado por un diferente cocinero.


EL ESPEJO QUE NO PODIA DORMIR
Augusto Monterroso
Guatemala (1921-2003)

Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.


EXPLICACIONES DE UN SECRETARIO PARTICULAR
Adolfo Bioy Casares

Argentina (1914-1999)

Desde 1940 hasta el in­fausto día de su muerte mantuve con Evaristo Cárdenas -quien me legó su modesta casa y la totalidad de sus inventos- un trato diario por demás amistoso. Cárdenas, hombre trabajador, fue el alma de la Sociedad de Fo­mento, que funciona en el cine Italo-Argentino. Me consta que jamás recibió la menor retribu­ción pecuniaria por su trabajo para el mantenimiento de ese lo­cal. Para no demorarme en prólo­gos, recordaré que Nicanor, el hermano que sobrevive a Evaris­to, dedicó, desde sus años juve­niles, afanes y entusiasmos a la política y que en el limitado mar­co de nuestra ciudad, alcanzó el cargo de concejal, entre otras satisfacciones no menos honrosas. Hará cosa de un mes, Nicanor me visitó para comunicarme que abrigaba el propósito de mostrar en un acto solemne algún inven­to de su hermano. Me dijo:
- Cuanto más espectacular, mejor. No sé si me explico.
Tras afirmar que se explicaba perfectamente, derramé lágri­mas jubilosas y me puse a su disposición. Con alguna impaciencia res­pondió:
- Entre los inventos de mi po­bre hermano, ¿alguno puede cali­ficarse de espectacular?
- Por cierto -me apresuré a de­cirle- el de recuperación...
No me dejó concluir la frase. Me dijo que no tenía tiempo de oír explicaciones y que le bas­taba mi afirmación de que el in­vento era espectacular.

- Lo es -exclamé-. Ya lo verá usted mismo.
El día del acto, no cabía una persona más en el paraninfo de la Sociedad de Fomento. En el estrado, cara al público, estába­mos Nicanor Cárdenas, la má­quina de recuperación de conversaciones cubierta por un paño negro y yo. En su largo dis­curso, Nicanor declaró que él y su hermano, aunque persiguien­do metas diferentes, fueron siempre muy unidos. Cuando anunció que a continuación yo pondría la máquina en funciona­miento para traer del pasado la voz de su querido hermano muerto, el público, emocionado, contuvo la respiración. La ten­sión del momento se convirtió en risas de alivio, cuando, en lu­gar de la voz de Evaristo, se oyó la de uno de sus peones que de­cía:
- Señor, aquí le traigo el trapo de piso.
Tras renovados intentos, con­seguí atrapar la voz de Evaristo. Hablaba éste con algún amigo, a quien en determinado momento dijo:
- Mi hermano fue siempre vo­raz. Desde chico no se confor­maba con su chuleta, sino que se comía la que me estaba desti­nada. Quizá por ello mereció el nombre de Chuleta.
El público echó a reír. A quien no le hizo gracia la anécdota fue a Nicanor. Pálido como un muerto, me clavó los ojos con odio. Desde entonces temo que me visiten sus matones y que pretendan destruir la máquina.