A.Z.: Vengo a molestarlo para hacerle unas preguntas sobre Gardel.
J.C.O.: Va a ser difícil hablar sobre Gardel.
A.Z.: ¿Por qué era tan famoso?
J.C.O.: Porque la fama es puro cuento, botija.
A.Z.: ¿Dónde lo conoció?
J.C.O.: Lo conocí en el teatro 18, cantando. Después lo vi varias veces, de mesa a mesa, en aquel café donde se comían unas milanesas redondas, al lado del Tipí Viejo: Hoyos de Monterrey; vos no lo conociste. Era en aquella época de la zarzuela, un desastre de compañía, y la gente llegaba al final, para oírlo cantar; a esa hora había un repunte bestial en la venta de las entradas. La temporada iba mal; Gardel entraba como fin de fiesta.
A.Z.: A su juicio, ¿Gardel era un hombre triste?
J.C.O.: Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de dónde viene. Nunca hablé con él, solamente lo veía, de vez en cuando -yo tenía unos veinte años- en ese café que te digo, de madrugada. Hablaba poco, era cortés y retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad; yo lo veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía.
A.Z.: Hablemos de las mujeres de Gardel...
J.C.O.: Nunca lo vi con ninguna mujer y se sabe que no era hombre de hacer alardes. Hubo sí, una tal Juanita Larrauri, que fue diputada peronista y que publicó una serie de notas en uno de esos pasquines, diciendo que Gardel estaba loco por ella. Pero era vanidad femenina, y para peor póstuma.
A.Z.: La fama de Gardel es legendaria...
J.C.O.: Yo vinculo el protectorado de Artigas con las semejanzas espirituales notorias entre el hombre de las Misiones, de Corrientes y Entre Ríos con nuestro hombre. Aunque ahora, el montevideano, en particular, venga a ser, en lo referente a esa espiritualidad y comparado con el hombre del campo, algo así como el porteño para nosotros. Artigas forma parte de una genealogía que se dan los pueblos, obligatoriamente, como se la dan las familias pobres, y en la que son necesarios tanto el héroe nacional como el poeta y el novelista nacionales y como el cantor nacional. Si ustedes tienen a Napoleón, nosotros tenemos a Artigas; si ustedes tienen a Baudelaire, nosotros tenemos a Zorrilla. Gardel es parte inseparable de la genealogía de los pueblos del Plata.
A.Z.: ¿Cuál es la verdadera nacionalidad de Gardel?
J.C.O.: Para mí era francés.
A.Z.: ¿Cuál tango de Gardel le gusta más?
J.C.O.: ¿Te das cuenta de que siempre se dice los tangos de Gardel? Y sin embargo no hay ningún tango de él. ¿Te das cuenta que Gardel es el tango? A mí me gustan todos. No sé, podría indicarte que me gusta "Mano a mano".
A.Z.: ¿Cuáles serían los tangos que él cantaba con más sentimiento?
J.C.O.: El sentía más ese tipo de tango melancólico y cínico: "Por qué me das dique,/ señora de grupo". Y aquel otro, "Tortazos": "Qué hacés, tres veces qué hacés.../ No te rompo de un tortazo por no pegarte en la calle". La mejor postura que tenía era la del fiaca postergado, la que le cuadraba mejor; para mí el Gardel más auténtico es ése.
A.Z.: ¿Se puede comparar a Gardel con otros cantores?
J.C.O.: ¿Vos estás loco? Yo tengo una radio piojosa y escucho solamente Sodre y Gardel.
A.Z.: ¿Con guitarra o con orquesta?
J.C.O.: Me gustan más los tangos con guitarra.
A.Z.: ¿Era buen actor? ¿Qué opina de sus películas?
J.C.O.: Horrorosas. ¿Cuál es una en la que engancha a una mujer con el lazo? Era cantor, ¿entendés? Hasta cuando hablaba cantaba; no hay más que escuchar las grabaciones de algunas películas: "Margarita".
A.Z.: Onetti, ¿alguna vez le dio por cantar a usted?
J.C.O.: Sí me dio, y me dieron.
A.Z.: ¿Usted toca el violín?
J.C.O.: Sí, toco. Lo que más me gusta tocar es "Amurado".
A.Z.: ¿Y que habría opinado Gardel si hubiera leído "El pozo"?
J.C.O.: Yo no sé si sabía leer.
A.Z.: ¿Le habría gustado que Gardel cantara alguna cosa que no cantó?
J.C.O.: Sí. La "Berceuse bleu" de Julio Herrera.
A.Z.: ¿Gardel era inteligente, Onetti?
J.C.O.: ¡Sí!... ¡Y chau! Decí que lo más importante que ha sucedido en el Uruguay en materia artística se llama Carlos Gardel.