4 de marzo de 2010

Entremeses literarios (XCII)

LA GRAN COMIDA
Bertolt Brecht
Alemania (1898-1956)

En la isla Thuro vivían un hombre y una mujer extremadamente ahorrativos. Durante toda su vida el hombre no usó más que camisas hechas con bolsas. En invierno, para no tener que calentar la casa, abrían la puerta del establo y aprovechaban el calor de los animales. Cuando murieron -uno inmediatamente después que el otro- se los enterró juntos y, con lo que habían dejado o con el producto de una colecta, se organizó la tradicional comida fúnebre de la que participaban todos los habitantes de la aldea. Esa fue la única comida generosa ofrecida por la pareja.


LA TARTA
Verónica Pérez Traviezo

Venezuela (1976)

- Busca mayonesa, queso manchego y pimienta -le dijo a su mujer, quien miró a los médicos y enfermeras como buscando una respuesta que le hiciera oler menos tragedia a su alrededor.
Conectado a unos cinco equipos médicos, en medio de la sala de cuidados intensivos, el hombre balbuceaba recetas de cocina sin saber que el concurso no era culinario. Al salir, el médico le dijo a la mujer:
- Está mejor. Lo vio, ¿habló con él?
Y ella, dibujando una sonrisa que no disimulaba su terror, respondió:
- Sí, me mandó a buscar ingredientes para una tarta de queso.
Rieron. El con convencimiento. Ella vacilante. Pero cuando el doctor dio media vuelta, la mujer corrió tras un supermercado. Regresó triste. Era 25 de diciembre y todo el comercio de la zona permanecía cerrado. Esa noche no habría tarta. Tal vez después.


PALOMAS
Juan Mihovilovich
Chile (1951)

Al principio eran dos o tres y les dimos unas migajas de pan. A los pocos días una veintena parloteaba por el patio y otras subían picoteando las escaleras del edificio. Hace una semana centenares se asoman por las ventanas y las más cercanas nos miran compasivamente. Cuando algunas migajas caen hasta el suelo nos empujamos indignamente disputándolas sin ningún decoro.


FREGOLI: ARTISTA DE LA METAMORFOSIS
César Bruto
Argentina (1905-1984)

Asi como hay muchos ofisios que con el tienpo bajan por la ruda escalera de la decadensia hasta las tenebrosas cavernas del olvido, otras profesiones ganan prestijio y suben por el ascensoR de la popularidá hasta quedar colgadas en los pinachos mas elevados de la consagrasion siudadana. Y al aplicar la regadera deste introito sobre el jardin de la pasiensia del lebtoR, yo lo hago para referirme a leopoldO fregolI, un artista de teatro que se presentó adelante de nuestro publico allá por los anios 30, y el solito representaba todos los personages de las obras, trasformandose a gran velocidá de viegito en vanpiresa, de jobensuelo en ansianA, de burgues en mendigO, de borracho en astemio, y en todos los tipos mas antipodos que uno pueda imaginarse. Por ejenplo, el artista hasia mutis por un costado del esenario en forma de avarO piltrafiento y miserable que protestaba contra un sobrino gastador y manorrota... !Y casi enseguida aparesia por el otro costado de la esenA el elegante y calaveron sobrino del viejo amarrete que venia a buscar a su nobiA! Y al irse el sobrino, rapidamente aparesia dicha nobiA, la cual se quejaba de su padre, un feros cosaco del volgA... !Y en cuanto se iba la joben salia el cosaco del volgA y todo, que andaba buscando a su abuelita! En fin: el fregolI era capas de entretener al respetable publico durante horas y horas canbiando tan velosmente de apariensia que ni siquiera podian imitarlo algunos politicos desos que de repente se muestran de una manera y de repente de otra, y sienpre nos enloquesen con sus trasformasiones... Despues de naser en romA, en 1867, fregolI probó sientos de ofisios, hasta que le tocó el servisio militar... En sierta ocasion, un gefacho de su rejimiento no quiso darle permiso para ir a un baile de mascaritas... !y al dia siguiente dicho gefacho supo que la delicada damisela con la cual habia bailado toda la noche era nada menos quel mismisimo fregolI de cabo a rabo! Desdentoses su fama sestiró por todo el mundO, y cuando se queria elojiar a una persona por su rapides en canbiar de aspebto, se le desia: "!Pero, che viegito: vos pareses un fregolI!" Y al resibir ese elojio, el tipo quedaba consagrado. Cuando murió fregolI, en 1936, todos pensaron quel fregolismO se acabaria para sienpre... Pero, como ya lo insinuamos hase un rato, muchos y abundantes lideres de la politica, la bancA, la industria, el comersiO y la delincuensiA se apasionaron por ese artE, y asi es como hemos visto a estupendos ofisialistas que en pocos istantes se convertian en opositores, y a feroses opositores quen un abrir y serrar de ojos se volbian ofisialistas!... Y todo esto lo digo en forma elojiosa y sin querer lastimar a nadies, y sin que nadies se sienta agraviado y me mande sus padrinos para que yo vaya a lavarle las manchas en el canpo del honoR a fuersa de sable o de pistolaS... O sea quen vez de ir al canpo del honoR a batirse en duelo, yo creo que mucho mejor seria que algunos caballeros fueran al canpo a senbrar papas.


TODO ESTABA EXACTAMENTE
Chevige Guayke
Venezuela (1944)

Igual y en el mismo sitio. El muelle de madera aún estaba intacto y a sus costados permanecían atracadas varias embarcaciones. Algunos muchachos tirábanse desnudos de las escalinatas. La misma plaza y la misma estatua del general JBA y el mismo demente pronunciando discursos épico filosóficos montado en un banco. Las mismas angoletas saltando en las ramas de los mismos robles y de los mismos guayacanes. Los mismos músicos tocando las mismas canciones. El mismo viento afectuoso untado de mares. Los mismos perros ladrándoles a los duendes. Los mismos gallos cantando tediosamente a orillas del mediodía. La misma iglesia y el mismo cura. Las mismas calles taciturnas y casi desoladas. Las mismas casas. La misma mansedumbre. Los mismos ojos maléficos. La misma palabra sensible y elemental. Sinceramente; estaba asombrado. El pueblo era el mismo de siempre. Qué alegría volver después de tantos años y hallarlo insólitamente igual. No quería creerlo. Pensé en pesadillas, en alucinaciones. Me acerqué a un hombre que descansaba plácidamente bajo un árbol:
- ¿Esto es Karbhoro, verdad?
El hombre me quedó viendo con unos ojos antiquísimos:
- ¿A cuál se refiere, al viejo o al nuevo?
- ¿Y... este... hay dos Karbhoro?
Se medio rió y dijo:
- Sí. Dos que son el mismo; pero el nuevo está más adelante en el tiempo... Y el viejo es esta vieja fotografía donde estamos usted y yo...


CUADERNO ROJO DE FABRICACION CHINA COMPRADO EN LONDRES
María Celina Núñez
España (1963)

Yo tenía un cuaderno rojo de fabricación china comprado en Londres. Allí anotaba el paso de los días, los ritos de la amargura. Era el templo de mis ceremonias una vez que descubrí que el amor al amor no llama. Después de Madrid, Barcelona, París y Londres, Toledo y Avignon y los Jardines de Versalles, llegué a una casa hermosa pensando que sería feliz. Como no quería ser una mujer triste me convertí en lagarto pero no encontré por donde anduve ni una hoja seca, todo era cemento. Y como no era un lagarto auténtico, ese suelo recalentado me quemaba las patas, la cola y me hacía arder el vientre. En vista de que al llegar el anochecer el vientre no se aquietaba, decidí volver a ser mujer y busqué a mi hombre (un hombre que no me amaba). Busqué por toda la casa y no lo hallé. Entonces volví al cuaderno rojo de fabricación china comprado en Londres. Con el bolígrafo en la mano lo abrí y encontré a mi amado plano y recortado en la forma de una hoja de árbol seco. Me volví lagarto otra vez y nunca más salí de la casa. Ahora duermo entre las páginas del cuaderno. La hoja seca y el lagarto nunca llegaron a compartir el himeneo.


EL HOGAR
István Örkény

Hungría (1912-1979)

La niña sólo tenía cuatro años, sus recuerdos, probablemente, ya se habían desvanecido y su madre, para concienciarle del cambio que les esperaría, la llevó a la cerca de alambre de espino; desde allí, de lejos, le enseñó el tren.
- ¿No estás contenta? Ese tren nos llevará a casa.
- Y entonces, ¿qué pasará?
- Entonces ya estaremos en casa.
- ¿Qué significa estar en casa? -preguntó la niña.
- El lugar donde vivíamos antes.
- ¿Y qué hay allí?
- ¿Te acuerdas todavía de tu osito? Quizás encontremos también tus muñecas.
- Mamá, ¿en casa también hay centinelas?
- No, allí no hay.
- Entonces de allí, ¿se podrá escapar?


INSERCION
Kristel Guirado
Venezuela (1968)

Dejo los cuadernos sobre el mueble y lo pienso un poco. Vengo a la cocina, relleno un pan con mermelada y me sirvo la última taza de café mientras leo en un diccionario: "CEREBELO m. Anat. Parte posterior del encéfalo". La perra, velándome, da vueltas a mi alrededor y me sigue por toda la casa. Yo, incesantemente, busco una aguja. No la encuentro. Comienzo a hurgar de nuevo, pero ahora en los sitios donde nunca hubiese esperado encontrar alguna. La casa es un verdadero desorden. Vengo a la nevera, levanto una revista y aqui está: el paquete amarillo con dos mujercitas sonrientes que mamá compró la semana pasada. Estoy recordando claramente las últimas palabras del profesor. La perra se apoya en las patas traseras haciendo equilibrio. Como recompensa le doy el pedazo de pan que me queda. La observo. Hace al comer unas muecas exageradas que me causan una vaga gracia. "Es improbable, no deja huellas...". He buscado en libros y enciclopedias, pero no encuentro dato alguno sobre la relación tiempo-efecto. No sé si tendré los segundos necesarios para retirar la aguja, pero debo arriesgarme. Repaso mis anotaciones del lunes, el profesor apuntaba: "En la base de lo que nosotros llamamos nuca se forma una especie de hendidura. Si apretamos la cabeza del sapo un poco hacia atrás, lograremos sentirla mejor. Ahora claven la aguja en el centro de la hendidura, exactamente en el centro, y mataremos al sapo sin causarle dolor, de forma rápida y sin dañarlo fisicamente...". Guardo estos libros, coloco el paquete de agujas donde lo encontré y dejo sólo la que voy a utilizar. Tomo la bolsa de pan, agarro otro y se lo doy a la perra para entretenerla. Sin pensarlo mucho, palpo entre la cabellera el orificio, me inserto la aguja y, en efecto, tengo tiempo de retirarla y lanzarla lejos.


EL USO DE UNA LAMPARA
Idries Shah

India (1924-1996)

- Yo puedo ver en la oscuridad -se jactaba cierta vez Nasrudín en la casa de té.
- Si es así, ¿por qué algunas noches lo hemos visto llevando una lámpara por las calles?
- Es sólo para que los otros no tropiecen conmigo.


LAS PATRONAS
Guillermo Samperio
México (1948)

Las patronas de las sirvientas son complicadas. Se disgustan por cualquier cosita. Piensan que a cada paso les roban, se burlan de ellas, las espían. No les gusta que las cosas cambien de lugar ni que las sirvientas metan gente a la casa. Odian que la muchacha utilice sus baños, sus jabones, sus peines, el refrigerador, los sillones, las sillas, el teléfono, las camas, el pasillo, la entrada, la salida, las llaves de la casa, al esposo y a los hijos adolescentes. Quisieran tener un ángel maravilloso por sirvienta. Los maridos de las patronas de las sirvientas son más complicados y les da lo mismo esposa, sirvienta, que ángel.