Maestro y profesor de enseñanza secundaria, antes de empezar a escribir su obra maestra, Leopoldo Marechal había publicado poesías y artículos en la revista "Martín Fierro". En 1926 viajó por primera vez a Europa, primero a España, donde frecuentó a los redactores de "La Gaceta Literaria" y la "Revista de Occidente", y más tarde a Francia, donde se vinculó con los pintores y escultores del llamado "Grupo de París" compuesto, entre otros, por José Fioravanti (1896-1970) y Antonio Berni (1905-1981). En 1929 realizó su segundo viaje a Europa y, un año después, en un cuarto de hotel en París, comenzó a bosquejar las andanzas del poeta melancólico. "Adán Buenosayres" está dividido en siete partes o libros. El personaje central, manifiestamente autobiográfico, "sobrevuela omnisciente sobre Villa Crespo, Avellaneda y Belgrano, el puerto y los frigoríficos, los cien barrios porteños" al decir de Guillermo Saccomanno (1948) en su artículo "Marechal, el alegato". Los cinco primeros libros están relatados en tercera persona. En los libros VI (El Cuaderno de Tapas Azules) y VII (Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia) en cambio, el relato está hecho en primera persona.
En 1970, el mismo año de la muerte de Marechal, el escritor Pedro Orgambide publicó en su "Enciclopedia de la literatura argentina" un laudatorio análisis de la novela. El texto, titulado "Sobre Adán Buenosayres", es el que sigue.
PEDRO ORGAMBIDE (1929-2003). Escritor, periodista, guionista, bailarín de tango, fue fundador de las revistas "La Gaceta Literaria" (en Argentina) y "Cambio" (en México). Publicó sus primeros poemas en las páginas que dirigía Raúl González Tuñón en el periódico "Orientación", entre 1942 y 1945. Su primer libro, "Mitología de la adolescencia", apareció en 1948. En 1954, mientras trabajaba en la sección deportiva del diario "Noticias Gráficas", editó su primer ensayo: "Horacio Quiroga, el hombre y su obra" y, un año después, su primera novela, "El encuentro". Publicó más de cuarenta libros, entre novelas, ensayos y biografías, y fue autor de obras teatrales y de libretos para la televisión. Entre sus obras se incluyen títulos como "Memorias de un hombre de bien", "El páramo", "Un caballero en las tierras del sur", "El escriba", "Una chaqueta para morir", "La mulata y el guerrero", "Cuentos con tangos", "Gardel y la patria del mito" y "Un puritano en el burdel".
Salvo el comentario elogioso de Julio Cortázar (que intenta, al mismo tiempo, una crítica rigurosa de la obra) y la opinión favorable de algunos pocos escritores, la novela de Marechal pasa inadvertida en aquel tiempo. No sería ajena a esta circunstancia, la posición política del autor, identificado con el peronismo. Por otra parte, la crítica pudo verse sorprendida por la aventura formal que proponía la novela, por los procedimientos narrativos y de lenguaje que hoy son lugar común en la novela latinoamericana. Sean cuales fueren las causas de este primer desencuentro, lo cierto es que, veinte años más tarde, los escritores de las nuevas promociones reconocen en "Adán Buenosayres" a una obra precursora. A la vez, su reedición obtiene gran éxito de público. La novela, en su primera edición, consta de 741 páginas y se organiza en siete libros. Los cinco primeros narran la aventura de Adán Buenosayres durante los días jueves 28, viernes 29 y sábado 30 de abril en un indeterminado año de la década del '20. El libro sexto ("El Cuaderno de Tapas Azules") es una autobiografía del protagonista de la historia, y el séptimo ("Viaje"), un descenso simbólico a los infiernos. Desde el mismo titulo puede observarse el carácter ambiguo de la narración, que oscila entre lo realista y lo simbólico y cuya, principal clave está en el propio nombre del personaje. Adán es el hombre en el sentido bíblico y es también un hombre en el sentido inmediato de la palabra y, al mismo tiempo, es un hombre de Buenos Aires, un argentino, un porteño. Esta pluralidad y unidad de su condición define su identidad. La misma se trasciende por su condición poética. De tal manera la obra puede observarse como una extensa autobiografía tanto como un poema.
En el prólogo se dice que Adán Buenosayres ha muerto. Se inicia entonces desde lo autobiográfico, la narración de una vida, que en los primeros cinco libros se relata en tercera persona, y en los dos restantes en la más directa y confesional primera persona del narrador. Pero a la vez comienza un poema que utiliza procedimientos de la épica: el viaje, el compañero de aventuras, el necesario guía para internarse en universos desconocidos. Las referencias homéricas se unen a las alusiones bíblicas. El destino de Adán Buenosayres adquiere entonces un carácter mítico. En sus contenidos manifiestos alude a los compañeros generacionales de Leopoldo Marechal, aquellos que integraron el grupo literario "Martín Fierro".
Sin ser ésta directamente novela con clave, puede atisbarse cierta relación entre las criaturas imaginarias y los personajes reales que pudieron servir de inspiración al novelista. De todos modos, el núcleo narrativo, su principal centro de interés está en el mismo protagonista, en su viaje por el cielo y el infierno de la ciudad. El astrólogo Schultze, o el filósofo Samuel Tesler, son buenos compañeros de viaje y le permiten al poeta enfrentar los temas que su propia realidad o fantasía le proponen. En ese universo, la mujer aparece también en la ambigüedad de lo real y lo fantástico: Ruth (encarnación de Circe), Solveig Amundsen (amada del poeta), Flor de Barrio (con rasgos arquetípicos de mujer-barrio), etcétera. Esa misma óptica es la que emplea el narrador cuando abre el ángulo sobre su contorno, cuando observa la ciudad y el suburbio. Los propios nombres subrayan la cualidad arquetípica de los personajes: Polifemo Cochero Flaco, Cochero Antiguo, El Mercader Sirio, el Joven Taciturno.
En la mención muchas veces asoma el tono irónico, el humor que es una de las características de este libro. Humor muy argentino, muy porteño, como el que esgrime Franky Amundsen frente al payador Tissone, cierto espíritu "cachador", socarrón, burlón, que atempera lo melancólico y patético de la propia historia. Porque al fin, como en toda autobiografía, es en el reencuentro con el propio pasado, con el tiempo vivido, donde Adán Buenosayres-Marechal logra sus momentos mas plenos: en el viaje a su propia infancia y adolescencia, en el vivido recuerdo de la muerte de su tío Francisco Mujica, en las imágenes del campo, del cielo abierto. Como contraparte, su viaje a los infiernos, a los suburbios del alma, mostraría la oscilación entre lo angélico y lo demoniaco del Adán bíblico, del Adán hombre, del Adán porteño.
El carácter realista-simbólico de la obra determina, a la vez, un lenguaje que participa de esta dualidad; aparecen así palabras-personajes: Ladeazul, Ladeblanco, Ladeverde; formas coloquiales del barrio y el suburbio, palabras jerarquizadas por la expresión lírica y otras proscriptas por indecentes. Su riqueza verbal, que por momentos parecería una exageración, responde al enorme caudal de imágenes, símbolos, personajes, descripciones, estados de ánimo, percepciones a nivel consciente o sensorial, que son, al fin, los elementos mismos del poeta, los que dan fuerza a su relato, los que justifican, al fin, la existencia de Adán Buenosayres.