Alberto Pecznik (1957) es médico
psicoanalista y psicooncólogo. Nacido en Buenos Aires, egresó de la Facultad de
Medicina de la UBA especializándose primero en Clínica Médica.
Luego realizó estudios de Homeopatía obteniendo el título de Médico
Homeópata en el Instituto Boiron de Lyon, Francia. Más tarde realizó
cursos de perfeccionamiento en Dolor y Medicina Paliativa dictados por la
Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador y los postgrados en
Psicooncología en la Asociación Médica Argentina y en Psicoanálisis con
Orientación Adultos en la Universidad de la Matanza. Ejerce la
docencia y colabora en la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia
para Graduados en el área de Formación Permanente y del Taller de
Supervisión en Psicooncología y Cuidados Paliativos. Su inquietud lo
llevó, simultáneamente a sus estudios académicos, a buscar por el camino del
arte una comprensión mayor de la existencia, el dolor y el sufrimiento
humanos. Para ello desarrolló un pequeño taller de arteterapia en su
consultorio dirigido a los diferentes requerimientos de los pacientes. Es
autor de numerosos trabajos científicos y autor de los libros "La
homeopatía y algunas de la patologías más frecuentes de la practica
diaria" y "El sujeto ante su muerte. Violencia y terminalidad
terapéutica". En este último, de reciente
aparición, Pecznik examina los modos en que los individuos reaccionan
frente a una dolencia incurable y las dificultades inherentes a enfrentar
esa última experiencia traumática e intransferible. A partir de su larga
experiencia como médico del dolor y cuidados paliativos analiza la
situación singular del sujeto que tiene conciencia de su propia muerte y la de
su familia desde un abordaje psicoanalítico. En la entrevista que le
concedió a Carlos Maslatón para el nº 458 de la revista "Ñ" del 7 de
julio de 2012, el doctor Pecznik habla sobre la importancia crucial
de los recursos terapéuticos que los especialistas en cuidados paliativos
deben tener en cuenta para atenuar el dolor y la ira del muriente y su entorno
familiar.
Las sociedades occidentales están atravesadas por la
negación de la muerte. ¿De qué manera es posible prepararse a lo largo del
ciclo biológico para enfrentar la muerte propia y ajena?
Este punto puede tener varias explicaciones. Desde la
perspectiva psicológica, la muerte carece de representación en la conciencia.
Las sociedades occidentales no sólo están atravesadas por la negación a la
muerte, sino también por la negación a los derechos en vida, por el derecho a
la vida, siendo la muerte el último tramo de este ciclo. La cultura en la que
estamos inmersos nos conduce, indefectiblemente, a un espacio delirante, donde
el sujeto se cree omnipotente e inmortal; un espacio atemporal donde se
confunden deseos por imposiciones culturales. Desear está prohibido y predomina
la lógica del castigo por desear, y la culpa. De esta manera, no hay lugar para
ningún tipo de finitud; no está prevista en los planes, como tampoco hay lugar
para realizar procesos, ni para cultivar la subjetividad. Bajo estas
condiciones, resulta dudoso que existan formas de preparase para la muerte y,
menos aún, para la propia muerte. En realidad, deberíamos prepararnos para la
vida, con un sujeto en una posición más realista.
¿Qué herramientas metodológicas se utilizan para reencauzar
la agresividad y la violencia con que muchos pacientes afrontan el proceso de
una dolencia terminal? ¿Por qué la violencia tiene preeminencia como eje
argumentativo de su texto, por sobre otras posibles reacciones emocionales de
los enfermos?
Tomo a la violencia como eje de mi trabajo porque es el
decantado principal de la antinomia vida/muerte. Porque es la respuesta
predecible y previsible frente a la mayor herida narcisista. En la toma de
conciencia de este saber negado, se produce una ruptura de la lógica del
pensamiento, un "crash". La paradoja antes negada se hace consciente.
Se está vivo muriendo. Esto pasaría a ser experimentado como el fracaso de los
fracasos, en especial el de los provenientes de los mandatos culturales. Omnipotencia
e infinitud son conceptos que desaparecen. La muerte, la condición mortal
nos iguala. Entonces, inevitablemente, sobrevienen los malos tratos. El primero
de ellos, por supuesto, es impuesto por el sistema de salud al individuo
sufriente que pasa a constituirse en una molestia, en la prueba del fracaso de
una serie de alucinaciones, entre ellas la de que la Medicina todo lo puede.
También, desmantela las alucinaciones de la inmortalidad y la omnipotencia. De
esta manera, el sujeto deviene en objeto y es utilizado, en nombre de un falso
paternalismo, como conejillo de Indias de tratamientos interminables y queda
cautivo del ensañamiento terapéutico. No existe una fórmula única para
reencauzar la agresividad y la violencia del muriente. Cada momento demandará una
concordancia especial con el terapeuta, dependiendo de cada sujeto, y del
momento vital en que éste se encuentre en relación a sus proyectos y a su
enfermedad, gravitando también aspectos como la fortaleza de su yo, su universo
afectivo y vincular. A partir de estos registros se construirá un espacio para
realizar el trabajo terapéutico que opere como catalizador de la violencia.
¿Es viable pensar que la psicooncología y las terapéuticas
paliativas sólo pueden concebirse como una modalidad para instaurar en el
paciente la idea de aceptación?
De por sí, lograr la aceptación no es poco. Pero alcanzar
esa instancia dista mucho de ser un adiestramiento. La aceptación no es una
respuesta pasiva ni el sometimiento a un destino ineludible. La aceptación
implica una renuncia, un trabajo activo de un proceso de duelo. Este trabajo de
duelo propone afrontar la realidad y reconfigurarla, convertirla en una nueva
realidad, donde el aquí y ahora sean lo importante. En este libro afirmo que
"hace falta Eros aún para morir". Este concepto significa seguir
siendo vital aún con conciencia de muerte. Ser vital es mantener una actitud
activa, creativa, editando desde el deseo cada tramo de la vida, aún en los
momentos de mayor dolor.
¿Cómo se trabaja terapéuticamente para que las
transformaciones malignas que se producen en el paciente y en su entorno
familiar tras la confirmación del carácter irreversible de la enfermedad puedan
devenir en transformaciones benignas?
La situación de terminalidad es, sin duda, la situación más
traumática de la vida. El psicoanálisis procura articular los recursos
psíquicos de cada sujeto, permitiéndole vivir la realidad de una manera más
activa y creativa, conciliando sus experiencias penosas y dándoles un nuevo
sentido. Transitar esto es lo que describo como proceso de transformación
benigna, una situación de buen vivir, donde la muerte esté incluida. De esta
manera, el sujeto revaloriza su autonomía, sus capacidades funcionales y su
interacción con sus afectos, incluyendo a la pérdida, al dolor y a la
enfermedad como partes de la vida. Las psicoterapias, en general, y la terapia
psicoanalítica tienen como objetivo que el sujeto pueda hacer consciente la
mayor cantidad de obstáculos que se interponen en el logro de su estado de
bienestar y satisfacción vital.
¿Cuáles son las exigencias éticas que se le plantean como
terapeuta frente a pacientes en fase terminal?
Al incluir la finitud como parte de la vida no tendríamos
por qué diferenciar este tratamiento del de cualquier persona que consultara,
en cualquier momento de su vida, por algún motivo relacionado con alguna
problemática vinculada a su salud emocional. No deberíamos etiquetar al
sujeto ni discriminar su salud mental en función de una condición vital de
terminalidad terapéutica o no. Por supuesto, es cierto que estamos frente a un
sujeto que se encuentra ante la situación más dramática de su existencia pero
las exigencias éticas de estos pacientes tiene la misma magnitud que en el
resto.
¿Qué es el arteterapia?
El arte es un medio expresivo y comunicativo del ser humano
a través del cual se pueden expresar ideas, emociones, valores y la visión
individual del mundo. El arteterapia es una disciplina del campo de la
psicoterapia en el que se emplean recursos de las artes con objetivos terapéuticos. El
arte ocuparía el lugar de la herramienta con la cual el individuo pone de
manifiesto sus afectos, sentimientos, emociones y conflictos para luego
elaborarlos y procesarlos.
¿Por qué arteterapia?
Porque mientras que el lenguaje verbal tiene una
significación predeterminada, el lenguaje artístico puede carecer de
significado previo. Las imágenes siempre tienen un sentido se sepa éste o no.
Mientras lo expresivo se manifiesta en la producción artística, luego se
elabora en el proceso terapéutico. El objetivo final no es el producto
artístico sino la búsqueda de sentido en el proceso psicoterapéutico a través
de la elaboración del contenido inconsciente y consciente. El modelo
puesto en juego le da al paciente una participación activa.
¿Cuándo es indicada?
En enfermedades prolongadas o terminales como el Alhzeimer o
el cáncer, pero también para casos de capacidades diferentes como síndrome de
Down o autismo, para pacientes con problemas sensoriales, físicos, motores o de
adaptación social, para pacientes con estados de ansiedad, depresivos
o con inestabilidad emocional, y también para aquellos que son víctimas de
violencia doméstica, refugiados, reclusos y otros problemas de carácter social.
¿Cómo evalúa la sanción de la Ley de Muerte Digna?
No está en mí evaluar la Ley de Muerte Digna. Es un derecho
inalienable elegir cómo queremos vivir y cómo quisiéramos morir. Creo que la
ley tiene un aspecto restitutivo de un derecho que la cultura deniega: el de la
libre elección en general, y de la autonomía en lo referido al encarnizamiento
terapéutico. En definitiva, recupera la libre elección para rechazar
tratamientos que prolonguen artificialmente la vida, respetando la voluntad del
paciente en decisiones que afecten a su calidad de vida.