La
poetisa, ensayista y traductora polaca Wisława Szymborska (1923-2012),
considerada una de las voces más originales de la poesía contemporánea de su
país, nació en Prowent, un pueblo de la provincia de Poznań,
pero en 1931 se trasladó junto con su familia a Cracovia, ciudad en donde cursó
sus estudios y vivió hasta su muerte. Luego de trabajar como empleada del
ferrocarril para evitar ser deportada por los nazis, una vez concluida la
Segunda Guerra Mundial estudió Literatura Polaca, Filología y Sociología en
la Uniwersytet Jagielloński y se vinculó al grupo
literario Inaczej que reunía, entre otros escritores, a Tadeusz
Kubiak (1924-1979) y a Stanisław Lem (1921-2006). Influida por
la obra del poeta Czesław Miłosz (1911-2004), inició su
andadura literaria consagrada esencialmente a la poesía, aunque también a la
crítica y al ensayo en diversas publicaciones periódicas
como "Walce", "Pokoleniu", "Naprzód"
y "Świetlica Krakowska". En 1945 publicó en el diario "Dziennik
Polski" su primer poema, "Szukam słowa" (Busco la
palabra), pero no sería hasta la aparición en 1952 de su poemario
"Dlatego żyjemy" (Por eso vivimos) y el posterior "Pytania
zadawane sobie" (Preguntas que yo me hago), en 1954, que
empezaría a conseguir reconocimiento literario. Afiliada al comunista
Partido Obrero Unificado Polaco, su primeros poemas se encuadran dentro del
dogmático "realismo socialista", un estilo que abandonaría a partir
de la publicación en 1957 de "Wołanie do Yeti" (Llamada al Yeti),
poemario en el que hizo una reflexión personal, intimista y condenatoria del
periodo estalinista. Por entonces ya trabajaba como editora de poesía y
columnista en el semanario "Życie Literackie", al tiempo que
publicaba ensayos y artículos, y traducía poemas franceses al polaco. Luego,
con el correr de los años, publicaría "Sól" (Sal), "Sto
pociech" (Cien consuelos), "Wszelki wypadek" (Por si
acaso), "Wielka liczba" (Gran número), "Ludzie na
moście" (Gente en el puente) y "Koniec i początek" (Fin y
principio), obras en las que ya aparece perfilado su estilo intimista,
irónico, paisajístico y existencialista. Por el conjunto de su obra
poética, no muy numerosa pero memorable, recibió en 1996 el
Premio Nobel de Literatura. En su discurso al recibirlo -uno de los más
breves e irónicos que se recuerdan-, Szymborska dijo que cualquier
saber que no provoca nuevas preguntas se convierte muy pronto en algo muerto,
pierde la temperatura que proporciona la vida. También habló de dos palabras
que siempre la estimularon: "no sé". En sus últimos poemarios
publicados profundizó su mirada filosófica sobre la vida, sin por ello
dejar de utilizar un humor algo irónico:
"Chwila" (Instante), "Tutaj" (Aquí),
"Dwukropek" (Dos puntos) y "Wystarczy" (Sólo), obras
todas ellas en las que, al decir del escritor español Fernando Savater
(1947), "se mantiene fiel, aunque con ironía y hasta con sarcasmo, a
la pretendida salvación por la palabra y sin embargo nunca pretende decir la
última palabra: porque en ese definitivo miramiento estriba lo que nos
salva". En el siguiente resumen de las entrevistas realizadas
por Félix Romeo (para la edición del 25 de enero de 2004 del diario
argentino "La Nacion") y por Javier Rodríguez Marcos (para
la edición del 5 de diciembre de 2009 del diario español "El
País"), la poetisa polaca habla de su obra y de los temas sobre
los que debería escribir sin demorarse mucho porque "el tiempo
apremia", aclarando que "hay preguntas para las que no
tengo respuesta".
¿De niña leía poesía?
No. En mi casa había sólo dos libros de poemas del siglo XIX. Y tampoco los leía. Siempre quise escribir novelas gordas. Al principio creía que si alguien aspiraba al título de escritor tenía que ser autor de novelas de varios tomos y cientos de páginas. No pasé de relatos mediocres. Un día escribí un poema, horroroso, y se lo pasé a la gente que trabajaba conmigo en el periódico. Me preguntaron: "¿pero tú qué lees?". Resultó que no conocía los poetas contemporáneos. Había leído mucha narrativa, a Thomas Mann, a Proust, a Dostoyevski, pero de poesía, ni idea. Me tuve que formar un poco.
¿Cómo recuerda la guerra?
Lo mejor que puedo decir es que sobreviví. Recuerdo el hambre, el frío. Tuve que trabajar haciendo zanjas en la calle. Mi padre fue inteligente: mucha gente huyó de Cracovia y se fue a Lvov, en la actual Ucrania, y pasaron a formar parte de la ocupación soviética. Sobreviví, sí. Pero hubo gente que murió. Mi primó cayó en el levantamiento de Varsovia.
¿Qué función cumple la poesía ante la crueldad del mundo?
El mundo es cruel, pero merece también otros calificativos más compasivos. Si únicamente fuera cruel, la gente hace mucho tiempo que no estaría aquí. Habría aquí y allá algunos escombros y crecerían algunas plantas. Plantas anónimas, porque no habría nadie que les diera nombre.
¿Qué piensa de la idea de Adorno de que no se puede escribir poesía después de Auschwitz? Supongo que para una escritora polaca que vive a 70 kilómetros de ese campo de concentración la frase tiene un significado especial.
Adorno no tenía razón, y eso lo pudo comprobar personalmente porque vivió todavía más de veinte años después de terminar la guerra. En ese tiempo hubo poetas nada desdeñables que escribieron poemas nada desdeñables. Si ese trabajo hubiera carecido de sentido, ¿para qué habría servido?
¿Y puede un poeta escribir sobre la historia?
Aunque su deseo de no escribir sobre ella fuera muy grande, es imposible evitarlo. Hay poetas para los que la historia es una fuente directa de inspiración. Para mí los mejores en ese aspecto son Cavafis y Zbigniew Herbert. Pero incluso la poesía que carece de cualquier referente histórico se inscribe para siempre en la historia, ya que utiliza un lenguaje que determina de forma exacta dónde y cuándo nace. La poesía supratemporal es una ilusión idiota.
¿Tiene alguna fórmula mágica para escribir?
Sé lo que quiero escribir, pero no siempre me sale. Trabajo constantemente en los poemas. Hay algunos poemas que surgen de forma espontánea... Es mi secreto: no voy a decir nunca cuáles salen con facilidad y cuáles salen con esfuerzo, pero no siempre salen de forma espontánea.
¿Y cómo es la Szymborska que narra sus poemas?
Creo que cada poema lo escriben dos personas. Hay una persona que es la que siente las cosas, la que las experimenta, la que piensa. Y otra persona, que está detrás de mí y dice: "¿No estarás exagerando? ¿Qué va a entender el lector de lo que estás escribiendo? y, además, ¿para qué le sirve?". Ese yo irónico está siempre, pero si desaparece escribiré muy malos poemas... ¡Y si desaparezco yo, también serán malos!
Utiliza un lenguaje muy especial.
Mi lengua es una lengua viva. Utilizo frases hechas, lengua coloquial, juegos de palabras, que no necesariamente funcionan en otras lenguas... La suerte de los poetas en el exterior depende de los traductores.
¿Hablamos de los temas de su poesía?
Todos mis poemas nacen del amor. Diría incluso que todos los poemas nacen del amor; incluso aquéllos que transmiten el mal tienen en el fondo una forma de amor hacia el mundo. Estoy totalmente convencida... Y si no es así, lo siento por esos poetas.
¿Y el odio?
Tengo un poema sobre el odio, que es verdaderamente un sentimiento del siglo XX, el más fuerte, el que encuentra más seguidores. Y eso es algo horrible. Quizá en algún momento fue necesario pero ahora el odio es un sentimiento horrible. Aunque parece más fácil que un loco propague sus ideas con los nuevos medios. Antes, alguien llegaba y se subía a un cajón en una plaza y se ponía a hablar con un megáfono... Todo era más pequeño.
En sus poemas aparecen muchos animales.
No imagino la poesía sin los seres que nos acompañan en la vida: los animales, las plantas... e incluso las piedras. Mi animal preferido es el mono. Me encantó un libro de Jane Goodall, "A través de la ventana. Treinta años estudiando a los chimpancés", en el que cuenta su investigación en Tanzania con los primates y con los chimpancés. No los estudió como un grupo sino como individuos. Estuvo años siguiéndolos de uno en uno, investigando cada animal en concreto y descubrió que uno era individualista, otra era una mala madre, otra era muy cariñosa, otro era muy travieso... Se trataba de una forma de estudiar a los animales desde una perspectiva totalmente diferente. No me imagino otro enfoque distinto al del análisis individual. Todos somos un poco diferentes. El hombre se somete a diversas ideas de grupo y no siempre es bueno.
También aparecen muchos sueños en sus poemas.
Escribo de la realidad y los sueños son una parte de la realidad.
Al escribir "Aquí", ¿pensaba en la muerte?
Para mí la vida es una aventura con fecha de caducidad. Cuando estaba en la escuela murió una profesora y tuve conciencia de la muerte como algo natural. Con ochenta y seis años pienso igual que con ocho.
¿Y eso influye cuando escribe?
Yo no escribo sobre la muerte. Es una de las cosas más fáciles de hacer en poesía. Y no es verdad que tenga un poder ilimitado. No consigue todo lo que quiere y cuando quiere. Es cierto que hay poemas buenísimos sobre la muerte, pero en general es fácil porque despierta sentimientos y emociones fáciles, la ternura y todo eso.
¿El amor también es un tema fácil?
Ah, ése ya no es tan fácil. Y lo más difícil es el erotismo, que de hecho se ha tocado muy poco en poesía. Nunca he leído un poema que sea capaz de trasladar lo que sucede entre dos personas. Hablo del erotismo puro, no del amor como sentimiento, que sí es más fácil de expresar.
Hay más literatura en los amores difíciles.
Tal vez, pero yo he tenido la gran suerte de vivir algunos amores, y mis recuerdos son muy felices. Pero no hablemos de mí, que todo eso ya está en los poemas.
¿Hay palabras que trata de evitar especialmente cuando escribe?
Las arcaicas y las grandilocuentes. Pero hay palabras que utilizo raramente y con ciertas dudas. Cuando intento describir algo como "bello", por ejemplo. La belleza es una idea relativa, que depende de la tradición y de las costumbres, y sobre todo de los gustos personales, que el lector puede no compartir. Para mí, las catedrales románicas son más bonitas que las góticas, la cerámica más bonita que la más refinada de las porcelanas y la muñeca de trapo con la que en mi infancia podía hablar de cualquier cosa, mil veces más bonita que esa horrorosa Barbie. Porque, a ver, ¿sobre qué se puede hablar con una de esas Barbies? Bueno, a lo mejor de trapitos y esmalte para las uñas.
Sus poemas hablan de los grandes temas, pero parecen huir de las abstracciones.
Cualquier poema bueno se convierte de alguna manera en algo abstracto. Pero siempre tiene que ver con la realidad, con la vida del poeta o con la vida de otros. Las cosas bellas tienen también algo de metafísicas...
Me refería a que en el poema "Metafísica" habla usted de los fideos con tocino.
Es que todo termina siendo metafísico. Pero más que por los grandes temas, la poesía se salva por los pequeños detalles. Hay poemas antiguos que han pervivido gracias a un solo detalle. Pero me temo que estoy generalizando... sobre los detalles.
¿El humor le sirve para escribir sin vergüenza sobre temas más serios?
Es mi forma de ser. Desde niña he tenido tendencia a darle vueltas a un asunto y a buscarle la parte cómica. Hay cuestiones, sin embargo, que ni me hacen gracia, ni me han hecho nunca gracia, ni me la harán: el odio, la violencia, la estupidez agresiva.
¿Ahora qué lee?
Siempre he leído poca poesía. Nunca he sido capaz de leer un libro de poesía desde el principio hasta el final. Y hablo de los buenos. Lo que hago es leer un poema y dejarlo. Luego retomo el libro, y así. Como se puede imaginar, a veces quedo fatal con gente que me ha mandado sus libros porque tardo un año en contestarles con mi opinión, pero ésa es mi forma de leer. Leo todo el tiempo. Muchos libros de divulgación científica y de antropología, de zoología. Leo a Brodsky, con el que tenía mucha afinidad. Pero como no quiero olvidarme de nadie sólo voy a decir que leo a Rilke. Con él comenzó mi fascinación por la poesía.
¿Y escribe?
Aún estoy viva, para extrañeza de algunos y también para la mía. Y soy escéptica ante la poesía, incluso ante la mía. Como tengo poco talento, necesito un silencio de varios días: sin llamadas, sin visitas. Conozco pintores que pueden trabajar mientras llevan una conversación. En poesía eso es absolutamente imposible. Pensé que cuando pasara el Nobel el trajín se reduciría, pero no.
¿El premio Nobel le cambió la vida?
¿Que si el premio me cambió la vida? Y tanto. Para bien y para mal. Para bien porque multiplicó el número de cartas que me envían, de paquetes con libros, de invitaciones, de propuestas y de preguntas a las que hay que responder en las entrevistas. Para mal porque multiplicó el número de cartas que me envían, de paquetes con libros, de invitaciones, de propuestas y de preguntas a las que hay que responder en las entrevistas. A las invitaciones para viajar a otros países siempre respondo lo mismo: cuando sea más joven.
¿Es usted feminista?
Yo me niego a tener ninguna etiqueta, pero en Polonia las feministas tienen muchísima razón y muchas cosas por las que luchar: por los sueldos, por derechos que tienen que ver con su cuerpo, porque todavía hay resortes reaccionarios en la Iglesia... Sueño con el momento en que las feministas no sean necesarias.
Está en su casa, pero me pidió permiso para fumar...
Una vez recibí una carta de varias páginas en la que una mujer me pedía que dejara de fumar. Me hubiera gustado responderle: "he ido a tantos entierros de gente que nunca había fumado y que era más joven que yo...". Me limité a decirle que le agradecía que se preocupara por mí.
Por eso utiliza tanto el humor.
Mi poesía, como la vida, es una moneda: tiene una parte trágica y una parte cómica.
Y una parte cósmica...
Recuerdo una anécdota de Filipovich, un fabuloso escritor que supera la prueba del tiempo: cuando el hombre llegó a la Luna mucha gente en Cracovia estaba asombrada. Filipovich estaba pescando y trataba de ver el acontecimiento con prismáticos. Una vez, caminando por los alrededores de Cracovia con Filipovich, nos paramos a identificar estrellas, y cuando nos dimos vuelta, había un enorme grupo de gente a nuestro alrededor; tanta, que al día siguiente la prensa publicó que se había producido el avistamiento de un ovni. Una información que nunca fue desmentida. Espero que eso hiciera feliz a alguien. Escribí un poema en el que decía que no hay que mandar bromistas al cosmos.
Le fascina el espacio, pero realmente se ha movido muy poco.
No sé si es por mi signo zodiacal -cáncer-, pero no me gusta viajar. Nací un día después (y muchos años después) que Proust, que escribió doscientas páginas para decir cómo se preparaba para ir a la playa. No me gusta viajar, pero me gusta volver.