22 de junio de 2013

Fellini, Buzzati & Manara. La historia de un viaje imaginario (3)

Al principio pensó en el actor inglés Ronald Colman (1891-1958); más tarde, que Mastroianni sería el intérprete ideal, pero ya lo había utilizado como protagonista del “Viaje a Tulum”. Después de pensarlo y repensarlo, la elección recayó en Paolo Villaggio (1932). Así, Mastorna tuvo las facciones de ese rostro desmañado y melancólico del gran acto cómico italiano. Con el fin de dar indicaciones más precisas a Manara, Fellini organizó una sesión fotográfica en Cinecittá, en la que maquilló a Villaggio e intentó plasmar las expresiones del actor que mejor representaban la idea que él tenía de aquel viejo personaje. En otra oportunidad Fellini y Manara discutieron largo rato acerca del estilo gráfico que convenía a la historia. Tras muchas vacilaciones eligieron la aguada, sobre todo porque, como sostenía Manara, esta técnica presentaba mayores posibilidades de trabajar la luz y los claroscuros. Y así fue. Fellini utilizó el pincel de Manara exactamente como lo hacía con su director de fotografía. Sólo que, en lugar de los focos del cine, tenía a su disposición le gama completa de grises y un pote de agua. La guinda que coronó el postre fue la decisión de alargar el título: “Il viaggio de G. Mastorna, detto Fernet” (El viaje de G. Mastorna, llamado Fernet), que es un nombre típico de payaso.
“Desde que tengo la suerte de colaborar con Federico Fellini, la pregunta que más me hago a mí mismo es: si Fellini es el director de las mujeronas y tú eres el dibujante de las mujercitas, ¿cómo logran conciliar vuestra imaginería erótica?”, declaró en aquel momento Milo Manara. “Podría objetar que ante una historia como ‘Mastorna’, reducirlo todo a una cuestión de mujercitas y mujeronas es un poco simplista, del mismo modo que me resulta inaceptable recoger de todo el universo femenino felliniano sólo la turbación que producen sus (raras) gigan­tas (en lo que a mí respecta, me siento muy bien en compañía de mis mujercitas). En realidad, no sólo en lo que respecta a los personajes femeninos sino también a los mas­culinos, la ambientación y otros elementos de la historia, Fellini ha tenido que contentarse con mi representación, así como en el cine me parece correcto que se cuenten historias mediante la personalidad de los actores, de los escenógra­fos y de todo el ejército de colaboradores nece­sarios para realizar una película”.


“¿Cuándo pensé por primera vez en una historia para una película como la de ‘El viaje de Mastorna’? Ya no lo recuerdo -diría el director de ‘Amarcord’-. Siempre estuve convencido de que mis películas me esperaban bien hechas y acabadas, como las estaciones esperan a los trenes que llegan. Uno, sin embargo, ha oído hablar de ese pueblo, de esa ciudad que anuncian por los altavoces, pero no ha estado nunca; no obstante, el pueblo con su plaza, sus casas, la iglesia y el ayuntamiento existían vaya uno a saber desde hace cuánto tiempo. Pero, tarde o temprano, para conocerlo, para saber cómo está hecho y quiénes lo habitan, es necesario llegar. Precisamente, cogiendo un tren o conduciendo el propio automó­vil. Después hay que visitarlo con curiosidad, maravillándose y dejando que fluyan los recuerdos más insospechados... Sólo entonces puede hablarse de él, contar su historia, transmitir su atmósfera, comunicar los sentimientos que te transmite. Así puedo hablar, como director, de las películas que he hecho”.
“Pero con ‘Mastorna’ -añadió- hay un inconveniente: jamás la hice. Se trata de una historia que me ha acompañado durante casi treinta años y que, como he dicho en repetidas ocasiones, sirvió de alimento, con sus propias sugerencias, a todas las películas que realicé en su lugar. Era una presencia estimulante, fascinante, que quizá nunca podré soslayar. Como una embarcación piloto que me lle­vaba fuera del puerto y me obligaba a llevar a cabo distintos via­jes y a afrontar aventuras desconocidas. ¿Cómo, entonces, señor Fellini, ha decidido abandonar definitivamente esa historia si es una fuente radiactiva tan preciosa? La respuesta podría ser ésta: ‘El viaje de Mastorna, llamado Fernet’ sigue siendo una película, sólo que en historietas. Con la apreciable ventaja de que quizá cuesta un poco menos. Y a ustedes, queridos espectadores, que cada día van menos al cine, les deseo una buena lectura y un feliz entretenimiento. Si después se deciden -espero que así sea- a volver al cine, no excluyo que ‘Mastorna Fernet’ aparezca en la pantalla”.


“Diría que se trata de un viaje imaginario, soñado, un viaje por la memoria, por el olvido, por un laberinto que tiene infinitas salidas pero una sola entrada, que yo no sé resolver”, declaró Fellini en oportunidad de la aparición de la primera entrega de la historieta en la revista “Il Grifo” en 1992, una sugerente pieza de veintitrés páginas. Esta fue su última obra. Fellini murió al año siguiente y la historieta quedó trunca. Once años después, en el marco del Festival del Mar de Rímini, se estrenó “El viaje de Mastorna”, la filmación de las ilustraciones de Manara que contó con relatos en off del propio dibujante. “Por más que yo haya puesto lo mejor de mí mismo para conser­var escrupulosamente sus indicaciones -aclararía Manara-, este Mastorna no puede ser el que Fellini pensó, imaginó y soñó. Mientras trabajaba en el Mastorna, mi temor per­manente era éste: ¿cómo reaccionaría mi queri­do amigo ante la representación de estos sue­ños que él tenía tan claros en su mente hasta en los más mínimos detalles y que encontraría inevitablemente cambiados, ajenos, empobreci­dos? Es precisamente por esto por lo que quie­ro darle las gracias. No lo he hecho antes y qui­siera hacerlo ahora. Le doy las gracias por haber tratado mi trabajo, a pesar de todo, con un pro­fundo respeto. Mujercitas incluidas”.