15 de junio de 2013

Periodismo de autor (III). Gabriel García Márquez: "Porque no había plata, De Sica se dedicó a descubrir actores"

Gabriel García Márquez (1927) comenzó su carrera como periodista en 1948 escribiendo para el diario "El Universal" de Cartagena. Pasó luego a "El Heraldo" de Barranquilla como columnista hasta que, en 1954 ingresó a "El Espectador" de Bogotá como reportero y crítico de cine. Al año siguiente es enviado a Europa como corresponsal extranjero, viajando así por Francia, Italia, Suiza, Polonia, Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Pronto descubrió el estrecho parentesco entre periodismo y literatura: "En los dos casos -recordaría mucho tiempo después- se trataba de contar una historia y atrapar al lector por las solapas sin dejarlo respirar hasta la última frase. Sólo con una diferencia inviolable y sagrada: la novela y el cuento admiten la fantasía sin límites. Pero el reportaje tiene que ser verdad hasta la última coma. Aunque nadie lo sepa ni lo crea". "El reportaje me ha parecido siempre -añadía- el costado más útil y natural del periodismo porque puede llegar a ser no sólo igual a la vida, sino más aún, mejor que la vida misma".
En 1955 se hallaba en Roma enviado por "El Espectador" a cubrir la información de la enfermedad del Papa, ocasión que aprovechó para matricularse en el Centro Sperimentale di Cinematografía para adentrarse en otra de sus pasiones: el cine. Por entonces, en los estudios cinematográficos de Cinecittá el cine neorrealista italiano alcanzaba las más altas cumbres del séptimo arte. García Márquez escribió varias crónicas sobre el cine italiano. La que sigue a continuación nació en diciembre de ese año tras la lectura en un periódico de Roma de un aviso en el que el director Vittorio De Sica (1901-1974) buscaba a una mu­chacha sin antecedentes cinematográficos para desempeñar el pa­pel principal en un film. En el aviso se daba la dirección y la hora precisa en que las aspirantes debían presentarse para la pri­mera prueba. En principio, aquel era un aviso dirigido exclusi­vamente a las jóvenes de 16 años que quisieran ser actrices. Pero García Márquez llegó primero que las aspirantes.

PORQUE NO HABÍA PLATA, DE SICA SE DEDICÓ A DESCUBRIR ACTORES

A las 10 de la mañana, el lugar de la cita era un mercado público. Más de ciento cincuenta muchachitas, entre los 15 y los 35 años, se presentaron a la prueba. La mayoría se había disfrazado de Gina Lollobrigida y de Sofía Loren, y esperaba impacientemente, en la sa­la de recibo, mirando los relámpagos de los fotó­grafos con falsificados ojos de mujer fatal. Una a una fueron entrando a la prueba. Y una a una fueron saliendo desilusionadas. Después se supo que no todas habían ido con la esperanza de actuar en el filme: una joven alemana, que habita en Roma desde hace un año, fue con el exclusivo objeto de proponerle matri­monio a Vittorio De Sica. Otras dijeron con franqueza que no tenían interés de ser actrices, sino que habían aprovechado la oportunidad para conocer a su actor preferido. Los periodistas comprobaron que muy po­cas de las muchachas que concurrieron a la cita sabían que Vittorio De Sica es uno de los mejores directores del mundo. Pero todas sabían que es un magnífico actor.
Dos días después, la hija menor de un propietario de bar y una maestra de escuela, Gabriella Pallotta, recibió una llamada telefónica de Vittorio De Sica. La muchacha había asistido a la prueba sin hacerse muchas ilusiones -y, según ha dicho, por pura curio­sidad- y había regresado a su casa convencida de que era una de las ciento cincuenta rechazadas. Sin embargo, después de estudiar las pruebas fotográficas, De Sica descu­brió en ella a la romana que necesitaba para inter­pretar el papel de Luisa en "Il tetto" (El techo), una nueva his­toria de Cesare Zavattini. Precisamente esa semana, el protagonista masculino había sido localizado en Trieste, cuando ya estaba arreglando maletas para lar­garse a buscar trabajo en Australia.
En esa forma concluyó una minuciosa búsqueda que se prolongó a lo largo de un año. Durante ese tiempo, mientras De Sica hacía de actor con Sofía Loren para reunir el dinero de su nueva película, tres hombres con instrucciones precisas buscaban un muchacho de 20 años a través de las ciudades y los pueblos de las tres Venecias. Zavattini y De Sica ha­bían hecho una minuciosa descripción del personaje deseado, y los tres hombres encargados de localizarlo -entre ellos el asistente de dirección de De Sica, Pie­ro Montemuro- habían retratado a dos mil seiscientos cincuenta y cinco venecianos antes que los autores del filme se declararan satisfechos.
"Un día del mes pasado -ha contado a los pe­riodistas Giorgio Listuzzi, el escogido triestino de 22 años-, me encontraba con otro grupo de muchachos desocupados en la puerta de la Oficina del Trabajo, en Trieste, cuando un hombre de aspecto distinguido se acercó a mí y me preguntó cuántos años tenía". El hombre le pidió el nombre y la dirección, y le dijo que esperara una sorpresa. Giorgio Listuzzi se olvidó ese mismo día del extraño encuentro y se inscribió en un grupo de inmigrantes que debe viajar a Austra­lia el mes entrante. Mientras tanto, siguió jugando fútbol como simple aficionado pues tuvo que aban­donar su puesto en el equipo Ponzano, de tercera categoría, después que se fracturó una pierna en un encontronazo con un compañero de escuadra. De ma­nera que, no pudiendo jugar fútbol, resolvió embarcarse para Australia. Dos días después que le preci­saron la fecha del viaje, recibió un telegrama de Vitto­rio De Sica. En el telegrama le decían, sencillamente, que se viniera para Roma.
Umberto D. es un personaje que nada tiene que ver con un profesor universitario. Pero, como en el caso actual, Vittorio De Sica y todos sus ayudantes estuvieron buscando durante casi un año un italiano que se pareciera físicamente al personaje concebido por Cesare Zavattini. Debía ser un personaje con un pe­rrito. En esa ocasión, muy pocos italianos mayores de 50 años se quedaron sin retratar al lado de un perrito de estudio, para ver si alguno de ellos podía ser el intérprete del filme. De Sica estaba a punto de decidirse por cualquiera, cuando se encontró en la calle con el personaje de su historia. Preguntó quién era, y le respondieron: "Carlo Battisti, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Roma". Basta con verle la cara al pro­fesor para imaginar cómo sería la que puso cuando De Sica, sin más vueltas, le propuso que se dejara retratar con un perrito. Parecía una burla pero era la cosa más seria del mundo. Se necesitaron tres me­ses para convencer al profesor Battisti de que se de­jara retratar con el perrito.
Aquello fue todo un movimiento universitario destinado a convencer al profesor de que no existía ninguna incompatibilidad entre su severa profesión y su participación ocasional en un filme. Casi todos los días el profesor fue abordado por una comisión distinta. Todos los centros literarios, círculos cinemato­gráficos y entidades culturales compuestas por jóve­nes, le presentaron argumentos tendientes a provocar su aceptación. Ante la presión de la opinión pública, manifestada por todos los medios, el profesor se dejó retratar con el perrito y se hizo entonces una de las grandes películas de la historia del cine. Muy pocas personas saben, sin embargo, cuántos dolores de ca­beza le costó a De Sica dirigir al severo y quisquilloso profesor, que en cada escena daba un paso atrás para decir que era una burla eso de poner a un profesor de Historia del Arte a pasearse por las calles de Roma con un perrito.
En realidad, el método de recoger actores calle­jeros se le ocurrió a De Sica porque su situación económica no le permitía hacer otra cosa. Cuando Cesare Zavattini escribió la historia de "Ladrones de bicicle­tas", De Sica se dispuso a realizarla recurriendo a sus ahorros y a los ahorros de sus amigos. La guerra había terminado tres años antes. En Italia no había nadie dispuesto a gastarse en películas el dinero que no te­nía. Pero De Sica estaba dispuesto a hacer su pelícu­la y ya tenía todo listo. Sólo le faltaba la aceptación del protagonista central: Henry Fonda. Según el di­rector, ningún otro actor habría podido desempeñar ese papel mejor que el norteamericano. Y le escribió una carta. Pocas semanas después, cuando se adelan­taban los preparativos de la película, se recibió la res­puesta: Henry Fonda cobraba por su participación exactamente el doble del dinero que se tenía para hacer todo el filme.
Asi empezaron las cosas. Entre los actores italia­nos de esa época no se encontró ninguno apropiado. Pero como De Sica no estaba dispuesto a archivar su proyecto por una cosa secundaria como lo era la falta de actor, salió a buscar un hombre en la calle. Y lo encontró pegando ladrillos en el sector de San Giovanni. Todo el mundo sabe lo que ese albañil hizo en "Ladrones de bicicletas". Pero no todos saben que un empresario de Hollywood se apresuró a contratarlo cuando vio el filme y el negocio le resultó un clavo. Ya fuera de la influencia de De Sica, el albañil no sirvió para interpretar ni un metro de película.
Debiendo atender al mismo tiempo la protesta de los actores y los preparativos de su nuevo filme -que debe estar concluido en enero- De Sica resolvió con­vocar a una rueda de prensa para contestarle al sin­dicato de actores a través de los periodistas. Fue una conferencia muy breve y muy clara. "No son muchos en un año -dijo De Sica- los filmes neorrealistas, para los cuales se necesita un preciso criterio artístico en la escogencia del actor. A los actores profesionales el cine italiano les ofrece infinitas posibilidades de tra­bajo en películas que requieren una larga experien­cia y una profunda cultura cinematográfica o teatral".
Un periodista hizo la observación de que, según se decía, la costumbre de recoger actores en la calle perseguía exclusivamente el propósito de gastar me­nos dinero. "No es cierto", respondió De Sica. Y ex­plicó en seguida que para encontrar a Luisa y Natale, los protagonistas de "El techo", se habían gastado durante un año casi 10.000.000 de liras. "Por otra parte -agregó-, para girar con actores no pro­fesionales se gasta una gran cantidad de película pues casi todas las escenas deben ser repetidas muchas ve­ces, con increíble gasto de tiempo y de dinero".
En resumidas cuentas, De Sica no respondió nada concreto a los actores. Pero la cosa se quedó de ese tamaño. "El techo" se está girando desde la semana pa­sada en una aldea de pescadores cercana a Roma. Ade­más de los dos muchachos tan dispendiosamente encontrados, en la película intervienen otros actores: los pescadores de la aldea.