David Ricardo fue un economista inglés que se movió en la tradición del pensamiento anglosajón habitualmente llamada utilitarista. Provenía de una familia judía sefardí española que fuera expulsada por motivos religiosos a finales del siglo XV del reino hispánico comandado por los Reyes Católicos. Dueño de una considerable fortuna -fue corredor de bolsa, hombre de negocios y exitoso especulador- nació el 18 de abril de 1772 y falleció el 11 de septiembre de 1823 en Londres.
Si su
afición a la teoría económica le vino de la lectura de "An inquiry into
the nature and causes of the wealth of nations" (La riqueza de las
naciones), el libro de Adam Smith (1723-1790) y si es innegable la influencia
del pesimismo malthusiano, sus ideas políticas coinciden con las de James Mill
(1773-1836) y Jeremy Bentham (1748-1832) por los cuales sintió gran admiración
tanto en sus métodos empiristas como en su programa social utilitario.
La
preocupación de Ricardo era la habitual de cualquier economista clásico:
explicar las leyes de distribución del producto social entre las clases y cómo
esas leyes reglan los procesos económicos del mercado y, en general, los
movimientos sociales. Ahora bien, cada economista adoptó una posición
ideológica diferente que se reflejaba en su teoría económica.
Así,
mientras John Stuart Mill (1806-1873) postulaba una distribución del producto
social con carácter socializante, Ricardo defendía la más dura competencia
capitalista, desde la ley de hierro de los salarios de Thomas Malthus
(1766-1834) a la tesis del terrateniente parasitario. Es decir, Ricardo
defendió nítidamente los intereses de la burguesía empresarial, productiva y
progresista de la época.
Su
pensamiento económico abordaba problemas concretos de su país y de su tiempo.
Su punto de arranque es el famoso problema del trigo, en el que habían
intervenido durante el siglo XVIII filósofos como Étienne Bonnot, abate de
Condillac (1715-1780) y Francois Marie Arouet, más conocido como Voltaire
(1694-1778).
Tras las
guerras napoleónicas y las malas cosechas, Europa padecía una fuerte e incesante
subida del precio de los cereales y Ricardo consideraba que tal situación
beneficiaba a los terratenientes -a los que calificó de ociosos- pero no a la
burguesía productiva, e intentó demostrarlo teóricamente.
Lo que se
destaca de Ricardo es su capacidad de abstracción, que le permitió elevar la
ciencia económica al nivel de un modelo teórico fuertemente racional y
fácilmente manejable, ya que es justamente la simplicidad de su modelo teórico
el principal valor de su reflexión económica.
Además,
buena parte del éxito que tuvo en su tiempo estriba en que demostró racionalmente
el supuesto malthusiano de que el desfase entre el crecimiento geométrico de la
población y el crecimiento aritmético de la producción conducía necesariamente
al hambre, la miseria y la guerra. En concreto, demostró no sólo que el
crecimiento de la producción es relativamente más lento, sino que tiene un
límite. De este modo confirmaba el pesimismo de la economía aunque con su obra
intentó ofrecer una alternativa para la esperanza.
En su
libro "Essay on the influence of a low price of corn on the profits of
stock", aparecido en 1815, conocido generalmente con el título de
"Ensayo sobre los beneficios", ofreció un modelo simplificado,
considerando aisladamente el sector agrario. Posteriormente, en 1817, en su
obra más prestigiosa "On the principies of political economy and
taxation" (Principios de economía política y tributación) el modelo ya es
más complejo, abarcando los tres sectores de la producción.
En este ensayo,
Ricardo presentó la economía de un país como una granja gigante, en la que todo
lo invertido en ella y lo que en ella se produce puede ser calculado en
términos de cereal o trigo. En la granja concurren tres clases sociales, la de
los propietarios de la tierra, la de los arrendatarios y la de los obreros.
La
participación de los obreros le parece fácil de calcular desde el supuesto
malthusiano del crecimiento geométrico de la población, lo cual permitía
suponer el salario real constante, según la famosa "iron law of
wages" (ley de hierro de los salarios). O sea, el salario real de los
obreros, calculado en cereales, tendería siempre al mínimo necesario para su
reproducción, lo que le pareció un criterio impecable, puesto que, dado el supuesto
del incesante aumento de la población, constantemente sería necesario cultivar
nuevas tierras, que serían cada vez menos fértiles, teniendo como límite el de
que produjesen lo que en ellas se gastase; esto es, como mínimo, la
reproducción de la fuerza de trabajo.
Por esta
misma regla, y dado que las distintas tierras tenían diferente rentabilidad,
esas diferencias representaban los beneficios del capital. Es lo que le
correspondía a la burguesía productiva, ya que, para Ricardo el terrateniente
era una clase parasitaria.
En esto,
básicamente consistía el reparto. En cuanto al movimiento, al tener que ir
cultivando tierras cada vez menos fértiles, o bien al tener que incrementar la
inversión de capital y la fuerza de trabajo en intensificar la producción de
una tierra, cada vez decrecería más la rentabilidad por trabajador y sería
menor la tasa de ganancias del capital. Además el valor del cereal subiría,
porque costaría más producirlo, por lo que la inversión de capital y los
salarios, en términos de cereal, subirían también de valor; por lo tanto, la
tasa de ganancia bajaría. En resumen, había un límite a la acumulación del
capital, y si el crecimiento se detenía, las consecuencias ante el incremento de
la población eran obvias.
El
dramatismo de esta conclusión lo llevó a buscar una solución más esperanzadora
en un modelo más complejo, en el que, si el problema era debido al descenso de
la productividad del cereal por hectárea, o sea, por la elevación del valor del
cereal, esto podría solucionarse importando cereal barato de países con tierras
más fértiles a cambio de productos manufacturados. Tampoco descartó otras posibles
medidas como el control de la población, los cambios en las demandas del consumo
o las innovaciones tecnológicas. Pero éstas le parecieron medidas a largo
plazo, y él estaba preocupado por la inmediatez del problema.
A partir
de allí se abrió un programa de política económica basado en dos principios:
uno de ellos, el de la absoluta libertad de comercio; el otro, la división
internacional del trabajo. El primero tuvo repercusiones políticas inmediatas
debido a que en esa época, el gobierno había promulgado leyes protectoras de la
agricultura británica que dificultaban la importación y regulaban el comercio.
Así, la teoría ricardiana -directamente enfrentada al proteccionismo oficial-
se convirtió en la bandera del libre mercado.
El segundo
de los principios, el de la división internacional del trabajo, se apoyaba en
su teoría de los "costos comparativos", en la que mostraba no sólo el
interés para todos los países de especializarse en la producción de aquellas
mercancías que pudiesen fabricar más baratas que los demás países -evitando así
el riesgo del incremento del valor que era la amenaza del sistema-, sino
también las ventajas específicas que tendría para Gran Bretaña la
especialización en la producción de productos manufacturados, con lo que se
beneficiaría con lo que hoy es llamado "intercambio desigual".
En
resumen, si entre los teóricos de la economía Ricardo es especialmente conocido
por la simplicidad y la eficacia de su modelo de análisis y por su teoría del
valor-trabajo, entre los políticos ingleses del siglo XIX, David Ricardo fue
reconocido como el inspirador de las bases económicas de la expansión
británica, tanto en lo referente a la producción y al intercambio como en las
políticas monetaria y fiscal que derivaron de su teoría.
Fue la
flota de Gran Bretaña la que creó, en gran medida, la "libertad" de
comercio en el mundo mediante la conquista de colonias y mercados. De hecho, la
vía del librecambio fue abierta a través de un enorme despliegue de continuos
intervencionismos organizados y dirigidos por la burguesía inglesa.
Las ideas
de David Ricardo tuvieron una enorme influencia. Su pensamiento dominó
rápidamente la economía británica y, a través de ésta, se extendió por todo el
mundo. De ahí que actualmente se le considera como el verdadero fundador de la economía
clásica y por ende del liberalismo económico o capitalista.