Con justificada razón, se ha dicho que los años de la década del veinte, fueron el momento en que algunos sectores de las clases opresoras, atemorizados por el creciente movimiento de masas en Europa y América, comenzaron a abandonar las formas pacíficas, ordenadas y legalistas de dominación para adoptar otros métodos. El cine, por supuesto, no estuvo ajeno a esta realidad histórica. Elaboró un lenguaje nuevo, expresado por las imágenes en movimiento con múltiples efectos técnicos y psicológicos y se constituyó en una industria poderosa, que al expandirse mostró formas inéditas de comunicación.
En 1921, la vanguardia fílmica europea intentaba desarrollarse. Sin embargo, la situación imperante en el continente no permitía sonreír a los productores ni a los directores y tampoco a los artistas. Resultaba una ardua tarea enfrentarse a la competencia norteamericana que avanzaba sin tregua, con una producción en costante aumento. A ello se le sumaban múltiples dificultades internas, entre ellas en Francia -por ejemplo- las compañías cinematográficas Phaté Fréres del director y productor Charles Pathé (1863-1957) y Gaumont del ingeniero e inventor Léon Gaumont (1864-1946) disminuían su área de trabajo, directamente afectadas por el boom de las realizaciones estadounidenses. Existía entonces una verdad irrefutable: los países de Europa occidental perdían gran parte de sus mercados internacionales y temían que pronto fuera sólo un buen recuerdo en el tiempo cuando las películas de ese origen señalaban caminos brillantes a la cinematografía mundial.
Testigo insoslayable de esa época, el cine siguió adelante: entre los films franceses memorables se pueden citar "Fièvre" (Fiebre, 1921) y "La femme de nulle part" (La mujer de ninguna parte, 1922) de Louis Delluc (1890-1924); "El Dorado" (1921) y "Villa destin" (Villa Destino, 1921) de Marcel L'Herbier (1888-1979); "L´Atlantide" (La Atlántida, 1921) de Jacques Feyder (1888-1948); "La Terre" (La Tierra, 1921) y "L'arlésienne" (La arlesiana, 1922) del injustamente relegado por algunos historiadores, André Antoine (1858-1943).
A pesar de los exitosos filmes "Za la Mort" (1915) y su saga "Za la mort contro Za la mort" (1921) de Emilio Ghione (1872-1930), el primer antepasado de las películas episódicas y seriales, Italia distraía su atención del cine para concentrarse en la prédica amenazante del Duce Benito Mussolini (1883-1945), que el 28 de octubre de 1922 marchaba sobre Roma al frente de los "fasci italiani di combattimento" para asumir el gobierno, en una dictadura que superaría los veinte años de agitados eventos.Hubo otros países menos afectados por el vendaval de Hollywood. Uno de ellos era Alemania donde se rodaron en el bienio 1921/22 alrededor de 1.000 películas. Olvidadas la mayoría, no se debe soslayar "Der dummkopf" (El idiota, 1920) de Lupu Pick (1886-1931), ni tampoco "Hintertreppe" (La escalera de servicio, 1921) de Leopold Jessner (1878-1945). Pero el film clave de 1921 fue "Der müde tod" (Las tres luces) de Fritz Lang (1890-1976), con la colaboración de su esposa, Thea von Harbou (1888-1954).La aparición de esta mujer en el panorama fílmico germano significó un notable aporte a la realización cinematográfica, por lo menos hasta que decidió unirse al nazismo unos diez años más tarde. Dejando de lado este aspecto, su innegable talento se demostró en los sucesivos argumentos que aportó a Lang. Con él, la escuela expresionista entró en una gran etapa.En Gran Bretaña, el cine se inició con las obras de Charles Urban (1867-1942), Robert William Paul (1869-1943), Cecil Hepworth (1874-1953), James Williamson (1855-1933) y otros pioneros. Lamentablemente, tras un período próspero, la Primera Guerra Mundial detuvo las filmaciones orientándolas hacia la causa bélica, con ejemplos como "Broken in the wars" (Los refugiados, 1918) de Hepworth y "A munition girl's romance" (La novela de una cantinera, 1919), de Violet Hopson (1887-1944). Después Maurice Elvey (1887-1964) rodó una versión de "Adventures of Sherlock Holmes" (Las aventuras de Sherlock Holmes, 1921) mientras Harold Shaw (1877-1926) filmaba "The woman of his dream" (La mujer de sus sueños, 1921). Superando sus propios records productivos, Hollywood -que ya era llamada la Meca del Cine-lanzó al mercado internacional, cerca de 850 films en 1921. Era la explosión colosal de un mecanismo mercantilista que no sólo incluía al cine como espectáculo en su inmensa red sino que también lo utilizaba como arma efectiva para su avance económico-político sobre el mundo.El lema de los "Cuatro Grandes" (Paramount, Fox, Metro-Goldwyn-Meyer y Warner Bros.) fue "la empresa devora a la empresa". Un slogan feroz cuya base era la competencia sin cuartel por razones financieras y no por la calidad de sus películas.La cinematografía se contaba ya entre las cinco principales industrias de Estados Unidos. Tras los ágiles saltos de Douglas Fairbanks (1883-1929), los ardientes amores de Gloria Swanson (1897-1983) y el candor de Mary Pickford (1892-1979), se detectaban las influencias directas de los Bancos y los Trusts financieros, dirigidos por los magnates Jack P. Morgan (1867-1943) y John D. Rockefeller (1839-1937). En el año 1921 los exhibidores independientes se agruparon en la First National Exhibition Circuit, iniciando un lógico contrapeso al monopolio de los "Big Four". No resultó sorpresiva entonces, la designación por el presidente Warren Harding (1865-1923), del hasta ese momento Ministro de Correos William H. Hays (1879-1954), en el todopoderoso cargo de presidente de la Motion Pictures Produciers of America, con un sueldo de 100.000 dólares mensuales. Hays, un característico representante de los círculos puritanos, llevó a la práctica una teoría personal según la cual "el cine es esencialmente un catálogo animado de la producción americana y representa el trabajo de 100.000 empleados", ejerciendo con fruición su tarea de censor y guardián de las buenas costumbres.También adquirió los derechos para exhibir las mejores películas extranjeras y las hizo proyectar regularmente en los circuitos de cuarta categoría. Pero su tarea principal estuvo centralizada en la creación de un "terror blanco": disponiendo de un ejército de policías y espías a sueldo, persiguió sin tregua a los "rebeldes" con su fatalmente famoso Código del Pudor. Con ese muestrario de hipocresía incrementó sagazmente los bajos instintos del norteamericano medio, descriptos a fondo por el novelista Sinclair Lewis (1885-1951) en su magistral novela "Babbitt" de 1922. Despuntaban los años locos, caracterizados por las "flappers" (las mujeres que usaban minifaldas, lucían el cabello corto, escuchaban jazz, usaban excesivo maquillaje, bebían licores fuertes y fumaban) y los "gangsters" (mafiosos y asesinos a sueldo), pero Hollywood aparentaba ignorar la corrupción y las calamidades públicas y privadas. Miles de metros de película fotografiaban sin cesar el rostro de un Estados Unidos feliz y progresista. Cargados de héroes de sonrisa perenne y heroínas de belleza irresistible, los films crearon una mitología popular que ha perdurado hasta hoy. Así aparecieron la Swanson y Thomas Meigham (1879-1936) en "Male and female" (Macho y hembra, 1919) de Cecil B. DeMille (1881-1959) y el "latin lover" Rodolfo Valentino (1895-1926), debutante en una producción de la Metro-Goldwyn-Mayer de 1921 basado en la novela del español Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), "Los cuatro jinetes del Apocalipsis", que dirigió Rex Ingram (1895-1969). Con "The sheik" (El sheik, 1921) dirigida por George Melford (1877-1961) y "Blood and sand" (Sangre y arena, 1922), dirigida por Fred Niblo (1874-1948), el amado "Ruddy" renovó la admiración extasiada de la multitud femenina, en una expresión vulgar de adoración mundana inflado por la publicidad de la Metro, en un culto ramplón y absurdo. Entre tanto celuloide para consumo masivo, se destacaron algunos pocos títulos rescatables: "The kid" (El pibe, 1921) y "Pay day" (Día de pago, 1922) de Charlie Chaplin (1889-1977); "Tol'able David" (1921) de Henry King (1886-1982); "Nanook of the North" (Nanouk el esquimal, 1922) de Robert Flaherty (1884-1951), y "Way down east" (La calle de los sueños, 1920) y "Orphans of the storm" (Los dos huérfanos, 1921) de D.W. Griffith (1875-1948). Lo demás es prácticamente para el olvido.