El zoólogo austríaco Konrad Zacharias Lorenz (1903-1989) es el fundador de la moderna etología, una ciencia joven cuyos fundamentos estableció con sus investigaciones desarrolladas entre 1935 y 1950, y a la que han colaborado de manera importante para su constitución científicos como el holandés Nikolaas Tinbergen (1907-1988) y el suizo Karl von Frisch (1886-1982). La concesión del Premio Nobel de Medicina y Fisiología a estas tres personalidades en 1973 supuso el reconocimiento internacional a una labor pionera en el campo de la ciencia, que ha abierto nuevas vías de comprensión de los fenómenos del comportamiento animal y humano.
El término etología fue creado en el siglo XIX por el naturalista francés Etienne Geoffroy Saint Hilaire (1772-1844), y vino a designar de forma genérica el estudio de las costumbres (ethos) de los animales y sus condiciones de vida en relación con su medio ambiente. Abarcaba en su origen, por lo tanto, una parte del estudio que pertenece a la moderna ecología y que el naturalista alemán Ernst Haeckel (1834-1919) se apresuró a deslindar.
Como un estudio comparado de la conducta animal, la etología tiene sus más directas raíces en algunos trabajos de Charles Darwin (1809-1882) como por ejemplo el que efectuó acerca de los movimientos de expresión en los hombres y otros animales. Posteriormente, en las dos primeras décadas del siglo XX, empezó a desarrollarse como ciencia específica gracias a las investigaciones de científicos como Wallace Craig (1876-1954), Jakob von Vexküll (1864-1944), Charles O. Whitman (1842-1910) y Oscar Heinroth (1871-1945), quienes en sus investigaciones sobre las palomas y los patos, apreciaron la existencia de conductas innatas en los animales. Pero es a partir de los trabajos que Lorenz desarrolló en Viena -en la década de los años treinta- que la etología logró su fundamentación como ciencia que trata del estudio comparado de la conducta animal y cuyo cometido es el de investigar el comportamiento, innato o adquirido, que un animal desarrolla en su medio.
Como una ciencia nacida de la zoología, la etología aparece lógicamente emparentada con las disciplinas biológicas, ya que utiliza los procedimientos de la morfología y de la fisiología a la hora de evaluar los comportamientos con el objetivo de conocer al ser vivo sin excepción.
De importancia fundamental en las investigaciones de Lorenz es el haber comprobado científicamente la diferenciación entre el comportamiento innato y el comportamiento adquirido. Con anterioridad a los trabajos de Lorenz, la psicología no había logrado elaborar una teoría concluyente sobre la causalidad instintiva. Esta, a su vez, era tenida por irrelevante por científicos conductistas como el fisiólogo ruso Iván Pavlov (1849-1936) o el psicólogo estadounidense John B. Watson (1878-1958), que valoraban en la conducta lo adquirido, es decir, que el comportamiento podía ser únicamente explicado a través de los procesos de aprendizaje. Lorenz, por el contrario, demostró que la adaptación del animal a su medio ambiente se realiza por una doble vía. Por un lado, a través del instinto, como resultante de una adaptación genética; por otro, a través del aprendizaje. Mientras que el aprendizaje, sujeto a la experiencia individual, no es heredable, los comportamientos que resultan del instinto se transmiten de generación en generación.
Ello es así, demostró Lorenz, porque a lo largo de su historia evolutiva, una especie ha ido almacenando información merced a los mecanismos de mutación, selección e intercambio genético. En consecuencia, un comportamiento innato no es algo que esté dado inmutablemente de una vez y para siempre, sino que él mismo es de por sí el resultado de los mecanismos de adaptación que se transmiten hereditariamente, es decir, que vienen posibilitados por un sistema nervioso que se ha desarrollado siguiendo las pautas marcadas por la propia transmisión hereditaria.Lorenz, a lo largo de su intensa cartera científica, siempre ha sostenido que es posible diferenciar en un comportamiento lo que tiene de innato y lo que tiene de aprendido. La precisión obtenida con sus métodos a fin de distinguir sutilmente qué corresponde en la conducta de un animal a uno u otro ámbito la da el concepto de "prägung", traducido al inglés como "imprinting" y al castellano como "impronta".
La impronta no es otra cosa que un proceso especial de aprendizaje que aparece en el animal, previamente formado desde su peculiar bagaje hereditario. En este caso especial, que Lorenz extrajo en los años treinta de sus observaciones de los gansos grises, el animal aprende aquello que ya tiene "programado" que debe aprender. Afecta, como aprendizaje, a los comportamientos que no son individuales sino extensibles a individuos de una misma especie, y tiene una importancia decisiva en el desarrollo del comportamiento posterior. Ya en su madurez, Lorenz trató de hacer extensibles algunas de sus observaciones sobre el comportamiento animal al terreno específico del comportamiento humano. Fruto de esa labor han sido los textos "Das sogenannte böse. Zur naturgeschichte der agression" (Sobre la agresión. El pretendido mal) de 1966, y el conjunto de ensayos reunidos en "Über tierisches und menschliches verhalten" (Consideraciones sobre las conductas animal y humana) de 1970.
La posibilidad de establecer las bases innatas de la agresividad en el comportamiento humano y animal abre, indudablemente, nuevas formas de comprensión de los fenómenos de la violencia histórica, es decir, de aquella violencia que surge en el entramado de cualquier sociedad y cuyo enfoque desde el punto de vista del comportamiento innato puede llegar a formas de prevención de esta agresividad "programada". Lorenz insistió suficientemente en su obra respecto al hecho de que no es posible engañarse con respecto a la violencia social. La etología nunca ha pretendido exculpar las injusticias de la historia, sino tan sólo arrojar más luz sobre determinadas formas de agresión, consustanciales al comportamiento instintivo de los hombres, cuya cultura está hecha, sobre todo, de aprendizaje.