11 de octubre de 2010

Samir Amin: "¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis?" (2)

Desde varias de sus obras fundamentales como "L'accumulation à l'échelle mondiale" (La acumulación a escala mundial), "La gestion capitaliste de la crise" (La gestión capitalista de la crisis) o "Beyond US hegemony. Assessing the prospects for a multipolar world" (El hegemonismo de Estados Unidos y el desvanecimiento del proyecto europeo), el economista Samir Amin sostiene que la contradicción centro/periferia es inmanente al desarrollo del sistema capitalista mundial. Afirma también que el capitalismo es un sistema mundial y que 
su análisis como tal no se puede reducir al análisis del modo de producción capitalista como modo de producción abstracto, del cual se puede suponer simplemente la extensión geográfica a todo el mundo. "El concepto de modo de producción sigue siendo fundamental pero el concepto de capitalismo como sistema mundial es distinto. Desgraciadamente, en muchos análisis del capitalismo, la separación de ambos conceptos no está hecha en términos suficientemente claros". Asimismo, rescata el análisis que Karl Marx (1818-1883) realizó en "Das Kapital" (El Capital) ya que es "no solamente primordial sino que el mismo no ha sido superado. Su análisis sigue siendo fundamental y válido para el capitalismo en todas las etapas de su desarrollo, prescindiendo de las novedades surgidas entre una y otra etapa". Con sus ensayos, Amin ha contribuido al análisis de la mundialización y de la crisis del capitalismo desde una visión histórica de amplio alcance y con una perspectiva que involucra el análisis crítico de la economía, la política y la cultura. El 7 de abril del corriente año, Amin brindó una conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona. En esa ocasión fue entrevistado por Eduard Luque de la revista "El Viejo Topo". Lo que sigue es la segunda parte de esa entrevista, aparecida en los nº 269 y 270/271 de la mencionada publicación española.


¿Una de las salidas a la crisis pasa pues por la salida del euro?

Efectivamente.

Hace poco, en un debate auspiciado por "El Viejo Topo", otro economista de relieve, Pedro Montes, haciendo referencia a la crisis del euro nos hablaba de que hay que elegir entre la catástrofe o el caos.

Efectivamente, leí lo que se publicó en la revista y estoy de acuerdo con él. De una forma más general podemos ver que Europa fue concebida desde su origen con un espíritu hiperliberal y sellada para evitar cualquier corrección ulterior. Esta construcción no se puede mejorar desde el interior; el discurso sobre la Europa social es retórica vacía. En su momento, en la Europa de los diecisiete países, quince de ellos tenían un gobierno de izquierdas, pero no hicieron una labor social, no podían hacerla. La construcción europea es profundamente reaccionaria desde el principio y no puede ser refundada, hay que destruirla para reconstruir otra cosa después; si no se la destruye, si la izquierda no tiene esa iniciativa, se deconstruirá por la derecha, caerá en manos del neopopulismo o el neofascismo.

Las ayudas públicas de los diferentes Estados están sosteniendo el entramado bancario que ha generado la crisis. ¿Asistimos pues al ejemplo tantas veces enunciado de la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas?

Evidentemente. El Estado, de hecho los contribuyentes, han resultado los grandes pagadores. Durante mucho tiempo se nos quiso presentar al capitalismo como algo científico, con pocos riesgos. El capitalismo corre riesgos muy altos. Pero quien paga finalmente es el trabajador, porque cuando se gana los beneficios son privados, pero cuando hay pérdidas, estas son públicas. Se socializan con la ayuda del Estado. Mientras aumenta el desempleo, el rescate del capitalismo se hace con ayudas redistribuidas en forma de tomas de beneficios, bonos especiales, etcétera. Esta es la lógica del sistema, porque la concentración del capital que se ha realizado en los años '80 del pasado siglo ha creado lo que yo llamo un sistema de oligopolios generalizado, en el cuál un puñado de empresas mundializadas (unas quinientas) controla la economía internacional. No existe ningún sector capitalista que sea autónomo respecto a estos oligopolios. Los poderes políticos se han convertido en deudores, servidores de estos oligopolios, tanto sean de la derecha, la derecha fascista o clásica, o sean los partidos de izquierda transmutados en socioliberales, que no tienen otro programa que la gestión. Esto es inadmisible no sólo moralmente, sino que no funciona. Por ahí no puede surgir una solución a la crisis.

Usted ha dicho que criticar a Europa no es ser antieuropeísta.

Así es. Hay que construir otra Europa. No la de uno de sus fundadores, Jean Monnet, por ejemplo, que pasa por ser el padre de la Unión Europea, o al menos uno de sus padres, que era profundamente reaccionario, con fuertes simpatías hacia el franquismo y el fascismo mussoliniano. Entendía que al margen de los excesos antisemitas, el fascismo no era una mala cosa al estar dotado de un sentimiento paternalista. Admiraba la democracia norteamericana porque era la única que había declarado el socialismo ilegal y porque la propiedad privada era sacrosanta en ese país. Qué paradoja la de este hombre homenajeado, agasajado en todo el continente, que concebía a Europa como anticomunista y no democrática.

En sectores de la izquierda se tiende a pensar que la UE y el euro, sobre todo, ejercen de contrapoder al imperialismo norteamericano.

Esa es una visión que yo no comparto en absoluto. Hay diferentes argumentos políticos sobre un estallido de la UE, algunos dicen que la aniquilación de la UE beneficiaría a los Estados Unidos. Opino, por el contrario, que Europa tal y como está conviene perfectamente a los Estados Unidos. La UE es subalterna del imperio norteamericano, no solo por la alianza política incondicional (OTAN, etcétera) sino también por las relaciones económicas en relación al euro. En realidad no es el Banco Central europeo quien decide sino el Tesoro norteamericano, son ellos los que definen si el euro ha de ser fuerte o débil y éste se ajusta a los intereses de los Estados Unidos. Igualmente, si esta Europa estalla a corto término no les molestaría demasiado.

¿Cree usted que el capitalismo ha agotado su capacidad de supervivencia o puede reinventarse?

El capitalismo se ha convertido en algo obsoleto, su propio proceso de desarrollo lo ha convertido en algo destructivo. Poco a poco ha perdido sus aspectos positivos; el desastre ecológico es el ejemplo más evidente. Pero aunque el capitalismo se haya convertido en algo obsoleto no desaparecerá por sí mismo, hace falta hacerlo desaparecer. Sin una intervención política consciente, coherente, el régimen se perpetuará. ¿Pero, si lo hace, a qué precio? No debemos dejar que se renueve, debemos imaginar la salida de este sistema.

En esta época de reinterpretación de la historia, incluso de la más reciente, algunos escritores comienzan a teorizar las supuestas bondades de la colonización occidental en Africa. ¿Cómo ve usted este proceso desde la necesidad del despertar del Sur que usted proclama?

Elogiar la colonización y denigrar al Africa dependiente es realmente escandaloso. En 1960, un año antes de la independencia del Congo Belga, había nueve congoleños que habían completado los estudios superiores, de los cuales seis eran eclesiásticos, dos abogados y uno médico, nueve en total. Diez años más tarde, en plena época de Mobutu, en el peor régimen que uno pudiera imaginar, había trescientos mil. En ochenta años de colonización belga el producto de esta espléndida colonización ha sido de nueve; posteriormente, en el peor sistema político imaginable ha sido trescientos mil. Se puede ser tan severo como se quiera pero hay que ser justo, elogiar la colonización viene a ser como si dijéramos que el franquismo es mejor que cualquier otra cosa, o que la ocupación nazi es el mejor período de la historia de Francia. Eso es absurdo. Vimos una primera oleada del despertar del Sur con la conferencia de Bandung y la creación del Movimiento de Países No Alineados. Por cierto, algunas de estas naciones se cuentan entre las más antiguas de la historia universal. Me parece que hemos entrado en una segunda oleada, comparable pero en condiciones extremadamente distintas, tanto desde el punto de la naturaleza y de las relaciones sociales que caracterizan cada una de las sociedades de los países emergentes, como de la naturaleza de sus propios desafíos. Hoy lo llamaríamos el empuje de los países emergentes. Primero China, aunque no únicamente China, también otros grandes países continentales como India o Brasil, y también países de tamaño más modestos como algunos de Asia del sureste y otros lugares. América Latina se ha sumado a esta segunda oleada. ¿Qué pasará? ¿Esta segunda oleada pondrá en tela de juicio el capitalismo o únicamente va a poner en tela de juicio la dimensión imperialista del capitalismo?

Usted fue uno de los promotores de los Foros Sociales. ¿Cómo ve ahora el movimiento?

Como he señalado, el capital responde a la crisis con un triple proceso: con la concentración, la mundialización y la financiarización. Su objetivo en lo que concierne a los países occidentales es erosionar gravemente el estado del bienestar, la seguridad social, la garantía de empleo… En las sociedades del Sur, su misión es desmantelar los proyectos emancipatorios. El capital ha atacado y lo ha hecho con éxito. Es evidente que cuando el capital ataca y los trabajadores son las víctimas, estos comienzan a moverse, a organizarse. Los Movimientos Sociales son movimientos obligatoriamente defensivos: defensa de la escuela pública que se quiere privatizar; defensa del empleo frente a la precarización; defensa de los derechos ganados por las mujeres. Son movimientos defensivos y fragmentados. Cada uno se defiende en el flanco por el que es atacado, y como hay muchos flancos se produce una gran fragmentación. El Foro Social ha sido una invitación a los movimientos para que se reúnan. Por mi parte lo veo muy positivo, pero no se puede quedar en este estadio. Si uno se queda en una posición defensiva y fragmentada, normalmente lo acaban venciendo y, por lo tanto, lo que se puede conservar es cada vez menos; uno va aceptando, aceptando, siempre se acepta lo menos malo, lo menos malo, al final uno está cerca de lo pésimo. Hace falta pasar a la ofensiva a través de la solidaridad y la complementación. Esto no puede realizarse sin un pensamiento político. Es necesaria una renovación del pensamiento radical, del pensamiento socialista de una manera radical, sin dogmatismos, las cosas evolucionan siempre. Hay que reactivar el pensamiento radical y revolucionario. El marxismo es un instrumento útil: mientras que se comprenda que el marxismo no es una biblia, no está acabado. No es una exégesis ni de Marx, ni de Lenin, ni de Mao. Es un instrumento útil de análisis y de identificación de objetivos estratégicos de lucha. La situación es seria porque la mayor parte del movimiento, yo no digo todo, pero buena parte del movimiento desconfía mucho de la politización. Primero porque conservan el recuerdo del período anterior: el siglo XX no fue en este sentido un período completamente negativo, más bien ha sido un período de transformación positiva a escala mundial, pero con grandes contradicciones, de deriva incluso criminal en algunos casos. En tonces temen que bajo la forma de politización acaben con una estructura de partido comunista, de partido socialista, sindical etcétera. Son muy desconfiados y tienen razón. Pero hay límites. Hay otras formas de organización, un abanico de posibilidades. Se les puede llamar partido, se les puede llamar como se quiera; no es un problema de nombres sino de forma de organización, de reflexión, de análisis. Hace falta poner el acento ahí. Aunque tiene mala reputación, no se puede renunciar a la política. Por supuesto, hay que ser muy severo con la política en tanto práctica. Los partidos de izquierda se han dejado aprisionar por el sistema político capitalista por salvaguardar los réditos electorales.

Usted ha mencionado anteriormente a América Latina como un elemento de cambio importante en el despertar del Sur. ¿Cómo ve la situación en general?

Yo creo que en los últimos veinte años se han producido avances revolucionarios en América Latina. No digo revoluciones, sino avances revolucionarios, avances que fomentan las condiciones necesarias para ir más allá. Esto es absolutamente positivo, es el resultado de movimientos políticos y sociales largamente gestados. Son movimientos muy maduros y con elementos estratégicos sofisticados. Como en América Latina los países son muy diferentes unos de otros, los avances revolucionarios son de naturaleza diferente. Tomemos por ejemplo el caso de Brasil: las victorias electorales de Lula, la primera y la segunda son victorias debidas a la convergencia de tres factores. Primero, la existencia de un movimiento social obrero pujante, socialdemócrata en el buen sentido de la palabra. Segundo, su convergencia con los campesinos sin tierra de MST. Tercero, la convergencia con los pobres de las favelas en la época dominante de la Teología de la Liberación. Es esta triple convergencia la que permite la victoria de Lula. En Brasil, la gran burguesía y los grandes terratenientes siguen siendo muy poderosos. La burguesía brasileña, a diferencia de la burguesía venezolana, es una auténtica burguesía y mantiene el control de la economía del país. El presidente Lula ha realizado una política social que sólo ha afectado a una pequeña redistribución de renta para los pobres. No es una cosa desdeñable, los niños van a la escuela cuando no lo habían hecho nunca, pero no cambia el modelo de organización social existente, y esto al final provoca el retroceso del Movimiento Obrero. El Movimiento de los Sin Tierra ha quedado aislado. La Teología de la Liberación desaparece y quedan las sectas americanas financiadas por la CIA, etcétera. Aunque los avances sociales no van a retroceder, la burguesía es suficientemente inteligente como para mantenerlos. La izquierda parece que se ha parado; la situación podría decantarse hacia la derecha o la izquierda sin demasiados problemas.