Novelista, ensayista, cineasta, directora de escena y crítica de cine, teatro y fotografía, Susan Sontag (1933-2004) publicó diecisiete libros y cientos de artículos. En febrero de 2003, cuando fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias de las Letras, formuló en su discurso las siguientes apreciaciones: "Cuando pienso en la literatura, en la infinitamente diversa aventura de afanarse con el lenguaje para contar historias y transmitir el conocimiento profundo en el que me he anclado, comprometido, durante toda mi vida como persona moral y consciente, pienso en un amplia escala de valores que en realidad son metas o modelos con los cuales juzgo mis actividades personales y literarias. En un sentido, el empírico o fáctico, la literatura es la suma de todo lo escrito y tenido por literatura. En otro sentido, el ideal, la literatura es la suma de todo lo que mejora y hace más necesaria la actividad literaria. Imaginemos la literatura como una utopía... un lugar en el que imperan los modelos más encumbrados, casi inaccesibles. Esta es mi utopía. Aquí están los modelos que infiero o me parece que sustentan la empresa de la literatura: Uno. Las actividades literarias (la escritura, la lectura, la enseñanza) son una vocación ideal, una prerrogativa, más que una simple profesión, que se sujeta a las nociones comunes de éxito y al estímulo financiero. La literatura es, en primer lugar, una de las maneras fundamentales de nutrir la conciencia. Dos. La literatura es una arena de logros individuales, de méritos individuales. Esto implica que no se confieren premios y honores al escritor porque representa, digamos, a las comunidades débiles o marginadas. Esto implica que no se hace uso de la literatura o de los premios literarios para respaldar fines ajenos a ella: por ejemplo, el feminismo (hablo como feminista). Esto implica que no se reparten recompensas a los escritores como medio de pagar consecutivo tributo a la diversidad de las identidades nacionales. Tres. La literatura es una empresa cosmopolita. Los grandes escritores son parte de la literatura mundial. Deberíamos leer a través de las fronteras nacionales y tribales: la gran literatura debería transportarnos. Cuatro. Las pautas de excelencia literaria, en el seno de las literaturas en todos los idiomas y en la gama entera de la literatura mundial, son una lección cardinal sobre la realidad y la conveniencia de un mundo que aún es irreductiblemente plural, diverso y variado. Es posible exponer lo que denominamos modelos de un modo más enérgico (y acaso más controvertido), como antipatías, como negativas. Así es que, para enunciar de otra manera lo que acabo de decir: Uno. Desprecio a los valores mercenarios. Dos. Aversión a hacer uso instrumental de los escritores; por ejemplo, celebrar a los autores sobre todo en calidad de representantes de comunidades que se imaginan marginadas, con el fin de manifestarles su apoyo. Tres. Cautela ante el filisteísmo cultural que se encubre con la aplicación de los valores democráticos en materia literaria. Desconfianza permanente de las afirmaciones nacionalistas y las lealtades tribales. Cuatro. Eterno antagonismo contra las fuerzas represivas y la censura. Estos son, en efecto, valores utópicos. No se han cumplido. Pero la literatura aún los encarna. Aún estimulan a los escritores. Aún nutren a los verdaderos lectores". Unos días antes de este evento, de paso por Madrid, fue entrevistada por José Antonio Gurpegui para la edición del 16 de febrero de 2003 del diario madrileño "ABC".
¿Cómo se toma que, a menudo, Woody Allen, Arthur Miller, Noam Chomsky, Paul Auster o usted misma sean más tenidos en cuenta en Europa que en su propio país, los Estados Unidos?
No puedo hablar de Auster, pero es algo que suele ocurrir con muchos autores. Arthur Miller, por ejemplo, parece ser más apreciado en Inglaterra que en Estados Unidos, y según se dice también ocurre lo mismo con Auster en España.
¿A qué cree que se debe?
Estados Unidos se ha movido en una dirección distinta a la de Europa y quienes son críticos con el sistema tienden a ser marginados. Es algo normal cuando se tiene visiones distintas a las comunmente aceptadas.
¿Cree que los intelectuales deben expresar otro punto de vista, concienciar en cierta forma sobre otra realidad posible?
No sé que son los intelectuales, no me interesa el concepto de intelectual. Lo que debe hacer el escritor es decir la verdad. Las generalizaciones no me interesan.
Apoyó la intervención en los Balcanes y se opuso a la guerra en Iraq. ¿No es una contradicción?
No, porque no se trata de dos posturas distintas. En el caso de Sarajevo me oponía a Milosevic y al genocidio que estaba llevando a cabo. El caso de Iraq es totalmente distinto. Lo que ocurre allí es una invasión y una ocupación.
En sus apreciaciones sobre distintos acontecimientos históricos resultaron especialmente significativas las expuestas en el New Yorker sobre el 11 de septiembre...
Fui muy atacada por ese artículo, incluso llegué a recibir amenazas de muerte. Llegaron a decir que lo que tenían en común Sadam, Bin Laden y Susan Sontag era que los tres querían la destrucción de Norteamérica. Simplemente expresaba mi punto de vista sobre lo acontecido.
El personaje de Ryszard en su novela "In America" (En América) dice: "La gente como nosotros no debiera vivir en América". ¿Está expresando una postura crítica respecto a Norteamérica?
No. Esa frase no debe separarse del contexto de la novela. En la obra los distintos personajes expresan punto de vista distintos y el de Ryszard es el suyo. Cuando yo quiero decir algo sobre Norteamérica lo digo y no utilizo ningún personaje.
En esa misma novela trata de alguna forma el tema de la utopía.
Vuelvo a decir lo mismo. Se trata de una novela, no de un ensayo. No pretendo transmitir ningún mensaje y tampoco considero apropiado entrar en generalizaciones.
Su respuesta parece negar la capacidad interpretativa del lector, lo que resulta especialmente significativo cuando se trata de alguien que editó a Roland Barthes.
Hice una antología de Barthes pero eso no significa que esté necesariamente de acuerdo con él. Admiro el trabajo de Barthes pero eso no debe inducir a considerar que me parecen bien sus planteamientos.
¿Qué le sugiere la teoría barthiana sobre "la muerte del autor"?
No estoy de acuerdo con esa teoría.
¿Cómo ha evolucionado su escritura desde "The benefactor" (El benefactor) hasta "Regarding the pain of others" (El sufrimiento de los demás)?
Se trata de dos obras distintas. Son dos caminos distintos, pero si se trata de enfatizar algún tipo de evolución, diría que ahora soy mejor escritora. Pero no reniego de nada de lo que he escrito.
En ese camino parece haber un punto crítico. Usted sufrió un cáncer...
Lo cierto es que han sido dos, uno hace veinticinco años y otro hace sólo cinco. Y efectivamente fue importante; pero en la vida de una persona ocurren muchas otras cosas importantes, uno se casa o se divorcia, tiene hijos... Todo eso forma parte de la vida, y en ese contexto debe entenderse la enfermedad. La enfermedad como metáfora no es sobre mí, sobre mi experiencia, sino que trata otros temas que se derivan de la enfermedad.
Nunca me atreví a leer su libro sobre esa experiencia.
Si lo hubiera hecho entendería mucho mejor lo que quiero decir. La obra no trata de mi experiencia con el cáncer, no resulta necesariamente doloroso desde el punto de vista personal porque lo narrado no tiene que ver con la enfermedad en sí misma.
La semana próxima irá a Oviedo para recoger el premio Príncipe de Asturias de las Letras, que ha compartido con Fátima Menissi. ¿Conoce su obra?
No, no la conocía, pero Internet me proporcionó información sobre su trabajo y tengo ganas de conocerla. No entiendo muy bien por qué han concedido el premio a dos personas con trayectorias y obras tan distintas. Tal vez hubiera sido más apropiado que hubieran premiado a una sola; o a ella o a mí.
¿Con qué calificativo se encuentra más cómoda Susan Sontag: novelista, filósofa, crítica...?
Yo me considero una autora de ficción, en ningún caso crítica ni filósofa.